La única opción del pueblo es la libertad

Estos son momentos de peligros y esperanzas para Cuba. La falta de libertad y derechos mantiene sumergido al pueblo en grandes desventajas. El Gobierno complica la situación porque se niega a la apertura democrática, y mientras los cubanos quieren cambios verdaderos y transparencia, se les impone el fraude.

En Cuba, la iglesia católica, aunque perseguida, ha estado siempre junto al pueblo y proclamando el Evangelio. La confusión que se ha generado a partir de ciertas posturas políticas, tomadas por quienes se han convertido en los principales y casi únicos voceros, responsables de la imagen pública de la Iglesia, no le hace justicia ni a ella misma ni al pueblo.

La confusión se produce porque no es fácil distinguir la misión y la autoridad del arzobispo de La Habana como pastor, a quien respetamos mucho, de su discurso y su accionar políticos. Este discurso, que se hace sistemáticamente, se proyecta como la posición de la iglesia y le sirve de plataforma de poder excluyente y privilegiado a un pequeño grupo de laicos que se comportan como «el partido» en la Iglesia. Esos laicos se alinean con la doctrina del cambio-fraude generada por el propio régimen y propagada por sus voceros y sus cómplices, mas sabemos que la Iglesia no se identifica con esa ni con ninguna otra posición política. La Iglesia ni tiene ni es un partido.

El núcleo de la doctrina del cambio-fraude consiste en negar los derechos al pueblo y sustituir los cambios hacia la democracia verdadera por la continuidad del totalitarismo. Supone que la única opción de la sociedad cubana es dar el voto de confianza a Raúl Castro y su gobierno.

Esta doctrina de la continuidad del totalitarismo tiene, entre otros, los siguientes propósitos:

  • Negar la existencia de la oposición, cuando no desprestigiarla, y negar que tengamos proyectos y alternativas de cambios pacíficos.
  • Presentar a sus escogidos como únicos interlocutores posibles y capaces para el diálogo con el Gobierno. Un único sector, supuestamente independiente, después de negar la existencia de la oposición o descalificarla.
  • Sustituir el Diálogo Nacional, que estamos proponiendo, por una negociación en las alturas, excluyente, elitista y sin transparencia.
  • Compensar el estado de destierro y humillación de los cubanos de la Diáspora con su supuesta inserción en el mismo sistema político, sin derechos, que los condena a su condición de exilados.
  • Continuar negando a los cubanos el derecho a salir y entrar libremente a su país, sustituyendo este derecho por lo que llaman transformaciones en las regulaciones migratorias.
  • Rebajar la dignidad de los cubanos propagando la injuria de que no quieren, ni merecen, derechos políticos, sino que supuestamente solo aspiran a vivir mejor económicamente.
  • Legitimar y consolidar la desigualdad más despiadada, garantizando los privilegios de los poderosos y su estatus de nuevos ricos al estilo capitalista, mientras condena a la pobreza a la mayoría de los trabajadores y desempleados bajo el lema cínico de que «cambios es más socialismo».
  • Atribuirle la condición o calidad de «cambios» a las medidas que facilitan algunos negocios privados, mientras el régimen insiste en que no realizará cambios políticos ni apertura a los derechos.

El alineamiento de algunos laicos católicos, no representativos de la mayoría, con esa doctrina o estrategia del Gobierno, les ha dado poder dentro de la Iglesia para dominar publicaciones como Espacio Laical y Palabra Nueva, centros de contenido cultural y eventos. Imponen líneas, determinan a quién excluir o incluir y actúan como verdaderos comisarios políticos, muchas veces en el mismo estilo represivo del Gobierno. Repiten hasta la saciedad que la oposición no existe cuando, en verdad, nos tratan como rivales desde la Iglesia e intentan descalificarnos dentro y fuera de Cuba. Lo escandaloso es que se involucran galopante y directamente, en la legitimación o lavado de cara de este cambio-fraude y que lo hacen comprometiendo la identidad de la Iglesia.

No podemos dejar de denunciar el malestar que aún experimentan muchos cubanos, católicos o no, ante las maniobras irrespetuosas y arrogantes del régimen antes, durante y después de la visita del Papa. Larga sería la descripción de los ultrajes sufridos, que van desde la imposición a trabajadores y militantes comunistas de asistir a las misas, hasta la suplantación de los paramédicos de la Cruz Roja por agentes represivos. La mayoría de los opositores pasaron muchos de esos días en calabozos, o confinados en sus casas, vigilados y amenazados. Pero esta, la oposición que según dicen «no existe en Cuba»; ha sido la que durante décadas ha luchado abiertamente por los derechos de las personas, la libertad (también la libertad religiosa) y la reconciliación.

Es una realidad que la Iglesia en Cuba sirve con amor y sin distinciones al pueblo, ha sido y es un espacio de libertad y tolerancia para todos, mientras el régimen ha negado esa libertad en la sociedad. Por eso consideramos que esas expresiones políticas de algunos, tan parciales y alineadas con la doctrina oficial, aunque se emitan desde la Iglesia no reflejan el sentir de la comunidad católica en su conjunto, pero sí demuestran que hay cierta falta de comunicación y diálogo dentro de la Iglesia y de espacios para contras- tar opiniones.

La Iglesia puede promover el Diálogo Nacional si dialoga con todos y puede ser mediadora si reconoce y acoge a todas las partes. No le estamos pidiendo espacios políticos, ni que tome posiciones políticas. Hemos luchado pacíficamente por todos los espacios y todos los derechos para todos los cubanos en la sociedad. En la Iglesia hemos tenido, y agradecemos, la solidaridad, el acompañamiento espiritual y humano, pero jamás hemos pretendido convertirla en nuestra tribuna, ni exigirle en los templos los derechos, cuando sabemos que es el gobierno quien se los niega y roba al pueblo, porque eso sería confundir a otra de las víctimas con el verdugo. Y la Iglesia, como el pueblo y con el pueblo, sigue siendo víctima de la opresión, pero también casa de todos y antorcha de la esperanza.

Las tensiones y las diferencias de opinión dentro de las iglesias, las familias, las agrupaciones y la sociedad son muestra de la intensidad con que los cubanos buscamos una salida, un camino pacífico para lograr los cambios. Inspirados en las virtudes del Padre Varela, a los cubanos nos anima la misma esperanza, sabiendo que estamos unidos en la visión y las metas de esos cambios que son la libertad, la justicia, la democracia y la reconciliación. La fuerza mayor para lograrlos solo vendrá del amor y la solidaridad entre cubanos.

Ante Dios Nuestro Padre, Señor de la Historia, ponemos nuestros propósitos.

Oswaldo José Payá Sardiñas
A nombre del Movimiento Cristiano Liberación
La Habana, 16 de mayo de 2012


© Imagen de portada: Miguel Díaz-Canel, Lis Cuesta (de espaldas) y Luis Alberto Rodríguez López-Callejas.


* Este texto forma parte del libro La noche no será eterna (Hypermedia, 2018) de Oswaldo Payá.




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Nuestra propia historia

Oswaldo Payá

La realidad es que en Cuba se ha mantenido un orden de no derecho que ha instalado una cultura del miedo y que, al mismo tiempo, ha jugado con las circunstancias internacionales a su favor y en contra de la libertad de los cubanos.