Jorge Saucedo

Camión 

El payaso del camión destruye nuestros planes.
Es torpe y no tiene nada que ofrecer.
No carente de gracia: repulsivo.
Porque podría hacer mil cosas antes que eso. 

Ha recurrido a la fácil opción de perderse el respeto 
y vivir no de la lástima ni la piedad,
sino de la desidia,
que no sabe decir no 
y fácilmente se desprende de lo suyo. 

Podría robar
—bueno sería que lo hiciera—.
Podría explotar o corromper.
Ni siquiera tiene el valor de humillar a otra persona 
en nombre de su propio amor.
¿Qué espera este que ni siquiera es indigente 
porque evidentemente no se las puede arreglar 
         por sí mismo? 

Debemos de vivir en una ciudad muy podrida
para que se permita este espectáculo todos los días.
Me gustaría decir: no me importa,
no siento nada al respecto. 
Pero he dejado de leer el Evangelio de Mateo 
por la irrupción de este mono.
Y además odio quedarme quieto,
como uno más en el camión, 
como si no pasara nada extraordinario.



Plazas y otras cosas 

un lugar llamado Castelgandolfo no puede ser 
de este mundo
en Camargo hay un semáforo que es el más triste 
de todos cuando se le mira desde un autobús 
existe un lugar en el país que no puedo pisar 
sin recordar que hay sitios fuera de la vida 
entre Padre Mier y Allende hay una calle sin sentido 
por las lluviosas avenidas cae la sensación de atasco 
y ciertas cosas como traídas por la lluvia
me recuerdan que en alguna ciudad habrá una costa 
y estará lloviendo 
pero estoy bien, olvidadizo



Rueda

cuando la rueda pone pie en la tierra existe la seguridad 
        de una curva 
gusto extendido del verbo, recordación lamentable 
        de que el hombre no debe hablar 
es la vergüenza quien hace callar a los perros 



Era la tarde 

la magia ha sido una condición previa
pasaba por las decoraciones de la calle
casi diría conmovido por las ramas de árboles
que nunca terminé de conocer
no tenía sentido ninguna iniciativa para establecer 
   contacto con otro
así tan plena como era la tarde
pensé que hablar con alguien que estuviera de pie 
    en la plaza o pasara caminando
destruiría la inequívoca veracidad de eso que decían 
     las cosas, y estuve triste.
porque ¿no es triste estar ansioso, reír en el camión, 
con un libro en las manos, junto a la ventanilla, 
enseñando a la ciudad que pasa mi sonrisa,
porque un poeta ya lo ha dicho, que está solo,
y escribe en una carrera para que sepan todos,
esos que no quiero saludar, que es un poeta?



Mar

¿qué produce nada?
hay un hombre sin cabello mirando al mar
el paso de mi caminata a la arena, de la arena del mar 
   la distancia es un metro
he caminado un instante, atravesado colonias de pájaros 
   que corren,
de la arena al mar hay un metro, de la arena al mar 
encuentro una distancia sin humor
hay una sensación de líquida distancia de la arena 
   al mar solo hay un metro
en delante solo caminaré sobre la arena
imposible derribar un edificio que se repite hasta el fin 
   de los días
la luz posibilita caminar sobre el concreto
el concreto es la posibilidad de un niño que llegó 
    a la adultez mirando al mar
el cabello ha crecido de la cabeza al suelo 
siempre cayendo, el pelo crece con la raíz 
   pegada al suelo
de la arena al mar solo hay un metro
de la rosada levedad del vino a la piedad, tal como 
    el mar la pinta,
hay una mano prendida como chinche 



Recuerdas

recuerdas la sopa que comimos con las manos en un caldo enorme del tamaño de un abrazo gordo donde comíamos con las manos la serpiente de pasta en el charco de comino y aceite donde nadaba en nuestra boca un charco de fideo con gusanos que se agitaban en la boca era esa la causa de la sopa porque entre más comíamos más tarde se nos hacía para agarrar las manos y meterlas en la olla que sonó como campana de grasa chamuscada donde los pliegues de la cara de la abuela se surtían de un inventario de caricias que solo utilizamos en las grutas y en el borde delicioso de la olla que parecía un cantarito sin final donde meterse porque lo que en realidad pasaba era que entrar en la comida en el charco de la sopa entrar en el rigor de las manos cuchareando el hambre que nace de la sopa era lo único que en realidad pasaba



Era la calle 

era la calle una declaración sin novedad
los chicos habían ganado la batalla
sentándose en el parque toda la tarde 
mientras tanto las ardillas hicieron su trabajo
multitud de caballos se vieron manejando taxis
las vacas fueron a su casa directamente
en los anteojos redondos del profesor dieron las ocho: 
cavaba un hoyo lo bastante grande
para encontrar lombrices 



Tamarindos

el cuerpo de mi compañera ha cobrado sentido
en la tarde, por fin, ahora que no es posible recordarla 

   (no tengo una gran vida interior.
   la única vida que tengo es interior.
   si abro los ojos miro una entrada hacia afuera 
   donde me mira el poste de luz mercurial.
   en la esquina ladra un pastor y un labrador sonríe. 
   y sí, en la frutería es posible entrar
   y encontrar higos cortados, y tamarindos,
   hay una calle grande con un metro
   y miles de personas abordan y descienden, 
   pensando cada una.
   hay una limpia concepción del tiempo en el andén 
   (un desierto no lejos)
   y muchas nubes hay de pronto, camino de la sierra 
   dando expectativas tan poco laborales
   a los que vamos de pie en el vagón.
   hay algo melancólico en seguir viviendo, sin duda)



Tengo un amigo 

Tengo un amigo que es el peor de todos.
El otro, es de quien se ríen los demás. 
Tengo una amiga que además de envidiosa 
es fea, e histérica y violenta. 

Quisiera defenderlos un poco,
pero son lo que son, y merecen su fama.
No me consuela no verlos más,
solo me produce una tranquilidad indiferente. 
Solo me produce lo que el canto de los gallos 
en una ciudad vacía. 



Tema

solo tengo un tema
lo trato al hablar de cualquier cosa 

no comprendo
siempre algo está a punto de tener sentido



Tienda

salía de la casa a alguna hora de la tarde
iba a la tienda
pero, dios, me trastornaba encontrar una ciudad 
mi calle daba a una avenida
esa avenida iba lejos
pero yo daba vuelta a la derecha
entraba a una calle paralela a la mía 
exactamente igual:
si hubiera nacido en esta calle
el mundo sería el mismo
lo distinto era yo 



Vivo

era la primera cobija de la historia
un par de ojos ven
y todo es placer de andar en el mundo
cada palabra tiene conciencia de existir
la voz es una parte del cuerpo
que sale a tocar a los demás
y el pie que camina detrás del otro
ya no es tan apegado a la tierra como los conejos 

duele estar vivo ahora
cuando no puede ignorarse la existencia
toco la pared
y sé que no es más que la extensión del brazo 
la sustancia única de que estoy hecho yo 

lo más duro es reconocer que mi cuerpo
es el material de construcción
el techo del patio, cuadrado de barroblock
es el piso áspero de un color azul donde se riega el agua 
y es el cielo que amasa fantasías por primera vez 

estoy vivo, tengo un cuerpo más astuto que el cemento 
siento moverse un mundo que siento no necesitar
y vago en él toda la noche y todo el día
cuando los días no se dividen en días y noches 
y solo hay un cuerpo que vaga 
en un mundo de ningún tamaño 

y si llega la noche no hay nada que decir
solo una casa inmensa adonde va a dar esta calle
y unas mecedoras con gente que podría estar hablando, de algo,
y más allá después, donde ya no se ve
algo más habrá que no sé, que no sabré
porque es de noche
y eso significa que nunca he estado aquí
y lo que hay aquí es oscuridad y luz de focos
y aquello es lo que no se entiende
es algo doloroso como un mundo
donde uno realmente estuviera. 



Hombre

oh, ¿habéis pensado
que este hombre está muerto? 
escucha lo que dicen
mira con los ojos fijos
evita el crimen
y sufre su destino 

es el hombre más puro 

camina cuando duerme
y cuando sueña está de pie 
sabe vivir
está muerto



Ver el mar 

Deja de tener sentido.
Ya no es el mar.
Ahora es una suma de rodillos blancos, que se acercan 
y hacen planas sobre el agua. Rollos y rollos.
Sin sentido. 

No concuerdan con mis pensamientos.
Tienen su propia manera de ser justos.
Miro su armonía.
Escucho el canto de una india lento y religioso. 
Y pienso si habrá música allá, después del mar. 



Marítima

Toda persona es una tentativa. 

En el bar miro a los chicos escoger canciones.
Esta ciudad es poca cosa, y su gente pequeña.
Si reunieran su pequeño ser, sus experiencias mínimas, 
no sería el resultado menor que en otras ciudades.
esta ciudad tiene un nombre risible. también la mía. 
esta ciudad es poca cosa,
y sus muchachos son conmovedores.
Viven serenamente.
la vida los destruye. sufren responsabilidades y amor. 
y la conciencia eventual de estar vivos.
pero al verlos elegir su canción entiendo que viven con 
     severidad. 

No cabe duda de que esta ciudad no es la mía.
Ni ninguna en la que haya estado antes.
En esta ciudad hay mar.
Y eso me alegra, y me recuerda que nací lejos de aquí. 
La misma alegría llena la cara de mis conciudadanos. 
Yo también soy pequeño, y me alegro con poco. 
Yo pongo mi canción.
Y mi felicidad es del mismo tamaño.
Y por otra parte, es todo lo que importa. 



Jardín

ha llovido esta tarde en el jardín
y Hugo se ha dedicado a hundir sus palmas en la alfombra del pasto
ha respirado lluvia venida de la tierra
colonizado espesas latitudes
hablamos con los patos y Hugo encadenaba los residuos en una jitanjáfora que nos
            dejaba risueños en la recordación

hemos sido felices en la lluvia que Hugo respiraba sin agitar las alas
no buscamos cigarros ni corrimos a acabar con la ventana
sino que amargos, deseosos de no dejarnos atropellar por la paciente mordedura de lluvia
            que nos mostraba Hugo como para no terminar
desdoblamos una sábana
cogimos un ejército de fichas que derribar a discreción
nos alocamos al sonido de una orden venida de atrás de la cortina
pero pensábamos en Hugo blanco
en Hugo enmohecido por el discurso de la lluvia
en Hugo de cabeza ahogado de feliz
y respiramos fuerte y fuimos a asomarnos para verlo
y soñamos con tumbarnos en su cama a respirar la lluvia


© Imagen de portada: Jorge Saucedo.




Sobre el autor:
Jorge Saucedo (Monterrey, México, 1980). Estudió Letras españolas en la Universidad Autónoma de Nuevo León y una maestría en Lengua y Literatura hispánica en la Universidad de Houston, donde también fue profesor de español. Sus poemas, ensayos y reseñas han aparecido en publicaciones periódicas de México y Estados Unidos, como Hispamérica, Rio Grande ReviewFronteras y Armas y Letras, y en antologías como el Anuario de poesía mexicana del Fondo de Cultura Económica.
Es autor de dos libros de poesía: Peltre (Instituto de Cultura de Aguascalientes, 2006) y Ánima y piedra (Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, 2010), que recibieron el Premio Nacional Salvador Gallardo Dávalos 2005 y el Premio Regional de Poesía Carmen Alardín 2009, respectivamente.


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Arco

Orlando Luis Pardo Lazo

Sobre el Arco, / el norte manso y benéfico. / Mapamundi de estrellas y constelaciones / con nombre anglo. / Brújula de la victoria para los que llegamos a ti, / ante ti, / huyendo del paraíso terrenal.