El 4 de noviembre de 1998, la primera astronauta japonesa, Chiaki Mukai, lanzó desde el espacio un insólito desafío a sus coterráneos: el más “global” de los poemas, los versos superiores (kami no ku) de un tanka, que debía ser completado por medio de un concurso.
Esos primeros versos (de 5-7-5 sílabas) los propuso durante una conversación en vivo con el primer ministro japonés, que escuchó todo Japón. Allí acogieron la idea con entusiasmo y se lanzaron a proponer los dos versos inferiores (shimo no ku: 7+7 sílabas) más apropiados para cerrar el poema.
En total, se presentaron 144,781 propuestas que fueron debidamente evaluadas por el Japan Tanka Club.
Esta era la primera parte del tanka:
宙がえり 何度もできる 無重力
Chūgaeri nandomo dekiru mujūryoku
que quiere decir, más o menos:
Dar todas las
volteretas que quieras:
ingravidez;
El premio lo ganó Manami Tanno, una estudiante de cuarto de primaria, de la prefectura de Nagano, con estos versos finales que recrean la visión de la cosmonauta desde el espacio exterior:
mizu no mari tsuki
dekitara iina
qué bueno si esa bola
de agua rebotase.
Las dos opciones finalistas fueron:
El señor Ichirō Sakamoto, 68 años, sin ocupación conocida, con:
yūbune de kururi waga ko no uchū
girando en la bañera
igual que mi hijo: el cosmos.
…y la señora Shizuka Kitahara, 58 años, ama de casa:
tsuki no usagi ni sharu ui dansu
al conejo en la luna
le diría: “¿bailamos?”.