“Hysteria Makes History” o “Aquí tenemos histeria pero nuestra histeria es revolucionaria” (frase icónica del líder estudiantil Hassan Pérez) o «Cuando un pueblo enérgico y viril rompe en pánico estampídico en la marcha del primero de mayo o en la cola del pollo, pero entonando, entonces, la Mazúrquica modérnica de Violeta Parra, si tienen hámbrica los populáricos”.
Producida por los autores del colectivo aguerrido de El Círculo vicioso: Luis Trápaga o Prákata y Lia Villares, el 13 de junio de 2016, en El Vedádico de la Ahvana.
¿Y si te dijera que el Himno Nacional de Cuba se parece, nota por nota, a una ópera bufa de Mozart?
¿Y si no fue casualidad? ¿Y si esa marcha gloriosa en Fa mayor también fuera una burla? ¿Una sátira convertida en arenga patriótica?
La conexión musical
En 1786, Mozart compuso Las bodas de Fígaro. En el aria Non più andrai, un sirviente se burla de un adolescente afeminado que es enviado al ejército para “hacerse hombre”.
En 1868, Perucho Figueredo compone la música del Himno de Bayamo. No es solo una coincidencia. Es la misma estructura.
Arpegios ascendentes. Versos decasílabos. Estrofas de cuatro líneas que cierran con energía marcial.
La letra: de sátira a sacrificio
Mozart se burla de la guerra: “Gran mostacho, fusil al hombro y marcha en el fango”.
Figueredo la glorifica: “Del clarín escuchad el sonido, a las armas valientes corred”.
La misma música, pero con intenciones opuestas. Una satiriza la virilidad forzada. La otra exalta morir por la patria. ¿Y Cuba? ¿Dónde queda Cuba?
La música de nuestro himno no tiene tambores batá, ni décimas guajiras, ni claves afrocubanas. Es una marcha europea. Blanca. Neoclásica.
¿Qué Cuba representa? ¿La de Bayamo rebelde? ¿O la de las élites criollas ilustradas que hablaban en nombre del pueblo, pero sin su música?
“Non piu andrai”, farfallone amoroso (Ruggiero Raimondi). Acto I de “Las bodas de Fígaro”, de Mozart. Ópera Metropolitana, 1985.
¿Parodia, apropiación o imposición?
Tal vez Figueredo no copió a Mozart por error. Tal vez lo hizo a propósito.
La pregunta final
Si bien el texto del himno exalta el sacrificio y la gloria patriótica, su música —derivada de una burla— introduce un nivel de ambigüedad que habla de esa identidad nacional fragmentada y contradictoria que somos.
Más allá de su valor simbólico, el himno revela la persistencia de la colonialidad en el corazón mismo de la independencia.
“La Bayamesa”. Himno Nacional Cubano. Letra y música de Perucho Figueredo.
Resignificación simbólica de la cita mozartiana
Una lectura alternativa a la apropiación de Non più andrai puede proponer que Figueredo usó la melodía con plena conciencia de su sentido original.
Lejos de ser una elección meramente estética o casual, la cita de un aria satírica donde Fígaro reprende a Cherubino por su vida frívola, femenina y hedonista, puede constituir una crítica implícita al pueblo cubano de su tiempo: alegre, festivo, sensual, tropical, pero renuente a tomar las armas.
Figueredo, conocedor del canon operístico europeo, quizás quiso establecer un paralelismo entre el personaje de Cherubino —“mariposón amoroso”, incapaz de asumir su deber viril y patriótico— y la personalidad cubana guarachera, musical, seductora, pero apática ante la opresión colonial.
En este sentido, el uso de la melodía mozartiana no solo es una resignificación épica, sino una sátira interna dirigida al propio pueblo. Una exhortación irónica, para que deje de “mariposear” en la colonia y se convierta en combatiente por la independencia.
Trasladándolo todo al sol de nuestros días, el pueblo sigue en las mismas, soportando tiranos y cantando Bajanda, cuando debería dejar de comer tanta pinga y levantarse por la libertad.
Chocolate MC – “Bajanda” (video oficial).

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«Si la Iglesia buscaba un escudo frente a Trump, el que ofrece hoy un papa estadounidense es una oportunidad única».