Cuatrocientos setenta delegados para 470 puestos. No eliges a nadie, solo reafirmas el nombre de cada uno de estos en una boleta. Nombres de hombres y mujeres que te mostraron en el televisor bajo la etiqueta de idóneos, elegidos por el pueblo; pero que no son más que la perpetuación de esta, la dictadura más longeva del continente americano.
Así es como funciona Cuba, a golpe de simulacros. Te tratan a conveniencia porque te necesitan para gestar esto que llevas viviendo desde que naciste. Y cuando te sales del carril, te desechan, porque para ellos eres solo un número de carnet en el registro electoral y con eso tienen. De ahí para allá no les interesa si dejas la boleta en blanco o si le escribes “José Martí para presidente”. Eso les da igual. El truco de magia siniestro ocurre lejos de ahí. De ti solo necesitan que vayas a votar y que, de paso, lleves a tu familia; nadie puede quedarse en casa porque el circo no funciona sin espectadores. Te necesitan más de lo que crees.
Por eso se gastan todos los recursos que haga falta para activar a sus principales figurantes y ponerlos a caminar en los barrios más pobres, a conversar con la gente, hacerse una foto. La foto del pueblo. Eso es con lo que se alimenta este sistema opresor que te dice que vayas a votar. Un sistema que te obliga sin obligarte. Una máquina de moler gente que lleva más de sesenta años moliendo sueños e ilusiones. Cambiaron la caña de azúcar por las personas.
No les importa lo que ocurra luego. A la mañana siguiente, necesitan el titular con letras mayúsculas: “EL PUEBLO CUBANO EJERCIÓ SU DERECHO AL VOTO”. Lo necesitan de forma desesperada, así como necesitas tú alcanzar turno en la cola del pollo. Es vital para ti ese número tanto como lo es para ellos tu voto.
Eso sí, no les importa que tú no alcances ese turno. De hecho, en los días previos a las votaciones, se aseguran de que los mandados no falten y que lleguen productos a la tienda; de paso, te arman ferias para que compres comida a bajo costo con un poco de música de Habana D’ Primera en el fondo. En esos días te necesitan contento y satisfecho con su gestión al frente del país.
Y siempre saldrán algunos a decirte que, a ellos, el régimen comunista que te tiene persiguiendo un número para alcanzar pollo, no les importa si vas a votar o no. Que ya todo está preparado. Que, aunque te quedes en tu casa y no vayas a votar, ellos van a seguir en el poder. Y sí, tienen razón en eso de que van a seguir en el poder, pero no en lo demás. Porque si algo aprendió la dictadura, fue a bañarse con la legalidad en las aguas internacionales. Por eso, si lo piensas, el régimen cubano es tan legal como cualquiera. Tienen una Constitución nueva, una Asamblea Popular, una legislatura, elecciones participativas y embajadas en cientos de países. Vamos, que son una democracia de partido único.
Lo terrible del asunto es que esa falacia te la repiten una y otra vez porque necesitan que te lo creas y no cuestiones.
El régimen cubano tiene que mantener su legalidad para que la comunidad internacional le pase la mano, por eso necesitan tu voto. Tienen que mostrarle al mundo que ellos no son tan malos como lo pintan y que, por sobre todas las cosas, el pueblo los apoya. Es una mentira barata y lo saben; pero, como ya te conté arriba, no les interesa.
Bajo esa misión de vida el régimen cubano te coloca una y otra vez a los candidatos a diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular en el televisor, en la radio, en las redes sociales, para que te congracies con ellos. No le importa si son hombres y mujeres de los que nunca has oído hablar en tu vida. Gente que ni siquiera es de tu provincia. Gente con la que no estás de acuerdo, gente odiadora que esparce veneno y gente que tachó de delincuentes a los manifestantes del 11J; de los cuales, probablemente, tengas algún familiar o amigo, o conocido entre ellos, pudriéndose en la cárcel por orden de las mismas personas que ahora te dicen que salgas a votar, que esta vez sí van a construir el socialismo.
Pero sin tener en cuenta la edad que tengas, ¿cuántos años llevas escuchando que ahora sí van a construir el socialismo? No es necesario que me respondas. Esa respuesta, al igual que tú, me la sé.
Lo macabro del asunto es que por tu cabeza no pasa que tú, un ciudadano ejemplar de este país, podrías optar por el puesto presidencial. O sea, tú podrías ser presidente del país. Claro, no bajo dictadura, ellos solo eligen a los suyos y tú no entras en esa ecuación; pero sí, si este fuera un país democrático, con respeto a los derechos individuales, civiles y políticos, efectivamente, tú podrías ser un candidato con tu propio partido y tu agenda política. Pero eso no pasa por tu cabeza y si pasa, lo desechas enseguida porque el régimen te necesita activo, participativo, para que vayas a votar, pero hasta ahí, no te pases. Si no, te sueltan a sus esbirros.
Es imposible que no te des cuenta de cuán cruel es el asunto.
Hay algo real, si vas a votar los ayudas a mantenerse en el poder por más tiempo, todo el que sea necesario; mientras tú, ciudadano ejemplar, ves cómo tu vida se deteriora persiguiendo el turno del pollo en medio de un país que te chupa la existencia. Porque eso es Cuba: una fila larga donde tú eres el número X viendo cómo se te va el presente sin poder hacer nada.
Recuerda, 470 delegados para 470 puestos. No eliges a nadie, solo reafirmas el nombre de cada uno de ellos en la boleta. Y más que reafirmar, lo que haces es confirmar lo que hace tiempo sospechas. Eso no es otra cosa que entender que nunca ha habido voluntad de cambio, solo continuidad. Lo dijeron ellos mismos.
Por eso, yo no voy a votar. ¿Para qué?
Poder y saber en Cuba totalitaria: una relación envilecida
Utopías violentas como el fascismo y el comunismo se han beneficiado históricamente del apoyo de intelectuales como participantes directos en estos procesos a niveles locales. Intelectuales que se convertirían luego en parte de sus élites estatales gobernantes.