Jaime, siéntate a escribir tu novela, la obra que justifique tu existencia. Explica, dinos por qué te estás ahogando en esa Isla donde tantos creen que se ha hecho justicia social, donde tantos jóvenes han gastado su esperanza. No olvides a Lezama, viejo, cansado, “gordo cósmico”, asmático, así y todo cada día convoca a las musas y las fuerza. “Escribir” —te decía— “no es un placer, tiene más de férrea disciplina militar que de jauja, los venzo porque ellos son más perezosos, gastan más tiempo en cotorrear que en enfrentarse con la página virgen”.
Jaime sentía un miedo ancestral antes de decidirse a escribir, no el típico miedo que siente cada artista cuando se enfrenta con el lienzo, con el instrumento musical o la página ya mencionada. Era un terror más primitivo, no porque tuviera que escribir sobre asuntos políticos, sino por que cada palabra debía ser revisada muchas veces para que sus enemigos, e incluso sus amigos, no confundieran el mensaje, el simple significado de las palabras. Entonces sentía que la sugerencia se marchaba, la poesía no quería descender, la poesía no es aliada de las explicaciones, la poesía lo traicionaba, o se traicionaban, pero era completamente imposible escribir dentro de aquellos patrones que los patrones llamaban Realismo Socialista. No menospreciaba la repetida masa, sino que los textos que se publicaban con la bendición marxista parecían confeccionados para niños, pero tampoco para niños normales, sino que eran tan claros que imaginaba en ocasiones que esos escritos bien pudieran servir para enseñar a leer a los retardados.
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¿Qué es Realismo Socialista? Nada de lo que dicen los manuales en los países donde se tiene que escribir Realismo Socialista. Si yo, Jaime Valdés, producto de esta Revolución tan humanitaria y magnánima, yo, el hombre nuevo, hablara de las colas que tengo que hacer todos los días, si dijera que salgo temprano a comprar la leche de mis hijos con Leslie María arriba de mí chillando, si dijera que no sé a dónde se va el resto de la leche que solo se reparte a los niños menores de siete años y a los ancianos, si yo dijera que quiero saber cuántos presos políticos hay, si preguntara dónde vive Fidel, o quién es su esposa, o cuántos hijos tiene, si contara que hace dos días estaba en los dormitorios de la universidad y nos alarmamos al oír un tiroteo, y nos alarmamos más al salir corriendo y ver que lo que ahora eran masas deformes habían tratado de matar a Fidel Castro cuando pasaba en uno de sus coches a las tres de la mañana por la calle Tercera, si yo dijera que quiero leer a Lydia Cabrera, a Guillermo Cabrera Infante, a Arenas que aún vive en Cuba, si dijera ¡si pudiera irme del país!, o si contara que miles de personas quieren abandonar este paraíso, si contara cómo la Seguridad del Estado me acosa con entrevistas, cómo me piden que colabore con ellos y visite a Padilla, y les dé un informe de lo que me dice Lezama, si yo contara lo que realmente ocurre, sin metáforas, sin dar vueltas, si dijera: el 19 de agosto de 1979 tres agentes de la Policía Secreta llegaron a mi casa, me dijeron que no podía moverme del centro de la sala mientras ellos registraban y se llevaban lo que creyeran sospechoso, si yo dijera, yo que he visto y con estas manos he ayudado a que el paraíso produzca azúcar, y se cosechen toronjas, si yo contara o copiara, o tratara de copiar la realidad en puro Realismo Socialista ¿qué me ocurriría?
Policías vestidos de civil por dondequiera, “enséñame tu carnet de identidad”, y nosotros, sin chistar, sin saber por qué extendiendo siempre la mano con el carnet de identidad. Nosotros, los mudos y sordos, los incapaces de articular protestas, todo está bien, somos extraordinariamente felices, “Joven del mundo, Cuba es tu casa”, nosotros escribiendo debajo de esa frase hermosa SE PERMUTA, bien grande, dejándole saber a cualquier joven del mundo que queremos permutar, a donde sea, SE PERMUTA, SE PERMUTA, SE PERMUTA, SE PERMUTA, SE PERMUTA, SE PERMUTA, SE PERMUTA, SE PERMUTA, SE PERMUTA… Y con nuestro rudimentario “lenguaje de mudos” y las “palabras harto conocidas” jugamos un juego de inocencia mortal, “siempre nosotros apresurados vistiéndonos a tientas acariciando nuestra piel adentrándonos en nuestra temible verdad, afeitándonos comiendo calculando las fechas, la proximidad del año nuevo, un posible viaje a Varadero con los amigos, atemorizados frente al espejo… siempre nosotros tomando el ómnibus atravesando la ciudad y el miedo, atravesando la ciudad y el miedo nuestros pulmones llenos de nicotina, frotando con cera nuestro rostro… siempre nosotros apeándonos en la misma parada de siempre, volviendo el rostro para cerciorarnos de que nadie nos sigue —siempre volviendo el rostro— presas del temor de echar a andar”.
Disimulando, tratando de parecer que son las aves más inocentes las que se posan en nuestros tejados, ahuyentando —cuando nos ven— a fuertes manotazos al “animal extraño que me visita. Este animal conoce mis secretos… ha sentido mi aliento abominable y en mis masturbaciones se ha estremecido un tanto también poseso del deseo”. Fuertes manotazos, si me están observando, aunque “ese animal es todo para mí”. Registros, humillaciones, ESTA REVOLUCIÓN HA ECHADO A ANDAR, sonrientes si nos encontramos con un extranjero, cojones, pero los extranjeros no se van a fijar nunca que las revistas de los países socialistas solo tienen rostros felices, no se darán cuenta nunca que lo más triste es que todo el mundo parece enormemente feliz, mineros sonrientes en las revistas polacas, campesinos al borde del ataque del corazón de tanto reírse en las revistas de Corea del Norte, Ochoa pidiendo que lo fusilen pero asegurando que sus últimos pensamientos serán para Fidel y afirmando, sin chistar, que la Revolución es maravillosa, unas moldavas muy felices y sonrientes mientras cortan trigo, los camboyanos superfelices con el fango hasta el pescuezo mientras recogen el arroz en las revistas, en las revistas de los países comunistas los venturosos y los prósperos, en las revistas de los países comunistas los ufanos, saludables, despreocupados porque su futuro está seguro, boyantes, los beatíficos, bienaventurados, los satisfechos, los benditos, los alegres y risueños, en la revista Cuba no hay un rostro lamentable, los cortadores de caña como bebitos, con sus peinados perfectos o el honesto sudor, y nosotros también sonreímos. En las revistas capitalistas los desamparados y el miedo, el desempleo, las drogas, el analfabetismo, el terror. Y nosotros queriendo gritar que preferimos el riesgo a la beatitud, nosotros, los felices, cambiamos la beatitud por un poco de miedo, un pedazo de riesgo, un trozo de libertad y de responsabilidad. Al carajo con Fidel proveedor, Fidel Mamá, Fidel Papá, Fidel Abuelita, ojalá y te coma el lobo.
Últimos pensamientos del General Arnaldo Ochoa, Héroe Nacional de la República de Cuba, para Fidel:
“Maricón, hijoeputa, maricón, maricón. Así que yo me hice un perro, te lamí el culo, te serví todos estos años para esto, para terminar en el pelotón de fusilamiento. Qué remaricón eres. Pero te voy a joder, muerto y todo te voy a joder porque ahora otros militares sabrán que el pescuezo de cualquiera se puede retorcer y te darán un fututazo en la cabeza antes que tú los truenes. Esa singá inyección que me pusieron no me deja ni coordinar bien mis últimos pensamientos para ti, maricón. Me han sacado casi toda la sangre, pero no importa, me quedan fuerzas para dedicarle unos pensamientos a Raulita. ¡Ay, Raulita, qué envidia me tienes! Tú sí que eres maricón de verdad, pato, pargo, cherna, flojo, partido, ay, Raulita, ustedes me han chantajeado con las orgías que yo mandaba en Angola, pero eso no hay quien me lo quite, ninguno de ustedes me quitará lo bailado. Ay, Raulita, tú nunca sabrás —por eso me odias tanto— lo que es cogerle el bollo a una negra mientras un angoleño te mete la morronga. ¡Qué morrongas, Raulita! Si las vieras te desbaratas, te desordenas si tú ves qué clase de toletes se mandan esos negros africanos. Ay Raulita, tú crees que te quedas en el número dos, pero estás muy equivocada, chica. El dos es Fidelito, tú nunca serás la cabeza de este país porque siempre has sido el culo de la Revolución. Ay, Raulita, yo te hubiera invitado a uno de mis bailes de perchero, no tenías que encularte tanto. Creo que me quedan unos pensamientos para el singao de Abrantes. Cómo te divertías el primer día de mi juicio, pero ya ves, pronto estarás aquí o pudriéndote en una cárcel, una de las peores, de las preparadas por ti. Déjame cumplir con mi palabra que ya se están preparando para fusilarme y mis últimos pensamientos deben ser para Fidel. Qué maricón eres, de gran revolucionario te has quedado en simple delicuente, en capo, en mediador entre el cartel de Medellín y Noriega. En traficante, nuevo corsario”.
APUNTEN. PREPAREN.
“Fidel, maricón”
FUEGO.
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Registros, el miedo se cuela por cualquier rendija, rueda como migajas de pan y puede detenerse a los pies de cualquiera. Las cartas que he recibido del extranjero están en manos de uno de los agentes, ya me pregunta que por qué escribo tanto, se quieren llevar también las cartas de Kasha, mi amiga polaca, las de Eva, mi amiga húngara, me atrevo a decirles que esas personas viven en países comunistas y me responden que peor. Ya el teniente encargado del registro se me acerca con la reproducción que guardo del cuadro La invención colectiva de Magritte; en el cuadro, que me gusta por lo hermosamente desolador que es, se ve una sirena inversa tirada sobre una playa, la mitad inferior es de mujer y la superior de pez, el teniente me pregunta que si eso es un invento o una fotografía. Me pongo rojo, me da lástima, le digo que tiene toda la razón, es un simple invento, debí decirle que era mi abuela y por eso yo era un monstruo contrarrevolucionario, pero no me atrevo.
Me llevan detenido y tía Iluminada sale gritando que a ella también tienen que llevársela, estamos en carnaval y frente a nuestra puerta hay un kiosco, mi esposa, arrastrando a nuestros dos niños, también dice que hay que llevársela con hijos y todo. A los agentes no les gusta formar parte del carnaval, prefieren las cosas más moderadas. “Tranquilidad”, dicen, regresan a la casa y con la mejor voz que encuentran explican que me llevan por un rato, solo me harán unas preguntas y volveré enseguida. Este cuento lo seguiremos después, pero si yo contara estas cosas, tales y como ocurrieron, ¿no es Realismo Socialista?
Si yo dijera que el 5 de febrero de 1980 le hicieron a Jaime una asamblea de repudio en la Universidad de La Habana y aparte de llamarlo traidor y otras sandeces le advirtieron que para salir legalmente del país tenía que pagar todos los estudios, ¿son o no son gratuitos los estudios? Estamos ante un nuevo mito de Fausto, educación a medias y unos pedazos de pan a cambio del alma contemporánea. ¿Si yo contara estas tonterías el gobierno las publica? Esto es Realismo Socialista. Que más de diez jóvenes escritores de Matanzas sean detenidos, aterrorizados, engañados… es Realismo Socialista. Que en casa de Carilda Oliver Labra, la poetisa más conocida de nuestra ciudad de Matanzas, nos reunamos a leer poesía, a cantar, a bailar y que el Comité de Defensa de la Revolución se preocupe y prohíba estas reuniones es Realismo Socialista.
Pero si cuento, mintiendo, que Jaime es un feliz obrero de avanzada, que trabaja doce horas al día, doce maravillosas horas bajo el sol, en la construcción, lee Granma, va a la Plaza de la Revolución, etc., etc., y otros entusiastas etc., eso sí se podría publicar como Realismo Socialista. No estamos hablando de nobles o burgueses, aquí se acabaron, aquí se acaba todo, estamos hablando del proletariado, de lo que le ocurre al proletariado. Yo creía que el Realismo Socialista hablaba de este proletariado, de estos obreros sin sindicatos, sin partidos, pateados por el culo, trabajando constantemente. Creía que el Realismo Socialista se ocupaba de las masas, de los sueños proletariales, de las ilusiones del campesino que dejan sin tierra, de los obreros presos, yo creía… Quizás me equivoque y el Realismo Socialista se ocupa de los esclavos sin pan, entonces sí estamos hablando de Realismo Socialista.
Si el Comandante Huber Matos y miles de presos políticos están en las peores condiciones me parece que el tema abarca al Realismo Socialista. Que Lezama Lima no pueda hojear sus libros publicados en el extranjero, que se bañe con un cubo y un jarrito uno de los escritores más descomunales de nuestra lengua, que no le permitan salir a dar conferencias a otros países, eso es Realismo Socialista.
Sin embargo, vamos a moderarnos, contemos con mesura. No asustes, Jaime, a los intelectuales tuertos, los de parches elegantes, los que quieren ver por la derecha o por la izquierda. Ya te aclaramos que no nos interesan las diatribas anticastristas. Cuenta, cuenta qué te ha pasado a ti, al hombre nuevo, no eres un burgués, nada sabes de la nobleza, la palabra capitalismo la conoces solamente del Manual de Marxismo de Nikitín.
Jaime sentía la imperiosa voz de lo que los antiguos llamaban la inspiración, o lo que sea, el caso es que la voz ordenaba, pedía que se hiciera el recuento de todos sus días por mediocres y repetidos que hubieran sido, para que otros seres humanos sencillos o no, sepan que lo que un día fue esperanza ahora era repetición de detalles espantosos, minuciosamente espantosos y miserables. Todas las dictaduras son aborrecibles, pero cuando llegan a ser dictaduras hasta de los detalles más nimios, son irrespirables. Jaime no había viajado más allá de lo que las propias costas de su Isla encerraban, conocía muy bien su país, desde la Punta de Maisí hasta el Cabo de San Antonio, pero siempre la espuma lo detenía, y un barco, que para él debía ser vapor encantado, era lo más lejano en que había puesto su mirada, barco que se perdió en el Paso de los Vientos. Leía mucho, y a veces él mismo dudaba de su objetividad, dado a la mentira desde pequeño, por necesidad para sobrevivir en “la patria” y aún dentro de la familia que no lo podía comprender. Como el manchego, dudaba de su cordura, o bien por la mucha lectura, o por su propia alienación. Esta era la palabra que estaba de moda en el mundo oficial, alienado era todo el que no se pudiera encasillar y que no fuera lo suficientemente inteligente para comprender que el mundo, desde hacía años, se dividía en revolucionarios, seres normales y felices, y los gusanos, alienados y pobres de inteligencia.
Con quien más conversaba era consigo mismo o con la imagen de Sonia, perdido ya en su propia alienación o mundo poético que se quería inventar para sobrevivir entre tantos monstruos que se despeñaban a diario.
Escribe, Jaime, escribe, adivinamos que escondes un universo distinto a los seres de este planeta. Dinos, por Dios o por Lenin, quién eres, de dónde saliste, y cómo siendo el resultado del hombre nuevo del que tanto cacareó el Che Guevara, te pasas horas completas en lecturas inútiles de escritores decadentes como Hesse, Unamuno, Camus, Mann, Borges, Proust… Cuéntanos quién te inclinó a este oficio en una Isla donde García Lorca hubiera sido puesto en un campo de la UMAP, esas hermosas Unidades Militares de Ayuda a la Producción donde los barbudos cubanos querían curar a los homosexuales, esa Isla donde Sartre llegó al éxtasis al comienzo de los años sesenta, y si hubiera sido cubano ya para fines de esa misma década hubiera tenido la experiencia del pelotón de fusilamiento. Cuéntanos de tu amigo José Peña, que lo pusieron cuarenta y ocho días en un hospital psiquiátrico por hablar mal de nuestras hermanas repúblicas alemana y soviética, esto también cabe en un capítulo sobre el Realismo Socialista. Cuéntanos como el Realismo Socialista se enlaza con el Mágico, como el primero de mayo de 1980, mientras a ti y a tus familiares los golpeaban hasta dejarlos sin conocimiento, el gran escritor García Márquez compartía la tribuna con Fidel.
Cuenta, Jaime, quién fuiste, quién eres y dónde podrías encontrar un sitio apacible, un compañero o compañera para compartir el resto de tus días. Cuenta, tú que podrás viajar por los rincones del planeta, y esa seguridad nunca te ha faltado; pero no mientas, no exageres el terror, no compares. Háblanos como si fuéramos tus nietos, como si fuéramos viejos amigos que se encuentran después de muchos años y se sientan por horas junto al fuego, afuera nieva, es Moscú o Washington, no nos importa, destruye los clichés, no seas pretencioso, déjale las técnicas literarias a los grandes escritores, de ti solo queremos que digas la verdad, que cuentes, como solía hacer abuela junto a la verja del jardín.
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© Tomado de Este viento de Cuaresma (Colección Mariel, Hypermedia, 2018), de Roberto Valero. La Colección Mariel recoge los 11 títulos más emblemáticos de esta generación.