Salvo contadas excepciones, el cine cubano continúa siendo hoy más de lo mismo. Dos filmes nacionales, proyectados el pasado año reafirman esa persistencia estéril en un decadente paradigma realista, en una estética de la repetición que el espectador consume como parte de un ritual en la luneta.
Cine
Entre el cerdo de Haneke y el cerdo de mi infancia
Las imágenes pueden ser jerarquizadas o no, creo que esa es la primera decisión que debe tomar un poeta de este tiempo.
Ociel ahora
El muchacho que preguntaba por la muerte ha estado en peligro de morir más de diez veces y, según testimonia sin cesar, ha sido iluminado. El muchacho que asistía a un rito bautista y que luego se apartó de la fe para meterse a soldado, es ahora cristiano.
Una peliculita lumpen
La revolución criminalizó muy pronto la palabra: «lumpen». El cortometraje P.M. fue acaso su primera víctima.
Un desierto de tedio, un oasis de horror
Ahmel Echevarría en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Seis millones de pares de zapatos plásticos
Cine, energía nuclear y electrificación en Cuba: lecturas de un mismo fracaso.
Desagravio a Landrián
La desgracia de Landrián, y también su timbre de gloria, es que comienza a trabajar como documentalista cuando el ICAIC está en su fase más agresiva en relación con esas tareas: nadie es cineasta en el país.