Si yo callo, nadie contará mi historia



A veces pienso qué pasaría si este video lo viera la persona correcta, si lo viera alguien capaz de cambiar algo. O, simplemente, capaz de escuchar. Porque lo que vais a oír hoy no es un cuento, no es entretenimiento, no es un vídeo más. Es mi vida, mi historia, mi verdad.

Y te prometo algo desde ya. Cuando termines este video, no vas a verlo todo igual.

¿Sabes lo que es levantarse un día y que tu mundo ya no exista?

Yo, sí.

Un día estaba con mi madre y al siguiente estaba en un sitio que no conocía, con gente que no conocía, escuchando palabras que no entendía.

Nadie me preguntó. Nadie me preparó. Nadie me explicó nada.

Solo dijeron: Es lo mejor para ti.

Pero yo no sentía que eso fuera lo mejor. Sentía que me estaban arrancando algo que ni siquiera los adultos pueden devolver: mi infancia, mi tranquilidad, mi hogar.

Veintidós meses. Dichos rápido, no suenan a mucho. Pero, cuando tienes mi edad, veintidós meses es casi una vida.

Veintidós meses sin mi madre. Veintidós meses sin poder irme a dormir tranquilo. Veintidós meses preguntándome: ¿Por qué? ¿Qué hice mal? ¿Por qué nadie me escucha?

Las respuestas nunca llegaron. El silencio siempre fue más fuerte.

Sé que, para algunos, solo soy un número de expediente. Pero, para mí, son veintidós meses de dudas, de miedo, de sentirme pequeño. Incluso, cuando intento ser fuerte.

Muchos dicen que un Centro es un lugar seguro, pero nadie te cuenta lo que se vive dentro: los horarios, las normas, la falta de libertad, la sensación de que no eres un niño, sino un archivo. Una responsabilidad. Un caso más.

He tenido que escuchar cosas que ningún niño debería escuchar. He vivido situaciones que no se olvidan. He visto lo que pasa cuando te quejas, cuando preguntas, cuando dices cómo te sientes.

A veces, parece que lo peor que puedes hacer en un Centro es decir la verdad. Porque molesta. Porque incomoda. Porque es más fácil callarte.

Hay algo que nunca olvidaré. Algo que me dolió más que cualquier castigo, cualquier grito, cualquier momento malo. Seis meses sin poder saber nada de mi madre. Ni un mensaje, ni una llamada, ni una foto, ni un “estoy bien”. Nada.

¿Sabes lo que es eso en la mente de un niño?

Te destruye. Te llena de preguntas. Te llena de miedo. Te llena de rabia. Te hace sentir que te han robado algo que no se puede recuperar. Y, lo peor, nadie te lo explica. Nadie te dice por qué. Nadie te pide perdón.

Hay gente que dice: Los niños no saben lo que quieren. Que lo adultos saben más. Que hay que confiar en los profesionales.

Y yo me pregunto: ¿Saben ellos cómo duermo? ¿Saben ellos qué pienso cuando apago la luz? ¿Saben ellos a quién echo de menos? 

Porque parece que sí… Parece que hablan como si vivieran dentro de mí. Como si supieran quién soy, cómo soy y qué siento. Pero no, no lo saben. Porque nunca me han escuchado de verdad.

Desde que abrí este canal, he leído miles de comentarios. Algunos me apoyan. Otros juzgan sin saber. 

“Eh, escápate, la puerta está abierta”. “Si quieres irte, vete”. Pero nadie entiende que escapar no es libertad: es convertirse en un desaparecido. Perder la escuela, el médico, el derecho a existir.

Escapar es una cárcel sin paredes y yo no quiero perder mi futuro. Yo no quiero huir. Yo quiero volver a casa, con mi madre. Legalmente. Justamente. Como debería ser desde el principio.

La gente piensa que quiero ser famoso, que quiero visitas, que quiero dinero. Pero lo único que quiero ahora es que se sepa la verdad, que alguien diga: “Espera, esto no está bien. ¿Por qué este niño está viviendo esto? ¿Por qué no le escuchan?”

Porque si yo callo, nadie contará mi historia. Y, si nadie la cuenta, nadie lo cambiará. 

Hay otra cosa que me mantiene fuerte: la esperanza. Esperanza en volver a mi casa, en volver a abrazar a mi madre sin miedo, en volver a sentir que la vida tiene sentido. Que no soy un número. Que no soy un problema. Que tengo derecho a elegir. 

Quiero vivir con mi madre. Es simple, es humano. Es lo que siento, es lo que he dicho mil veces. Y aún estoy esperando que alguien lo escuche. 

Hoy, aquí y ahora, te estoy hablando a ti, que estás viendo esto.

Quizás no me conozcas, quizás no entiendas todo. Pero, si has llegado hasta aquí, es por algo de mi historia que te ha tocado. Y, por eso, quiero pedirte una cosa: Ayúdame a que esto llegue más lejos, a que mi voz no se quede encerrada, a que más gente sepa lo que de verdad pasa.

No necesito un Centro. No necesito un expediente. No necesito silencio. Solo necesito volver a casa, con mi madre. Y sé que algún día ese día llegará. 

Gracias por escucharme. Gracias por estar aquí. Gracias por no mirar hacia otro lado. Este canal es mi refugio y tú eres parte de él.