Eso pasa cuando los líderes políticos no son electos por la ciudadanía, y los medios de comunicación y mecanismos de producción del saber son monopolio del Estado. Miguel Díaz-Canel recibe informes diarios sobre las demandas y preocupaciones del pueblo, pero no gobierna para este. Si lo hiciera, no hubiera felicitado a las mujeres cubanas con la postal que la cuenta de Twitter de la presidencia de Cuba publicó el domingo pasado.
Todo está mal en esa postal y en el texto que ayer publicaba Cubadebate.
Hay que tener una idea muy limitada de la demografía y cultura nacionales, para usar en una postal dirigida a las madres cubanas una fotografía de tres mujeres rubias vestidas con camisas a cuadros de mangas largas de origen escocés, popularizadas en Cuba en la primera mitad del siglo XX por la publicidad comercial estadounidense. O tener interés en proyectar un país muy distinto al de la realidad, a saber dirigido a qué interlocutor.
¿No pudo haber escogido la presidencia de Cuba una fotografía que reflejara la diversidad demográfica, y sobre todo racial, de las madres cubanas?
Y, para usar el concepto que por décadas se ha venido enseñando en las aulas de diseño y los textos sobre moda publicados en el país, ¿no podían haber pensado en una imagen que reflejara la “cultura del vestir” nacional?
¿Qué pasó con los discursos que criticaban la apropiación de modas extranjeras poco convenientes en las condiciones del clima local, tan populares en los años sesenta?
¿Qué fue de los discursos que promovían el uso de tejidos de colores claros, de fibras locales y de diseños de inspiración tradicional?
Resulta que lo que parecía a todas luces una imagen tomada de Internet —práctica común desde al menos los años setenta, cuando en las páginas de las revistas de moda cubanas predominaban modelos europeas e, incluso, diseños invernales que nada tenían que ver con el clima del país—, era una foto de factura local.
Al día siguiente de que la cuenta de Twitter de la presidencia de Cuba publicara la postal de marras, Finca Marta, un negocio privado que se define como proyecto agroecológico, radicado en Artemisa, se atribuyó la fotografía. Se trataba de una fotografía de tres empleadas de la finca, la que según Cubadebate “se ha convertido en un proyecto de reconocimiento internacional y nacional y hoy es uno de los primeros usuarios, como personas jurídicas, de la Zona Especial de Desarrollo Mariel” (subrayado original).
Finca Marta, dice también este medio, ha recibido incluso la visita del embajador del Reino Unido, lo que ha traído “grandes perspectivas de colaboración” para la empresa. Ello quizás explique la fotografía de las tres mujeres rubias en camisas a cuadros, cuyos productos posiblemente venda, o aspire a vender Finca Marta, en el mercado inglés.
Está mal entonces, también, que el presidente de un país donde la economía es de mayoría estatal, y donde el sector privado cuenta con muy pocos canales de gestión y promoción, utilice la imagen de un negocio privado, producida claramente con fines comerciales, para felicitar a las madres cubanas, cuya cotidianidad —afectada por la carestía, los altos precios de los productos de primera necesidad, la pobreza de un país que no alcanza a producir lo que consume, la falta de protección estatal a sus ancianos, el acoso policial a sus hijos, la pandemia y, cómo no, el embargo estadounidense— no puede hallarse más lejos del presente idílico que comunica la fotografía.
Está mal no solo porque con ello el presidente Díaz-Canel da publicidad a un emprendimiento privado en detrimento de su competencia, sino también porque no creo que la presidencia de Cuba pueda explicar por qué unos negocios gestionados de manera privada pueden inscribirse como personas jurídicas en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel, recibir visitas diplomáticas y establecer convenios comerciales con gobiernos de otros países, mientras que otros no pueden hacer nada de esto; explicación que ayudaría a establecer si Cuba es gobernada como una finca o como una nación moderna que respeta sus leyes.
Mensaje por una Cuba próxima
No habrá solución sin desarrollo de los derechos humanos, la inclusión sociopolítica, el Estado de Derecho y un contexto internacional favorable, por medio de la distensión y el diálogo. A la vez todo esfuerzo fracasará sin la participación decisiva de la ciudadanía.