La farsa de la masculinidad tóxica

Me doy cita con una amiga muy asustada por un artículo de Rosa Montero. La conocida periodista cierra filas con los “progres” españoles que batallan contra la “masculinidad tóxica”. Para Montero, “tóxica” no modifica el sustantivo. ¡Es la identidad misma! 

El feminismo ha convertido la masculinidad en una perversión, idea espuria que deseo refutar. 

Según Wikipedia:

“La masculinidad tóxica es un concepto utilizado en sicología y feminismo para referirse a ciertos comportamientos y normas culturales de los hombres que pueden generar cierto daño a la sociedad. A los hombres tradicionalmente se les suele asociar el estereotipo de ser más dominantes o competitivos. Sin embargo, pueden considerarse conductas ‘tóxicas’ cuando se muestran junto a actitudes misóginas, homófobas o que promuevan la violencia, incluyendo la agresión sexual y la violencia de género”. 

“Pueden generar”, “se les suele asociar”, “pueden considerarse”. Un viejo dicho jurídico advierte: “Donde abundan conjeturas disminuyen las pruebas”. 

Agresión indica un comportamiento cuya intención es hacer daño (sea sexual o no). Y si la agresión sexual viene de un hombre, este no lo hace en virtud de su sexo, sino por un defecto sustancial de carácter. No se mezcle lo agreste con lo agrario.

Continúa Wiki: 

“A menudoestas actitudes están presentes desde el comienzo de la socialización de los chicos, normalizando actitudes violentas como forma de relacionarse con otras personas”.

¿A menudo? ¡Qué innuendo

No existe manera de probar que la socialización de los chicos presuponga una normalización de “actitudes violentas”. ¿De qué socialización hablamos? Hay tantas: formales, informales, afectivas, discordantes, anticipativas, represivas, adaptativas, conyugales, de género, etc. 

Wikipedia cita a la Asociación Estadounidense de Sicología:

“Los hombres que se adhieren a las normas culturales tradicionalmente masculinas, como la asunción de riesgos, la violencia, el dominio, la primacía del trabajo, la necesidad de control emocional, el deseo de ganar y la búsqueda de un estatus social, tienden a tener más probabilidades de experimentar problemas sicológicos como la depresión, estrés, problemas de imagen corporal, abuso de sustancias y mal funcionamiento social”.

Las normas “tradicionalmente masculinas” citadas arriba no parten de una decisión absurda de los patriarcas y el chamán de la tribu, bajo el efecto de setas alucinógenas al ritmo de tambores, en una gruta del norte de África, hace 80 000 años. 

Existen desde el comienzo mismo de la historia humana, lo que indica que dichas normas han funcionado como selección social. Y por eso se hacen tradición. De provocar “problemas sicológicos”, habría que concluir que dichos “problemas”, o no lo son, o son simplemente colaterales sociales de la vida del ser humano en su largo curso hasta el presente.    

¿Son la depresión, el estrés, los problemas de imagen corporal y el abuso de sustancias y mal funcionamiento social, problemas de los hombres en exclusivo? 

¿Qué produce tal intoxicación masculina? 

Nunca queda claro. 

Escribo en mi libreta la serie causal: “varón” ® “socialización” ® “masculinidad tóxica”.

¿Es la socialización la causa o el varón mismo y su comportamiento que viene tóxico de fábrica? 

Si la causa fuese el varón, la socialización huelga como causa; si fuese la segunda, entonces la masculinidad no es la culpable. 

Hay otro problema, ¿no es socializar el comportarse de acuerdo con patrones sociales de conducta? Luego, la socialización de los varones representa patrones de conducta de estos últimos en la sociedad.  

El perro se muerde la cola. 

Visto así, la “masculinidad tóxica” prehistórica parece haber sido causada en retroactivo por el feminismo de tercera ola.  

Ser antisocial no es suficiente motivo para ser violento. Zenón, el cínico, irritaba a los mentecatos con su sosiego. San Simeón, el estilita, estuvo 37 dóciles años sin ver a nadie, sentado en una columna. 

¿Por qué a las feministas de tercera ola les molesta que el hombre sea competitivo y dominante? 

“Si soy así, que voy a hacer”reza el tango.

Y es que no tiene sentido. Se puede ser competitivo, incluso muy competitivo, sin causar daño a nadie. Ahí están los deportistas, mujeres y hombres modelos de comportamiento. Uno puede ser muy dañino sin ser misógino ni homófobo. 

Incluso, se puede ser dañino y homosexual, como lo atestigua Jeffrey Dahmer, asesino en serie. Un misógino como Friedrich Nietzsche, era flemático. No existe manera de demostrar una conexión necesaria entre “competitivo” y “dominante”, o “misógino” y “homófobo” y punto. 

Juana Barraza, “la mataviejitas”, era una mujer dañina. Mi abuela era una mujer dominante. 

Por último, existen hombres dóciles (el pobre tío Pacho era un pan).

¿No nos parece suficiente?




desnudo

Cuba, con el alma al aire

Pedro Manuel González Reinoso

¿Por qué el desnudo, individual o en grupo, se ha convertido en manifestación de protesta? Porque viola una absurda prohibición. Porque arremete contra la moral dominante, impuesta por los falsos atuendos. Y por más falsos discursos. De los falos falenterados.

Advertencia: Este artículo incluye contenido audiovisual, que puede herir su sensibilidad.