Nobody Listened (Nadie escuchaba). Filme documental de Néstor Almendros y Jorge Ulla que recopila en su discurso las denuncias de personas cubanas privadas de los derechos humanos. Filme que intenta, con otras voces y otros eventos del momento, denunciar el carácter dictatorial y macabro de la Revolución. Sin embargo, como refleja, nadie escuchaba. Nadie escucha aún. Lamentablemente hoy, por lo teatral en el discurso, todos hablan, o publican, o cantan, o pronuncian.
El pasado 6 de marzo de este 2023, se presentó, luego de transcurrir por múltiples festivales, la película tan esperada por la élite cultural del exilio de la Florida: El caso Padilla; filme documental realizado por Pavel Giroud, quien tuvo acceso a un archivo cinematográfico que muy pocos habían visto. Archivo que había estado escondido por casi cincuenta años; ocultado por la alta élite cultural del Departamento de la Seguridad del Estado; mitigado por la realeza castrista.
El archivo nos aparece en la pantalla adornado de mil maneras, con un poco de miel y de sirope y de palomitas; como un pancake matinal, tibio y fresco al mismo tiempo.
Antes de su salida, ya me inquietaba la existencia y la intención de este filme documental. Esa cinta, patrimonio cultural del horror castrista, caía en las manos de un director danzante, que bien lo hubiese amado Stalin, pues Pavel Giroud “no toma posición”. Pavel Giroud es arte en Revolución. Cuestioné su no sentir, la falta de empatía con el sujeto mostrado en el celuloide.
¿Cómo ver un Padilla sin Heberto? Era mi reflexionar. Sin embargo, a pocos parecía importar esto, pues una cinta mítica se asomaba y un director simpático la exponía. Citaban “envidia” al leer mis líneas, yo lloraba incomprensión y Revolución Cubana.
Ese filme en Miami, sede de esa Cuba adolorida por años, no podía rodar tan fácil y, sin embargo, pareció hacerlo. Ahí mi dolor una vez más. Intenté entonces ponerle activismo de clics y hablé con OLPL para citarlo en una petición (aunque no hubo necesidad). Quería que Change.org obligara a Giroud a hacernos tener a nuestro Padilla engullido por la Revolución.
El texto que había escrito OLPL, por su intransigencia, no fue tomado como “fuego amigo”; los agregadores de nombres no pudieron llamar a “la envidia” en él. Ya tenía un nombre y un apellido, y MIA Intelectual respeta su transcendencia. Así que su grito de “comparte coño comparte” fue oído y la alocución de Heberto Padilla fue publicada en cuatro partesen YouTube. Alabada sea la presión.
Helas, solo hay publicados cuatro pedazos que hacen 1 hora y 46 minutos. Jorge Ferrer lo publicó. Aún faltan más de dos horas de archivo. Algunos intelectuales cubanos y cobardes instalados por el mundo parecen repartirse los pedazos de la voz e imagen de quien ya murió y a quien siguen matando (Heberto siempre estará en el recuerdo de Belkis Cuza Malé).
Un pequeño sabor amargo, asqueado de otro de los juegos de otro departamento: el departamento de al lado del G2, el de la desidia, el de la apatía, el del intrínseco fidelismo y revolucionarismo. Luego de que OLPL exige, Giroud nos aparece antipático otra vez y nos envía a otros departamentos, nos habla de una queja, de proyectos y fondos internacionales. A Pavel no le interesa; ni lo oye, ni lo siente, ¡Hebertico no estará presente!
Igual recibimos de ese YouTube un amuse-bouche del dolor ajeno, para patriotas y voyeristas. Pero no es suficiente, Jorge Ferrer. Frente a la dictadura revolucionaria y al fantasma inalterable de Fidel Castro, nada es suficiente; solo la extinción de la ideología, de los ideologistas.
Los comentadores no se hicieron esperar y allá fueron a teclear los “no me sorprende pero me preocupa”; “ese es un archivo privado”; “Pavel Giroud es un director de cine, no un político”; and so on, and so on, como diría el señor Slavoj Žižek.
De ahí, en mí, Ulla y Almendros. Llamando a La Habana y esperando que el ICAIC o cualquiera los deje entrar y ver el horror. Pero el horror es solo para los revolucionarios. Su película Nobody Listened es de una gran tristeza; pues, ¿cómo no escuchar? Cómo podría alguien cubrirse las orejas e imposibilitar que llegue a sus oídos:
Nos pasaban primero, como castigo por unas capillas, nos rapaban el pelo, nos daban unos cuantos pinchazos con bayonetas. […] Nosotros estábamos allí, cientos de jovencitos, de 11, 12, 13, de 14 años, encausados por problemas políticos, juntos con los mayores y, además, dándole a esos niños una sola medicina, la medicina que tenían que convertirse; tenían que convertirse al sistema, o sencillamente, esos mismos niños eran mandados a las prisiones de La Cabaña. En el caso mío, ellos me mandaron a Isla de Pinos a un plan de trabajo forzado.[1]
Jóvenes que después de esto vivieron en libertad y murieron libres, pero presos de esos recuerdos. ¿Habría un psicoanálisis para cubanos?
Jóvenes que aún viven, en Cuba o fuera, en el recuerdo de la tortura o en la tortura misma; aún, allá, no tan lejos de los que hoy comentan y teclean, pero que no los piensan, porque nadie escucha.
Heberto tenía casi 40 años cuando estuvo todos esos días en Villa Marista, bajo el cepo del G2. No tan viejo ni tan joven; viril y preponderante es la espera de la sociedad al tener esos años cumplidos. A la mitad del camino de la vida de un hombre, la Revolución enviada por Fidel interviene; Padilla vuelto “caso”, vida de Heberto y de Belkis desecha en pedazos.
“Siempre ha pasado así, o sea, la gente tiende a rechazar los cuentos horribles; estos cuentos, que a veces salen o parecen salir de mentes enfermas o parecen salir de un mundo kafkiano, irreal; un mundo totalmente desproporcionado […]”.[2] Incluso para los cubanos en la Isla todas estas historias no han existido; por eso el chisme, la bola y el dicen qué, para cubrir con suposiciones la verdad, la realidad de aquel pueblo que no quiso someterse.
El caso Padilla es defendible por eso, porque es una película. De nuevo este elemento de lo irreal que nos permite sentarnos y gozar de 1 hora y 18 minutos, y “emocionarnos” y escuchar la voz del acusado con eco, con tinieblas de edición y mentiras de sonido; sin pensar ni analizar, tragando, en defensa de la creación y el arte, defensa de lo innecesariamente defendible.
No hay causa que defender pues no hay causa: el archivo ya está picoteado y ensandwichado, ya cada quien se comió la parte que deseaba. Ahora, es de honestos dejarlo libre e independiente, que cada clic sea su testigo y su encausante.
No existe en el disidir lo personal; el mundo de la ideas es impersonal, no táctil, moral. No habría que subrayar el carácter intransigente de quien cuestiona, ni el nivel de espíritu crítico de a quien no le parece plausible tal gesto cinematográfico de antipatía.
No hay deseo de censura ninguno en la preocupación que pueda generar la aún desaparecida cinta. Es el deseo de libertad y tranquilidad democrática lo que mueve a los detractores del efecto Giroud; saber lo que no se sabe, decir lo que no se puede. Mirar lo que no es expuesto es liberador, transgresor, no dictatorial.
No hay radicalidad en el exigir; sesenta y cuatro años de dictatura-inqilab han hecho lujosos y raros los valores y éticas de la sociedad cubana que, aun siendo “culta y preparada”, vive sin noción ni intención —cual un animal de rebaño con un cerebro, en el matadero.
Guillermo Hernández decía, frente al lente de Néstor Almendros, sobre su llegada y acogida en la Florida, luego del éxodo del Mariel:
El escritor cubano Reinaldo Arenas conversando, me dijo: “¿No te das cuenta que venimos del futuro? Y como venimos del futuro, alguien que está todavía en el pasado no puede entendernos”. Y quizás esa sea una explicación. Duele mucho cuando, en mi caso, que soy un joven producto de la Revolución, te das cuenta de que tus padres lucharon en vano; que lo mejor de la juventud cubana se perdió; que somos un país donde el pasado se convirtió en un delito. Pero, además de eso, nos hemos quedado sin futuro.[3]
Porque la Revolución mandada por Fidel nos ha robado el futuro, como se robaron a Padilla, como se robaron a Piñera, como se robaron a Lezama.
Hoy se pueden comprar ediciones publicadas, revisadas, recortadas y aceptadas de Virgilio y José. En cualquier estante podemos encontrar las obras escogidas por la Revolución de escritores que ellos mismos asesinaron moral y socialmente. Y ahí vamos y compramos en cada feria las portadas con un “desconocido” sentado o de un retrato deforme.
¿No son, estas modernas publicaciones revolucionarias de escritores contrarrevolucionarios (revolutionaries) papeles de torturas? ¿No son las notas al pie de novelas como Paradiso las herramientas de los torturadores de la libertad? ¿Cuán moral resulta pagar por una edición de La isla en peso, publicada por Ediciones Unión, en el Pabellón Cuba de La Habana? No al pasado, sí al presente mancillando el futuro.
Con oídos sordos hacia lo verídico, de espaldas y sin enjabonar, negando y negándolo todo aún, vagan mis coterráneos. ¿Cuba Libre entonces? ¿De quiénes y para quiénes? Gritando desde afuera ha estado la verdad durante todos estos años; cada uno de nosotros y aquellos, exiliados una vez y otras veces más, de a muchos y de a pocos, hediendo el dolor y los golpes, aún estamos invisibles si no bailamos la salsa.
La gente y los artistas y los intelectuales y casi todas las personas en Cuba, y Cuba misma, parecen mostrarse, luego de los eventos Covid-19 y 11J, como si no tuviesen saliva, a secas y pendientes del balanceo de las “pelotas” del dictador de turno.
“No voy a hablar de elecciones ni de partidos, sino simplemente de una dialéctica racional, que permita a los hombres entenderse y plantear su propio destino; nada de eso existía en 1959, sino una exaltación extraordinaria, una idolatría fanática del caudillo vencedor, y un grado de enajenación en la que cualquier cosa se aceptaba.”[4]
Las imágenes de los balseros y de los marielitos en escape se usan y se reproducen sin cesar en los laboratorios cinematográficos de los conectados y conectadas de La Habana; otros archivos amoralmente editados por R.F., por J.P., por Pavel Giroud.
Todo esto, junto a la alocución de Heberto, siendo parte de la Historia e historia de Cuba, y nuestra. La piel de a quienes más debería importarle parece estar forrada de una baba tal, que todo les resbala, netamente. ¿Pero cómo?
Yo prefiero mentirme y seguir creyendo, cual un fiel sin Fidel, que todos y todas queremos lo mismo para los mismos. Tal vez lo terrible de la experiencia cubana nos lleve por momentos —aun viviendo en Cuba revolucionaria—, a que apaguemos el lóbulo frontal y el neocórtex y olvidemos Cuba revolucionaria.
Tal vez por eso nadie escuchaba y nadie escucha; pues nadie piensa ni recuerda ni sabe ni quiere, pero todos gritan y rabian y no dicen nada porque, al final, ni tanto hablan. Dejamos de ser seres, ¿humanidad in = inhumanidad?
Hubo y hay una dictadura en Cuba que muchos aún parecen desconocer. Cada palabra, cada gesto, cada disidir es importante e imprescindible para evidenciar la verdad en la mayor de las Antillas. Incluso, y tal vez, sea solo hacer silencio y escuchar (en silencio).“Sentada, apaciblemente sin hacer nada, la primavera viene y la hierba crece por ella misma”.[5]
Notas:
[1] Raúl Carmenate, en Nobody Listened (Néstor Almendros y Jorge Ulla, 1987).
[2] Alcides Martínez, en Nobody Listened (Néstor Almendros y Jorge Ulla, 1987).
[3] Guillermo Hernández, en Nobody Listened (Néstor Almendros y Jorge Ulla, 1987).
[4] Jorge Valls, en Nobody Listened (Néstor Almendros y Jorge Ulla, 1987).
[5] Roland Barthes par Roland Barthes (Ed. Seuil).
Pavel Giroud: Leí el caso Padilla como el drama de Galileo Galilei
Una entrevista exclusiva con el cineasta Pavel Giroud a propósito de su más reciente película ‘El caso Padilla’.