Nuestras madres lo saben

La historia de Cuba se ha ensañado de manera siniestra con las madres de nuestra nación. 

Desde los tiempos de la colonia, a pesar de una cultura mariana que a ratos roza el ridículo, las madres cubanas viven en un terror cotidiano: que el Estado les encarcele, deporte o asesine a sus hijos. 

En este sentido, el régimen comunista de los hermanos Fidel y Raúl Castro no ha sido más que una cruel continuidad de este crimen. 

Ninguna potencia extranjera nos ha agredido en territorio nacional. Ha sido el cubano el que se ha comportado siempre como el lobo del cubano. Y, ante la lógica perversa del poder, la madre es apenas una garantía para la renovación biológica de los sujetos de la opresión.

Ninguna lágrima o prédica detuvo uno solo de los fusilamientos en nombre de la Revolución. Ninguna piedad materna evitó décadas de cárcel a decenas de miles de nacionales. Ninguna desesperación o suicidio de mujer ha sido obstáculo para perpetuar la separación de la familia cubana, impuesta manu militari para glorificar conceptos más o menos abstractos como “antiimperialismo” y “socialismo”. También, “pueblo” y “patria”.

En la fase postrera del totalitarismo insular, otra vez la resistencia a la violencia del Estado recae ahora en nuestras madres. 

Las ofenden de palabra por vía telefónica o en plena calle. Las presionan o expulsan de sus centros laborales. Las estigmatizan con vicios muchas veces de índole sexual. Y, por supuesto, las golpean, cuando su coraje intimida al militariado macho. Al punto de terminar arrestadas o procesadas por el paripé legal del castrismo.

Sin embargo, nada parece disuadirlas de su élan emancipador. Hoy por hoy, la madre cubana denuncia en sus propias redes sociales la injusticia imperante en la Cuba de 2023. Sin retórica ni maquillaje. Caso a caso. 

Sus alegatos resultan incontestables. La sed de justicia se les desborda en la tristeza atroz de sus ojos. El amor por su prole las hace temerarias. Y brillan más que cualquier informe de Naciones Unidas, desde el convencimiento de no dar marcha atrás ante un Estado no solo vil, sino, también, violador.

Ellas no necesitan de la prensa extranjera acreditada en la Isla. Nadie les ha dado la voz. Por eso nadie se las puede quitar. Ellas son la voz.

A veces, imploran en cámara. A veces, amenazan con un vocabulario que quisiera ser obsceno y termina siendo conmovedor. Amateurs de la comunicación, profesionales de la verdad.

Teléfono en mano, tienen la guerra perdida de antemano, y ellas lo saben. Muy pocos prestarán atención a su desconsuelo, y ellas lo saben. 

De hecho, en complicidad con la tiranía de verde olivo, desde el exterior hay quienes las representan como locas, mentirosas, enfermas, mercenarias. En todos los casos, de bajo nivel cultural.

Pero ellas lo saben. Y no les importa un ápice. Porque, por primera vez en siglos de miedo maternal, intentan que la historia de Cuba deje de ensañarse con ellas.

Este segundo domingo de mayo, no hay una madre cubana que pueda celebrar su día libre de angustia. Sus hijos o los hijos de otra madre cubana siguen presos en esta fecha tan especial. Tus hijos o los hijos de otra madre cubana caerán presos o huirán del país que les diste al nacer de ti. Esos hijos o los hijos de otra madre cubana perfectamente pueden ser ejecutados legal o extrajudicialmente, en el próximo error quirúrgico o accidente de tránsito.

No será un feliz Día de las Madres para los cubanos. Pero, a pesar de todo, ellas estarán felices de ser las madres de los cubanos.

Mundo, mira. Nuestras madres en Cuba te están ofreciendo la opción moral de hacer lo correcto. Hazlo.


© Imagen de portada: Cubierta revista ‘Carteles’, 1953 (detalle).




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La Cuba de Lechuga

Enrique Del Risco

Lechuga nos comunica su corazonada: un país puede desaparecer.