“Canciones de unidad” para otra intervención cultural

La embajada rusa en La Habana anuncia para el próximo 21 de julio el concierto del Coro Turetsky y Soprano, a celebrarse en el Anfiteatro de La Habana, en acuerdo con el Ministerio de Cultura y la Oficina del Historiador de la Ciudad. La presentación forma parte de una gira internacional del concierto “Canciones de unidad” por distintos países de América Latina y el Caribe, organizado por la secretaría cultural del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso. 



Mijaíl Turetsky, director del coro homónimo, con uniforme militar y gorro de tanquista durante una presentación (2022) / Imagen: Rusia en Perú /Youtube.


Esta no es la primera vez que el coro visita la Isla. Tras la invasión de Moscú a Ucrania se presentó en noviembre de 2022 y en julio de 2023. Los espectáculos del conjunto, sancionado en Estados Unidos y en la Unión Europea, son marcadamente celebratorios del Kremlin y de su política intervencionista. Por su alabanza a la anexión ilegal de territorios ucranianos ocupados, el ensemble ha sido motivo de repudio en América Latina. Le han sido suspendidos algunos de sus conciertos, como es el caso del de Guadalajara en 2022. Según declaración de la embajada ucraniana en México, la agrupación también ofrece voluntariamente repertorios musicales a las divisiones de soldados rusos movilizados en la guerra, como forma de motivación y recreación cultural.

En el caso cubano, Mijaíl Turetsky, director del ensemble a capella, refiere que el concierto es “un proyecto único. Ayuda a construir puentes de amistad. No importa de qué país seamos y qué idioma hablemos, el idioma de la amistad es universal. Traemos amor, luz y amabilidad y, por supuesto, una parte de la cultura rusa”. Paradójicamente, el guion de sus presentaciones muestra una retórica nacionalista, agresiva, compuesta por canciones bélicas con alto influjo de los antivalores autocráticos.

Rusia en Cuba, ¿tradición o reactivación de intereses geoestratégicos?

La huella rusa en Cuba es insoslayable. Los designios políticos del régimen post1959 hicieron que la cultura ruso-soviética tuviera presencia en el panorama nacional al incorporarse algunas usanzas culinarias, otorgarle espacio en los pensum académicos a la lengua rusa y colmar el universo audiovisual de varias generaciones de cubanos. Entre las adquisiciones postsoviéticas destaca la presencia de la iglesia ortodoxa rusa, así como de la comunidad judía jasídica, conectada con el rescate de la religiosidad del país multiétnico con descendencia en el Caribe. No obstante, más allá de la historia de Cuba como satélite del extinto CAME[1], la nueva aproximación del Kremlin al Caribe y a América Latina responde a otros intereses dignos de comentar.



Vladimir Putin y Miguel Díaz-Canel en el Gran Palacio del Kremlin en Moscú (2024) / Foto: Maxim Shemetov/AP.


Cuba, junto a Brasil, Nicaragua y Venezuela, es de los socios más cercanos y controversiales en la región. El afianzamiento de estas relaciones se enmarca a partir de la llegada de Vladimir Putin al poder, quien retomó un sistema de acuerdos preferenciales, y ha prestado ayuda comercial, diplomática y humanitaria. Ambos países han buscado concertaciones, principalmente en el sector turístico. Se han alcanzado acuerdos de vuelos directos entre Moscú y La Habana, así como otras colaboraciones en el sector petrolero, habitacional y alimentario. Por ello, Cuba se ha plegado excepcionalmente a los designios del Kremlin, en busca de un socio clientelista de mayor peso financiero ante la crisis multifactorial que padece. Tampoco podemos ignorar la presencia de, al menos, 189 cubanos en territorio ucraniano ocupado, incorporados en régimen de mercenarismo a las tropas rusas, entre los cuales se reportan muertos y desaparecidos.



Imagen enviada por el cubano Raibel Palacio, recluta del ejército ruso (2024) / Imagen: Martí Verifica.


Además, Cuba ha sido escenario de lo que se anunció como una exposición correspondiente a “las históricas relaciones de amistad entre Cuba y la Federación de Rusia”, de acuerdo con un comunicado oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano que anunció el arribo a la bahía de La Habana de una flotilla de tres buques de guerra y un submarino nuclear ruso. Dicho ejercicio fue visto como un pulso del Kremlin hacia Washington, y despertó alarmas en gobiernos de la Unión Europea. En paralelo, la presencia de canales de televisión rusos como Rusia Today en Español, la firma de colaboraciones jurídicas y la réplica por parte de La Habana de estructuras penalistas para criminalizar actores sociopolíticos “incómodos”, muy similares a los firmados en los últimos cinco años por Moscú, dan cuenta de un acercamiento de conveniencia ideológica que trasciende lo económico y comercial.



Submarino perteneciente a la flotilla de la Marina de Guerra de Rusia de visita en La Habana (2024) / Foto: Ernesto Mastrascusa/EFE.



La cultura como influencia autocrática rusa en la región

La convergencia de las narrativas autocráticas se da especialmente mediante la diplomacia cultural, dígase intercambios artísticos e intelectuales (festivales, conciertos, exposiciones, congresos…) con patrocinio estatal. Un ejemplo es el establecimiento de más de 235 institutos de promoción de la cultura rusa con presencia en 70 países, entre ellos Cuba, Venezuela, México y Ecuador.

El espectáculo “Canciones de unidad”, del Coro Turetsky y Soprano, resulta en este ámbito una plataforma cultural para la reafirmación de los principios de soberanía y no interferencia (a conveniencia), entre otros elementos angulares del discurso nacionalista ruso. Este mensaje conjuga idealmente con los cánones de autocracias como Cuba, que replican la noción estadocéntrica de soberanía y seguridad nacional para un mayor control social.

El Observatorio de Derechos Culturales advierte que este tipo de acercamientos tiene, a varios niveles, consecuencias funestas para la libertad creativa y de expresión en Cuba. En lo doméstico, contribuye a difuminar una cosmovisión paralela y antioccidental con el acuñamiento de antivalores reconfigurados en autocracia, tales como “sociedad civil”, “soberanía”, “libre determinación”, incluso, como hemos visto en análisis anteriores, con el término “neofascismo”. Esta confluencia repercute en mayor persecución, criminalización y cancelación de iniciativas independientes en Cuba. 

En el panorama regional, pactos de Rusia con estructuras gubernamentales despóticas contribuyen a reforzar una posición en bloque like minded que esquiva y sobrepesa las posturas y medidas críticas de la comunidad internacional frente al accionar autoritario. Además, crea una fauna cacofónica de sus propios intereses, asegurando la supervivencia de la autocracia en desventaja de los valores legítimos de la cultura nacional. Por consiguiente, aleja a Cuba de cualquier mesa de negociación o asistencia que tribute a un proceso de transición democrática conducente al Estado de derecho y, con ello, a la incorporación plena al orden mundial, dejando sin efecto estrategias de presión, con su consabida e indeseable incidencia social.





Nota:
[1] Se refiere al desaparecido (1991) Consejo de Ayuda Mutua Económica, creado por Iosif Stalin terminada la Segunda Guerra Mundial y liderado por la Unión Soviética para ejercer control político en países satélites a través de la cooperación económica.





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