Virgen de la Caridad: ¡Salva a Cuba!

Lo posible infinito

“Lo posible es posible, porque es imposible”. Cuando leí alguna vez esa frase de José Lezama Lima me pareció importante para entender las contingencias a veces inexplicables que nos suceden en la cotidianidad

Durante mucho tiempo hemos escuchado de manera recurrente: “el cubano es un carnero, le pueden hacer cualquier cosa y no pasa nada”. Hasta el expresidente de Cuba, Raúl Castro, expresó una vez algo así como que con un pueblo como este se puede gobernar cien años más, seguro del apoyo incondicional al proyecto de Revolución que lideró por varias décadas su hermano Fidel, después él y ahora su continuidad. 

Y lo imposible de imaginar se hizo posible el 11 de julio de 2021 —el estallido social a gran escala de una parte significativa del pueblo en muchos lugares del país— debido a la incapacidad institucional de brindar soluciones adecuadas para el mejoramiento del país, agravado por la terrible pandemia que hoy nos flagela. Ese domingo irrumpieron en el espacio público quienes están privados del discurso oficial. Gracias a Internet pudimos enterarnos del primer movimiento en San Antonio de los Baños.

Una de las periodistas expresó que el presidente acababa de llegar del pueblo insubordinado y ¡estaba sudado!, ¡sus acompañantes también! Qué pena que tuvieran que salir de los salones refrigerados donde siempre están… 

La infeliz frase “la calle es de los revolucionarios” y la muy peligrosa “la orden de combate está dada” fueron la respuesta inmediata del Gobierno a semejante e inaudito atrevimiento. Fueron muchos los lugares donde se dijo “Patria y vida”, “Libertad”, “Abajo la dictadura”: Palma Soriano, Santiago de Cuba, Camagüey, Cárdenas, Regla, el Capitolio… 

Tropas especiales, enfrentamientos entre policías y paramilitares contra un pueblo desarmado, cansado, hambriento, sufrido, carente de las más elementales medicinas para atenuar cualquier tipo de enfermedad, que padece los efectos de los apagones en un clima extremadamente cálido, obligado a comprar en tiendas en una moneda en la cual no se le paga, que carece de todo tipo de artículos necesarios para un desenvolvimiento normal de la vida doméstica. “Los dolores ignorados, suelen ser siempre los más terribles dolores”.[1]

Como consecuencia de esa sorprendente jornada que conmocionó al mundo, de manera inmediata comenzaron los actos de privación de libertad, golpes, juicios sumarios a muchos de los jóvenes participantes por grabar las manifestaciones, por estar presente, por pedir libertad. José Martí destacó: “protéjase el culto a la dignidad y a los deberes. Exáltese al pueblo: su exaltación es una prueba de grandeza”.[2]


La banalidad del mal

Hay algunas cuestiones que deseo comentar como resultado de la fuerte violencia desatada por parte del poder; una es la profunda polarización de la sociedad cubana, por ello sugiero el texto Eichmann en Jerusalén o La banalidad del mal, de Hannah Arendt. La especialista alemana en Teoría Política, destaca cómo cualquier persona puede contribuir a hacer mucho daño a otras, aunque sean buenos seres humanos: padres, madres, hermanos, amigos porque al pensar que están haciendo un bien, o simplemente cumpliendo órdenes, se sienten que no cometen ningún delito de lesa humanidad; ese fue el caso del oficial nazi —cuyo apellido le da nombre al controvertido texto—, encargado de elaborar las listas de los judíos que debían ir a los campos de trabajo forzado o a los de exterminio. Así, observamos videos de hombres bajarse de guaguas con palos en sus manos, dispuestos a castigar con violencia a todo aquel que estuviera ejerciendo su derecho a la libre expresión, su desacuerdo con el estado de cosas existentes en suelo cubano. 

Leí varias declaraciones de organizaciones de profesionales como filósofos, historiadores, organizaciones no gubernamentales, que expresan su total apoyo a la “Revolución” y continúan refiriéndose a los involucrados el 11 de julio como mercenarios, vulgares, gusanos, delincuentes… Solo se menciona en la televisión este tipo de calificativos, sin hacer alusión a los artistas, intelectuales, religiosos, personas humildes que por intentar ejercer sus derechos ciudadanos, son objeto de persecución y violencia. Se resaltan las escenas de vandalismo, se hace caso omiso al caro anhelo de la libertad: “quien es pobre y depende de la dádiva o la caridad para sobrevivir, nunca es totalmente libre”.[3]

Tuve la oportunidad de leer una entrevista a quien hoy ostenta un cargo importante de una institución del saber. Esta especialista, a quien en lo personal aprecio, me sorprende por lo reduccionista en el análisis de la situación política actual al comentar: “Hay muchas necesidades acumuladas y contradicciones, (…) pero el odio no es una necesidad. Entonces esto también dice de toda la manipulación e incitación que hay, y nos obliga a pensar en qué tenemos que hacer para evitar que eso se repita”. Me sorprenden y estremecen estas y otras declaraciones: “no nos dejemos robar las redes sociales por el enemigo”.

Le preguntaría a la experta: 

¿Quién incitó al odio? 

¿Quién salió con las tropas especiales y con grupos paramilitares para sofocar las manifestaciones que en otros países defendemos? 

¿Por qué cuando los inconformes son de EE. UU., Chile, Colombia, el análisis es otro? 

¿Quién ejecuta juicios sumarios? 

¿Es justo que no se respeten los derechos humanos para defender un sistema que se denomina Revolución? (Una adolescente de 17 años fue condenada a 8 meses de privación de libertad. ¡Es un horror!). 

¿Por qué afirmar que lo que se expresa en las redes es dejarse robar por el enemigo?

Es fuerte leer un escrito de la destacada poetisa Nancy Morejón, aparecido en el periódico Granma pocos días después del asombroso acontecimiento nacional: 

Malandrines

Los malandrines fueron derrotados porque somos Cuba: una Isla en medio de hermosos archipiélagos que hemos sabido plantar y defender, sin tregua, una Revolución más grande que nosotros mismos cuya raíz más legítima se ha alimentado de aquel principio inolvidable que no olvidamos

Duelen sus palabras, no se acuerda la respetada intelectual que una vez integró un grupo nombrado El Puente y que a sus miembros también los trataron como malandrines.  

Este es un mensaje de Abel Prieto, presidente de la Casa de las Américas: “Tenemos una tarea urgente que nos ha dado Díaz-Canel: acudir a todos los barrios como la Güinera y el Canal del Cerro y escuchar a la gente y tratar, juntos, de encontrar soluciones”.

 Si no fuera tan grave la situación, esas palabras dieran risa, solo demuestra el alejamiento tremendo de los dirigentes con su pueblo, con la triste y dura realidad de los cubanos “de a pie”, como ellos mismos nos etiquetaron. Se olvidaron esos funcionarios que deberían desde hace décadas haber sido sensibles con la fragilidad y la vulnerabilidad de mucha gente. La respuesta ahora no debe constituirse en una declaración de buenas intenciones. Una ética social debe ser fiel a la condición humana. 

Me cuesta trabajo constatar cómo personas de bien guardan silencio; pero no es nada extraño. Cuba está en estos momentos rota, dividida y esta segmentación no es un fenómeno provocado el 11 de julio. Hace muchos años permanece con este escenario. Es suficiente mencionar el caso Padilla, el Quinquenio Gris, el proceso de “profundización” en las universidades para eliminar a elementos “contrarrevolucionarios” y homosexuales a finales de los años 70 y principios de los años 80 del pasado siglo. Después de 1959, Cuba se convirtió en un país emisor de emigración.    

En este domingo de rebelión de los corderos se envió un mensaje al mundo. Mientras el pueblo enferma y muere, aglomerado en colas para sobrevivir, una cúpula militar construye hoteles de lujo. No hay ambulancias, pero sí carros patrullas por todas partes. En sus comunicados de adhesión revolucionaria no están presentes semejantes cuestionamientos, porque —como bien escribió Michel Foucault— de lo que no se habla no existe. Tendrían que preguntarse también los defensores con anquilosados argumentos ¿Acaso un gobierno puede dispensarse de ser honrado porque es gobierno?

La retórica unitaria de la que se hacía gala se desplomó el 11 de julio. Este día se desbarató la pancarta, fue el muro de Berlín cubano, aunque aparentemente regrese la calma. Jóvenes sin compromisos, desprejuiciados, sin miedos, lo derrumbaron como realidad física y política. Lo que pasa es que ese muro sigue existiendo en la mente de muchos de nuestros compatriotas. Habría que recordarles a quienes hoy juzgan y condenan, que aquellos a quienes sancionan son sus semejantes en esta historia cercana. Es peligroso conservar ese nacionalismo barato e ignorante que hace creer a muchos que Cuba es el ombligo del mundo. 

Los poderosos —falta de pensamientos— se apoyan en palabras justificativas que proporcionan los científicos sociales, aquellos esperan con abdómenes descomunales. Todo funciona a las mil maravillas en el mejor de los mundos mediático-políticos. Se puede pertenecer a un universo prestigioso y, sin embargo, ocupar en él una posición oscura. Existe una inferioridad de quienes son inferiores entre los superiores, son los que están obligados a firmar manifiestos, a hacer incómodas guardias en sus centros de trabajo ante supuestos ataques del enemigo; misterios de posición. 

Una parte de los espectadores de las noticias oficiales nos quedamos tristes, indignados e impotentes ante tantas falsedades. Los sociólogos tendríamos que trasladarnos con pensamiento al lugar de los hechos, hacer trabajo de campo. Ponernos en sentido verdadero en el lugar de los desfavorecidos, tener una visión más crítica ante el grupo oculto de poder que permanece en la sombra. 

¡Sabemos que están fuera de todo control auditable! 


Quitarse el ropaje del silencio

Una señora mayor de edad dijo unas sabias palabras en medio del levantamiento popular: “nos quitamos el ropaje del silencio”. Nadie puede predecir lo que sucederá dentro de un tiempo, ni siquiera saber qué pasará en los próximos tiempos; posiblemente todo estará “bajo control” sobre la base de la prisión, de la privación de la libertad de movimiento, del amordazamiento. Pero de lo que sí se puede tener seguridad es que la soberanía se encuentra en la misma raíz del vivir humanamente y de que las opiniones no se disuelven a palos. 

El pueblo cubano —como cualquier sociedad—  merece tener una vida decente y no verse obligado al exilio. En esta Cuba destruida, enferma, pobre, la actualidad se agita. Ella exige cambios vitales, sustanciales, muy profundos. Un inicio de un proceso de conciliación sería la liberación completa de todos los encarcelados por los sucesos del 11 de julio, pedir perdón por la violencia desatada, sentar en la mesa redonda a diferentes tendencias de pensamiento para cambiar y mejorar nuestra realidad, no aferrarse al poder. Sería el inicio de la paz, un partido no es Dios.

El Libro de Job expone el tema del sufrimiento del inocente; la sentencia martiana “padecí con amor” nos convoca. Cuando vi el video donde jóvenes marchando con las manos levantadas lloré mucho. El pueblo solo quiere vivir de manera justa, es imposible posponer el tiempo de una vida humana, que le permitan voz a los que dicen verdades.

José Martí nos convoca. “Los que intentan resolver un problema, no pueden prescindir de ninguno de sus datos. Ni es posible dar solución a la honda revuelta de un país en que se mueven diversos factores, sin ponerlos de acuerdo de antemano, o hallar un resultado que concuerde con la aspiración y utilidad del mayor número”.[4]


© Imagen de portada: Caridad del Cobre. Cundo Bermúdez.




Notas:
[1]José Martí: “Castillo”, en Obras Completas. Edición Crítica (1862-1876), t. 1, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2009, p. 50.
[2]José Martí: “Boletín”, en Obras Completas. Edición Crítica (1875-1876), t. 2, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2010, p. 28.
[3] Mario Vargas Llosa: “Una novela para el siglo XXI”, en Miguel de Cervantes: Don Quijote de La Mancha, Real Academia Española, Madrid, 2004.
[4] José Martí: “Asuntos cubanos. Lectura en Steck Hall, New York, 24 de enero de 1880”, en Obras Completas. Edición Crítica (1878-1880), t. 6, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2002, p. 159.




Daniela-rojo

La incertidumbre de no saber lo que iba a pasar

Daniela Rojo

Me cargaron, me levantaron en peso. De ahí, sentada en el piso con los brazos en alto, haciendo el símbolo de libertad con los dedos, me cargaron en peso unas ocho, diez personas, y me lanzaron adentro de un carro.