Pesadilla

Me estoy leyendo toda esta basura porque he soñado lo mismo por lo menos dos veces por semana. Durante las últimas tres semanas. Y yo no sueño. Los repas no sueñan. Los repas suenan. Y los periodistas no tienen tiempo para estar soñando. Los periodistas entrevistan gente y analizan y observan lo que Freud llama “la vida despierta”: la miseria, las plantas, la política, la COVID-19, el Super Bowl, el efecto de la diabetes.

Lo que no sea concreto y demostrable no es periodístico, y yo, que ni duermo (si acaso de tres a cinco de la mañana o de seis a ocho), he terminado leyendo La interpretación de los sueños, de Freud, a ver si me localizo.

“Una de las fuentes de las que el sueño extrae el material que reproduce es la vida infantil”, dice en el libro.

“Del sueño no sabemos hasta ahora sino que expresa una realización de deseos de lo inconsciente”, dice en el libro. 

Y que la preconciencia, que no sé bien qué es, permite realizar esos deseos después de imponerles transformaciones.

También propone un Método de la Interpretación Onírica, que no es más que una forma de enterarte de por qué soñaste lo que soñaste. Ahí voy:


Información Preliminar:

De niño me asustaba en las películas un cuchillazo, un tiro, el detalle de una jeringa entrando en una vena. Las veía hasta el final y soñaba feo: me veía huyendo, me perseguía un viejo en silla de ruedas. 

Este sueño siempre acababa en casa de Luis Daniel: yo saltaba la reja, corría hasta el patio, saltaba otra reja y me hundía en el vacío. La sensación de caer se prolongaba hasta el despertar: agitado y nervioso, nunca gritando. No volvía a dormirme. Permanecer despierto era ganar la persecución. Dormir me perturbaba. 

No entiendo por qué un viejo, al que nunca he visto en mi vida despierta, andaba como un loco detrás de mí, sacudiendo las ruedas a menos velocidad que yo mis piernas. 

Yo, en todo caso, de niño era gordo, corría mal, me apretaban las camisas, no me escogían para jugar pelota. Pero en el sueño era un niño ligero capaz de correr más rápido que un viejo en silla de ruedas; capaz de saltar la reja de casa de Luis Daniel, que entrenaba pelota en la provincial y jugaba lindísimo; de correr hasta el patio y de saltar incluso otra reja y caer en el vacío, que era la cama cómoda y blandita donde seguía despierto hasta las siete de la mañana, cuando me tocaba volver a ser el gordo en uniforme.

En los últimos días no he salido: en cuarentena como todo el mundo. El día entero frente a la computadora acabando textos sobre el nuevo coronavirus para Periodismo de Barrio. Cuando salgo es a comprar pan, siempre con nasobuco puesto y eso me funde: me agito de nada, sudo como un caballo. 

También porque ya debo estar montado en las 200 libras. 


Sueño de las últimas tres semanas: 

Una jeringa entrando en una vena. La jeringa está sucia y cochambrosa y no siempre inyecta líquido; a veces inyecta aire, lo cual es una forma de suicidio. Pero en el sueño, inyecte lo que inyecte, ni alivia al sujeto ni lo pone hyper, sino que el sujeto encaja la aguja por amor al dolor. 

Está en la sala: butacas, multimueble, cuatro sillas, mesa, cortinas verdes en una puerta que da a un balcón desde donde se ven edificios y el sol pasa. Es un negro flaco de 40 años, sin embargo es mi brazo el que se hincha. 

Entonces aparezco. 

Estamos en un parque que estoy seguro de haber visto en Chile, cerca del Palacio de la Moneda, pero yo siento que es el Parque G y que ese negro, al que no he visto, es mi amigo. Estamos allí sentados. Vienen dos tipos y hablan con nosotros, después sacan cuchillos y el negro y yo empezamos a correr. Yo corro bastante rápido. Pero el brazo me duele y se me hincha y no puedo más. Los dos tipos me alcanzan. El negro sigue corriendo, se pierde. Despierto con calambre en el brazo. Me doy cuenta de que estuve durmiendo sobre él.


Análisis: 

Una jeringa entrando en una vena. En el cartel de la alianza entre elTOQUE y Periodismo de Barrio para cubrir la COVID-19 hay una jeringa: que sueñe con eso simboliza que tengo textos por terminar. Nunca duermo tranquilo cuando me acuesto con un texto a medias.

La jeringa está sucia y cochambrosa como el coronavirus, se me ocurre, y a veces inyecta aire por la muerte, que anda más sata que nunca.

Amor al dolor: seguir escribiendo. 

Lo de la decoración de la sala no sé qué es.

No estoy seguro, pero el negro flaco se parece a un panadero con el que nunca he hablado. Cuando paso lo veo con el nasobuco al cuello, en el portal de la panadería, fumando. El negro flaco simboliza la única calle que transito últimamente. Y el pan: lo que más como últimamente.

Chile: la primera vez que estuve lejos de Cuba. 

El Parque G, cuando era adolescente, era lo más lejos que estaba de casa: salir corriendo, huir.

Ver cuchillos en películas era una de las cosas que causaba la pesadilla que tenía de niño: salir corriendo, huir.

Ah, tengo un trauma con la primera vez que me asaltaron. Esa vez no corrí, pero he pensado que debí haberlo hecho. Salir corriendo, huir. Bastante rápido. Pero el brazo me duele y se me hincha porque tengo que seguir escribiendo.

Que los tipos me alcancen simboliza que correr es por gusto, que hay cuarentena y no voy a salir hasta que todo esto pase. También por eso el negro sigue corriendo, porque él se le escapa a la cuarentena yendo a su trabajo, fumando con el nasobuco al cuello, lo cual yo no hago en la calle por más miedo a la policía que al coronavirus.

“El sueño es una realización de deseos”, dice el libro.

Freud se pone de pinga. 

Voy a hacerme dos panes con aceite y a oír Popy & La Moda. Que son dos formas de salir corriendo. 




¿Qué haría Schopenhauer si viviera en un goshiwon? - Amanda Rosa Pérez Morales

¿Qué haría Schopenhauer si viviera en un goshiwon?

Amanda Rosa Pérez Morales

He estado viendo un programa en YouTube llamado Architectural Digest, que trata sobre home tours por casas de famosos. Dita Von Teese, Tommy Hilfiger, Cara Delevingne, Liv Tyler, Maluma… El Schopenhauer que todos llevamos dentro se me disparó. Cada cosa que he obtenido en la vida dejó de significar algo después de ver esas casas.