Dedicada a Colombia, en un ambiente nacional sumamente enrarecido y con el aterrizaje de la vicepresidenta de ese país, Francia Márquez, la fortaleza de San Carlos de La Cabaña albergó durante diez días la Feria Internacional del Libro de La Habana, con un desproporcionado pabellón ruso —oh, Mãe Pátria— y varios recintos dedicados a las propagandas de Irán, Venezuela y Bolivia —copilotas del descacharrado Sputnik—. Faltó al sarao Nicaragua, que, en medio de un silencio cómplice, anda botando pa’l carajo y sin que medie papel a sus ciudadanos, patriotas y escritores.[1]
Con la excusa de “la lectura inclusiva” se intentó destacar, en las previas, el impacto cultural de los nuevos formatos que conjeturan una gran “revolución editorial”,[2] solo comparable con la invención de la imprenta; pero se les escapa del absolut control que los lectores migran a las plataformas virtuales para preservarse del horror impreso en muy malos cuadernos.
Como siempre hubo —y esta vez, en extremo escuetos— homenajes a los centenarios de figuras y figurones: Fina García-Marruz y Antonio Núñez Jiménez; e, igualmente, se ensalzó a la bibliógrafa Araceli García Carranza-Bassetti y al opacado escritor Julio Travieso Serrano, Premio de Literatura 2021. En una barroca saleta nombrada Eusebio Leal (+EPD), en el Colegio de San Gerónimo, se realizó el Coloquio sobre don Travieso, quien ha vivido, casualmente, al borde —cuando no al margen— de los estrategas y sus verborreicas estrategias disuasorias.[3]
Posteriormente, el espectáculo ferial avanzó a lo largo del país, cual trocha que irrumpe desde Occidente (Pinar del Río, La Habana, Mayabeque, Artemisa, Matanzas e Isla de la Juventud, del 2 al 5 de marzo), atravesó el centro (Villa Clara, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Camagüey y Ciego de Ávila del 9 al 12); para concluir en el “lejano” Oriente (Las Tunas, Granma, Santiago de Cuba, Holguín y Guantánamo del 16 al 19),[4] taponando con broche imperdible el serpentinero periplo.
Mientras, un director [del ICL] llamado Juan Rodríguez ha afirmado satisfecho que este año “en La Habana se rompió el récord con 52 países, frente a los 48 del pasado año”. Por poquito le ponen Juan Pérez a este burócrata del Guinness aficionado al vidrio, quien, como Zuleica Romay, su ex, corearía ante el despido autoinfligido por venir(se) “We are the world, we are the children…”, tras realzar, la diva de papel —incontenida hasta en su “renuncia”— que “el libro nunca será (una) mercancía”.[5]
La Fiera suelta en La Habana Iletrada
Insistía el finiquitado en jefe con una imperiosidad oral supuestamente suya: “No creas, lee”. Y a continuación, ordenaba —índice afilado siempre en alto— que aquel precepto aplastante fuese inmediatamente divulgado.
Pronta, la intelligentsia lo adaptaría a su horma angosta con la infaltable inculpación martiana: “Leer es crecer”. Como si hubiese hallado por fin el antídoto exacto para la alergia que produce la levadura panadera, cuando se esparce —sin dosis ingeniera— sobre especies animales intolerantes [al gluten].
Así ocurre con cualquier consigna que nos remita al meollo de nuestra abyecta ideología; ideal para iniciáticos bobos…pero —nada en el fondo— insatisfechos con todo.
Con los años, nos enteramos de dónde provenía la mayoría de aquellos inventos del ególatra finado, tanto como la precaria harina, y nos quedábamos de piedra frente al descubrimiento del odio que expele la clase pobre cuando asoma en su parálisis el hambre antológica. Basta con que el humo del horno se torne palpable.
Este 14 de febrero amanecimos enamorados/amodorrados frente a otra resucitación eslava, la esencia de casi todas las “sorpresas” impetradas: hágase “el pan nuestro” —de casi ningún día, por demás—, en tan magro historial de desabastecimientos. Ahora, con la noticia, podrán hibernar tranquilos una temporadita más nuestros “Generales & Doctores”, porque no habrá —por ausencia imputable— inminentes tomaduras de (B/p)astillas.[6]
El arribo del mendrugo a puerto es ya real y dicen que durará varios años la venida, a pesar de frecuentes turbulencias oceánicas. Como en los sobrios tiempos del CAME, cuando embarcarse era cuestión de días y arribar, de meses. No obstante, existe en la nota dadivosa un renglón inquietante: “El Ejecutivo ruso encargó al Ministerio de Emergencias que procure, transporte y entregue la ayuda humanitaria a Cuba, mientras que el Ministerio de Asuntos Exteriores debe ayudarle en las operaciones”.
¿Y cuál será la retribución a cambio del tañido salvavidas? ¿Amor per se, justo en su día? Todo ha ocurrido bajo la coloreada mirada del santo Valentín, sobándonos en la ensoñación de otra estelar crisis misiles mediante.
No obstante, el panorama habanero desborda hace semanas en comentarios pueblerinos por el otro extremo, con el estreno de una Oficina —del barril-Aero/Flot/pens-ante— Instituto Stoylopin (G.A.), en la misma sede/bunker de la exembajada Soviética en la Calle Ucrania —¡oh paradoja del miedo-ambiente!— en el otra vez ocupado reparto Miramar por la misma clase millón-eta/aria que no ceja, se erige la incertidumbre.
Y algo más: antes de terminarse esta florida jornada libresca, un yankee rapper —lo último que nos faltaba—, emblema colosal de la reconquista turisteada de LaVana desertada tiempo ha, ¿ha arrojado billetes? sobre un pueblo enardecido —que “viril llora”—, pero con un tapaboca puesto por el “minimisterio del anterior” acerca de “la procedencia” de tal lanzamiento.
Ocurridos los hechos “oprobiosos” en las inmediaciones del Hotel Packard, en la zona mejor destartalada de la capital de casi ningún cubano con dec-oro. Cualquier republicana similitud con la meada marinera en la estatua es pura (co)incidencia.
Queda por saber si faltara algo en la caja chica del Mintur que, por la contranota, tiembla descontroladamente como si fuese la única culpable de que “unos dobles miserables ahí” del gran artista suplantaran “al latino-neoyorquino”, amiguísimo —ipso facto— de la otrora azucarera/república socia-lista, devenida hoy bananera —aunque una mano de plátanos de fruta se precie en unos 500 CUP controvertibles—. Y el cantante-arrojador ni se entere de su apreciada “ayuda humanitaria”,[7] pues jamás concurrirá su amada recién descubierta al vulgar Exchange Marquet del Low-Manhattan.
Pero esta otra fiesta ferial —de fierillas furiosas— comenzó, no festejando a los tradicionales agasajados mentados, a los cuales pre-dedicaran esta trigésimo-primera edición, sino con la performance pública del poeta Delfín Prats, quien sacó de lo más oscuro y hondo del fondo del desprecio institucional —para que le consagraran su premio largamente escamoteado—, nada menos que a dos artificios raquíticos que hace mucho no existen: la Revolución y el socialismo.
Urgidos en poner parche a tan inesperados excesos, Granma cortó por lo sano llamando “patria” a la loa del rapsoda usualmente beodo. En la nota publicada sustituyen, editan y hasta coartan alharacas, vítores y hurras vociferados por el homenajeado, sobreentendido que, ante el descrédito evidente, la jerarquía llamara al orden. O a capítulo, como se prefiera.
No obstante constatar —igual que en El Reino del Revés, de María Elena Walsh— la abundancia en el aire de un flagrante virus PCP (pendejitis crónica persistente), una habitualmente parca y aterrada Cira Romero, investigadora compro-metida desde muy atrás, dijo —sin permiso, creo— todo lo que esta personita otrora ultra-ajada y agasajada a posteriori, aún apocada y macilenta, no quiso —ni pudo— en su condición de transformado —no en otro “traidor”; sino en un hombre redivivo con mucha hambre—.[8] Y ninguna hembra cercana que lo secundase, excepto ella, le facilitase otra puesta en escena como competidor por el desprestigio intelectual, dando idea de por dónde van los tiros “artísticos” en esta islita desesperada y loca.
Decía que la compañera Cira, heroica y feliz con su tarea ministerial, despojada de súbito de todos los miedos históricos minuciosamente impetrados por el amado líder/tiranuelo entre cerradas filas —a la hora crucial de granjearse oropeles—, optó por hurgar sin miseria en la llaga profunda del delfín, exudando dolores, provocando quejidos y asumiendo sublime ascensión al parnaso con la que facilitarle la suya al vapuleado Ícaro, mientras con piedad maternal restañaba encubiertas cicatrices.
Porque el reciente alboroto en torno al estreno —fuera de Cuba, aclaro— del polémico docudrama de Pavel Giroud, sobre aquel suicidio escritural, épico y banal del luego exiliado Heberto Padilla, hace la bicoca de más de medio siglo, pues parece encontrar respuesta oficial ahora en esta prolongación del famoso síndrome capitalino sueco aterrizado en la provinciana Holguín.
Nadie se ha burlado más cínicamente en vivo del Flúor-Carbonado en Jefe —con verbo, poses, manías, sudores y hasta uña amenazante—, que el p(r)o(f)eta también aficionado a las tablas: HP; debutando en la sede misma del nido de víboras y para la posteridad. Disfrutar del aburrimiento en forma de bostezo de la sibilina futura jefa de escritores Nancy Morejón, y a Reinaldo Arenas mesarse los cabellos infestados de agujas de pino podridas del Parque Lenin, mezclado con los lácteos entonces abundantes, son dos de los grandes momentos de la performance antaño “aterradora” que hoy nos causa risa o “admiración”, por la histeria reclamante desatada en torno a tan burda farsa.
Si la maquinaria terrorista pretendió con el ocultamiento de la cinta —y el “responso” posterior al camarada latinoamericanista Santiaguito Álvarez, por no destruir la súbita intervención neurasténica de Norberto Fuentes defendiendo a “su Condao”, más el jalón de orejas al lugarteniente Papito SS por no meterse en los epílogos, como sí hizo su consorte; el lampiño Armando Quesada sin el debido permiso del peludo Ca(i)ma(n)ján—, pues consiguió justo lo contrario: que los “suicidios” posteriores de seguidores del régimen —adeptos honestos y oportunistas fingidos— le dieran esa pátina caquífera terminal que descojonó la mitomanía “revolucionaria” para siempre.
A este cadáver no lo resucitará el cante díscolo del agente “Hiram Prats” —como le apodara, segurosamente, su coetáneo y vecino de tropelías, Reinaldito—, ni el amotinamiento masivo de toda la yerta intelectualidad en plan restaur@cción eco-sistémica. El fantasma involucionario —que se venía muriendo desde 1960 con la grosera ofrenda anti apostólica de Anastás Mikoyán y los apaleamientos sucesivos al pueblo— se jodió definitivamente aquella noche primaveral del 71.
Muchos se preguntan por qué duró tanto en filtrarse el metraje de más de tres horas, hoy en la picota y vuelto picadillo, de la encomienda del cuero al incondicional del noticiario. Pues yo creo que el fingimiento autoinculpatorio —y sobre todo la voz ridícula de Heberto— es la razón de tanta escondedera. Leída más tarde la opinión vertida por un socio fiel-fidelista como el Gabo sobre el volado suceso, se argüía el despliegue de otra neurosis acerca de “el daño inconmensurable que el/la auto(r)crítica” ocasionaría a la in-mácula(h)abilidad de tan novel y carismático pop-sistem.[9]
No es de extrañar que semejante exorcismo sea una intensa contienda entre la preservación e integralidad política demandada. Una paradoja con muchos elementos del burlesque incorporados. El documento y la imagen tienen valor incuestionable como corroboración que supera las diversas versiones que respecto a lo ocurrido aquella noche se ha dicho y publicado durante años de forma dispersa e incontrastada.
En tanto, nuestros animales prehistóricos, considerados extintos, pero peligrosos en caso de antojar resucitarles, bien pudieran insistir en fantas(m)ear a su (in)justa medida y alterar nuestra noción —incólume— de cómo se ha narrado el devenir estrambótico de este sofista régimen @político. Porque @históricas han sido sus (in)discutibles resultantes.
Hoy, cuando las posturas acríticas y de tendencia a la pleitesía se consideran “defensa permitida” del ciudadano común —y también del ilustrado—, en oposición al destierro o el exilio como ejercicio de libertad que obliga a reconsiderar posiciones radicales y/o polarizadas cual método de resarcimiento, resulta poco azaroso el hallazgo de este audiovisual en su tarda difusión.
Pero tal cuestión no debe eximir la esencia de que episodios anteriores y posteriores como el que se exhibe no solo tuvieron cabida en el “proyecto social revolucionario”, sino que dieron pie —y se mantienen vigentes— a muchos de los desmanes y equívocos arbitrarios que a día de hoy se concretizan en diversos espacios vivenciales, con gradaciones varias, aunque de soslayo y de forma somera en su mención justifican el carácter imperfecto de “la magna obra” iniciática. Sin que con ello se opaque la certeza de que los desaciertos, tantos internos como externos, “responden a la injerencia siempre brutal del enemigo imperialista” —sin especificar otro más que el mismo cabrón de enfrente.
Suerte de muletilla retórica que ha devaluado toda la verdad que semejante defensa esgrime.
Si bien no hay que ser ingenuo con la aparición de este alegato que ensombrece el carácter “justiciero” de la política cultural trazada, debemos también ser muy cautelosos con el hecho de no apreciar los distintos mea-culpa que aún siguen proliferando sin llegar a alcanzar atisbos trascendentales y mediáticos, suscitados con este “improvisado” discurso de los poetas que en mucho imitan la babosería insulsa, pero asumida por sus comisarios contentos, como ejemplo de complacencia por tan reciprocante oratoria.
Prensa que jamás prensa: ni jama ni deja jamar
Es “noticia”, según la misma agencia oficial —entusiasta de ficciones intragables—, que en este 2023 la presencia de entes “foráneos” haya sido tan “relevante. Obvio que, aunque apenas concurra público, la prioridad es continuar aparentando ser vitrina en lugar de brindar confort y que tal “fiera librísima”.
Desembolsando 15 pesos previos, los aleatorios lectores deambulan por galerías y pabellones rascándose los bolsillos. Los libros que podrían ser de interés se venden a precios que van desde los 5 600 por un ejemplar sacado del sitio WattPad, hasta 4 500 CUP por cada uno de los siete tomos de Harry Potter, en muy perecederas ediciones —y los demás son, en mayoría, biografías de líderes ¿comunistas?, ensayos económicos o “riflexiones del Fifo”—; tanto como los de la ostentosa editorial Ocean Sur: volúmenes que nunca adquieren los enterados del descalabro, pero que atraen a extranjeros ingenuos o acólitos del régimen, entre los que ciertamente no figurará la estrella fulgurante del momento, Tekashi 69.
Dos tenderetes estereotipados sobreviven este año: los puestos de comida chatarra con artesanías picúas y el de los ejemplares que llevan años pudriéndose en los almacenes por invendibles. “Ladrillos de meta-tranca in-metible”, cuchichean entre ellos los tramoyistas orde(n/ñ)adores del castillo.
Muy pocas novedades nacionales hay, tras meses de parálisis, dada la escasez de papel más la apatía disimulada hacia la auténtica literatura. En el interior del antro, algunas casuchas extranjeras intentan exhibir catálogo, pero se trata de moradas independientes cuya demostrada afinidad ideoestética se repite año tras año, como la American Pathfinder Press, que ofrece libros izquierdosos: nada menos que del espía Gerardo Hernández, o de los muy partidos Ricardo Alarcón y Vilma Espín, todos de suma intrascendencia.
Colombia tampoco ha debutado con nada especial. Los que van por esnobismo en busca de reediciones del Nobel bipolar no han podido encontrar sino El fabricante de historias, una biografía de uno llamado Alberto Medina, o historietas sobre aquella polémica vida suya, a 500 toletes. Los otros volúmenes que se pueden adquirir en el pabellón “de honor” ostentan títulos con tan poco gancho como Estadísticas del libro o Léxico de la violencia en Colombia. Un guiñito —no obstante— a las conversaciones fenecidas entre las alas, los cuerpos y pares caribeñosos de hermandad interesada.
En cuanto a las empresas del desfondado traspatio, Casa de las Américas ofrece bolsos y carteles para forrar libretas; Prensa Latina atiborró sus estantes con biografías del magnífico y el Che; y los kioscos del ICL se pusieron a disposición de libreros independientes, que son los únicos que venden algo interesante, aunque sea de amarillos. Del núcleo de pabellones “oficiales” sorprende la ausencia de Ediciones Boloña, de la Oficina del Historiador Eusebito, la que anunció un programa paralelo —“en la calle de madera más corta de Cuba”— bajo la batuta sosa y soporífera de una serpenteante periodista nombrada Magda Resik, con la fina finalidad de deleitarnos escuchando no su voz cantarina y aflautada, sino el sonsonete ramplón del ralo taconeo.
El precio de los libros clásicos, aportados por editoriales extranjeras allá en lo alto del extremo, por su-puesto, se ha “actualizado” de acuerdo al ambiente bárbaro imperante: El Principito cuesta ya 1 500 baros; Los miserables, 2 500; y la novela 1984, prohibida durante décadas, 1 600. El trío Exupéry-Hugo-Orwell, dis-puestos sobre el novato pre-su-puesto, bien pudiera entonar aquello de “somos lo que hay, lo que se vende como pan caliente”. Y listo.
Pero quizás lo más relevante en esta tragedia insignificante frente a los problemas mayúsculos colaterales sea la ausencia de jóvenes, los chamas —solventes o no—, obvio que, en masa emigrados, y las caras de los aún niños, de grey. A la poca oferta más allá de cuadernos de dibujos y juegos de mesa, se le suma ahora el desgano con que llegan al abierto foso de los fusilamientos, más interesados en la oferta gastronómica que en el arte. Naturalmente.
La ubicuidad del aparato vigilante, salido de alguna paginilla novelesca, dentro y fuera de la fortificación —con disfraces azulitos o sin él—, cuenta por centenares sus agentes feriales, pendientes del trasiego soterrado de la Fiera, pues con el balanceo cadencioso de las tonfas y la mirada seriamente encuerante de rayos X, aseguran “la suma tranquilidad ciudadana”, que rezuman los policromados carteles colgados en gendarmería.
Quienes se han tomado el trabajo de subir la montaña “mágica” de Las Cabañuelas —otro tropo ditirámbico—, regresan mustios al rincón —hosca el alma, trémula y sola— tras desembolsar no sin gemido por una caja de cartón con arroz ¡y cerdo! 480 CUP, un refresco 150 CUP, y el bautizado no-es-café al mismo monto soez, pues lo más sensato sería bajarse sin pensar corriendo la misma cuesta, y tarareando a Joan M. Serrat: “que arriba en mi calle se acabó la fiesta”.
Notas:
[1] https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-64661676.amp#amp_tf=De%20%251%24s&aoh=16769274746986&referrer=https%3A%2F%2Fwww.google.com.
[2] Un artículo destaca que “se hallan en la búsqueda de crear iguales espacios y oportunidades para todos […] no es de extrañar que [la FILH] lleve la temática de la lectura inclusiva […] Si antes solo se podía aprender a través de libros o revistas especializadas, ahora la información proviene de todas partes: medios de comunicación, redes sociales, folletos, multimedia, etc” (http://www.cubadebate.cu/fotorreportajes/2023/02/15/por-que-se-le-dedica-la-feria-a-la-lectura-inclusiva/).
[3] https://www.prensa-latina.cu/2023/02/13/la-habana-historica-disfruta-el-ambiente-de-feria-del-libro.
[4] Tal cual lo “sugirió” el director del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), Andrés Ossa: “estos eventos no pueden quedar en las ciudades y zonas urbanas, sino que deben llevarse hasta las áreas rurales” redescubriendo el agua tibia. Admitir esa contienda escurridiza no es más que otra estrategia ¿explicativa? de lo inexplicable: la pérdida masiva del interés en la lectura prioritaria del bagazo oficialista en campos y ciudades ha sido obra constatable. Así se pudren los llamados “bloques ideológicos” en las peladas librerías del país, a las cuales acuden, en pos de materias primas, las eruditas maniseras y los cubanos —tiempo ha— sin papel sanitario “pal-inán”.
[5] https://www.juventudrebelde.cu/cultura/2012-02-19/zuleica-romay-en-cuba-el-libro-nunca-sera-mercancia.
[6] https://www.prensa-latina.cu/2022/12/25/gobierno-ruso-dona-trigo-a-cuba.
[7] https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=pfbid032BMhHrSisXdrxMH4uoxpRhccn7XfmesPUFr3jrfd1CVsMXrsmANsgsoJxYJxDuGrl&id=100087345789625&mibextid=Nif5oz.
[8] https://www.granma.cu/cultura/2023-02-11/para-festejar-el-ascenso-de-delfin-prats-11-02-2023-01-02-48.
[9] https://www.infobae.com/cultura/2020/09/25/critica-tortura-y-arrepentimiento-heberto-padilla-el-poeta-que-critico-a-cuba-y-dividio-a-los-escritores-del-boom/?outputType=amp-type#amp_ct=1676928248703&_tf=De%20%251%24s&aoh=16769281685783&referrer=https%3A%2F%2Fwww.google.com.
Saqué un pasaje en espíritu y fui a ver a mi mujer
Iré en Espíritu a ver a mi mujer y como un espíritu sólido me meteré dentro de ella. Cabeza de tortuga, lengua omnipresente.