Vivimos en un limbo sin derechos legales, con condenas más duras en muchos casos que las impuestas a los asesinos.

Vivimos en un limbo sin derechos legales, con condenas más duras en muchos casos que las impuestas a los asesinos.
Podría ser La Lupe, poco antes de exiliarse hacia su ‘larghetta e spiritosa’ conversión evangélica. O Daisy Granados, que apenas estrenaba su carrera como diva del Titóntalitarismo insular. En cualquier caso, es idéntica a una de esas ninfas analfabetas que pululan por las novelas trestristestigresinas de Guillermo Cabrera Infante.
Carlos A. Aguilera es el editor invitado de ‘La guerra aún no ha comenzado’, una edición especial para Documenta 15, de la revista ‘No Country Magazine’ (un proyecto editorial de las publicaciones ‘Rialta’ y ‘El Estornudo’).
Ron DeSantis lucha en la carrera republicana mientras Trump lidera y Haley sube, apostando por Iowa para impulsar su campaña.
Comienza en Gaza el alto el fuego entre Israel y Hamás, que pone fin a 48 días de conflicto. La tregua incluye la liberación de rehenes y la entrada de ayuda.
Me cuestiono constantemente la dependencia que tiene mi trabajo con Cuba, ese hándicap.
Queda entonces la Revolución, pero no como un movimiento reaccionario de retorno a una identidad perdida en África, sino como inmersión en los Orígenes.
La activista Calla Walsh, detenida por protestar violentamente ante Elbit Systems en NH, se enfrenta a cargos de disturbios y sabotaje.
Azatbek Omurbekov, conocido como “El carnicero de Bucha”, y el cabo de la Guardia Daniil Frolkin han sido sancionados por su implicación en las ejecuciones extrajudiciales de civiles.
Si un rasgo alcanza a definir este nuevo hacer de Santiago Torralba, ese es, sin duda alguna, la identidad distorsionada.
A Luis Manuel Otero le debemos, cuando menos, dos cosas: la restitución de un diálogo crítico con el poder, y haberle dado nitidez al peor rostro del censor totalitario.
Ginés Liébana es un tipo pervertido y perverso. Lo es porque mientras que otros se dedican a citar o a reverenciar al modelo de la fascinación y de la admiración, él fagocita, expolia y redefine esa usurpación de los maestros de ayer para convertirse en un Dandi de hoy.
José Alberto Lezcano no sostiene con las películas que ama una relación posesiva, y las que detesta tampoco las echa a los perros. En cuestiones cinéfilas puede ser colocado a la altura de Guillermo Cabrera Infante y Eduardo Manet.