Algunos tópicos serán discutidos de forma periódica en la discusión feminista, como parte de la evolución del movimiento. Como feminista, entendemos el valor detrás de analizar ideas que se han aceptado como normales, en especial cuando estos conceptos no son necesariamente sanos o justos si los miramos con mayor atención.
Después de todo, lo personal es político y, ahora más que nunca, nos concentramos en analizar el rol femenino en las relaciones románticas y en el espacio doméstico. Como mujeres que somos consecuencia de una cuarta ola feminista, ¿seguimos cumpliendo responsabilidades específicas en cuanto a la familia y el cuidado porque queremos o por qué es nuestra obligación?
Por supuesto, la revisión de ideas pasa también por analizar la cultura popular: quiénes son los héroes o estrellas que crecimos admirando.
Recuerdo conocer primero a Frida Kahlo a través de camisetas, tazas, ilustraciones y demás productos que forman parte de la Generación Z o incluso antes.
Frida es un icono de nuestra sociedad, que cruzó la barrera de lo indie hasta convertirse no solo en una pieza clave cuando se conversa sobre la historia del arte latinoamericano, sino hasta formar parte del inconsciente colectivo.
Mi intención de conocer más sobre su vida me hizo entender de forma simultánea que es un símbolo de la contracultura y la rebeldía y, como consecuencia, una figura feminista, con algunos detractores y seguidores.
En un mundo lleno de polaridades y malentendidos, mi intención está puesta en creer en la libertad de la opinión, siempre y cuando no venga desde un lugar de odio o resentimiento.
Hoy en día, es razonable pensar que Frida Kahlo no es del agrado de muchas personas, bien sea porque no la consideran una gran artista y sienten que su técnica era pobre, o porque creen que no es merecedora del honor de ser un icono feminista, cuando ese podio podría ser ocupado por alguna otra mujer influyente que haya sido opacada por la historia y que no haya tenido una vida tan sujeta a crítica o discusiones.
Si algo está claro es que la vida de Kahlo es incómoda de leer y compleja de analizar, empezando por todo lo que se conoce de su vida personal que, de una manera u otra, se relaciona con la de Diego Rivera, el hombre del que se enamoró y con el que mantuvo una relación turbulenta hasta su último aliento.
Con Diego, Frida vivió las amarguras de la infidelidad y el desasosiego, incluyendo el hecho de que su marido se acostó con su hermana, Cristina, la que ella además consideraba la más hermosa de todos sus hermanos. Así mismo, Diego tenía unos celos enfermizos, que lo llevaban a espantar con armas y amenazas a los hombres que se acercaban a Frida.
En el documental Frida (Carla Gutiérrez, 2024), que ampliamente recomiendo, pasamos por la vida de la artista a través de sus propias palabras, extraídas de su diario personal, y podemos ver un atisbo de cada estado psicológico por el que ella pasa a través de las pinturas que se muestran en pantalla.
La mayoría de episodios de su vida relatan un gran sufrimiento, empezando por su adolescencia, cuando tuvo un accidente de autobús que la dejó en cama durante meses. Una barra de metal la atravesó y sufrió múltiples fracturas.
Estando en cama durante tanto tiempo, Frida filosofaba sobre su propio sufrimiento en su diario. No es coincidencia que en ese momento empezara a pintar obsesivamente.
Más allá de su técnica pictórica, la cual no me siento demasiado capacitada para criticar, empatizo profundamente con su historia y cómo estos eventos desde temprana edad causaron secuelas a lo largo de su vida, como dolores persistentes en el cuerpo y la inhabilidad de llevar un embarazo a término (tener un hijo era su más grande sueño y el de muchas mujeres de su época) por la “debilidad de su cuerpo”, como ella misma lo describe.
El documental resulta muy conmovedor, porque podemos ver cómo ella interpreta los acontecimientos de su vida a través de sus palabras y cómo estas tragedias fueron la génesis del mundo surreal que expresaba en su arte, en donde unía la fantasía y la realidad.
Diego apareció en su vida cuando era muy joven. Ella lo admiraba como artista y veía su arte. La admiración es un elemento muy importante en la base de esta relación, que luego mutó hasta convertirse en una devolución enferma que rebota de un lado a otro. Se casaron por primera vez en 1929. Después de 10 años, se divorciaron y volvieron a contraer nupcias un año después, hasta que Kahlo murió en 1954.
Parte de la crítica que se realiza a la artista viene dada por la relación que mantuvo con Rivera y lo mucho que se prolongó en el tiempo, aún después de todas las infidelidades, además de la falta de apoyo y el poco respeto que parecían tenerse por momentos.
¿Cómo una mujer que se valora a sí misma permitiría que le hicieran semejantes salvajadas? ¿Cómo sigues perdonando a una persona que te ha hecho tanto daño? ¿Vale la pena aguantar tantos tropiezos, si al final la recompensa es un amor incondicional?
Frida nació en Coyoacán, México, en 1907. Este contexto latinoamericano nos permite hacer un boceto de los valores patriarcales que imperaban en aquel entonces. Aunque no venía de una familia particularmente pobre o conservadora, para la mayoría de las mujeres de esa época la familia y el hogar eran prioridades, sueños inculcados de generación en generación.
Diego le permitió a Frida desarrollarse como artista y como mujer al mismo tiempo y esto, aunado con la admiración desmedida, creó un lazo que se convirtió en una dinámica dilatada.
Todos estos aspectos unidos crean un cóctel en donde Frida es solo el resultado de una suma de elementos que hicieron de su vida personal un desacierto. Arrojar toda la responsabilidad en una mujer y no prestar atención al contexto en donde tomó ciertas decisiones me parece poco feminista. Si bien sus andares románticos con Diego no son el modelo ideal de relación, la vida de Frida y su valoración como icono de la cultura debe ir más allá.
¿Qué pasa con su arte y lo que supuso haber sido una mujer en medio de un movimiento dominado por hombres? ¿Qué pasa con el aprendizaje que nos deja su fortaleza a pesar de todas las circunstancias en que vivió? ¿Qué pasa con la falta de miedo que poseen sus obras, en donde podemos ver a alguien que no tiene miedo a mostrarse herida, rota o desahuciada?
¿No cuentan todos los looks disruptivos, las palabras atrevidas y fogosas de sus diarios, o el amor y la pasión que sintió por algunas mujeres? Ninguna de las convenciones sociales, morales o éticas de la época la ataron a vivir la vida que quiso.
La vida de las mujeres nunca es sencilla. Para una mujer como Frida, en aquel momento, tampoco lo era.
Por supuesto, Frida no debe ser del agrado de toda la humanidad. No hay que considerarla una gran artista ni un icono feminista. Sin embargo, alienar a una mujer de sus condiciones culturales, someterla a estándares de la realidad actual y culparla de aquello que no nos parece cómodo, es tan machista como responsabilizar a las mujeres de todo aquello que no funciona en el ámbito familiar y personal.

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