La primera vez que el tema de la aurea mediocritas aparece en la poesía, tan dada a la hybris, es en esta famosa oda donde Horacio aconseja a su amigo Licinio que busque siempre el punto medio entre los extremos. He intentado una versión que alterna endecasílabos y heptasílabos.
Otras versiones latinas, en este librito, que todo el mundo debería leer antes de cumplir los 15 años.
Oda 10, Libro II
Vivirás más tranquilo, buen Licinio,
si en alta mar no bogas, ni tan cerca
de la orilla navegas, precavido,
temiendo las tormentas.
Aquel que escoge la áurea medianía
no tiene, por prudente, un techo vil
pero también carece de palacio
por todos envidiado.
Castiga más el viento a los erguidos
pinos; peor caer desde altas torres,
y los relámpagos fulminan primero
las cumbres de los montes.
Un pecho bien templado entre lo adverso
aguarda, y en la suerte teme el cambio.
Júpiter trae inviernos, pero luego
él mismo los destierra:
aunque el mal se presente, no es eterno.
Igual Apolo, que a veces despierta
con su lira a las Musas, y otras tensa
la cuerda de su arco.
A la mala fortuna planta cara
manteniéndote firme y animoso;
recoge velas si un viento propicio
las hincha demasiado
Rectius vives, Licini, neque altum
semper urgendo neque, dum procellas
cautus horrescis, nimium premendo
litus iniquum.
Auream quisquis mediocritatem
diligit, tutus caret obsoleti
sordibus tecti, caret invidenda
sobrius aula.
Saepius ventis agitatur ingens
pinus et celsae graviore casu
decidunt turres feriuntque summos
fulgura montis.
Sperat infestis, metuit secundis
alteram sortem bene praeparatum
pectus. Informis hiemes reducit
Iuppiter; idem
summovet. Non, si male nunc, et olim
sic erit: quondam cithara tacentem
suscitat Musam neque semper arcum
tendit Apollo.
Rebus angustis animosus atque
fortis appare; sapienter idem
contrahes vento nimium secundo
turgida vela.