‘Sin nombre’

“Esto es algo más grande que el Movimiento Mejor Generación MMG. Más grande que el Ministerio de Kontrarrevolución. Más grande que cada uno de ustedes. Más grande que yo”. 

La que transmitía en directo era Circe Aren, la líder del M-27-J. Aren había estado entre las primeras letradas ekubanas que denunciara frontalmente la influencia negativa del Código Delphi K. Y fue justamente contra el Código que estableció su Cuerpo Feminista Rebelde Rosa Luxemburgo. Un intento loable de revitalizar los ideales de justicia social que impulsaron la lucha armada para derrocar las tiranías pasadas. 

Se decía que Aren era laboriosa y corajuda. Algo que molestaba a los machos chovinistas era su coraje. Todo se vino abajo cuando perdió de vista un aspecto importante del Código. Aren llamaba a la lucha desde el pasado de Ékuba, o sea, Cuba; y sus seguidores, casi todos jóvenes, aunque lo intentaban, parecían entender sus palabras de manera distinta a lo que proponía. Aren, como el cura de la isla-iglesia, apostó por aceptar el pecado entre sus militantes. Venía con ideas reformistas que después rechazó. 

La obra artística-literaria-periodística rebelde de Aren se exponía en museos, galerías, academias y foros. Su voz era escuchada en los grandes círculos de poder y del pensamiento internacional. Pero Aren quedó atrapada en Ékuba cuando el gobierno en transición cerró la isla a causa del incremento de los contagios. Aunque logró salir, incluso antes de que el gobierno abriera las fronteras, no pudo escapar de la peste. 

Como el cura de la isla-iglesia, apostó por aceptar el pecado entre sus militantes.

Según algunos estudios de Rizo, que circulaban de forma clandestina, la rabia puede ser asintomática, incluso en los seis primeros meses de contagio. Rizo estaba enfrascado en entender la mutación que atacaba de manera letal, pero solo en casos específicos. Había en ello un aspecto sicológico en el que profundizaba, ahora acusado de generar “teorías conspiranoicas” por cuestionar, incluso, a la industria farmacéutica internacional. 

Para Rizo resultaba un enigma que el estallido social terminara justo donde debió empezar: la protesta. Desen(tierros), visas, salidas furtivas de letrados rebeldes por los aeropuertos. Después aparecían desde distintas partes del mundo con comportamientos extraños. Hablaban de Ékuba como si todavía vivieran en ella. Salían a las calles foráneas con pancartas y fotos de Antonio Manuel de Bronce que acaparaban titulares. Una consigna me condujo irremediablemente al Código: “revisionismo histórico kontrarrevolucionario sin tierra”.

Más complejo aún de descifrar fue el manotazo que la Editorial Desliz se dio a sí misma al publicar La tumba vertical de Abel Roux. Al parecer, la rabia también se había colado en Desliz. Su director, Francisco Sancho, al justificar su accionar, negó tener relación con el Ministerio K y lo más terrible del caso es que parecía honesto. ¿Qué ocurría entonces? 

Esta situación era delicada. Fue gracias a la kontrarrevolución que los programas de estudios superiores en Ékuba ya incluían “la enemistad con los pueblos”. Todos estos cambios ocurrieron en medio del incremento de los contagios. 

Acusado de generar ‘teorías conspiranoicas’ por cuestionar, incluso, a la industria farmacéutica internacional.

En los grupos reinaba una atmósfera belicista. Los militantes eran severos contra aquellos como Roux que usaban la crítica o el sarcasmo para expresar sus frustraciones. Después de “una pelea ekubana contra los demonios” —decían en broma los allegados de Roux— en el coliseo virtual, la Editorial Desliz echó a un lado La tumba… Actuaba como si no existiera. 

Y entonces, el drama de Marcos Toberhe se volvió profecía. K creyó sepultar la poesía, pero estaba allí, otra vez en un libro. Un libro escrito por Toberhe, del cual Roux fue solo un mediador. Y antes de Toberhe lo habían escrito otros. La multiplicación del yo desaparecía las sombras de Fidel Castro en las paredes del sueño. El mensaje estaba escrito para ser leído por los que pueden leer y escuchar el lenguaje del tiempo. 

Aren también había apartado a Roux, quien supo que se decía de él “que ya no era combativo y que se había transformado”. Lo curioso es que Roux siempre ha sido un solitario. 

El M-27-J hizo una nueva publicación.

“Hoy, a más de noventa millas de distancia, declaramos que, en nuestras filas, no queremos cobardes ni traidores. Si hemos llegado hasta aquí ha sido por la solidaridad entre hermanos y hermanas tanto dentro como fuera de Ékuba, no por el privilegio de los blancos. Aunque los blancos del M-27-J no renunciamos a nuestros privilegios para ayudar a la causa, si nos viéramos obligados a hacerlo, lo haríamos. ¡El M-27-J volverá!”.  

Un Superman de excremento guardado en un cristal.

No estaba clara la declaración. Yo no podía entender si se refería a la inutilidad de lo sucedido en Desliz con la novela de Roux: el manotazo de un blanco a otro blanco, o al emplazamiento público de Rizo al MMG que también aparece en La tumba…

Esta alocución del M-27-J coincidía con una exposición colectiva cuya mayor atracción era una pieza de De Bronce exhibida en el Pompicul. 

En la nota de prensa para el Remington Post, el letrado César Llorente describe haber vivido tensión a su salida de Ékuba. Sabía que, debido a su activismo político en el MMG, era probable “que no lo dejaran volver”. 

El viaje duró más de diez horas (tenía escala en París) y la pieza de De Bronce con preservante ácido fórnico retrasó su equipaje por más de treinta minutos a su paso por la aduana. 

—¿Y esto qué es?

—Arte.

Llorente narra cómo los aduaneros, muy serios, lo sacaron de la fila y lo encerraron en un salón que parecía un cuarto de interrogatorio. Examinaban con cuidado la pieza. Y después de hacer más de una prueba, regresaron con las conclusiones. 

La misma sensación que en la misa, al recibir la hostia.

La pieza Sin nombre, un Superman de excremento guardado en un cristal, fue hecha por De Bronce con parte de lo rescatado en el Capitolio Nacional. Pudo ser exhibida en el Pompicul, gracias a la resistencia de Llorente, y estuvo montada sobre una cocina de inducción por nueve días.  

La temperatura iría en aumento hasta que solo quedara una mancha del Superman. Al estar encerrado herméticamente, no permitía que se escapara el olor. El corazón del superhombre era una nota envuelta en un paquete de caramelos. Hubo que destapar la caja para que todos pudieran verla y respirar el mismo olor. Los espectadores, muchos de ellos ekubanos, por lo que narra Llorente, parecían satisfechos. 

Violeta Porra transmitió en vivo. Era la encargada de leer la nota. 

“A nuestrxs hermanos y hermanas pobres, privadxs de libertad por razones políticas en Ékuba. A Antonio Manuel de Bronce por su integridad para salir de su pobreza y del anonimato. Te han calumniado, pero nosotres sabemos quién eres. Tú has logrado lo que muchxs artistas de nuestra generación añoran. Eres un símbole para todes nosotres”. 

Acto seguido y de manera solemne, Porra abrió el papel manchado. 

Yo mojón.
¡Ustedes les ministres! 
Pa ustedes yo soy un mojón, 
un negro ahí de La Gana Vieja.
Y el negro pa la candela, 
ustedes se creen yuma.
No lucren con mi valor.
Ya jugaron con mi ego.
Soy un ave que ve desde la ventana la libertad. 
Me he llenado de mierda, sí, pero es la mía.
Y yo la valoro en 500 000 dólares. 
Y me la compran porque parece mierda,
pero es libertá. 
Yo soy Antonio Manuel de Bronce y to´ el mundo sabe
lo que significan esos cuatro nombres.
El régimen me metió preso, pero yo no soy un punto.
No se equivoquen conmigo.
A mí nadie me hizo un perfil de artista.
Yo soy un artista.
Estoy detrás de los barrotes, pero estoy puesto. 

Para finalizar la performance, había que pasarse el poema, la idea era que cada uno de los presentes llevara en sus manos algo del Superman. Este fue el momento más sublime. De profunda hermandad. Llorente describe la misma sensación que en la misa, al recibir la hostia. 

“Te han calumniado, pero nosotres sabemos quién eres. Tú has logrado lo que muchxs artistas de nuestra generación añoran”.

Yo no puedo describir las sensaciones que me produjo la performance. Ahí estaba la esencia de la política y la inutilidad del arte, cuyo único sentido es la eterna búsqueda de la belleza. Pero no quiero influirlos con mis interpretaciones. 

La guerra eslava-europea-estadounidense taladró el corazón del sistema. El desabastecimiento era atroz, los precios se dispararon, la esperanza de vida bajó a niveles escandalosos. Cada vez salía más gente de la isla y esto, lógicamente, acrecentó su doble aspecto espectral, en contenido y en forma. Dentro no quedaba nadie más del MMG ni del M-27-J. 

El Ministerio K se activó rápidamente y desde su nueva capital, La Gana, organizó un concierto en la escalinata de la Universidad Nacional con el dúo Sin Fe. La ministra dio también su discurso, paralelo al Pompicul, y dijo algo que afirmó “estar muy claro”: 

“¡El cambio es ahora! ¡En lo adelante, no seremos más Nosotros, sino Nosotris! (Breve pausa y aplausos.) Tenemos que seguir potenciando nuestras capacidades inclusivas y empáticas. ¡Que lance la primera piedra el que no ha pecado! ¡Por nuestra democracia de un único partido, Partido Comunista Eterno! ¡Nuestri sol fragante! Tomémonos de las manos, como una sola flor seremos, como una flor y nada más”. 

(Aplausos y vivas por más de un minuto.) 

“¡Viva la democracia kontrarrevolucionaria!”

—¡Viva!

—¡Patria y Risa! 

—¡Patria y Risa!

(Aplausos y risas estridentes.)  

En medio de risas y mientras anunciaba el nuevo hashtag (#TeamBolao), la transmisión en vivo de la ministra se interrumpió y, casi a la vista de todos, en un momento de descuido, desapareció el teléfono. 

La última imagen que vio el pueblo de Ékuba a través del giro de la cámara fue el final del hashtag: “Bolao” y a la ministra de cabeza. 

Al parecer, se trató de un atentado de revolucionarios-rebeldes. 


© Fotograma de SALA-R (2021).




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2 Comentarios
  1. Al nuevo ékuele de Ékuba le habían pintado tres de sus ocho cáscaras de coco. La gente quería que la kontrarrevolución fuera de colores brillantes. Era una mirada nostálgica al pasado de las tres regiones de la otrora Cuba. Pero le seguían tratando como esclavo por encima de la deidad y de la adivinación.
    Yo seguía sin poder decifrar el código de Delphi K. Estaba pedido. Solo seguían jodiendo en mi cabeza sus sentencias y los respingos persistían.
    Escribía de vez en cuando. Ya no como antes. Y no para comer.
    Y de vez en vez lamía en cuerpos ajenos la libertad: ¡Vrijheid!

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