Un aniversario más de Lunes de Revolución

El mito de Lunes de Revolución no comenzó el 6 de noviembre de 1961, cuando llegaba a su desenlace con una tirada especial dedicada a Pablo Picasso y una tímida viñeta que indicaba “Número final”. Tampoco cuando en las páginas de Nueva Revista Cubana Alfredo Guevara anunciaba, en clara alusión a Lunes, que “Catedrales de paja se han levantado. Pontífices de trapo la presiden”. Ni cuando el 31 de mayo de 1961, en la Casa de las Américas, se proyectaba el documental P.M., para que se decidiera su destino a juicio de los intelectuales presentes.

El mito comienza desde que su primer ejemplar ve la luz el 23 de marzo de 1959 y sus provocadoras e iconoclastas opiniones lo convierten en un acontecimiento tan odiado como venerado por sus lectores.

El semanario Lunes de Revolución fue hijo de una etapa convulsa que trastocó gran parte de los paradigmas culturales de la nación. Los años de 1959 a 1961 pueden ser llamados, según las teorías de Reinhart Koselleck, como un período bisagra (en donde los conceptos se futurizan, pierden contenido vivencial y se convierten en conceptos de expectativas); conceptos como Revolución, Intelectual, Ciudadanía, Ideología, Libertad y Estado, abandonaron su espacio de experiencia común y se proyectaron como horizontes que se (re)significarían de acuerdo a la nueva instancia política en Cuba.

Las recién creadas instituciones y publicaciones representaron las tendencias nacientes y se convirtieron en la voz de distintos grupos y agentes que expresarían sus propuestas sobre la marcha, muchas veces en oposición.

El periódico Revolución, órgano oficial del Movimiento 26 de Julio, acogió en sus páginas al magazine semanal dirigido por Guillermo Cabrera Infante y Pablo Armando Fernández. Desde su creación, la fama de publicación rebelde y crítica fue ascendiendo rápidamente. En sus artículos y ensayos se expresaron tanto creadores de larga trayectoria como jóvenes escritores que arribaban a la arena cultural cubana con un incipiente recorrido público.

Además de Cabrera Infante y Pablo Armando Fernández, algunos de los nombres que más resonancia tuvieron en sus páginas como colaboradores principales fueron: Virgilio Piñera, José A. Baragaño, Antón Arrufat, Heberto Padilla, Calvert Casey, Rine Leal, Humberto Arenal y Edmundo Desnoes.

En su tercer número Lunes… ubicaba, como paradigmas intelectuales de su labor, una variada y llamativa lista de textos entre los que se encontraban: Discurso pidiendo la condena del rey Thomas Paine; de Antoine León de Saint-Just; Manifiesto Comunista, de Karl Marx y Federico Engels; La ley y la autoridad, de Pietr Kropotkin; La revolución rusa, de León Trotsky; Por un arte revolucionario independiente, de André Breton y la presentación de la revista Les Temps Modernes redactada por Jean Paul Sartre e incluida en Lunes… bajo el título Sartre y los tiempos modernos. De Cuba aparecían: Mensaje lírico civil, por Rubén Martínez Villena; La última sonrisa de Rafael Trejo, de Pablo de la Torriente Brau; Prosa de guerra, de Fidel Castro; El testamento político, de José Antonio Echeverría y Diario, páginas finales, de José Martí.

Los detractores de Lunes… lo acusaban de ser un semanario conformado por jóvenes anarquistas y superficiales. En abril de 1960, Lunes… replicaba: “… nosotros, los de Lunes de Revolución, hoy, queremos decir, simplemente, que no somos comunistas. Para poder decir también que no somos anticomunistas. Somos, eso sí, intelectuales, artistas, escritores de izquierda —tan de izquierda que a veces vemos al comunismo pasar por el lado y situarse a la derecha en muchas cuestiones de arte y de literatura”.

En la propuesta del magazine el ejercicio de la crítica era fundamental para el logro de una intelectualidad revolucionaria, y en el editorial del número cuarenta y tres lo reafirmaban: “Lunes cree que buena parte de los males de Cuba (y nosotros creemos que la cultura es un espejo de la vida nacional: hoy este espejo da una imagen atrasada y es lo que tratamos de explicar y corregir), provienen de la falta de crítica, de la ausencia de vigilancia, de la necesidad de autocrítica”.

Lunes de Revolución increpó a Orígenes y al Diario de la Marina, reprochó e idolatró a Albert Camus, llamó a Jorge Luis Borges el mejor escritor del siglo XX hispano, le exigió a la Academia Sueca el Premio Nobel para Pablo Neruda, se criticó a sí misma, provocó a los lectores, dejó hojas en blanco, se auto-escribió cartas como si sus propias páginas no fueran suficiente, creó una editorial (Ediciones R) y un programa de televisión (Lunes de Revolución en televisión), ayudó a producir documentales y gestionó festivales.

Su labor alcanzó dimensiones que lo convirtieron en una empresa cultural más que una revista. Ediciones R publicó los volúmenes Libro de Rolando de Rolando Escardó, La Seiba de Oscar Hurtado, La Búsqueda de Jaime Sarusky, Así en la paz como en la guerra de Guillermo Cabrera Infante y el primer tomo de Playa Girón: derrota del imperialismo.

Además, para la presentación y divulgación de escritores noveles introdujo la sección “A partir de cero”, dirigida por Virgilio Piñera, donde se reprodujeron cuentos y poemas de Jesús Abascal, Miguel Cossío Woodward, Ana María Simo, Ada Abdo, Esther Díaz Llanillo, Luis Agüero, Manuel Orozco y Gerardo Fulleda León.

El polémico cierre del magazine fue consecuencia de la ruptura entre su posición y la de figuras y grupos hegemónicos del campo intelectual como Alfredo Guevara y el PSP, y estuvo vinculado a eventos fundamentales del surgimiento de una nueva política cultural (la censura del documental P.M., las reuniones de la Biblioteca Nacional en junio de 1961 y la intervención de Fidel Castro, conocida luego como Palabras a los intelectuales).

En 1968, siete años después de que cerrara el magazine, en debate con Ambrosio Fornet, Roberto Fernández Retamar, Roque Dalton, René Depestre y Carlos María Gutiérrez (que posteriormente sería recogido en el volumen El intelectual y la sociedad), Edmundo Desnoes expresaba: “Yo creo que, para empezar, debemos reconocer que muchos de nosotros hemos sido responsables de haber creado una ilusión, la ilusión de que en Cuba existía una libertad absoluta para expresarse libremente, sin reconocer las exigencias de una sociedad en revolución”.

Lunes… fue el gran ejemplo de esa ilusión y, como Kilpatrick, personaje principal de la fabulación borgiana “Tema del traidor y del héroe”: “pereció en la víspera de la rebelión victoriosa que había premeditado y soñado”. Su proyecto supuso una incomodidad en el campo intelectual cubano en momentos de tensiones y de luchas por la hegemonía cultural. El semanario pretendió autonomía, heterodoxia, exilio y sublevación, expresiones de difícil convivencia con la realidad nacional.

En las últimas décadas, cuando cierta apertura editorial dentro de la isla ha hecho posible rescatar a escritores como Guillermo Cabrera Infante (de la mano de Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco) y Calvert Casey (a través del libro Diseminaciones de Calvert Casey, de Jamila Medina), tres textos sobre Lunes… han sido destacados en certámenes nacionales: “Lunes de Revolución y la ideoestética del compromiso” de Ariel González, mención en el premio de la revista Temas del 2001; Lunes de Revolución: compromiso y libertad de Leandro Estupiñán, mención en el Premio Casa de  las Américas; y Rehabilitación de la memoria histórica: Lunes de Revolución en el campo intelectual cubano 1959-1961, de quien escribe estas líneas, Premio Calendario en la categoría de Ensayo, en 2016.

Autores como Julio César Guanche, Ambrosio Fornet, Desiderio Navarro, Alberto Abreu Arcia, María del Pilar Díaz Castañón, Arturo Arango, Graziella Pogolotti, entre otros, han publicado trabajos que rescatan el panorama intelectual de los primeros años de la Cuba revolucionaria, pero aún no es suficiente.

Menciono nombres y títulos con toda intención. Un tema cardinal para entender las reestructuraciones del universo intelectual y cultural cubano a partir de 1959 requiere de mayor estudio por parte de publicaciones e investigadores dentro de Cuba. En otras latitudes, como era de esperarse, Lunes… ha recibido amplia atención, principalmente desde España, México y Estados Unidos, a través de autores como Rafael Rojas y William Luis; pero es dentro de la isla donde las ausencias deben ser mencionadas, debatidas y cuestionadas.

Este 23 de marzo se conmemora un aniversario más del surgimiento del magazine. La fecha aún no está recogida en la cultura cubana como una efeméride a rememorar o como un suceso a mencionar en los medios de divulgación.

No es esta una desventura que solo detenta Lunes de Revolución: la lista de olvidos que pesa sobre los hombros de la realidad cubana es de amplias dimensiones.

Lunes… no solo necesita una plena reinserción en el discurso historiográfico cubano, sino también en la memoria colectiva nacional.

Parafraseando a Michel de Certeau: el pasado siempre surge como otro, es función del historiador traducir el lenguaje de los muertos y reposicionarlos en el presente.