El acuartelamiento de San Isidro como comunidad emocional

En el texto Comunidades emocionales…,[1] varios autores analizan, desde contextos de violencia diferentes, la naturaleza performativa y político-cultural de determinadas comunidades que se van formando paulatina y espontáneamente para intentar hacer frente a la violencia y sobrevivir. La clave para entender y reflexionar en torno a estas comunidades y cómo se formaron, son justamente las emociones. 

Tanto el acuartelamiento, como las acciones anteriores frente a las estaciones de policía, durante cuatro días en total, respondían a nuestro deseo de exigir la liberación del rapero Denis Solís González, miembro del Movimiento San Isidro, que había sido detenido el día 9 de noviembre a unas cuadras de su casa y al que se le había hecho un juicio sumario dos días después, sin derecho a avisar a su familia o a contratar abogado. Algunos de los que comenzamos a acudir día tras día a las estaciones de policía éramos amigos de Denis. Otros ni siquiera lo conocían; pero iban en solidaridad, para protestar contra un nuevo acto de complicidad del sistema judicial cubano y de la policía con la dictadura, y para intentar impedir la normalización de la represión política y su enmascaramiento a través de la construcción de causas penales comunes a los activistas. 

Denis había sido juzgado y condenado por desacato a la autoridad por haber expulsado de su casa a un policía, después que este irrumpiera en ella, incumpliendo la inviolabilidad del domicilio. 

Reclamar la liberación de Denis en ese momento era anticiparse al encarcelamiento de cualquiera de nosotros o de personas cercanas. 



Anamely Ramos, al amanecer, junto a Luis Manuel Otero, frente a la estación policial de Cuba y Chacón, Habana Vieja.


De hecho, esta práctica más sistemática de ir a las estaciones a buscar a los amigos detenidos se había hecho habitual unos meses antes. La idea había sido planteada en una directa conjunta que realizamos Luis Manuel Otero, Maykel Castillo (Osorbo), Denis Solís y yo, en casa del primero. 

Creo que la comunidad emocional que dio lugar a la del acuartelamiento comenzó a gestarse por esos días. Ir a buscar a los otros no solo significaba un acto de solidaridad y cuidado, también implicaba halar al más vulnerable a partir de ciertos beneficios que gozábamos otros activistas menos “quemados” y que, por nuestra profesión más legitimada socialmente (profesores, académicos), o asociada por lo general a mayor visibilidad, representábamos presos un costo político más elevado para el Gobierno. Este traspaso de “legitimidad” se convirtió en un rasgo del escenario de confrontación habitual de la disidencia cubana y el Estado.[2]

Es importante señalar la peculiaridad del tipo de protesta que se hacía frente a las estaciones de policía que básicamente consistía, en un principio, en permanecer en el lugar hasta que no soltaran a Denis, aunque eso supusiera dormir allí. De hecho, Luis Manuel Otero y yo dormimos frente a la estación del día 14 al 15 de noviembre y nos detuvieron al amanecer nuevamente. Por lo general, el ciclo de las detenciones duraba un día o menos porque siempre nos soltaban entre las 12:00-1:00 a.m. Nuestra práctica era volver a salir lo más rápido posible después que nos soltaran. 

El tiempo en esos cuatro días transcurrió vertiginoso; tanto como había sido el tiempo del juico de Denis. Al segundo día de protestas aparece la idea de leer poesía frente a las estaciones de policía; una especie de rememoración de los performances poéticos realizados por el Grupo Omni-Zona Franca a finales de los 90 en Cuba y que marcó la escena del arte alternativo en Cuba, basándose en el poder operativo y vinculante de la poesía. Uno de los integrantes de este grupo, Amaury Pacheco, había sido fundador del Movimiento San Isidro y participó también en esas lecturas poéticas en los días previos al acuartelamiento. 



Dibujo realizado por Camila Lobón para la acción poética convocada por el MSI por la liberación de Denis.


Si llevamos todo esto a un plano corporal, debemos decir que tanto el cuerpo de Denis, como el nuestro, estaba siendo expuesto a niveles altos de violencia. Muchos meses después nos enteramos que había sido golpeado violentamente el día en que fue detenido, tanto que se defecó por la golpiza. A Omara Ruiz Urquiola le reventaron una lesión cancerosa el día que se la llevaron de la estación y llegó sangrando al calabozo de la estación policial de Regla. 

A mí, 13 de noviembre, cuando me dirigí a la Oficina de Procesos, ubicada en el segundo piso de la Estación de Cuba y Chacón para averiguar cómo era posible que a Denis le hubiesen hecho un juicio en dos días, y en secreto, me metieron a golpes dentro de una patrulla y me sacaron con la cabeza metida entre las piernas y la boca tapada para que no gritara, por la parte de atrás de la estación. Mis amigos, que estaban afuera, me vieron entrar, pero nunca salir ese día, en un caso clásico de secuestro policial y desaparición temporal. 

Otros de nosotros vivieron experiencias similares, por lo que para todos estaba claro que había que encontrar una forma de romper ese ciclo de violencia. El ritmo impuesto por la actuación policial en esos días, con su lógica de desgaste y disgregación, fue contrarrestado por la acción de acuartelarnos: reunirnos y generar un tiempo propio, que tomara como base el cuerpo-termómetro de una amiga, Omara Ruiz Urquiola, que después se expandió al comenzar las huelgas de nueve de nosotros el día 18, al cuerpo de todos ellos. Las detenciones desencontradas de los días anteriores, pues no siempre podíamos llegar a la estación a la misma hora por lo que nuestros secuestros se hacían escalonadamente, y así mismo nos soltaban, en lugares lejanos unos de otros; todo ese movimiento aleatorio se sincronizó de nuevo en el acuartelamiento. De la mano del control parcial de un espacio y un tiempo propio y comunitario, vino la generación de una narrativa polifónica, pero con bases comunes, que fungió como una especie de diario del acuartelamiento y que, al mismo tiempo, comenzó a conectar personas dentro y fuera de Cuba y a involucrarlos a nuestra cotidianidad. 

El impulso por salvaguardar a Denis se fue expandiendo: él comenzó siendo ese Otro vulnerable que había que arrastrar y terminó siendo el punto de partida de enlaces insospechados. El cuerpo de Denis, metonimia de su persona y de su liberación, era el centro expectante de la comunidad que se formó espontáneamente en Damas 955. Ante la pregunta de periodistas, diplomáticos o amigos, de que cuándo se depondría la huelga y saldríamos de ahí, la respuesta siempre era la misma: “Cuando Denis Solís entre por esa puerta”.

Muchos Otros emergieron en ese proceso, desde personas ancianas que habían abandonado Cuba hacía mucho tiempo y que la vivían desde el dolor, la nostalgia y el resentimiento, mezclados; hasta muchos jóvenes emigrados hacía menos tiempo, pero que, desengañados ya, habían decidido vivir al margen de Cuba y sus enquistadas desgracias. El acuartelamiento significó una auténtica sacudida para todos. ¿Qué provocó semejante nivel de identificación con nuestra situación? ¿Por qué no se había dado antes un fenómeno como ese? Son preguntas que permanecen para el futuro.



Luis Alberto Mariño, violinista y compositor cubano radicado en Argentina, realizó una jornada de apoyo por los acuartelados frente a la Embajada de Cuba en Argentina.




Cerco de la policía política a los acuartelados. Calle Damas, Barrio de San Isidro, Habana Vieja.




Nota:
[1] Vale llamar la atención sobre el lugar que se le da a la Revolución cubana en el libro: una especie de punto de partida del giro que comenzó en la región hacia el empoderamiento de sectores populares de diversa índole y la consolidación de los movimientos sociales, mientras se sucedían dictaduras en varios países del área. Lo increíble es que todo esto pasaba mientras en Cuba también se consolidaba un régimen totalitario de manual y el más largo de la historia, que se mantiene hoy en día. Algunas zonas del pensamiento y la teoría social latinoamericana parecen no darse por enteradas de esto. 
Macleod, Morna y Natalia De Marinis: Comunidades emocionales. Resistiendo a las violencias en América Latina, UAM-Instituto de Antropología e Historia, 2019, México y Colombia.
[2] Sobre este particular, “El caso de Silverio Portal Contreras, o ciertos vacíos del activismo en Cuba”, en https://revistaelestornudo.com/silverio-portal-activismo-cuba-disidencia/.


* Este texto forma parte del dosier ‘La revolución de los derechos’, el cual da título a la plataforma de igual nombre. ‘La revolución de los derechos’ es una iniciativa de Article 19 e Hypermedia Magazine.




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Antonio Correa Iglesias

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1 Comentario
  1. Creo no se habia dado antes, porque en Cuba no habia internet ni moviles. Eso hizo la diferencia. Pudimos vivirlo, sentirlo, padecerlo en tiempo real junto a ustedes. Como dice el viejo axioma: «corazon que no ve no siente».

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