Aunque ya en artículos anteriores he tocado este tema específico dentro del teatro de operaciones del sur y este de Ucrania, resulta necesario un flashback al inicio de la guerra para que se entienda mejor cómo los rusos lograron avanzar y ocupar sin mucha resistencia la provincia de Kherson y gran parte de Zaporizhia —la localidad donde se encuentra la planta de energía nuclear más grande de Europa y que ha sido escenario de peligrosos enfrentamientos entre los invasores rusos y las fuerzas ucranianas. Esto ayudará también a entender mejor las consecuencias de la más reciente contraofensiva ucraniana destinada a la liberación de su territorio.
En realidad, las fuerzas armadas de Ucrania se reformaron completamente después de las derrotas sufridas en el Donbas en 2014-2015. No obstante, se prepararon para librar una nueva guerra, similar a la que habían librado antes en una operación contra las repúblicas no reconocidas fabricadas por Rusia, la cual pensaban que las apoyaría limitadamente con las fuerzas de su ejército.
Todas las brigadas regulares de las fuerzas terrestres, las fuerzas aerotransportadas y los marines recibieron experiencia en operaciones de combate de baja intensidad en la línea de contacto en el Donbas; además de crearse brigadas de defensa territorial con poco personal en cada región.
Su efectividad de combate —incluso para operar como infantería ligera— fue calificada demuy baja por los expertos militares. Sin embargo, en el caso de un agravamiento a gran escala, se suponía que se convertirían en el “esqueleto” sobre el que se construiría un nuevo ejército en tiempos de guerra después de la movilización.
El ejército ucraniano no estaba diseñado para resistir una invasión rusa a gran escala. De hecho, a pesar del suministro de armas occidentales antes de la guerra, carecía de equipo pesado, sobre todo de artillería de largo alcance, aviación moderna y municiones.
Estado de las fuerzas armadas de Rusia al comienzo de la guerra
La guerra sorprendió al ejército ruso en medio de otra reforma. A finales de la década de 2000, el Ministerio de Defensa —dirigido por Anatoly Serdyukov— hizo cambios radicales: en lugar de divisiones, las brigadas más pequeñas se convirtieron en el principal tipo de organización militar; se crearon fuerzas de preparación permanentes, por completo dotadas de soldados contratados; el tamaño del ejército —en especial las fuerzas terrestres— se redujo significativamente.
Después de la renuncia de Serdyukov, la estructura fue de nuevo cambiada: se reorganizaron en el ejército las divisiones consistentes en regimientos. Ahora, se suponía que cada regimiento —o brigadas separadas—, en caso de necesidad militar, sería capaz de formar dos grupos tácticos de batallón.
El tamaño del ejército debía ser otra vez aumentado por los militares profesionales contratados. Sin embargo, en general, las formaciones —especialmente las fuerzas terrestres— en tiempos de paz se mantuvieron con un personal reducido. Se suponía que en caso de una guerra a gran escala —por ejemplo, con la OTAN—, el ejército se repondría mediante la movilización.
Para otras contiendas —con un adversario mucho más débil, como los islamistas sirios—, el principio de asignar “fuerzas de preparación constante” en forma de batallones reforzados (grupos tácticos de batallón) se mantuvo en cada formación. Tales fuerzas terrestres podrían usarse —y se han utilizado en Ucrania y Siria— para operaciones a corto plazo contra un enemigo relativamente débil y/o como pivote para operaciones híbridas donde la infantería ligera es proporcionada por un aliado extranjero.
En la segunda mitad de la década de 2010 —probablemente después del inicio de la guerra en Ucrania y la operación siria—, el Ministerio de Defensa decidió aumentar el número de fuerzas terrestres y al mismo tiempo llevar a cabo un costoso rearme a gran escala del ejército. Sin embargo, debido a la crisis económica, se redujo el financiamiento a la defensa.
Organización del ejército ruso al inicio de la invasión a Ucrania
Las fuerzas terrestres rusas se encontraban en una posición extraña a principios de 2022, pues el número de soldados profesionales contratados dejó de crecer a principios de 2019-2020. Como resultado, el ejército ruso se acercó al comienzo de la guerra con un número formalmente mayor de unidades de combate de preparación constante, pero con el mismo número de efectivos militares en ellas. Esto ocasionó que algunos regimientos solo pudieran desplegar un grupo de batallones en lugar de dos; el tamaño de los propios grupos se redujo de 700-900 a 300-400 efectivos —a veces a la mitad. Las compañías, en algunos casos, se redujeron de 100-110 hombres a 70-75 y los pelotones, de 30 a 15.
Simultáneamente, los grupos de batallones conservaron la composición del equipo y los refuerzos establecidos por ellos en artillería, vehículos de ingeniería, equipos de guerra electrónica, etc.; pero no tenían un número suficiente de infantería.
A veces, en los vehículos de combate y los vehículos blindados de transporte de personal —que supuestamente deberían llevar hasta siete soldados de infantería al campo de batalla— solo tenían la tripulación del vehículo como tal y nadie en absoluto que pudiera desmontar. La principal ventaja de los grupos tácticos de batallón: la capacidad de llevar a cabo de forma independiente el combate combinado de armas, se perdió.
La falta de infantería llevó al hecho de que todo el equipo se volviera vulnerable en extremo a la infantería enemiga y muchas de las unidades involucradas perdieran la capacidad de luchar.
La situación también se complicó por el hecho de que los cargos técnicos en las unidades de logística —por ejemplo, las funciones de conductores— fueron reemplazados por reclutas que no estaban preparados para realizar acciones combativas. Al mismo tiempo, el número de camiones en unidades y formaciones de logísticas fue notablemente menor que en las fuerzas de la OTAN.
La aviación rusa, que había obtenido una amplia experiencia de combate en Siria con armas modernas, parecía ser una herramienta decisiva en la guerra contra un enemigo que no tenía tal experiencia ni armas modernas.
Sin embargo, la experiencia siria fue muy específica; más bien un campo de experimentación y de entrenamiento: el enemigo no tenía ninguna defensa antiaérea de gran altitud y solo un pequeño número de sistemas antiaéreos portátiles capaces de derribar objetivos a bajas alturas. Los aviones rusos podían atacar con seguridad desde altitudes medias, incluso con municiones no guiadas. Tampoco se creó un sistema para apoyar la propia defensa aérea en las fuerzas aeroespaciales rusas (VKS).
Con estas severas afectaciones de crecimiento y una estructura general inadecuada que solo permitía un combate efectivo contra un enemigo mucho más débil, las fuerzas militares rusas fueron lanzadas a la guerra contra el tercer ejército más grande de Europa; las cuales ya tenían cierta experiencia desde 2014 que había adquirido luchando contra los efectivos de las fuerzas proxis creadas por Rusia para anexarse territorios.
La derrota rusa en el norte y su estancamiento en el este y el sur
El plan de invasión del Kremlin, obviamente, fue dictado por el liderazgo y los objetivos políticos: un ataque decisivo contra el centro político del enemigo en la capital; la captura de la costa del Mar de Azov, el corredor terrestre a Crimea; el cerco y la captura de Mariupol; la captura de los cruces a través del Dniéper y la captura de Járkov.
El plan hizo imposible concentrar las fuerzas, lo que afectó en extremo la logística y por lo cual fracasó rotundamente. La falta de infantería pasó factura, sobre todo en las zonas urbanas al oeste de Kiev y en los bosques de las regiones de Chernihiv, Sumy y Kiev al este de la capital.
La masa de equipo que quedó sin cobertura de infantería fue aniquilada. Una parte significativa del equipo —incluidos los costosos y raros sistemas de defensa aérea y los medios de control y guerra electrónica— fueron abandonados debido a problemas de suministro. Un ejemplo elocuente de esto último puede verse en un video que recorrió las redes sociales, donde salía un tractor ucraniano remolcando un sistema de misiles antiaéreo S-300 abandonado intacto por su tripulación rusa.
Las formaciones de desembarco de fuerzas élite fueron ineficaces, no solo carecían de infantería, sino también de una cantidad suficiente de armas pesadas, especialmente artillería. Así, la operación de desembarco aerotransportado en Gostomel, aunque logró el objetivo inmediato de capturar y mantener el aeropuerto en las afueras de Kiev hasta que llegaran las fuerzas principales, fue catastrófica y terminó con enormes pérdidas, incluyendo la muerte del general jefe de la División Aerotransportada. El aeropuerto no pudo ser utilizado para transferir suministros y refuerzos, y los paracaidistas no tuvieron éxito en las batallas urbanas al oeste de Kiev.
Las unidades de tanques también sufrieron grandes pérdidas al este de la capital ucraniana. La falta de infantería en ellas fue muy notable: en los regimientos de tanques, en lugar de un batallón de infantería motorizado de hasta 500 hombres, quedaron compañías de 75 efectivos. Como resultado, incluso las brigadas de defensa territorial ucranianas demostraron ser efectivas contra el ejército ruso en el norte y el noreste, atacando las comunicaciones desprotegidas de las formaciones rusas que se extendieron por cientos de kilómetros.
En el sur, la invasión rusa logró casi todos los objetivos de los primeros días de la guerra: las brigadas de personal ucraniano que defendían las salidas de Crimea fueron derrotadas de inmediato; no tenían suficientes sistemas de defensa antiaérea —la defensa aérea había sido enviada a Kiev antes de la guerra— y, por lo tanto, sufrieron grandes pérdidas por ataques aéreos.
Los puentes sobre el Dniéper en Kherson y Nova Kakhovka en el suroeste fueron capturados, y Mariupol fue rodeada en el sureste. La voladura de los puentes que ahora, después de seis meses de guerra, es que se hacen efectivas, no se produjeron al inicio de la invasión rusa debido a que, aunque estaban minados y listos para destruir, fueron desactivados en secreto por personal pro ruso infiltrado dentro de las filas del ejército ucraniano.
Sin embargo, a mediados de marzo, la falta de infantería en las tropas rusas también afectó el sur: sufrieron grandes pérdidas al intentar cruzar un río cerca de Voznesensk y el ataque contra Mikolaev y Odessa fue detenido. En el sureste, grandes fuerzas rusas se empantanaron en Mariupol durante dos meses en el sitio de la fortificada planta industrial de Azov.
Luego de los primeros éxitos de la aviación rusa en el área de Kherson y Melitopol, resultó que en otros lugares saturados de defensa aérea a gran altitud la ventaja de las Fuerzas Aéreas rusas no funcionó por completo. A principios de marzo, la aviación rusa sufrió pérdidas relativamente grandes cerca de Chernigov, Kharkov, Sumy y Nikolaev.
Después de eso, sus acciones desde alturas medias en la retaguardia cercana al enemigo se detuvieron. Sin duda, la defensa aérea ucraniana había sido ayudada por la inteligencia técnica de la OTAN y los datos de indicación de objetivos —que utilizaron aviones de alerta temprana cerca de las fronteras de Ucrania.
Desde entonces, la aviación rusa ha estado operando casi siempre desde bajas altitudes —igual que las ucranianas— en las líneas de contacto. Como resultado, el ejército ruso no puede golpear de manera eficaz el flujo de reservas y la logística del ejército ucraniano.
A partir de las pérdidas y derrotas de marzo, el comando ruso decidió centrarse en la captura de Donbas. Abandonar Kiev fue, además de un desastre militar, una derrota política, pues el gobierno ucraniano —con el apoyo de Occidente— estimó que Ucrania podía ganar la guerra y detuvo las negociaciones de paz en términos desfavorables.
Segunda etapa de la guerra en el sur y este de Ucrania
La batalla por el Donbas, que comenzó en abril, resultó en una serie de operaciones —por ambos lados— para forzar el río Seversky Donets y en intentos del ejército ruso para romper las posiciones ucranianas preparadas durante ocho años en las cercanías de Donetsk y Lugansk.
La idea de la operación rusa era simple: después de retirar sus fuerzas de Kiev, Chernigov y Sumy, la línea del frente se redujo, lo que le permitía aumentar la densidad de tropas y de fuego. Esto, teóricamente, le daba una ventaja al ejército ruso, con muchas más piezas de artillería.
Además, la falta de infantería en el este podía ser compensada por refuerzos de los residentes movilizados de las repúblicas proxis DNR y la LNR. La logística se simplificaba con las posiciones ya ocupadas desde 2014. Al mismo tiempo, el comando ruso, habiendo transferido fuerzas desde las cercanías de Kiev al Donbas, no pudo evitar que la jefatura del ejército ucraniano hiciera lo mismo.
Como resultado, la operación en el Donbas se redujo a “romper” la defensa ucraniana con artillería. Los intentos de crear nuevas cabezas de puente sobre el rio Donets Seversky —el primero, cerca de Izyum, en marzo— fracasaron.
Esto refleja la incapacidad del ejército ruso en su forma actual —y contra tal adversario— para llevar a cabo operaciones de combate con diferentes tipos de tropas y refuerzos. Cruzar una barrera de agua hacia un banco ocupado por el enemigo es una de las operaciones de combate más difíciles, pues requiere coordinación entre las unidades de infantería, tanques e ingenieros, aviación, reconocimiento y artillería.[1]
Los intentos de las tropas rusas de cruzar el río en los primeros diez días de mayo en el área de Seversk y Lisichansk para rodear a un gran grupo ucraniano en Lisichansk y Severodonetsk terminaron con la derrota de al menos un grupo táctico de batallón. Los de las fuerzas ucranianas, de cruzar los Donets Seversky al este de Járkov —con el objetivo de atacar la retaguardia de la agrupación rusa en Izyum—, tampoco terminó bien.
Las fallas han sido causadas por el fenómeno del “estancamiento de la artillería” por ambas partes, junto con la indicación de objetivos por los drones. Esto significa que el reconocimiento por drones y el fuego de artillería preciso hace que sea difícil avanzar incluso con una densidad relativamente baja de tropas.
Para ganar una guerra que se había reducido hasta ahora a ataques de artillería, ataques a fortificaciones e intentos de avances o cruces, el ejército ruso debe tener una superioridad cuadrática en eficiencia —es decir, en infligir bajas. Por tanto, si el ejército ucraniano tiene una ventaja de una vez y media en números, el ruso —para tener la oportunidad de ganar— debe infligirle 2,25 pérdidas más de las que soporta.
Lógicamente, el conocimiento de las reglas no permite predecir el resultado de la batalla y la guerra. Es difícil conocer la proporción del número de tropas de las partes ni la proporción de pérdidas. Solo está claro que, si el ejército ruso supera con creces el umbral de “eficiencia”, entonces podrá pasar a una guerra de desgaste; si su efectividad está muy por debajo del umbral, será aplastado.
La única herramienta disponible para aumentar la “eficiencia” de las tropas rusas es el uso concentrado de la artillería, que se había estado viendo hasta ahora. Una alternativa superior a la potencia de fuego es la movilización, que igualaría el tamaño de los ejércitos. Pero Putin ha estado renuente a declarar la movilización general por las consecuencias políticas que le traería al echar abajo toda la narrativa de “operación militar especial”, “desnazificación” y demás pretextos para ocultar al pueblo ruso las verdaderas intenciones de conquista imperial.
La jefatura ucraniana, en consecuencia, puede tratar de aumentar aún más el tamaño del ejército y/o su propia “eficiencia”. El medio más accesible para aumentar la “eficiencia” es el mismo: la artillería, o más bien, el suministro de sistemas de artillería por parte de los países occidentales. De hecho, ha sido en la artillería donde se concentran los últimos programas de ayuda occidentales al acercarse a doscientos el número de sistemas de artillería entregados y prometidos. Sin embargo, esto no es suficiente para que el ejército ucraniano reduzca radicalmente la brecha detrás del ruso en la efectividad general de fuego en el Donbas.
Ahora bien, aunque los propios países de la OTAN no tienen un suministro infinito de armas —sus ejércitos dependen más del empleo de la aviación—, su artillería es cualitativamente superior a la rusa. En Occidente hay más cañones de largo alcance y municiones guiadas de precisión, con lo cual los sistemas de control de fuego les permiten golpear con mayor precisión y recargarlos más rápido.
En este sentido, el suministro de sistemas de cohetes de lanzamiento múltiple HIMARS estadounidenses es comprensible. En teoría, aun cuando se utilicen misiles “convencionales”, los HIMARS son capaces de superar los sistemas rusos de mayor alcance.
Las armas estadounidenses son comparables en alcance efectivo a los sistemas Smerch y Tornado, a unos 70 kilómetros, pero mejores en precisión y velocidad de recarga. Los HIMARS también tienen una opción adicional: el sistema puede utilizar misiles balísticos tácticos MGM-140 (ATACMS) con un alcance de 300 a 500 kilómetros. Es decir, en términos de alcance y precisión, son comparables al Iskander-M ruso —aunque con una ojiva de menor potencia.
La prueba más eficiente de la superioridad cualitativa de estos sobre los misiles rusos se ha visto en la imposibilidad de las defensas antiaéreas rusas de derribar los misiles de los HIMARS que continuamente golpean los puentes, almacenes de municiones y puestos de mando de las tropas rusas.
Contraofensiva ucraniana en el teatro de operaciones militares de Kherson
A finales del mes de julio llamó la atención una declaración pública del presidente ucraniano que afirmaba haber ordenado a las fuerzas armadas que liberaran el sur del país. Pero, si “guerra avisada no mata soldados”, me resultaba difícil comprender que hubiera hecho semejante declaración. La duda vino a aclararse ahora en septiembre con el inicio de acciones ofensivas diferentes a la doctrina militar rusa.
Localización de la provincia de Kherson, limítrofe con la Crimea ocupada por Rusia antes de la invasión.
Los rusos, cada vez más, toman decisiones desacertadas en las direcciones principales, donde se deben concentrar los mayores esfuerzos. La impresión es que responden de modo errático a las supuestas intenciones del gobierno de Kiev, mientras los ucranianos realizan declaraciones intencionales para que, al morder ese anzuelo, los rusos redistribuyan sus fuerzas y, por ende, refuercen un frente de combate en detrimento de otro. ¿Será que los generales rusos están haciendo demasiado abuso del vodka? ¿O que el propio Putin, como ha dicho él mismo, está dirigiendo las operaciones militares?
Por ejemplo, a finales de julio, el presidente de Ucrania, en uno de sus programas diarios, informó públicamente que había dado la orden a las fuerzas armadas de liberar todo el sur ocupado por los invasores, refiriéndose de manera indirecta a la región de Kherson, que posee varios puertos importantes. De inmediato, el mando ruso comenzó a mover las fuerzas de otras regiones y debilitó, por consiguiente, otras direcciones para reforzar el frente sur de Kherson.
Después de este reforzamiento, Ucrania asestó golpes demoledores a los tres puentes principales que abastecen a las tropas rusas dislocadas al oeste del Dnipro. Conjuntamente con estas acciones, atacaron también los principales depósitos de municiones y armamentos en la retaguardia rusa; entre ellos, un convoy de cuarenta y cuatro vagones de ferrocarril con tropas y técnica de combate en la estación de trenes en el poblado de Brylivka, a 40 kilómetros del puente destruido de Antonivsky, en la ciudad de Kherson.
En bolsón rojo la región de la provincia de Kherson ocupada por el ejército ruso. Las cruces señalan los tres puentes que unen el oeste con el este del Dnipro destruidos por Ucrania.
Después de estos golpes contundentes, se han vuelto habituales los continuos ataques ucranianos en la retaguardia rusa y la Crimea ocupada. Sin embargo, las fuerzas rusas todavía superaban numéricamente a los ucranianos, y su arsenal armamentístico, si bien se ha mostrado obsoleto para las exigencias de la guerra moderna en gran medida, sigue pesando en la correlación de fuerzas.
Puente ferroviario sobre el río Dnipro in Kherson destruido por los misiles ucranianos.
Puente de vehículos automotrices que unen la ciudad de Kherson con la margen este del río Dnipro destruido por los misiles HIMARS ucranianos.
Mientras todo esto ocurría en el sur y los rusos amasaban más de 25 000 efectivos al oeste del río Dnipro, los ucranianos habían organizado una poderosa fuerza en el noreste del país que en los primeros días de septiembre comenzó su arrolladora ofensiva contra el debilitado frente de la región de Jarkov.
Esta contraofensiva ucraniana sorprendió a las fuerzas rusas, a las que derrotaron al colapsar el eje Donbas. Las fuerzas de Putin fueron tomadas por sorpresa sin facilitar una retirada controlada, huyendo apresurada y desorganizadamente del sureste de la provincia de Járkov mientras tratan de escapar del cerco alrededor de la ciudad de Izyum —ya liberada por las tropas ucranianas y en labores de limpieza—. Al huir, han abandonado tanques y medios blindados intactos.
El hecho de haber debilitado previamente el eje del norte de Donbas, al enviar unidades de esta área hacia el sur de Ucrania, les ha complicado los esfuerzos para frenar el avance ucraniano o, como mínimo, desplegar una fuerza de cobertura para la retirada. Están ahora sufriendo las consecuencias de haber mordido el anzuelo que les tendió Kiev.
Entretanto, los éxitos ucranianos no se limitan a la zona de Izyum. Según los informes, las fuerzas ucranianas capturaron Velikiy Burluk el 10 de septiembre, lo que coloca a las fuerzas ucranianas a menos de 15 kilómetros de la frontera internacional con Rusia.
La ofensiva ucraniana rompió las defensas enemigas y penetró en las líneas rusas a una profundidad de hasta 70 kilómetros en algunos lugares, liberando más de 3 000 kilómetros cuadrados de territorio en los últimos cinco días desde el 6 de septiembre; más territorio del que las fuerzas rusas han capturado en todas sus operaciones desde abril. Es decir, en cinco días han logrado arrebatarle al enemigo más de lo que a este le tomó capturar en cinco meses.
Las fuerzas ucranianas han tomado la ciudad de Izyum, cuya liberación es el logro militar ucraniano más significativo desde que ganara en marzo la Batalla de Kiev. Desarticularon y eliminaron el avance ruso en todo el noroeste de la provincia de Donetsk, a lo largo de la carretera E40, que el ejército ruso había tratado de utilizar para flanquear las posiciones ucranianas a lo largo de la línea Slovyansk-Kramatorsk.
Un cerco exitoso a las fuerzas rusas que huyen de Izyum, en pánico, resultaría en la destrucción o captura de importantes efectivos rusos y exacerbaría los grandes problemas de falta de soldados y moral rusos. Los corresponsales de guerra y los blogueros de Rusia que defienden la invasión han informado que enfrentan desafíos al evacuar de Izyum, lo que indica que las fuerzas ucranianas están cerrando, al menos parcialmente, un peligrosísimo cerco que resultaría desastroso para miles de combatientes rusos.
El Ministerio de Defensa de Moscú anunció la retirada de las tropas de la línea Balakliya-Izyum el 10 de septiembre, enmarcando falsamente la retirada como un “reagrupamiento”de fuerzas para apoyar los esfuerzos rusos en dirección de la provincia de Donetsk. Lo cual no es más que una copia exacta de la falsa explicación del Kremlin para la retirada rusa después de ser derrotados en la Batalla de Kiev.
Sin embargo, el Ministerio de Defensa ruso no ha reconocido los éxitos ucranianos en la provincia de Járkov como el factor principal para la retirada rusa y sí ha afirmado que el comando militar ruso “ha estado llevando a cabo una retirada controlada del área de Balakliya-Izyum durante los últimos tres días”.
El propio Ministerio afirmó, falsamente, que las fuerzas rusas emprendieron una serie de acciones demostrativas en las que utilizaron artillería y aviación para garantizar la seguridad de aquellas en retirada. Estas declaraciones no guardan relación con la situación sobre el terreno.
La incapacidad del Ministerio de Defensa ruso para admitir los fracasos rusos en la provincia de Járkov y establecer efectivamente las condiciones informativas, ha hecho que el espacio de información ruso, al igual que sus tropas, haya colapsado por completo.
Los propagandistas televisivos, patrocinados por el Kremlin, ofrecieron una amplia gama de explicaciones confusas sobre los éxitos ucranianos que van desde justificaciones de que las fuerzas rusas están luchando contra todo el Bloque Occidental hasta minimizar la importancia de las líneas terrestres de comunicación rusas que han sido totalmente cortadas después de que Ucrania liberara a Kupyansk.
Estos propagandistas tienen una narrativa muy desorganizada, donde algunos confirman la liberación de ciertas ciudades mientras otros refutan tales informes. Los expertos invitados a los programas de televisión tampoco han podido reafirmar la narrativa de los anfitriones de que los éxitos ucranianos no son significativos para el eje de Donbas.
Lo cierto es que tal programación trata de no revelar el verdadero progreso de la “operación militar especial” rusa al público nacional que depende de los medios estatales y del Ministerio de Defensa ruso para actualizar sus informaciones.
El anuncio de retirada alienó aún más a las comunidades nacionalistas rusas que apoyan la grandiosa visión del Kremlin para capturar la totalidad de Ucrania. Los blogueros rusos condenaron al Ministerio de Defensa por permanecer callado, eligiendo el autoaislamiento y distorsionando la conciencia situacional en Rusia. Incluso, un bloguero declaró que: “el silencio del Ministerio de Defensa ruso es una traición a los militares rusos que lucharon y aún luchan en Ucrania”.
Otro, por su parte, señaló que el Ministerio de Defensa ha ignorado o degradado repetidamente a la comunidad de blogueros que han mostrado preocupaciones con el liderazgo militar ruso y la falta de transparencia en las líneas del frente.
Los blogueros pidieron al Ministerio de Defensa ruso que tomara el espacio de información en sus propias manos y dejara de depender de silenciar la información. Antes del anuncio de la retirada, el Ministerio publicó imágenes de convoyes militares rusos que —según se informó— se movían para reforzar la dirección de Járkov el 9 de septiembre.
Este intento de crear la esperanza de que esos refuerzos estabilizarían la línea del frente y repelerían los avances ucranianos en Izyum demostró que las imágenes de convoyes eran viejas, tomadas en otro tiempo y lugar. El Ministerio de Defensa ruso no solo no abordó esta situación, sino que, además, los ucranianos ya habían tomado y liberado la ciudad cuando fueron publicadas tales imágenes.
Probablemente, los blogueros rusos habrían aceptado el anuncio del Ministerio de Defensa de una retirada —como hicieron con la retirada de la Isla serpiente y otras pérdidas tácticas rusas— si el espacio de información ruso no estuviera sobresaturado con imágenes de éxitos ucranianos.
Tales inconsistencias en los mensajes respaldan aún más los desafíos que enfrenta el Ministerio de Defensa ruso para responder a desarrollos inesperados dentro del marco de información establecido, que retrata la invasión a Ucrania como una operación fácil e impecable. Lo más importante es que dichas prácticas de información inconsciente han erosionado la confianza del público ruso en los mensajes de su Ministerio de Defensa y han interrumpido la fachada de propaganda del Kremlin.
Los blogueros rusos también criticaron a las autoridades de ocupación rusas por no organizar medidas de evacuación en la provincia de Járkov. Asimismo, señalaron que las administraciones de ocupación están desorientadas y carecen de iniciativa, afirmando que la contraofensiva ucraniana ha paralizado efectivamente al liderazgo de la ocupación rusa, que no atina qué hacer ante la falta de previsión y sorpresa que los ha llevado al pánico y a la desorganización.
La actual contraofensiva no pondrá fin a la guerra. La campaña en el noreste de Ucrania eventualmente culminará, permitiendo a los rusos restablecer una línea defensiva sostenible y, tal vez, incluso llevar a cabo contraataques localizados. Ucrania tendrá que lanzar operaciones contraofensivas posteriores para terminar la liberación del territorio ocupado por Rusia. Así, es probable que la guerra se extienda hasta 2023.
Sin embargo, Ucrania ha cambiado el rumbo de esta guerra a su favor. Es probable que Kiev dicte cada vez más la ubicación y la naturaleza de los principales combates, y Rusia se encontrará cada vez más respondiendo de manera inadecuada a la creciente presión física y psicológica ucraniana en sucesivas campañas militares a menos que Moscú encuentre alguna manera de recuperar la iniciativa.
Lo cierto es que Goliat ha colapsado y con ello se acerca cada vez más el fin de las ilusiones neozaristas.
Nota:
[1] Durante la intervención militar cubana en la guerra de Angola, cuando aún no se habían recibido grandes refuerzos, las tropas sudafricanas no lograron cruzar ninguno de los ríos en que las fuerzas cubanas volaron los puentes; asimismo, cuando ellos volaron el puente sobre el río Queve al retirarse, hubo que esperar a que se fueran para poder repararlo.
David contra Goliat
Ucrania depende de Occidente para obtener apoyo, pero es el resto del mundo el que depende de Ucraniapara detener la agresión que se extenderá fuera de esta región si no llega a contenerse.