¿Por qué mis vecinos apoyan al castrismo?

Primer lema: Una época comienza cuando su símbolo está en auge y termina cuando su símbolo caduca.

J. G. Herder, en su tratado de 1774 indica: “Cada época responde a sus valores inmediatos”. El castrismo subsiste por la perduración y legitimación de sus símbolos. Perdurar significa poseer reservas. Legitimación significa la justificación y aceptación del orden institucional castrista como imperativo práctico.

Segundo lema: Un símbolo se agota cuando carece de momentum.

El apogeo de un símbolo es siempre proporcional a su aceptación social. El novedoso análisis de Berger/Luckmann ayuda a desentrañar el enigma de la supervivencia del castrismo. Otros modelos sociológicos de postguerra daban por sentado que la hegemonía y coerción castrista eran suficientes para mantener a la sociedad cubana subyugada por más de medio siglo. Rara hipótesis esperanzadora, pues demonizaba al enemigo a la vez que nos absolvía. Hoy no hay poder totalitario que pueda mantener una sociedad sin reservas para decir NO. La pregunta que hay que hacerse es si existe esa reserva en Cuba; pero sugiero en la dirección contraria.

Tercer lema: Las masas no apoyan a un líder sino al símbolo detrás del líder.

Todo líder presupone un símbolo. La persona es particularidad específica. El líder es la particularidad que encarna un símbolo específico.

Cuarto lema: La realidad castrista ha sido definida como lucha y síntesis.

Lucha, al anunciar el presente como conflicto permanente entre la Revolución y su enemigo sempiterno el imperialismo. Síntesis, al inaugurar la época castrista como conjunción histórica entre el Máximo Líder y su PUEBLO.

El símbolo del imperialismo irrumpe en septiembre de 1960 cuando LA VOZ declara: “El imperialismo yanqui no descansará en sus esfuerzos por tratar de destruir la Revolución. Ese imperialismo nos odia con el odio de los amos contra los esclavos que se rebelan”. La síntesis del PUEBLO y el Máximo Líder queda implícita por LA VOZ en su primer discurso en La Habana: “Después de todas las muestras de cariño que yo he recibido del pueblo, de toda esa manifestación apoteósica de hoy… ¡miedo da el no poder cumplir como uno tiene que cumplir con el pueblo!”.

Quinto lema: El castrismo existe antes del castrismo.

La matriz simbólica castrista, conjunto de significados objetivos y subjetivos, le debe al vocabulario pre-castrista martiano. Es Martí quien legitima símbolos como el nacionalismo (fundamentado en la troika unión/identidad/independencia); la revolución armada (en Manifiesto de Montecristi); el internacionalismo (en Nuestra América) y el anti-imperialismo (en La verdad sobre los Estados Unidos)

El castrismo fue aceptado automáticamente en 1959 porque ya existía. Fidel Castro no fue el principio. El castrismo subsistía como ADN del pensamiento y la acción política nacional mucho antes del individuo que lleva ese nombre. Tanto Mella como Villena y Guiteras eran castristas.

Sexto lema: La realidad social cubana ha estado determinada por el apogeo o el cansancio de sus símbolos.

El símbolo PUEBLO gana momentum bien pronto en 1959. Pronuncia LA VOZ: “He aquí nuestra más firme columna, nuestra mejor tropa, la única que es capaz de ganar sola la guerra: ¡Esa tropa es el pueblo!”. Por el contrario, el símbolo de la democracia es subvertido por LA VOZ el primero de mayo de 1960. “Te inventaron una democracia extraña, una rara democracia en que tú, que eras la mayoría, ni siquiera existías políticamente dentro de la sociedad. ¡Y a eso llamaban democracia!”. (EXCLAMACIONES PROLONGADAS DE: “¡Revolución, revolución!”. “¿Elecciones para qué?”. Y: “¡Ya votamos por Fidel, ya votamos por Fidel!”). Ambos ejemplos indican que LA VOZ cuenta con el poder de redefinir los símbolos.

Séptimo lema: LA VOZ es presencia infalible y eje axiológico del proceso revolucionario.

LA VOZ infalible decreta, juzga, condena y promulga. Sin LA VOZ no habría revolución. LA VOZ existe para convencer al PUEBLO de que las miserias de la vida diaria son subordinadas a la conciencia revolucionaria (VOZ de ésta).

Octavo lema: La conciencia revolucionaria justifica la realidad socialista.

LA VOZ define la conciencia revolucionaria en su discurso de 16 de julio de 1968: “La ciencia verdaderamente revolucionaria es la ciencia de la conciencia. En la misma medida en que la conciencia del pueblo se desarrolla, la marcha de la Revolución será más rápida y victoriosa”. Añádase, no importa cuán truculenta sea esa realidad, algo que los economistas estudiosos de la realidad cubana no han tenido en cuenta.

Noveno lema: El pueblo acepta la miseria como justa compensación de la realidad revolucionaria.

En su Segunda Declaración de La Habana LA VOZ presenta la miseria como condición sine qua non del presente socialista: “El verdadero pueblo, el pueblo sufrido de siempre, ese pueblo cambia gustosamente lo que no tuvo nunca por que tendrá mañana, por todo lo que tendrá para siempre” (APLAUSOS). ¿Qué tendrá para siempre el pueblo? La miseria. La riqueza brilla por su ausencia en la teleología martiano/castrista y deviene carta de triunfo del castrismo. LA VOZ lo proclama fervorosamente: “Nosotros no debemos traducir el dinero o la riqueza en conciencia. Nosotros debemos traducir la conciencia en riqueza”. La clave de la perpetuación del castrismo consiste en que el PUEBLO acepte la miseria como expiación por el pasado republicano. Sin embargo, la miseria no puede perdurar a no ser por un pacto maquiavélico entre la Revolución y la miseria en que la riqueza devenga rehén del imperialismo. Ese pacto da a luz al bloqueo imperialista.

Décimo lema: La Revolución es la fundadora del bloqueo imperialista.

Siendo el imperialismo quien declara el bloqueo, ¿cómo puede ser este fundado por la Revolución? Fundar y declarar son dos caras de la misma moneda: uno presenta, la otra ratifica. Al imperialismo le interesa la riqueza incautada, a la Revolución le interesa la miseria permanente. LA VOZ deja claro que renunciar al bloqueo significa capitular: “Algunos pretenden que se quite el bloqueo a cambio de que capitulemos, a cambio de que renunciemos a nuestros principios políticos, de que renunciemos al socialismo y a nuestras formas democráticas” (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”. ¡Nunca!”). Si comulgar con la riqueza implica claudicar con el imperialismo, LA VOZ habrá fundado una nueva época. A partir de ahora el presente revolucionario prohíbe comulgar con la riqueza dejándola postergada al futuro imprevisible.

La guerra de la Revolución contra la riqueza erosionó el país y su potencial de cambio. En las cuatro décadas siguientes la oposición no fue capaz de crear un lenguaje propio que le hiciera frente al castrismo. La contrarrevolución de los años 60 tuvo la peor parte. Recién triunfada la Revolución y en pleno auge del castrismo, el vocabulario simbólico contrarrevolucionario quedaba asociado al régimen anterior. Expresaba LA VOZ: “Los esbirros, los verdugos, obligaron a la Revolución, muy a su pesar, a implantar los tribunales revolucionarios y sanciones severas, pero la Revolución no tiene la culpa: la culpa la tiene la contrarrevolución, la culpa la tiene el imperialismo, la culpa la tienen los esbirros que quieren volver a enlutar la familia cubana”.

El discurso disidente de fines de los años 80 y principio de los 90 fue combatido por el gobierno como una manipulación injerencista para socavar la Revolución. Protestaba LA VOZ: “Lograron esos mezquinos partos en la Comisión de Derechos Humanos: resoluciones extraídas con fórceps, en la reñida batalla que Cuba jamás ha dejado de librar contra la comedia infame del imperio y sus aliados secuaces y vasallos”. Incluso después de la caída de la URSS y el bloque socialista, el discurso disidente no transforma la realidad, salvo excepciones como el Proyecto Valera de Payá Sardiñas, el discurso de los derechos humanos es tomado prestado de fuentes foráneas.

Luego de la desaparición de LA VOZ y el envejecimiento de la generación histórica en el poder, la oposición tiene por fin una brecha. Y aunque ha logrado articular documentos y producir manifestaciones de protesta en la calle, todavía no se proyecta como una comunidad por sí misma. Desaparecida LA VOZ y gastado el proyecto sería un error asumir que el castrismo carece de reservas. Aunque agotada, la matriz simbólica del castrismo aún cuenta con el apoyo del pueblo.

Onceno lema: El apoyo al castrismo es simple exterioridad.

Cubanólogos de la vieja escuela del voluntarismo sicológico pretenden leer el pensamiento de las masas (el sofisma en este caso consiste en dar por sentado lo que necesita probarse). Decimos que el comportamiento social es exterioridad. Apoyar no es un pensar sino un hacer específico. Apoyar al castrismo es pertenecer a sus Fuerzas Armadas o a su aparato represivo, ser miembro del Partido o de las organizaciones de masas, hacer guardia, ir a los círculos de estudio, seguir de largo ante el atropello del vecino o congregarse en la plaza cada vez que se le convoca. Esa exterioridad es el combustible que mantiene vivo al régimen.

Último lema: El apoyo al castrismo es voluntario y automático.

¿Qué espera un pueblo que ha participado ya en cientos de cientos de desfiles? ¡El próximo desfile! Esa multitud sudante que bajo el fuerte sol de mayo vitorea por horas la monserga de Raúl Castro, es un hecho extraordinario en su automatismo que el castrismo ha sabido explotar. Se trata de un espejismo tragicómico. Ese pueblo concentrado en la plaza forja una voluntad de encontrarse a sí mismo como unidad, aunque paradójicamente en tanto que unidad, debe verse igualmente en falta, fuera de la multitud. Hagamos un recorrido por esa multitud sandunguera.

¿Qué observamos en las flamantes fotos del desfile, el último Primero de mayo? 

Generales enriquecidos.

Militares acomodados y agradecidos.

Militares no acomodados y acondicionados.

Dirigentes y burócratas aliñados.

Familiares de generales, militares y burócratas muy beneficiados.

Tropas de choque enguayaberadas.

Segurosos avezados.

Policías devotos.

Dirigentes renombrados.

Estudiantes destacados entrenados.

Estudiantes semiconvencidos llevados hasta allí.

Asociaciones de chivatos anónimos.

Trovadores conocidos, no arrepentidos.

Escritores publicados y agradecidos.

Escritores en lista de espera esperanzados.

Compositores consagrados.

Artistas conocidos y desconocidos.

Cederistas incondicionales y avizores.

Deportistas olímpicos.

Obreros sacrificados y acólitos.

Ex combatientes endurecidos pero aún ilusionados.

Masas semiadaptadas, resignadas y casi convencidas.

Retirados convencidos y nostálgicos.

Amas de casa imbuidas.

Miles de pioneros, adolescentes y preuniversitarios llevados allí (futuros hombres y mujeres acondicionados).

Otros miles de cubanos hastiados pero reunidos por la causa.

Militantes fervorosos.

Ex militares traumados pero castristas.

Ex militares de alto rango devenidos negociantes de éxito.