Cuando me monté en el asiento de al lado del chofer, como siempre hago, noté por el espejo retrovisor que en el asiento de atrás del Uber ya venía sentado yo: sí, Orlando Luis Pardo Lazo en persona, yo mismo pero otro, doble o a la mitad, en ambos casos con la vista extraviada por la ventanilla hacia afuera, como si no supiera por las calles de qué planeta estuviera viajando. Es decir, estuviéramos viajando.
Pobre muchacho, pensé. En un momento determinado, cuando decidió que morirse era lo único que valía la pena en Cuba, Orlando Luis Pardo Lazo había resucitado gracias al amor. Y entonces se había convertido en una fuerza vital y bella de la naturaleza humana, un sol libérrimo entre las ruinas retrógradas de la Revolución, un cubano bueno y desbordante de espiritualidad en medio de la maldad matérica de la cubanía.
De eso hacía ya más de diez años, como en el 2006 o 2007. Demasiado tiempo, compañeros y compañeras. El niño héroe desde entonces había muerto demasiadas veces.
Sobrevivir a los Castros no es una tarea fácil para nadie. Tampoco para este pobre muchacho, pensé. Es como ir saltando de tumba en tumba, sin saber en cuál paso en falso te vas a caer de culo en la tuya. Sin misericordia, sin perdón. Como un títere cuyo corazón expuesto al aire preso de la Isla y el Exilio se le ha ido convirtiendo en una piedra fría, apátrida, patética.
Traté de hacer contacto visual con los ojos color tarde o color tiempo de aquel Orlando Luis Pardo Lazo que viajaba en el asiento de atrás de mi taxi Uber. Misión imposible. Más que estar en fuga, su mirada misma era una línea de fuga. Una serie silente de puntos discontinuos desde su vista vaciada hasta extraviarse en los cielos sin cielo de una ciudad ignota, inconcebible, como de otro planeta pero de otra galaxia.
Parece dormido, pensé. Y en más de un sentido lo estaba. Es decir, lo estábamos.
Por favor, que no nos despierte nadie.
Espantado de todo me refugio en Trump
El libro más reciente de Orlando Luis Pardo Lazo.
«El escritor cubano más audaz, el más incorrecto, el más sincero. Un libro que no te puedes perder».