Muchos dicen que detrás de cada suceso hay una explicación científica. El 11 de julio de 2021 en Cuba fue, desde el punto de vista de esta científica cubana, uno de esos eventos que vale la pena analizar de dicha forma, pues me dedico a estudiar terremotos y no puedo evitar, al menos, usar mi lente sismológico en este caso.
Los sismos, como muchos otros procesos naturales, se manifiestan en forma de ciclos. La tierra acumula energía antes de un terremoto, la libera durante el mismo, y se reajusta después para volver a acumularla. Con Cuba pasó algo similar: el pueblo de Cuba pasó 62 años, 6 meses y 10 días acumulando mucho más que energía.
Durante todo ese tiempo acumulamos una cantidad indescriptible de dolor, decepción, silencio, temor, e incluso odio hacia una dictadura disfrazada de un Gobierno socialista.
Vivimos engañados mientras nuestro país se especializaba en el arte de hacer ruinas humanas y económicas.
Creímos ser los creadores de un mundo mejor, cuando en realidad el mundo avanzó sin nosotros, pues nosotros mismos nos condenamos al olvido.
Clamamos ser herederos de mambises y cimarrones y al final vino un blanco burgués y nos oprimió́ por décadas.
Decimos ser más familiares que nadie y dejamos que nos desbarataran la familia de mil maneras diferentes.
Juramos defender la bandera y el legado de Martí́, y dejamos que los traspapelaran y los pusieran en la misma gaveta que a un puñado de asesinos.
Esos 62 años, sumados al hambre, la opresión y a los efectos colaterales de una pandemia, crearon un terremoto de protestas contra la dictadura dentro y fuera del ámbito nacional. No sería capaz de estimar su magnitud pues no creo que ninguna escala sea suficiente para resumir en un número la intensidad de estos sucesos. Pero podría decir, sin temor a equivocarme, que esos claros gritos de “Libertad” fueron de esos capaces de provocar el fraccionamiento irreparable de cualquier falla geológica (si comparamos al Gobierno cubano con estos elementos geológicos), pues los hemos visto ya desmantelar algunas de sus propias mentiras, sacar a la luz sus peores estrategias, y hasta misteriosamente, reducir plantilla en su alto mando militar.
Ha pasado un mes y aún se siente el eco de esos gritos de “Patria y Vida” que se escucharon por toda Cuba y en el exilio; y no creo que dejen de escucharse hasta que suceda el cambio que merecemos y esperamos.
¿Que vimos de todo? Sí, es verdad. Pero también es cierto que estamos ahora en un periodo post-sísmico, ese en el que, en palabras de un buen cubano, cargamos pilas para seguir la lucha. Y lo mejor o lo peor —depende de cómo lo vean— es que la dictadura está sirviendo de batería, pues mientras continúen la reprensión, las desapariciones, los juicios sin sentido, los descaros, y los insultos a la dignidad del cubano, en todo el sentido de la palabra, aumenta el descontento hacia el sistema y, por transitividad, las energías que necesitamos para continuar exigiendo nuestros derechos.
No sabría decir si el 11-7-21 fue un main shock o un aftershock del 27-11-20 o si hay otros eventos por venir, ni sabemos cuánto tiempo nos tome cargar energías para que Cuba vuelva a temblar. Pero creo que sería oportuno predecir que este ciclo va a continuar hasta que esa única falla (no geológica, pero sí política) que atraviesa Cuba de punta a cabo, se desactive de una vez y por todas.
El pueblo cubano: un antes y un después
El pueblo es un sustantivo mayúsculo al que se le agregan adjetivos altamente politizados como “antimperialista”, “revolucionario”, así como “trabajador”, “enérgico y viril”, y más tarde “fidelista y martiano”.