El amor de mi vida

Me están saliendo canas. Las celebrities no tienen canas.

[Gritos de perra loca].

Cuando mi novia me dejó por otro me puse tan furioso, tan furioso, que le metí un piñazo a la pared y me jodí un nudillo. Me quedó una marca, una rotura que abre el hueso en dos. Siempre que me miro el puño la veo a ella.

Era una blanca linda, par de años mayor que yo. Una cara, un cuerpazo. No sé de qué color era su pelo, porque lo mismo lo tenía rubio que gris que negro. Cuando andaba rubia lo tenía liso; trigueña, se lo ondeaba. Sabía el tipo de ceja que se usó en marzo de 2014 y calculaba, con no sé qué fórmula, si ya iba a regresar esa moda. Estaba al tanto de las colecciones de Vietri y de Ferragamo. Nunca repetía los tacones.

Yo tenía como 23 años y estaba con la historia del reguetón. Hacía concierticos. Estaba pegado. Ella decía: “Tengo el mejor novio del mundo”. Yo le respondía: “Baby, tú eres el amor de mi vida”. Éramos la pareja del momento. Pero ella también era famosa sin mí. Siempre tenía un millón de ojos encima. Le encantaba postear fotos en bikini y leer los comentarios: “Ricura de mujer”, “Eres una diosa”. Eso le ponía el ego por las nubes. Le daba por meterse en el gimnasio.

Yo a veces le comentaba con corazones y sus fanáticos me respondían: “Quién fuera tú”, “Eres un tipo con suerte”. Eso me ponía el ego en las nubes.

En general, éramos bien felices. Teníamos sexo antes del desayuno. Fumábamos en la hookah y nos pasábamos el humo boca a boca. Yo quería que tuviéramos hijos y ella no quería tener estrías. Un día del padre me felicitó en Instagram. La gente se volvió loca. “¿Estás embarazada?”, le decían. “Me muero de amor”, decían. Esa gente vivía más nuestra vida que la suya. Eso nos ponía el ego en las nubes.

Después le escribí una canción lindísima y nos hicimos un tatuaje juntos, en el pulgar, para que se viera chulo cuando nos diéramos la mano.

En fin.

Un día se fue de casa y apagó el móvil. Se compró otra línea, parece, porque seguía posteando, y ella nunca usa la computadora. Pero yo la llamaba y daba apagado.

Empecé a verla todavía más linda. Perseguía sus publicaciones y le estudiaba la cara a ver si había llorado. Pero nada: las fotos de toda la vida, llenas de filtros. En bikini o enseñando un filo de muslo, toda casual con una saya larga.

Me mantuve una semana en silencio. Escribí dos o tres versos de una canción, pero no me gustaron. Lloraba tanto que empañé el teclado. Fui al estudio, se me cerró la voz y no se arregló ni con el Auto-Tune. El DJ me dijo: “¿Qué te pasa, asere?”. Le dije: “Na, me fajé con la jeva”. Me fui de allí, me tomé dos cervezas y me encerré en mi casa. Ni posteé ni contesté el móvil.

Le preguntaron por mí y contestó que yo era un tipo muy tóxico, que ella estaba poniendo el cien por ciento en la relación y yo ponía el veinte, que yo era frío y toda esa basura. Fue una semana horrible: llorando, oyendo a Maná, borracho perdido. “Aquí me tienes, llorándote un río, qué cosa más injusta”, le cantaba. Le hubiera mandado esos audios por WhatsApp, pero ya les dije que cambió el número.  

Entonces empezaron los rumores de que ella andaba con otro. Empezó a subir fotos con él: un mulatico ahí del barrio, que juega fútbol. Un tipo odiosísimo. Pero da una patada y sale money. Literalmente.

En una foto, ella le daba la mano donde tiene el tatuaje que compartimos. Qué berro, asere. Me arañé el tatuaje, le entré a patadas a la lavadora, me arranqué pelos, rompí el celular, le di a la pared que me jodió el nudillo. Me miré en el espejo y me vi las canas y me vi pancita. Di gritos de perra loca.

¿Quién ha visto a un celebrity con canas? Los pretty boys como yo no envejecen.

La vida se me hacía larga y tediosa y andaba llorando por los rincones. Botando mocos.

Me llamó el DJ.

Relax, mi hermano —me dijo—. No pienses más en ella. Busca un hobby. Ponte a leer.

—¿Leer? —le dije—. What?

Y el DJ me habló de un tal Boecio: Anitius Manlius Torquatus Severinus Boethius. Un poeta del año de la corneta.

Me puse a leer a ese tipo y no entendí ni pistola. Pero me cuadró y me serenó bastante.

Un día ella me llamó por teléfono:

—Me aburrí del futbolista. ¿Quieres volver conmigo?

Y yo le dije:

—Si el amor aflojara sus riendas, todos los seres que ahora se aman se harían guerra cruel; y si actualmente en perfecta inteligencia provocan movimientos armoniosos, entonces rivalizarían por destruir la máquina del universo.

Ela me dijo:

Wdf?

Y yo:

—El amor es el que une a los pueblos y los conserva en una santa paz. Él estrecha los lazos santos del matrimonio con la más casta ternura. El amor es el que dicta sus leyes a los amigos fieles.

–Niño, que si quieres volver conmigo…

—¡Qué feliz sería el género humano si el amor que gobierna los cielos gobernara también los corazones!

Me colgó y volvió con el futbolista.

Y ahora yo estoy grabando boleros y hace mil años que no vendo un disco.

Tenía que haber drenado el dolor con reguetón, como cualquiera. Hubiera posteado cuarenta fotos para que las viera: en Guanabo, medio encuero, con un cacho de pierna de mujer casual, haciéndome el contento. Le hubiera dicho: “Mami, todo eso que tú posteas es pa’ darme celos, a ti no te gusta el bárbaro ese, el dinero compra todo menos el amor, vente pa’ acá conmigo”.

Hubiera formado foco con eso. Y las revistas fashion a lo mejor me hubieran hecho caso.

Pero aquí estoy, mirándome el nudillo. Pensando que cuando abran las peluquerías tengo que ir urgente a pintarme el pelo, a atenderme la imagen. Pensando en lo que va a decirme el DJ la próxima vez que le lleve un bolero. Pensando que un día de estos voy a empezar a hacer abdominales para, cuando me salgan los cuadritos, postear las fotos. Y explotar el Instagram.

Para que ella me vea y rompa en llanto con su novio, en Hawái, de vacaciones.




La muerte lenta - Jesús Jank Curbelo

La muerte lenta

Jesús Jank Curbelo

Todos están muriendo. Hice una lista: Paco Prats, Leal, aquel periodista, el actor Pantera Negra, el otro músico, el otro y el otro. Murieron unos cuantos cuyos nombres todos conocen, y unos cuantos miles que nadie sabe. Murieron de todo. Murieron aburridos, viejos, jóvenes, en hospitales, con mucho futuro.