En el año 1994
yo tenía 8 años y aún no iba a la primaria Manuel Torres Canals
a escuchar a un amiguito que reunía a todos alrededor de una mesa
y se ponía a inventar historias sobre Voltus V y Mazinger Z.
Luego cuando llegaba a casa
en medio de esas noches de apagón
trataba de recrear en mi cabeza las historias que contaba mi amiguito
pero no era tan inteligente
ni tenía antena parabólica y la vela se gastaba antes de tiempo.
Tenía que esperar al otro día.
En el año 1994
todavía no jugaba al Mario Bros en un atari alquilado
aún no me gustaba leer.
Kurt Cobain se suicidaba
Michael Schumacher salía campeón en la F1
se estrenaba Pulp Fiction
moría Charles Bukowski
y los hombres nuevos hundían el remolcador 13 de marzo
con todas las personas dentro.
Yo trataba de recrear las historias de mi amiguito en la cabeza
pero no era tan inteligente
tampoco tenía antena parabólica y la vela se gastaba antes de tiempo.
Nunca aguantaba el apagón despierto.
Era mi propia pelea contra un dragón que no podía ver porque estaba demasiado oscuro.
En el año 1994
cuando aún no me robaba los libros de una biblioteca en la calle Galeano
ni mi vecinita me miraba
ni escribía esta poesía que a ustedes les provoca tanto
me daba miedo escuchar a mi madre preocupada por mi hermano
cada vez que salía a la calle.
Porque no muy lejos de casa
estaba sucediendo algo a lo que llamaron El Maleconazo.
Centro Habana era una caldera con un puerco dentro hirviéndose.
Estaba en juego la felicidad de este país
pero la felicidad nunca regresó
o nunca estuvo
o estuvo
pero la fusilaron.
Tampoco estuvo la juventud
ni los sueños
ni los juguetes
ni la leche en polvo.
La felicidad cayó dentro de la caldera y se hirvió junto a un puerco
que después nadie se quiso comer
porque tenía el hocico lleno de aserrín y las patas cortadas
como los cimientos de este país.
En el año 1994
los Hutus masacraron a los Tutsi
el país se desmerengaba
Cranberries estrenaba Zombie
nacía Justin Bieber
Nintendo sacaba el Super Metroid
las balsas amanecían rotas en las piedras del malecón
el Real Madrid le metía cinco al Barcelona.
Pero el fútbol aún no formaba parte de mi vida
salvo por esas latas de refresco con los países del mundial que recogía junto a mis amiguitos cuando salíamos a caminar las calles de Centro Habana.
Pero Centro Habana se sacudía con un maremoto de héroes en la calle.
Espartanos con peste a grajo peleando por una libertad que también fue echada a la caldera junto a un puerco que ya nadie se pudo comer
porque apestaba.
Lamentablemente
en el año 1994
los hombres nuevos tomaron nuestros sueños
y los tiraron a la caldera como a una puta mal pagada.
Los pusieron a hervir hasta morir junto a un puerco
que ahora nadie se quiere comer.
Y yo que era un niño dejé de ser feliz
porque solo me tocaba un pan por la libreta
porque cerraron mi biblioteca favorita
porque los apagones no me dejaban ver los muñes
y en la escuela solo nos quedaban trozos mal contados
de las historias de un amiguito
que en ese mismo año 1994
se fue con toda su familia en una balsa
y más nunca supe de él.
© Imagen de portada: Por cortesía de Janis Lewin.
* Del libro de poesía Chúpate mi flan, inédito.
Magali Alabau
Magali Alabau. Poeta. Nació en Cuba y reside en Nueva York desde 1968. Estudió teatro. Ha publicado entre 1986 y 2016 nueve poemarios.