I.
Regreso del mundo.
Hoy no hace tanto frío.
Veo los patos en el lago
y siento que la inmundicia
se me cuela en los bolsillos.
Pesa más que nunca
la cuesta a casa,
el centavo helado.
Olvidé bajar carne.
Quedan algunas barras incomibles.
Estoy que llego y me dejo vivir.
Hoy vi un mapache muerto
y casi me lo pongo de bufanda.
La tristeza es así:
te vuelve las pestañas blandas
y conduce al disparate o al mal olor.
Mis amigos me van olvidando.
Las lecturas caen pesadas
por encima de su desempleo
y sus desamores.
María anda con alguien
y es ahora cuando más la quiero.
Isabel me escribe
cada vez que rueda el polvo.
Alberto y su esposa
acaban de traer al mundo a otro ser insoportable.
No se puede escribir un poema
siendo tan falsamente vulnerable
y prefiriendo los escondites.
II.
Tuve un hijo que cantaba
que se movía por ciudades
con correas de pena.
Había en él un pobre olor
a pólvora inútil,
a mapa humedecido,
a vete y sal.
No hubo cantos
ni horas
ni suertes
cuando moría despacio
con todo el don de morir.
Era de noche.
O no.
Amanecía.
Será él
muerto sin casa y sin tiempo
como lombriz de primavera
sobre el asfalto del mundo.
III.
En esta tumba
cabe un cuerpo
como cabe el cuerpo de mamá.
La gente,
a pesar del ánimo funerario,
cumple con los ritos:
se dan las manos,
beben café,
discuten, vestidos, sobre el orgasmo.
Pero yo pienso en mamá
y regreso a escondite.
Ya no trina la risa
ante esas tumbas que lo recogen todo,
ante esas manos con su golpes puestos en alarma,
ante palabras con flores en su bordado.
Ya no trina la risa,
y yo regreso a mi cuerpo.
¿Pero dónde está el de mamá?
¿Seguirá allí en su cadáver?
IV.
No entiendo la forma franca de la soledad.
El vestigio puro del silencio.
Esta larga envidia que traen en sí las hojas,
cada llamada por teléfono,
cada esquina que habla de distracción.
No entiendo la forma franca de mi tristeza.
Hay cosas que siempre señalan lo mismo:
los tres años en los que concentras una vida,
los restos, las excusas, los sustentos,
la gran defensa que se hace para decir
“merezco mi desgracia”.
V.
Crecer es despedirse.