¿Qué futuro le espera al apoyo internacional a la democracia?

Resumen

El campo del apoyo internacional a la democracia sufrió una grave disrupción en la primera mitad de este año. El principal detonante fue el desmantelamiento radical por parte de la administración de Donald Trump de la ayuda y las políticas estadounidenses vinculadas a la democracia en el extranjero, pero las presiones y los problemas en muchas otras regiones del mundo también sacudieron el sector. Esta disrupción, que se suma a numerosos problemas y desafíos ya acumulados, está forzando una revisión dolorosa pero necesaria del apoyo a la democracia. Este documento ofrece algunas ideas preliminares sobre en qué podría consistir esa revisión.

La primera parte detalla la actual ola de disrupción que afecta al apoyo a la democracia: tanto las acciones del gobierno de Trump como las tendencias adversas entre otros donantes democráticos occidentales, financiadores privados estadounidenses e instituciones multilaterales.

La segunda parte examina el contexto político internacional en el que se ha producido esta disrupción. Destaca dos tendencias: por un lado, el creciente protagonismo de las potencias autoritarias, especialmente China y Rusia, que refuerzan a otros regímenes autoritarios, debilitan el atractivo de la democracia y apoyan actores e ideas antidemocráticas dentro de las propias democracias establecidas; y por otro, el debilitamiento interno de estas democracias.

La tercera parte identifica y explora seis grandes desafíos que resultan clave para reimaginar y renovar el apoyo internacional a la democracia:

  • Nuevos liderazgos y mejor coordinación: con Estados Unidos alejándose de su papel tradicional como mayor y más influyente respaldo de la democracia global, son esenciales nuevas formas de liderazgo y coordinación.
  • Mayor diferenciación y priorización estratégica: el panorama diverso de males democráticos en el mundo exige estrategias más diferenciadas. También implica que los actores prodemocráticos deben establecer prioridades más claras entre países y temáticas.
  • Superar la división entre “Occidente y el resto”: ya es hora de dejar atrás la idea obsoleta de que el apoyo a la democracia se divide claramente entre proveedores y receptores, y avanzar hacia enfoques de colaboración democrática bidireccionales y mutuamente enriquecedores.
  • Nuevos relatos y modelos: la disrupción democrática global ha puesto de manifiesto la urgencia de encontrar relatos más eficaces, tanto sobre el valor de la democracia como sobre la legitimidad del apoyo a la democracia. Esta búsqueda debe ir acompañada de una mayor apertura a nuevos debates e ideas sobre modelos democráticos alternativos.
  • Nuevos métodos: el trabajo democrático en un contexto de fuertes restricciones presupuestarias exige métodos que den prioridad a la creación de coaliciones y alianzas, el intercambio de conocimientos, los recursos locales y formas alternativas de organización cívica.
  • Debatir el apoyo a la democracia sin democracia: surgen nuevos debates sobre si ha llegado el momento de desligar el apoyo democrático del uso de la democracia como marco organizador, y centrarse en cambio en incorporar sus temas a otras áreas de acción más amplias.

Resulta difícil imaginar cómo puede sostenerse eficazmente la democracia global mientras Estados Unidos se retira del escenario y otras democracias reducen su compromiso con la ayuda internacional. Pero la reinvención es posible: la necesidad puede transformarse en oportunidad.



Introducción

A comienzos de 2025, Estados Unidos seguía siendo el mayor proveedor mundial de ayuda para el apoyo internacional a la democracia.[1] Pero la financiación era solo una parte de la ecuación. La acción diplomática estadounidense, los incentivos y sanciones económicas, y el respaldo militar formaban también elementos clave del prolongado papel de Estados Unidos como principal defensor global de la democracia, por muy incoherente y retóricamente exagerado que haya sido ese papel en la práctica. Casi de inmediato, al llegar al poder, Trump y su equipo arremetieron contra el sistema de financiación, la arquitectura institucional y la diplomacia que Estados Unidos había construido durante más de medio siglo para respaldar la democracia en el mundo. Sus acciones desmoralizaron a innumerables activistas democráticos en el extranjero, envalentonaron a los autócratas de varias regiones y provocaron una sacudida en toda la comunidad de organizaciones gubernamentales, multilaterales y no gubernamentales dedicadas al apoyo internacional a la democracia.

Nadie que se preocupe por la libertad y el bienestar humanos habría deseado un giro semejante. Sin embargo, este sacudón está forzando una revisión necesaria del modo en que se apoya la democracia. A pesar de decenas de miles de millones de dólares y euros destinados a esa causa, de incontables iniciativas diplomáticas por parte de gobiernos comprometidos y de una intensa labor de promoción democrática desde y en instituciones internacionales, las autocracias se han endurecido y las democracias se han debilitado durante las dos últimas décadas. Esto no significa que todo ese esfuerzo haya sido inútil, pero sí pone en evidencia que fue insuficiente. Los métodos tradicionales de apoyo transnacional a la democracia no han sido objeto de una revisión profunda desde que este ámbito cobró impulso en los años noventa. Las prácticas que se impusieron en aquellos años iniciales apenas han sido reformuladas —y solo de forma parcial e inconsistente— a medida que la expansión democrática global fue dando paso a una prolongada recesión. Durante los últimos veinte años, a medida que se multiplicaban los casos de retroceso y desmantelamiento democrático, quienes defendían la democracia parecían estar siempre a la defensiva, tratando de adaptarse a las duras realidades políticas globales sin encontrar el tiempo ni la voluntad para reunirse como comunidad, analizar las razones de sus fracasos y elevar el nivel de sus acciones. Incluso sin los cambios sísmicos de este año, este campo ya requería una reflexión crítica y una renovación profunda.

Este documento aspira a aportar ideas y análisis al conjunto de conversaciones y debates que están surgiendo rápidamente en muchos espacios sobre cómo podría materializarse esa renovación.[2] La primera parte expone la disrupción masiva que ha afectado a este ámbito en la primera mitad de 2025, revisando lo sucedido en Estados Unidos, pero también en el conjunto de la comunidad internacional de apoyo a la democracia. La segunda parte examina el difícil contexto político global en el que se está produciendo dicha disrupción. La tercera parte presenta seis cuestiones clave que deberían situarse en el centro de una evaluación profunda y de una regeneración del campo del apoyo a la democracia.



Parte Uno: Un ámbito en crisis

Durante la primera mitad de este año, el apoyo internacional a la democracia ha sufrido una disrupción abrupta, profunda y severa. El principal factor de esta crisis ha sido el desmantelamiento radical de la ayuda y las políticas estadounidenses en materia de democracia en el exterior, llevado a cabo por la administración Trump, aunque también han contribuido las presiones y dificultades en otras partes del mundo.

La hoguera de la ayuda democrática estadounidense

Como parte de sus drásticos recortes a la asistencia exterior de Estados Unidos —incluido el desmantelamiento de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID)—, la administración Trump ha eliminado lo que probablemente representa más del 80% de la ayuda destinada al fomento de la democracia.[3] Algunas partidas menores siguen fluyendo desde el Departamento de Estado y el National Endowment for Democracy, pero el futuro de ambas fuentes es sumamente incierto.[4] La administración también ha asestado un golpe al sistema de radiodifusión internacional de Estados Unidos —un elemento crucial del apoyo a la democracia—, desmontando, entre otros, la emisora Voice of America.[5] La Millennium Challenge Corporation, que había funcionado como una fuente adicional útil de apoyo democrático gracias a su condicionalidad basada en la buena gobernanza, parece estar también en proceso de desmantelamiento.[6] Es posible que en los próximos meses el Congreso recupere el control de su poder presupuestario y trate de preservar, o incluso aumentar, los fondos para la democracia desde los niveles extremadamente bajos actuales, pero el rechazo general de la administración Trump hacia la ayuda exterior —y hacia la ayuda democrática en particular— hace que esta posibilidad sea, por ahora, puramente especulativa.[7]

Esta hoguera de la ayuda democrática ha devastado a la comunidad de organizaciones no gubernamentales estadounidenses que durante décadas han estado al frente de los programas internacionales de apoyo a la democracia, como el International Republican Institute, el National Democratic Institute, la International Foundation for Electoral Systems, Freedom House, Internews, el Center for International Private Enterprise, entre otros. Estas organizaciones se han visto obligadas a cerrar decenas de oficinas internacionales, cancelar la mayoría de sus programas y despedir a un porcentaje muy elevado de su personal.[8] También las consultoras de desarrollo que han trabajado durante décadas en programas democráticos se han visto gravemente afectadas. Los recortes han perjudicado igualmente a cientos —posiblemente miles— de organizaciones no estadounidenses que dependían de la financiación de Estados Unidos.[9] Grupos de derechos humanos, medios independientes, asociaciones de mujeres, organizaciones de observación electoral, entidades anticorrupción y otras organizaciones cívicas prodemocráticas de múltiples regiones luchan ahora por encontrar recursos y protección. Cientos de defensores de derechos humanos que se encuentran bajo amenaza directa están en grave peligro, con casas seguras cerradas por falta de fondos y rutas de evacuación bloqueadas.[10] La ruptura de confianza con algunos de los activistas más valientes del mundo —personas que se han enfrentado a gobiernos represivos por la causa de la libertad y contaban con el respaldo de Estados Unidos— es desoladora. Incluso si parte de la financiación llega a restablecerse, los socios que han dedicado su vida a esta causa no olvidarán que algo así puede volver a suceder. Es probable que se muestren reticentes a retomar su colaboración con Estados Unidos y, si lo hacen, será con una profunda desconfianza.

Retirada más amplia de Estados Unidos

El desmantelamiento de la ayuda estadounidense a la democracia es solo una parte de la retirada más amplia emprendida por la administración Trump respecto al papel internacional que Estados Unidos ha desempeñado históricamente como defensor de la democracia. Desde la década de 1940, Estados Unidos ha tenido un papel crucial en el avance de la democracia a nivel mundial. Si bien la compleja mezcla de intereses en su política exterior dio lugar a numerosas incoherencias en el cumplimiento de ese rol, Washington movilizó ingentes recursos diplomáticos, económicos y militares para respaldar a sus aliados democráticos y a quienes aspiraban a serlo. Su apoyo ofreció a las democracias amenazadas desde el exterior cierto grado de disuasión frente a regímenes autoritarios decididos a expandirse. Sus políticas diplomáticas buscaban frenar o atenuar las acciones de líderes que retrocedían en materia democrática y respaldar las transiciones emergentes hacia sistemas democráticos. Su implicación en instituciones multilaterales ayudó a consolidar normas democráticas en diversas regiones del mundo. Su política de asistencia a refugiados creó refugio para disidentes de muchos países.

Estados Unidos también contribuyó a organizar y liderar a otros países en la defensa de un sistema internacional que favoreciera las normas democráticas. Los esfuerzos internacionales para coordinarse en cuestiones vinculadas con la democracia —como la tecnología, las sanciones comerciales, la legislación anticorrupción y otros ámbitos conexos— fueron impulsados en ocasiones por países europeos, pero con mayor frecuencia fue la diplomacia estadounidense, mucho más amplia, la que llevó el peso de esa tarea. Los diplomáticos de Estados Unidos eran los encargados habituales de reunir apoyos en los organismos multilaterales a favor de la democracia. En ciertos casos, la asociación militar estadounidense se aplicó de forma eficaz: por ejemplo, para presionar a las Fuerzas Armadas brasileñas a que se mantuvieran del lado de la democracia y no respaldaran el intento de golpe de Jair Bolsonaro antes de las elecciones de 2022 en Brasil.[11] En otros casos, Estados Unidos ofreció un respaldo directo a países democráticos: su ayuda militar y económica —junto con la europea— ha contribuido a evitar que se extingan las aspiraciones democráticas de Ucrania.

La retirada de Estados Unidos en estos ámbitos diplomáticos y de seguridad debilitará la democracia en todo el mundo. Regímenes autoritarios ambiciosos como el de China intensificarán su actividad diplomática para expandir su influencia autocrática. Thomas Carothers y Oliver Stuenkel han descrito cómo las acciones de Trump han envalentonado a líderes antidemocráticos e inspirado conductas imitativas en otros países. Por ejemplo, la declaración de Elon Musk de que USAID era una organización criminal abrió la puerta a que Hungría, Serbia y Eslovaquia iniciaran investigaciones, redadas e incluso procesos penales contra organizaciones que habían recibido fondos de USAID.[12]

Al mismo tiempo, la reducción del respaldo diplomático estadounidense puede socavar la moral de los activistas, debilitando sus esfuerzos de cambio desde abajo. Para muchas personas dispuestas a arriesgar su integridad por la libertad de sus países, el saber que Estados Unidos los respaldaba ofrecía una forma intangible de seguridad. La posibilidad de que Washington ofreciera refugio a ellos o a sus seres queridos en caso de represión estatal les daba una red de seguridad. Ahora, la percepción de que están solos en su lucha podría llevar a muchos defensores de la democracia a reducir sus actividades.

Del lado de los autócratas

La administración Trump no solo se ha apartado de la democracia al recortar la ayuda y restar importancia a la diplomacia prodemocrática: ahora interviene activamente en favor del autoritarismo, reduciendo los derechos fundamentales en el ámbito interno, respaldando gobiernos y figuras políticas iliberales o antidemocráticas en el exterior, y oponiéndose al liberalismo en los organismos internacionales.

En el plano interno, la administración ha comenzado a atacar a los medios independientes, interfiriendo incluso con las agencias de noticias sindicadas de las que depende buena parte del mundo para obtener información global.[13] Ha comenzado a utilizar herramientas ya empleadas en otras democracias en retroceso para forzar la obediencia de empresas, bufetes, universidades y otras organizaciones sin ánimo de lucro. También ha arremetido contra jueces que han dictado fallos en su contra y ha eludido el cumplimiento de resoluciones judiciales que no le agradan.[14] Aunque los tribunales han respondido con frecuencia frenando las acciones ilegales del gobierno, el hecho de que este haya intentado actuar de ese modo —y que haya insultado a la justicia por oponerse— ofrece una excusa perfecta para que los autócratas de todo el mundo hagan lo mismo sin temor a represalias por parte de Estados Unidos.[15]

De hecho, la administración Trump se ha alineado ya con los autoritarios en varios frentes. Ha anunciado que eliminará de los informes anuales del Departamento de Estado sobre derechos humanos la mención a varios derechos fundamentales, como el respeto a la privacidad.[16] Además de desmantelar Voice of America, la administración ha señalado que pretende sustituir parte de su contenido con programación del canal ultraderechista One America News Network.[17] Altos cargos del gobierno han manifestado su apoyo a partidos o políticos de extrema derecha e ideología iliberal en otros países, como el vicepresidente JD Vance, que intervino en Múnich en favor del partido Alternativa para Alemania, o la secretaria de Seguridad Nacional Kristi Noem, que durante una visita a Polonia instó a los votantes a respaldar al candidato derechista antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de mayo.[18] En el plano institucional internacional, Estados Unidos ha utilizado su asiento en Naciones Unidas para oponerse al lenguaje sobre igualdad de género en la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer, y ha votado en contra de una resolución en la Asamblea General que condenaba la guerra de Rusia contra Ucrania.[19]

Los efectos acumulados del reposicionamiento de Estados Unidos en materia de democracia están destinados a ser significativos. Ahora bien, conviene recordar que el apoyo de Washington a la democracia nunca ha estado exento de imperfecciones. Los esfuerzos más intensos de Estados Unidos en apoyo de las transiciones democráticas se han limitado casi siempre a países más débiles. El respaldo político de alto nivel a la reforma democrática ha sido mucho más tibio cuando se ha tratado de gobiernos dispuestos a alinearse con los intereses geopolíticos de Estados Unidos, ya fuese frente al comunismo, al terrorismo global, a la emigración o, más recientemente, frente a la competencia con China. Incluso la administración del expresidente Joe Biden —que se presentó como defensora de la democracia— fracasó en muchos casos a la hora de defender con claridad los derechos humanos, como cuando no utilizó las sanciones de forma efectiva contra Irán durante el gran movimiento democrático liderado por mujeres.[20] La pérdida del respaldo estadounidense a la democracia bajo Trump es enorme. Pero también es importante mantener cierta perspectiva: no resulta tan devastadora como podría parecer si se partiera de una visión idealizada del papel que ha desempeñado Estados Unidos.

Financiadores privados en EE. UU.

Ante el nuevo contexto estadounidense, algunos financiadores privados del país han aumentado sus aportes en cuestiones relacionadas con la democracia. Sin embargo, la mayor parte de esta financiación adicional se concentra, de forma comprensible, en el ámbito interno, con el objetivo de proteger la democracia estadounidense.[21] Otros, temiendo represalias por parte del gobierno, han congelado por completo sus decisiones de financiación para evitar polémicas. Algunas fundaciones que anteriormente apoyaban al sector han reducido discretamente sus programas dedicados a la democracia. En conjunto, solo un puñado de grandes fundaciones estadounidenses mantiene hoy un compromiso significativo con la democracia o los derechos humanos a nivel internacional. A pesar de su importancia, sus recursos son limitados y están sometidos a nuevas presiones por parte de una administración que parece decidida a restringir y castigar la filantropía privada.

Las fundaciones corporativas de Estados Unidos actúan con mayor cautela en su apoyo a organizaciones democráticas, temerosas de provocar la ira de un gobierno que ya ha demostrado su disposición a imponer costes empresariales significativos a actividades que le resultan incómodas. Las universidades, que antes ofrecían apoyos en especie —como becas para académicos activistas provenientes de otros países—, ahora enfrentan nuevas presiones económicas como resultado de los ataques sin precedentes del gobierno contra las instituciones universitarias. Es posible que se muestren más reacias a aceptar en sus programas a personas que podrían convertirse en blanco de la administración, y que enfrenten además restricciones más severas para la concesión de visados a estudiantes o visitantes extranjeros.

Algunos filántropos individuales estadounidenses podrían aumentar su apoyo; aunque, como las fundaciones, suelen centrar sus esfuerzos principalmente en cuestiones relacionadas con la democracia dentro del país. El apoyo que ofrecen a programas internacionales de democracia no está vinculado a la acción diplomática del gobierno, por lo que carece del efecto multiplicador que solía tener la ayuda oficial estadounidense. Incluso si estuvieran dispuestos a incrementar sus contribuciones, tendrían que enfrentarse al panorama de polarización ideológica.[22] Los donantes privados en EE. UU. forman parte de un entorno político profundamente dividido, y las organizaciones democráticas que intentan captar fondos de estos actores corren el riesgo de verse arrastradas a posiciones partidistas —ya sea por donantes progresistas que buscan amplificar las críticas a la situación política del país, o por donantes conservadores que exigen centrarse en el autoritarismo chino y rechazan toda crítica hacia EE. UU. o hacia gobiernos iliberales de derecha en Europa—. Una dependencia creciente de la financiación privada podría así fragmentar el campo de apoyo estadounidense a la democracia en dos bloques opuestos, debilitando las alianzas bipartidistas y colaborativas que tradicionalmente han definido su trabajo.

Ecos europeos

Aunque el resto del amplio campo del apoyo internacional a la democracia no está viviendo una disrupción al estilo estadounidense, sí afronta crecientes incertidumbres y dificultades. Los presupuestos de ayuda europeos están sometidos a una fuerte presión, tanto por la urgencia de aumentar el gasto militar para compensar el debilitamiento del paraguas de seguridad estadounidense, como por las tensiones políticas generadas por partidos de derecha escépticos con respecto a la ayuda exterior. Francia, Alemania, los Países Bajos, Suecia y el Reino Unido han anunciado recortes importantes que con toda probabilidad afectarán a los programas democráticos.[23] La ayuda canalizada por la Comisión Europea —la fuente más importante de financiación democrática en Europa— está sometida a una intensa negociación dentro del nuevo presupuesto plurianual de la Unión Europea.[24] Algunos donantes europeos han intentado cubrir de forma puntual las carencias más inmediatas generadas por los recortes estadounidenses, pero solo han podido paliar una fracción mínima de lo que se ha perdido. Algunos países democráticos están intentando hacer más. Suiza, por ejemplo, ha incrementado su compromiso con la democracia mediante acciones diplomáticas y de ayuda al desarrollo.[25] Pero, incluso cuando estos donantes más pequeños dan un paso al frente, no pueden compensar la retirada masiva de Estados Unidos y otros grandes contribuyentes.

Incertidumbres multilaterales

Si bien numerosos organismos multilaterales fuera de la Unión Europea siguen implicados en el apoyo a la democracia, también se enfrentan a una presión creciente y a múltiples incertidumbres. La administración Trump ya ha recortado su contribución a varios organismos de Naciones Unidas, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, y probablemente aplicará más recortes con el tiempo. Algunas organizaciones regionales se ven afectadas por conflictos políticos en las zonas donde operan: la Unión Africana y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, por ejemplo, deben hacer frente a la oleada de golpes militares en el Sahel, mientras que la Organización de Estados Americanos se encuentra atenazada por la creciente polarización entre derecha e izquierda en el ámbito multilateral latinoamericano. De forma más general, China y otras potencias autoritarias están aumentando su influencia dentro del sistema multilateral, y utilizan esa influencia para debilitar o bloquear el trabajo de estas instituciones en todo lo relacionado con la democracia.

Grupos e iniciativas multilaterales dedicados específicamente a la democracia o a asuntos afines, como el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional) o la Alianza para el Gobierno Abierto (Open Government Partnership), siguen realizando una labor valiosa, pero también enfrentan nuevas presiones financieras y no pueden sustituir el compromiso político de alto nivel por parte de los gobiernos. El proceso de la Cumbre por la Democracia, impulsado por la administración Biden, ofreció resultados limitados y actualmente se encuentra en estado moribundo. Algunos grupos reducidos de países han promovido iniciativas “minilaterales”: España y Brasil, por ejemplo, organizaron el foro “Defender la Democracia” en Naciones Unidas en 2024, pero estas iniciativas no han dado lugar a un nuevo impulso tangible en el apoyo a la democracia.



Parte Dos: Un contexto internacional tenso y conflictivo

La disrupción, la presión y la incertidumbre que sacuden actualmente el ámbito del apoyo internacional a la democracia se desarrollan en un contexto político global en el que la democracia es cada vez más objeto de disputa, y en el que confluyen corrientes negativas muy diversas. Han quedado atrás los años en que los defensores internacionales de la democracia podían desarrollar sus actividades con escasa competencia por parte de poderes autoritarios, y con cierta confianza en la salud y el atractivo general del modelo democrático.

Promoción del autoritarismo

En los últimos años, China y Rusia —las dos autocracias más poderosas del mundo— se han endurecido internamente y han intensificado sus esfuerzos para ejercer una amplia influencia política antidemocrática más allá de sus fronteras:

  • Apoyo a otros Estados autoritarios frente a movimientos democráticos internos. Tal como han señalado numerosos analistas, algunos regímenes autoritarios con ambiciones geopolíticas, especialmente Rusia y China, están ayudando a otros regímenes autoritarios, sin que las diferencias ideológicas entre ellos constituyan un obstáculo.[26] A través del uso de recursos económicos, diplomáticos, militares y de inteligencia, refuerzan gobiernos que, en otro momento, habrían caído ante movilizaciones ciudadanas, como los casos de Bielorrusia y Venezuela.
  • Desprestigio del modelo democrático en democracias débiles. Mediante vastas campañas de desinformación, dirigidas principalmente por Rusia y China, se difunden narrativas que presentan a los países democráticos como lugares violentos e ingobernables, mientras que se retrata a los regímenes autoritarios como justos y valientes.[27] El sentimiento antiestadounidense y la creciente desilusión con la gobernanza democrática en muchas partes del mundo han generado audiencias receptivas.[28] Esta propaganda está influyendo en sectores amplios de la población en África, América Latina y otras regiones. Al mismo tiempo, algunos regímenes autoritarios han encontrado respaldo entre gobiernos que antes eran considerados apoyos incipientes a la democracia, como Brasil, India y Turquía.[29]
  • Apoyo a políticos, partidos y organizaciones afines a regímenes autoritarios dentro de democracias. En 2022, un informe de inteligencia estadounidense desclasificado reveló que Rusia había destinado 300 millones de dólares para apoyar a partidos políticos en unos veinte países.[30]Este financiamiento se ha dirigido a partidos de derecha —como préstamos al Frente Nacional en Francia y apoyos a la Liga italiana y al Partido de la Libertad en Austria—, pero también ha alcanzado a algunos políticos y partidos de izquierda, como un diputado del Partido Verde de Letonia.[31] El objetivo de este apoyo ruso es polarizar las democracias y generar simpatizantes de Rusia dentro de países individuales y en instituciones como la OTAN o el Parlamento Europeo. Rusia también ha recurrido a la desinformación para apuntalar a líderes golpistas en África, como en Burkina Faso.[32] Diversos estudios han documentado también el financiamiento chino a políticos y partidos pro-China en democracias como Australia y Canadá, así como la infiltración china en universidades y medios de comunicación en múltiples países democráticos.[33]
  • Acentuación de la polarización en democracias consolidadas para debilitar su cohesión social y su gobernabilidad. Las potencias autoritarias que respaldan partidos polarizantes dentro de las democracias complementan estas acciones con campañas de desinformación dirigidas a dividir a la ciudadanía.[34] Irán, por ejemplo, fue descubierto enviando correos intimidatorios a votantes estadounidenses—un caso particularmente preocupante, ya que estas operaciones informativas que normalizan la violencia pueden estar contribuyendo al aumento de la violencia política en democracias con fuerzas armadas poderosas.[35] En varios países, los esfuerzos no se limitan al terreno informativo: Rusia ha prestado apoyo material a movimientos separatistas —desde Texas hasta España—, a organizaciones políticas que difunden discursos prorrusos, e incluso a grupos violentos, como bandas moteras en Europa.[36] Estas acciones identifican puntos de entrada dentro de la sociedad para luego expandirse desde esas bases preexistentes. La propaganda se convierte así en una profecía autocumplida, agravando las dificultades para gobernar sociedades cada vez más fracturadas, polarizadas y violentas.

China y Rusia no son los únicos poderes autoritarios que trabajan activamente para extender su influencia política transnacional, a menudo apoyando gobiernos y resultados antidemocráticos. Estados del Golfo como Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), así como Irán, Turquía y Venezuela, también son actores relevantes. Estas influencias están ganando cada vez más presencia en África. En Sudán, por ejemplo, los EAU se han convertido en el actor externo más activo en la guerra civil del país, ofreciendo un apoyo sustancial a las Fuerzas de Apoyo Rápido, una milicia paramilitar enfrentada al gobierno, lo que ha contribuido a agravar un conflicto ya de por sí devastador.[37]

Las democracias se debilitan desde dentro

La penetración de ideas autoritarias promovidas desde el exterior en países democráticos está siendo facilitada por transformaciones internas, como la pérdida de atractivo de la democracia para los votantes y la aparición de líderes elegidos democráticamente que están erosionando democracias antes estables desde la cúspide del poder.

Creciente vulnerabilidad a la penetración autoritaria. Tras la Segunda Guerra Mundial, organizaciones respaldadas por la Unión Soviética trataron con frecuencia de ganar influencia dentro de las democracias. Pero en la mayoría de los países occidentales, los “idiotas útiles” y los grupos afines a ideologías totalitarias operaban en los márgenes de la vida política. Hacia las últimas décadas del siglo XX, los Estados totalitarios eran débiles desde el punto de vista económico y sus ideologías apenas tenían presencia en el interior de las democracias.

En el siglo XXI, sin embargo, las democracias consolidadas son mucho más vulnerables a la penetración autoritaria. Esta fragilidad está debilitando la posibilidad de articular un frente común, tanto en el ámbito interno como en el internacional. Como se ha descrito anteriormente, la propaganda antidemocrática proveniente de autocracias con aspiraciones geopolíticas se dirige a los ciudadanos de muchas democracias. Al mismo tiempo, los partidos políticos que reciben apoyo del Kremlin o de China pueden mostrarse más reacios a criticar a estos países en foros internacionales, e incluso respaldar sus objetivos de política exterior. Algunos países que fueron democráticos y que forman parte de la OTAN o de la UE, pero que mantienen estrechos vínculos con China, Irán, Rusia u otros Estados no democráticos, también pueden actuar como eslabones débiles. Estas relaciones socavan la cohesión y la capacidad estratégica de dichos bloques para actuar en defensa de la democracia.

Pero las ideas no son el único problema. Los vínculos financieros son también cada vez más determinantes. Muchos líderes empresariales con intereses en Estados cleptocráticos o autoritarios se muestran renuentes a criticar sus prácticas antidemocráticas. Por ejemplo, durante años Hollywood ha evitado producir películas que retraten negativamente a China por miedo a ser excluido del mercado chino.[38] Del mismo modo, algunas empresas evitan criticar las derivas autoritarias de gobiernos electos para no poner en riesgo sus negocios en esos países. Es el caso, por ejemplo, de los fabricantes de automóviles alemanes en Hungría, a pesar de los años de retroceso democrático en ese país, o de los bancos internacionales que siguen operando en Hong Kong a pesar del endurecimiento del control chino desde 2020.[39]

Declive del poder blando. A finales del siglo XX, la democracia disfrutaba de un notable atractivo cultural a escala global. Ese poder se ha visto considerablemente erosionado.

A comienzos de los años noventa, la democracia se asociaba con el éxito económico. Esa narrativa ha sido socavada por el caso de China, que ha alcanzado un notable nivel de prosperidad sin ser una democracia, y que ha promovido agresivamente su modelo de desarrollo. Este modelo resulta especialmente atractivo para líderes corruptos o autoritarios, que lo utilizan para convencer a sus poblaciones de que es posible lograr desarrollo sin renunciar al poder ni a los privilegios. La “curva del elefante”, propuesta en la década de 2010 por el economista Branko Milanovic para mostrar los efectos desiguales de la globalización en la distribución de ingresos, puso en duda la supuesta asociación entre crecimiento económico y democracia: la globalización económica de los años noventa y los primeros 2000 benefició a las clases medias altas a nivel global, pero dejó atrás a las clases medias bajas de las democracias desarrolladas, lo que generó importantes reacciones adversas.[40]

En muchos países, las experiencias de la población con el crimen, la oligarquía, la corrupción y otras disfunciones durante procesos de transición democrática han erosionado el apoyo a la democracia, sobre todo cuando se decía a la gente que vivía los dolores del parto de un nuevo orden democrático, cuando en realidad lo que se estaba consolidando eran nuevas formas de oligarquía y captura del Estado.

El desencanto con el funcionamiento práctico de la democracia también es evidente en Estados Unidos y Europa, especialmente entre los jóvenes más políticamente comprometidos, lo que dificulta que los promotores occidentales de la democracia proyecten una imagen convincente ante quienes aspiran a establecer sistemas similares.[41] Aunque en las democracias occidentales las mayorías siguen apoyando el modelo democrático, están ganando fuerza e intensidad otras corrientes políticas. Un movimiento conservador iliberal de ámbito transatlántico está debilitando el respaldo a los derechos inalienables de las minorías, al tiempo que defiende el mayoritarismo o incluso el liderazgo autoritario como formas preferibles de construir comunidades cohesionadas. Un movimiento neorreaccionario promovido por supuestos visionarios tecnológicos como Curtis Yarvin propugna el regreso a la monarquía y el fin de la democracia, y cuenta con un número sorprendente de seguidores entre tecnólogos e incluso entre estudiantes de élite en Estados Unidos.[42] En ese mismo país, los jóvenes más políticamente activos son también los más proclives a apoyar la violencia política.[43] Estas corrientes económicas, políticas e intelectuales en ebullición hacen que las democracias occidentales resulten cada vez menos atractivas a los ojos del mundo.



Parte Tres: Nuevos caminos para avanzar

La comunidad internacional dedicada al apoyo a la democracia está tambaleándose tras la grave disrupción sufrida en los últimos seis meses. Sin embargo, pese a todos los daños y el clima de desmoralización, una amplia comunidad de organizaciones comprometidas con el respaldo transnacional a la democracia sigue activa en muchos frentes. Esta comunidad está compuesta por ministerios de Asuntos Exteriores, agencias de ayuda, instituciones multilaterales, fundaciones filantrópicas, organizaciones especializadas en apoyo a la democracia, entidades encargadas de ejecutar programas de cooperación al desarrollo, asociaciones y alianzas mixtas (gubernamentales y no gubernamentales), coaliciones cívicas prodemocráticas, así como ONG regionales y nacionales. Aunque muchas de estas organizaciones siguen impactadas por la magnitud de la crisis, son muy conscientes de la necesidad urgente de asumir esta nueva realidad y encontrar formas de avanzar.

Los retos son inmensos y la agenda es apremiante. A la magnitud y complejidad de esta tarea se suma el hecho de que la disrupción actual se produce tras muchos años de carencias acumuladas en el campo del apoyo a la democracia, que con frecuencia fueron ignoradas o minimizadas por miedo a poner en cuestión —y por tanto en riesgo— la legitimidad misma del proyecto democrático. Estas carencias incluyen estrategias poco eficaces, métodos obsoletos y supuestos heredados sobre modelos, narrativas y valores. En términos muy claros: durante los últimos veinte años, los defensores occidentales de la democracia han invertido decenas de miles de millones de dólares y euros, así como enormes recursos diplomáticos y humanos, para respaldar a personas comprometidas con la democracia en sus propios países, y sin embargo la democracia no ha dejado de retroceder a escala mundial. Resulta evidente que es necesario afrontar con honestidad cuestiones fundamentales sobre el apoyo a la democracia y su porvenir.

Dada la amplitud y diversidad del ecosistema internacional de apoyo a la democracia, no existe un único conjunto de preguntas, directrices o propuestas que pueda aplicarse de forma uniforme o exhaustiva a esta comunidad, imprecisamente definida y en gran medida carente de coordinación. Por ello, este documento se centra en identificar un núcleo de cuestiones compartidas que deben abordarse para salir del actual estado de disrupción e incertidumbre. Se destacan seis ámbitos prioritarios: liderazgo y coordinación, diferenciación y priorización estratégicas, la división entre Occidente y el resto del mundo, narrativas y modelos, métodos, y el marco conceptual general.

Nuevo liderazgo y mejor coordinación

Uno de los principales desafíos actuales es cómo puede responder la comunidad internacional que apoya la democracia ante la retirada repentina —y probablemente prolongada— del liderazgo estadounidense en este ámbito. El papel de Estados Unidos como referente democrático, mayor financiador, peso pesado diplomático y promotor de la agenda ha sido el pilar que sostuvo todo el entramado del apoyo a la democracia desde sus orígenes. Durante décadas, muchas democracias occidentales y no occidentales han mostrado incomodidad ante la hegemonía estadounidense, pero al mismo tiempo aceptaron o incluso esperaron que desempeñara un rol predominante en numerosas cuestiones relacionadas con la democracia.

El vacío de liderazgo plantea serias preguntas a otros gobiernos comprometidos con el apoyo a la democracia. ¿Darán un paso al frente y asumirán un papel más activo? O, por el contrario, ¿podría el giro de la política estadounidense llevarles a cuestionar sus propios compromisos democráticos y concluir que sin el respaldo de EE. UU., este tipo de apoyo ya no es viable? Aquellos que decidan asumir mayores responsabilidades tendrán que explorar y adoptar nuevas formas de liderazgo, más específicas y dirigidas, ya sea por sectores temáticos o por regiones y países concretos. Por mencionar solo uno entre muchos ejemplos posibles: ¿qué país o conjunto de países asumirán ahora el liderazgo en políticas y ayudas internacionales contra la corrupción, un espacio que Estados Unidos ha abandonado?[44] Lo mismo puede decirse del apoyo a los medios de comunicación y de otros sectores clave en el ámbito democrático donde Washington era el actor dominante y ya no lo es.

Los proveedores de ayuda a la democracia no cuentan con un foro adecuado para identificar, debatir y resolver este tipo de cuestiones de liderazgo. Desde hace años repiten de forma ritual la necesidad de una mayor coordinación y expresan su deseo de avanzar en esa dirección, pero estas declaraciones rara vez se traducen en acciones concretas. En algunos países receptores, especialmente aquellos más dependientes de la ayuda internacional, los donantes han logrado cierto grado de coordinación. Sin embargo, esa coordinación ha sido mucho más limitada a nivel regional e internacional, salvo en contados ámbitos especializados, como el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI). Ante la deriva de Estados Unidos —de potencia pro-democrática a actor favorable al autoritarismo—, es imperativo que los gobiernos que siguen comprometidos con esta causa tomen en serio no solo la necesidad de mejorar la coordinación, sino también la urgencia de llenar el profundo vacío de liderazgo.

Un paso crucial sería, por tanto, la creación de un foro de coordinación u otro mecanismo similar para el apoyo internacional a la democracia. Idealmente, estaría dirigido por un pequeño grupo de gobiernos —no más de cuatro o cinco— que mantengan una implicación significativa tanto en la diplomacia como en la ayuda democrática. También podría incluir a un número similar de fundaciones u ONG internacionales orientadas al ámbito democrático. Este foro no debería centrarse en grandes cumbres anuales inclusivas, en las que el debate sobre quién está invitado y quién no suele acaparar toda la atención y donde predominan los consensos mínimos. En su lugar, debería adoptar un enfoque más ágil y flexible, basado en reuniones frecuentes y reducidas entre participantes muy comprometidos. Su objetivo sería mantener una visión de conjunto sobre los principales puntos fuertes y carencias del apoyo democrático internacional, y reforzar el sector mediante la creación de subgrupos flexibles centrados en temas o países concretos, en línea con lo que los analistas del Policy Center for the New South han denominado “internacionalismo entre afines”.[45]

Otro tema crucial en el nuevo contexto es si ha llegado el momento de recentrar el apoyo a la democracia, alejándolo de su tradicional base occidental para anclarlo en el Sur Global. Esta idea surge con frecuencia en los talleres y conferencias donde se debate el futuro del sector. Según este planteamiento, debería ser ahora cuando democracias emergentes del Sur Global como Brasil, India, Indonesia, México, Nigeria y Sudáfrica asuman un mayor protagonismo. Para algunos observadores, esto es aún más pertinente debido a lo que consideran una pérdida sustancial de credibilidad de las democracias occidentales en materia de derechos humanos, resultado del escaso interés mostrado por los efectos de las acciones militares israelíes en Gaza, en contraste con el fuerte apoyo que Occidente ha prestado a Ucrania frente a la intervención militar rusa.[46]

Aunque a primera vista la idea de un nuevo liderazgo por parte del Sur Global puede parecer atractiva, corre el riesgo de convertirse en un cliché vacío que seduce pero no conduce a nada concreto. Muchas de las grandes democracias no occidentales siguen siendo profundamente reticentes ante la idea misma de que un país intervenga en la trayectoria política de otro. Además, muchas de ellas padecen actualmente graves retrocesos democráticos, incluso más severos que los de Estados Unidos, lo cual las desacredita como referentes en este ámbito. Ciertamente, algunas de estas democracias pueden y deben participar en los nuevos esfuerzos de coordinación y liderazgo, pero esperar que, como grupo, asuman el relevo y se conviertan en los nuevos “propietarios” del apoyo internacional a la democracia resulta poco realista.

Quizá una forma más realista de abordar el liderazgo del Sur Global sea ampliar el enfoque en dos direcciones. En primer lugar, son las democracias más pequeñas del Sur Global las que probablemente estén mejor posicionadas para desempeñar un papel activo en la promoción transnacional de la democracia. Las grandes democracias del Sur Global están más firmemente atadas al paradigma de la no injerencia y de la resistencia al intervencionismo democrático occidental, que consideran de corte imperialista. Democracias más pequeñas como Chile, Ghana o Taiwán han estado menos expuestas a ese discurso y, en muchos casos, se han beneficiado directamente del apoyo democrático occidental, lo que las convierte en candidatas más propicias para liderar un giro de Occidente hacia el resto del mundo. En segundo lugar, existe un ecosistema vital de ONG del Sur Global centradas en temas democráticos, con presencia regional e interregional, que probablemente constituyan una fuente más fértil de energía y dirección para el futuro del apoyo internacional a la democracia que los grandes gobiernos del Sur Global.

Mayor diferenciación y priorización estratégica

Este momento de disrupción exige volver a plantearse cuestiones estratégicas muy básicas. Todo empieza en el plano macro, con una diferenciación estratégica básica—o, mejor dicho, con la ausencia crónica de ella. El ámbito del apoyo a la democracia cobró forma en una época en la que solo existían dos contextos principales a los que prestar atención: regímenes autoritarios que parecían vulnerables a un posible cambio democrático drástico, y contextos de transición en los que los autoritarios habían sido derrocados y se intentaba consolidar sistemas democráticos incipientes. Los proveedores de ayuda a la democracia han tenido dificultades para desarrollar estrategias bien diferenciadas que se ajusten a un panorama enormemente variado. Este desafío es anterior a las actuales dificultades provocadas por el giro antidemocrático de la administración Trump, pero ese nuevo contexto hace aún más urgente que los defensores de la democracia lo aborden.

Actualmente existen al menos cinco grandes tipos de contextos nacionales para el trabajo de apoyo a la democracia:

Estados plenamente autoritarios: Los regímenes autoritarios que sobrevivieron a la tercera ola de democratización, como Bielorrusia, Egipto o Venezuela, se han consolidado políticamente. Suelen apoyarse entre sí y demuestran ser hábiles a la hora de entender y resistir las presiones democráticas externas. Algunos cuentan con un auténtico respaldo popular, mientras que otros se mantienen gracias a la represión y la cooptación. Muchos han desarrollado contranarrativas coherentes frente a la democracia. En estos países, los procesos electorales que existen carecen de valor real y sus instituciones de control horizontal han sido socavadas, cerrando casi todas las vías de entrada para la ayuda democrática, más allá del margen de acción que aún conserva la sociedad civil.

Regímenes autoritarios competitivos y otros híbridos: Un número considerable de países que fueron democráticos o estaban en transición ha acabado en esta categoría, a medida que sus líderes electos han debilitado o desmantelado las instituciones y normas democráticas, como Hungría, India y Turquía. En estos países se celebran procesos electorales con cierta participación de fuerzas opositoras, pero con múltiples distorsiones y restricciones. La sociedad civil, incluidos los medios independientes, conserva cierto margen de acción, aunque sometido a fuertes presiones y límites. En algunos casos, la violencia es elevada y a menudo ejercida por grupos delictivos organizados que mantienen estrechos vínculos con el poder. La corrupción es también habitual y, a veces, desencadena protestas masivas; otras veces, en cambio, provoca un cansancio generalizado con todos los actores políticos. En estos países, los defensores de la democracia pueden encontrar en sus aliados cierta preocupación por provocar reacciones negativas: el activismo contra la corrupción o la violencia puede servir como pretexto para que los gobiernos centralicen aún más el poder. Las protestas prodemocráticas pueden dar lugar a represalias autoritarias y a un reforzamiento del régimen.

Países en riesgo o en fases iniciales de retroceso democrático: Algunas democracias atraviesan las primeras etapas del retroceso democrático o experimentan señales preocupantes por el auge de fuerzas políticas iliberales o antidemocráticas. Brasil, Indonesia, Polonia y Estados Unidos son ejemplos de esta categoría. En algunos de estos países, los líderes electos han intentado socavar (o están en proceso de socavar) los controles institucionales a su poder, por ejemplo atacando al poder judicial, mientras intentan deslegitimar y restringir a la oposición política y a la sociedad civil. En otros, los partidos o políticos iliberales están ganando fuerza y representarían una amenaza real si llegaran al poder. Estos líderes suelen utilizar la polarización política como táctica principal, para dividir a la oposición y reforzar la narrativa de que ellos son los salvadores de la nación. En estos contextos, todavía es posible organizarse política y cívicamente, y la oposición aún puede ganar elecciones nacionales; estas dos tácticas juntas suelen ser la única vía viable para frenar el retroceso. Pero los líderes autoritarios en retroceso han aprendido a actuar con rapidez, a copiarse entre sí y a atacar los esfuerzos externos de apoyo a la democracia tildándolos de injerencia política ilegítima.

Países en recuperación: A pesar de la tendencia general al retroceso democrático, un pequeño pero creciente número de países ha experimentado nuevas aperturas democráticas y procesos de recuperación tras la derrota electoral o el colapso político de un gobierno autoritario. Bangladés, Guatemala y Senegal son ejemplos. Estos casos representan oportunidades importantes para el apoyo democrático externo, pero también enfrentan desafíos complejos: expectativas públicas desmesuradas de mejoras rápidas, resistencia obstinada por parte del régimen saliente, necesidad de recuperar instituciones estatales capturadas por el anterior gobierno, altos niveles de polarización política y un deterioro socioeconómico de fondo como consecuencia de años de mala gestión y corrupción.[47]

Países en conflicto: Algunos países que en su día parecían formar parte de la tercera ola democrática abandonaron después sus intentos de transición y cayeron en conflictos civiles que se han cronificado, a menudo acompañados del colapso del Estado. En estos países, la prioridad es poner fin a guerras civiles prolongadas, pero las preocupaciones democráticas siguen presentes en los procesos de resolución de conflictos que aspiran a lograr una política inclusiva y representativa. El apoyo democrático externo enfrenta numerosos retos en estos entornos: operar en contextos de alta violencia, lidiar con la ausencia de instituciones estatales coherentes y trabajar con ciudadanos traumatizados que temen las consecuencias de la movilización y participación política.

Se necesitan estrategias de apoyo democrático claramente distintas para cada uno de estos contextos. Sin embargo, muchas organizaciones dedicadas a este ámbito han tardado en abandonar marcos estratégicos genéricos que siguen anclados en ideas antiguas sobre el apoyo a un conjunto estándar de instituciones democráticas formales. El nuevo contexto de disrupción debería servir de acicate para que la comunidad democrática cuestione sus prácticas y diferencie mejor sus estrategias. En los últimos años ha surgido investigación que ofrece lecciones útiles sobre estrategias eficaces para distintos contextos, pero ese conocimiento sigue disperso y solo ha sido incorporado de forma parcial por las organizaciones del sector.[48] Por ejemplo, no está claro si los ministerios de Asuntos Exteriores de los países que formalmente dicen apoyar la democracia internacional disponen de una estrategia clara para frenar el retroceso democrático cuando un líder electo comienza a vulnerar las normas e instituciones democráticas, o si tienen preparada una estrategia de recuperación democrática para casos de reapertura institucional.

A una mayor diferenciación estratégica debe sumarse una mayor selectividad ante las múltiples demandas. En algunas entidades, especialmente gobiernos y grandes instituciones multilaterales, persiste la tendencia a evitar la priorización y repartir los esfuerzos entre un gran número de países. La complejidad del panorama democrático actual, unida a la reducción del apoyo occidental a la ayuda democrática, exige que todos los gobiernos y ONG implicados prioricen con mayor claridad y se especialicen de forma más coherente. Cada organización, según sus capacidades e intereses, debe establecer sus propias prioridades. Algunas, por ejemplo, podrían argumentar que, dados su perfil institucional y su experiencia, tiene más sentido centrarse en países con retrocesos incipientes o en fase de recuperación que enfrentarse a regímenes autoritarios consolidados. Otras, en cambio, podrían defender lo contrario: que disponen de herramientas específicas y una fuerte voluntad política para actuar en contextos autoritarios, donde incluso cantidades modestas de ayuda a actores cívicos clave pueden marcar la diferencia. La cuestión no es establecer una única respuesta correcta sobre la priorización, sino que cada actor del apoyo a la democracia debe plantearse esa cuestión y dar una respuesta persuasiva. Si se logra una mayor coordinación en el sector, como se sugiere más arriba, se podrá tener una mejor idea de qué tipo de casos está cubriendo cada organización, cómo aglutinar a los actores con objetivos comunes y cómo responder a vacíos evidentes.

Por supuesto, la diferenciación estratégica no se limita a los tipos de países. La comunidad de apoyo a la democracia también debe abordar una decisión estratégica fundamental: si centrar sus esfuerzos a escala nacional o transnacional. Algunos desafíos democráticos de carácter transnacional podrían afrontarse de forma más eficaz en su origen, en lugar de combatir únicamente sus efectos en los distintos países. Entre estos desafíos transnacionales se encuentran la lucha contra redes de corrupción y cleptocracia, el desmantelamiento de grupos criminales organizados y el combate a la propaganda y las operaciones de influencia autoritaria.

Superar la división entre Occidente y el resto

Desde la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y el avance de los populismos antiliberales en numerosos países europeos, cada vez más voces dentro de la comunidad dedicada al apoyo a la democracia han argumentado que ha llegado el momento de superar la antigua división entre las democracias que proporcionan apoyo y las que lo reciben.[49] Sostienen que el apoyo a la democracia debe concebirse como un esfuerzo de aprendizaje mutuo en el que todas las democracias participen, relacionándose entre sí de forma horizontal en lugar de mantener un enfoque vertical ya obsoleto.

Los avances reales en esta dirección han sido muy limitados. En Estados Unidos han surgido algunas iniciativas útiles, aunque muy pequeñas, para poner en contacto a activistas democráticos del país con sus homólogos de otras democracias, con el fin de compartir ideas y prácticas. Algunos financiadores europeos han respaldado proyectos orientados a animar a la Unión Europea a adoptar innovaciones democráticas originadas en el Sur Global. Pero estas iniciativas siguen estando al margen del apoyo convencional a la democracia, y la idea general sigue siendo más un discurso que una práctica real. Las organizaciones gubernamentales de apoyo a la democracia son reacias a desempeñar un papel en la «importación» de lecciones provenientes de otros lugares del mundo, aduciendo que sus mandatos se centran en el exterior y no en el ámbito interno. En Estados Unidos, este tipo de grupos temen que cualquier vinculación con activistas nacionales pueda despertar la hostilidad de la administración Trump, orientada al castigo. Y las organizaciones financiadas con fondos privados que sí comparan la situación de Estados Unidos con la de otras democracias en crisis corren el riesgo de recibir críticas y presiones de fuentes oficiales si ponen de relieve aspectos negativos de la democracia estadounidense.

El regreso de Trump a la Casa Blanca y los temblores democráticos en Europa dejan claro que ya es más que urgente tomarse en serio la superación de la brecha entre Occidente y el resto del mundo en lo relativo al apoyo a la democracia. La desaparición de la mayor parte de la ayuda estadounidense a la democracia rompe definitivamente con cualquier concepción residual de Estados Unidos como proveedor principal en este ámbito.

Los gobiernos occidentales que estén dispuestos a apoyar un formato de colaboración bidireccional podrían nombrar pequeños equipos ajenos a las estructuras tradicionales de ayuda para liderar esta agenda, y crear espacios de diálogo, foros y laboratorios de aprendizaje en torno a la noción de importar ideas democráticas. Allí donde los gobiernos no estén dispuestos a hacerlo —como es previsible en Estados Unidos y en varios países europeos en la actualidad—, las fundaciones orientadas a la democracia podrían establecer líneas de financiación destinadas a crear mecanismos independientes de los canales gubernamentales. Algunas organizaciones internacionales cuyos miembros superan la tradicional división entre donantes y receptores, como IDEA Internacional, podrían servir de vehículo útil para estos procesos. Estas ideas podrían explorarse de forma deliberadamente provocadora, por ejemplo, financiando a actores del Sur Global para que elaboren estrategias de reforma democrática en Estados Unidos y Europa.

Nuevos relatos y modelos

Uno de los eslóganes más frecuentes entre los defensores de la democracia en la actualidad es: «necesitamos un nuevo relato para la democracia». Esta frase expresa la frustración de que, en muchas democracias —tanto consolidadas como emergentes—, los ciudadanos cuestionan cada vez más el valor de la democracia, mientras que los actores antidemocráticos, en especial los populistas antiliberales, parecen lamentablemente eficaces a la hora de ofrecer contra-relatos atractivos.

El desafío de los nuevos relatos tiene al menos dos vertientes. La primera es la necesidad de mensajes más eficaces sobre qué es la democracia y por qué resulta valiosa para los ciudadanos comunes. Ese valor puede, por supuesto, interpretarse de diversas formas. El mensaje puede subrayar los beneficios socioeconómicos que la democracia proporciona, o bien ofrecer un argumento más amplio en favor de la libertad y la dignidad humanas. La segunda vertiente se refiere a la necesidad de comunicar de forma más eficaz qué es el apoyo internacional a la democracia y por qué resulta legítimo. Incluso en los círculos políticos bien informados de Washington y otras capitales occidentales, existe una gran confusión sobre en qué consiste ese apoyo. Es frecuente confundirlo con intervenciones militares para cambiar regímenes. Esa confusión es aún mayor en los países que reciben apoyo democrático occidental, donde los métodos y las motivaciones de quienes lo promueven son poco comprendidos. La falta de un esfuerzo sostenido por parte de los defensores occidentales de la democracia para explicar con claridad lo que hacen y cómo lo hacen —unida a los ataques sistemáticos e inteligentes de los autócratas que se oponen a estas iniciativas— ha sumido al sector en un profundo vacío narrativo.

Existen, sin embargo, esfuerzos útiles orientados a construir nuevos relatos. Una nueva iniciativa liderada por la Open Government Partnership, People Powered y otros grupos está abordando ese reto. En el ámbito de la sociedad civil, la Funders Initiative for Civil Society ha trabajado eficazmente con colectivos cívicos de varios países para desarrollar mensajes más persuasivos sobre qué es el activismo cívico y qué valor puede tener para la ciudadanía. Pero aún queda mucho por hacer en otros subsectores del ámbito democrático, como los partidos políticos, los parlamentos, los sistemas judiciales, los medios de comunicación y otras instituciones.

En resumen, la búsqueda de «un nuevo relato» es, en realidad, la búsqueda de múltiples relatos, adecuados a distintas instituciones y contextos nacionales y regionales.

Bajo la superficie de la cuestión narrativa se esconde la cuestión de los modelos. A pesar de los constantes discursos de los defensores occidentales de la democracia sobre su apertura a concepciones diversas y su rechazo a exportar un modelo liberal occidental, lo cierto es que la mayor parte del apoyo internacional a la democracia sigue operando funcionalmente desde un modelo democrático liberal occidental.[50] Sin una apertura real a nuevos enfoques sobre los modelos democráticos, la búsqueda de nuevos relatos corre el riesgo de quedarse en lo superficial.

Los debates sobre modelos de democracia siempre corren el riesgo de convertirse en ejercicios estériles de relativismo político. Los actores antidemocráticos adoran argumentar que no son contrarios a la democracia, sino que simplemente tienen una concepción distinta de ella. Sin embargo, el momento actual —marcado por una profunda crisis en el ámbito del apoyo a la democracia, junto a un desorden aún mayor en el estado general de la democracia global— exige una atención renovada a la necesidad de pluralismo de modelos. Aunque resulten difíciles de definir modelos completos de democracia árabe, asiática o africana —y aunque muchos reformistas de esas regiones recelen, con razón, de tales construcciones regionales—, sí pueden explorarse variantes democráticas útiles en relación con cuestiones concretas. Estas podrían incluir el apoyo a tipos distintos de organizaciones de la sociedad civil, modelos diversos de partidos políticos, formas alternativas de democracia económica, mecanismos de toma de decisiones basados en la comunidad o formas innovadoras de participación ciudadana directa que no suelen estar presentes en las democracias occidentales.

Nuevos métodos

Los recortes masivos en la financiación estadounidense a favor de la democracia, junto con los recortes de ayuda de varios donantes europeos, están ejerciendo una enorme presión sobre los antiguos beneficiarios de ese apoyo para que encuentren nuevas fuentes de financiación. Enfrentan el imperativo inmediato de desarrollar métodos alternativos de captación de fondos—por ejemplo, mediante campañas de micromecenazgo o recurriendo a donaciones individuales en países que tradicionalmente han sido receptores de ayuda. Cuando sea posible, tendrán que recurrir a individuos con alto poder adquisitivo dentro de las diásporas, aunque eso conlleva los conocidos problemas de divergencia frecuente entre la visión política de quienes viven fuera y la de quienes siguen comprometidos sobre el terreno. Las organizaciones que busquen mayor apoyo del sector privado estadounidense deberán hacer todo lo posible por resistir las presiones que impone una financiación politizada, para evitar que Estados Unidos exporte su propia polarización al conjunto del sector de apoyo a la democracia.

Pero, por muchos esfuerzos que se hagan para asegurar nuevas fuentes de financiación, el sector contará con muchos menos recursos que en años recientes. Operar con financiación reducida no solo exigirá mayor coordinación, una priorización más estricta y una diferenciación más estratégica, sino también cambios básicos en los enfoques y métodos. Uno de los cambios más generales afecta a la elección entre los enfoques descendentes (top-down) y ascendentes (bottom-up) en la ayuda a la democracia. En los últimos quince años, la ayuda a la democracia ha ido desplazándose de los programas de gran escala, orientados desde arriba hacia reformas e institucionalización de grandes estructuras como el poder judicial o los parlamentos, hacia un enfoque cada vez más centrado en la base, con los grupos cívicos como socios principales. Este cambio refleja el descenso del número de países con una dinámica favorable a la reforma democrática—candidatos naturales para el trabajo top-down—y el aumento de casos con dinámicas negativas, donde los enfoques desde la sociedad civil resultan más apropiados. El nuevo entorno de financiación consolidará este giro: los enfoques descendentes suelen implicar mayores costes en comparación con los ascendentes, y se vuelven simplemente inviables en un contexto de escasez de fondos.

Pero incluso dentro del enfoque bottom-up, la nueva realidad financiera exige revisar los métodos. Esto puede significar un enfoque más preciso en ofrecer a los grupos cívicos oportunidades para construir conocimiento, establecer coaliciones locales e internacionales, desarrollar bases sociales, fortalecer su capacidad estratégica y generar recursos locales. También puede suponer dar prioridad al apoyo a nuevas formas de movimientos cívicos que buscan respaldo táctico más que las fórmulas tradicionales de ayuda de los donantes. Asimismo, los gobiernos que aún se comprometan con el apoyo a la democracia deberán redoblar los esfuerzos diplomáticos que ya realizan para defender a los sectores cívicos bajo presión.

Podrían probarse nuevos modelos de apoyo desde la base. Por ejemplo, en lugar de financiar programas de liderazgo y becas centrados en individuos, los donantes podrían asumir que, en contextos de presión, la democracia necesita la movilización de “aliados improbables” dispuestos a actuar en coalición. Esos aliados improbables pueden incluir una gama mucho más amplia de posibles defensores de la democracia. Por ejemplo, los colegios de abogados y profesionales del derecho han desempeñado papeles relevantes en defensa de la democracia en Ghana, Pakistán y otros lugares. Los colegios médicos pueden trabajar junto a los sindicatos como actores valiosos y legitimadores. Involucrar al sector de la seguridad es absolutamente esencial, pero los esfuerzos actuales en este campo son casi exclusivamente descendentes. Solo existen unas pocas estrategias desde la base que conecten a activistas democráticos con militares, policías y otros servicios de seguridad que puedan defender valores democráticos o actuar de forma que permita a los activistas protestar sin violencia. Todos estos nuevos aliados pueden requerir, en ocasiones, asistencia de emergencia similar a la que actualmente reciben los defensores del medio ambiente, periodistas de investigación y activistas de derechos humanos más tradicionales. También podrían necesitar formación en formas de solidaridad comunitaria que les ofrezcan seguridad, aunque rara vez este ha sido un foco de la ayuda tradicional.

Los programas de becas de base amplia podrían dar paso a incubadoras centradas en un único país. Estas incubadoras reunirían a personalidades de los medios e influencers, líderes de movimientos sociales que no necesariamente están orientados hacia la democracia, posibles futuros políticos y organizaciones de gran base social, lo que permitiría a los actores locales del cambio conocer a posibles líderes en su país, evaluar su personalidad e integridad, y decidir por sí mismos cómo podrían construir un movimiento exitoso.

Además de fomentar un sector prodemocrático en red, el apoyo desde la base debe ser capaz de reforzar los movimientos informales, además de las ONG formales. Ambos son necesarios, pero los donantes todavía tienen dificultades para encontrar la mejor manera de apoyar a los movimientos, especialmente en lo relativo a cómo construir redes sólidas que conecten a movimientos, ONG, partidos políticos y otros actores clave. El valioso trabajo incipiente de USAID en este campo fue eliminado cuando se desmanteló la agencia. Recuperarlo en nuevas formas podría ser muy útil.

Una necesidad de larga data en el apoyo a la sociedad civil—reducir el sesgo hacia organizaciones cívicas de enfoque occidental y prestar mayor atención a aquellas con fuerte base y enfoque local—es hoy más urgente que nunca. Financiar organizaciones muy locales con auténticas bases sociales internas y agendas propias puede implicar alejarse de estilos más tecnocráticos, típicos de ONG de orientación occidental, y resultar inquietante para los donantes externos. También puede parecerse más a una injerencia en la política interna que a una acción ética. A fin de cuentas, los países autoritarios ya han empezado a apoyar a movimientos separatistas, bandas moteras, medios e influencers dentro de democracias. ¿En qué se diferencia entonces el apoyo democrático de estas formas de injerencia que muchos consideran socavadoras y cuestionables? Encontrar formas de apoyar el cambio social inclusivo y democrático, garantizando que siga siendo indígena y de base local, ha sido siempre una tarea difícil tanto en lo práctico como en lo moral—pero ahora es más crucial que nunca.

¿Apoyar la democracia sin democracia?

Dado que el apoyo a la democracia se ha convertido en una marca deteriorada o en retroceso entre muchos gobiernos antes comprometidos con ella, y que el respaldo ciudadano a la democracia se debilita en numerosos países, algunas personas dentro de la propia comunidad democrática están planteando discretamente la cuestión de si ha llegado el momento de desvincular parcial o sustancialmente el apoyo a la democracia del uso de la democracia como narrativa organizadora.

Esta desvinculación podría tomar una de dos direcciones. En primer lugar, los defensores de la democracia podrían desplazar parte de su trabajo de forma “horizontal”, centrándolo en uno de los conceptos principales relacionados y adyacentes a la democracia, que tal vez cuenten con mayor respaldo público y generen menos resistencia a escala internacional. Tres de estos conceptos son los derechos humanos, la buena gobernanza y el Estado de derecho. O bien, los defensores de la democracia podrían moverse “verticalmente”, abandonando la idea del apoyo a la democracia como un campo autónomo, para centrarse en integrar su labor en otras grandes áreas de política y ayuda internacional que no poseen un perfil político tan marcado como el del apoyo a la democracia, pero que están claramente relacionadas con cuestiones de representación política, equidad y apertura. Algunas de estas áreas incluyen la tecnología, el clima, el comercio y la inversión, y la seguridad, todas ellas plagadas de temas clave para preservar y fortalecer la democracia.

Revisar el apoyo a la democracia en cualquiera de estas direcciones merece, sin duda, discusión y reflexión, dados los difíciles tiempos actuales. Sin embargo, existen razones de peso para mostrarse cauteloso ante un camino así. Los derechos humanos, la buena gobernanza y el Estado de derecho son cuestiones fundamentales que merecen respaldo, pero algo esencial podría perderse si el trabajo en favor de la democracia se diluyera por completo en ellos: el enfoque en la cuestión central del derecho de los ciudadanos a elegir políticamente y en cómo los sistemas políticos lo garantizan o lo niegan. En cuanto a la integración vertical de la democracia en otras áreas políticas, cabe recordar que años de trabajo en la llamada “agenda de integración” de USAID —que buscaba incorporar preocupaciones democráticas en programas de asistencia como salud y educación— enfrentaron enormes dificultades para avanzar. En la práctica, los temas democráticos casi siempre quedaban relegados a los márgenes, mientras que los objetivos tradicionales de estos sectores seguían siendo prioritarios.

Ahora bien, tal vez haya que desafiar esa resistencia de larga data al cambio de enfoque y diseño del apoyo a la democracia, una resistencia basada en el temor de que disolver el “cubito de hielo” de la democracia en un vaso lleno de otras preocupaciones políticas acabe por eliminar cualquier atención real a la democracia. La democracia está perdiendo peso en los presupuestos de ayuda y descendiendo en las agendas políticas. Existe una necesidad urgente de nuevos debates y cuestionamientos sobre esta cuestión difícil: cómo apoyar la democracia sin recurrir directamente a la democracia.



Conclusiones

Resulta desalentador imaginar el futuro del apoyo internacional a la democracia mientras Estados Unidos se retira de su papel histórico de liderazgo en este campo y otras democracias importantes se alejan de compromisos cruciales en materia de ayuda. Y, sin embargo, la reinvención es hoy una necesidad ineludible—con la necesidad llega la oportunidad. No es imposible imaginar una comunidad renovada de apoyo a la democracia que ejerza nuevas formas innovadoras de liderazgo, actúe con una ambición más acotada pero más afinada, aplique estrategias más diferenciadas para adecuarse al nuevo panorama político global, involucre a todas las democracias—viejas y nuevas—en un aprendizaje mutuo genuino y solidario, ofrezca nuevas narrativas atractivas sobre el valor de la democracia, estimule el pensamiento productivo y la experimentación con nuevos modelos democráticos, y desarrolle métodos adecuados a una época de recursos financieros limitados.

No es la primera vez que el mundo se enfrenta a un desafío formidable en el terreno democrático. Durante la mayor parte de la historia humana, los países han estado gobernados por líderes con poder absoluto. La democracia es apenas una breve interrupción en esa historia, pero una que ha generado la mayor riqueza, oportunidades y explosión de bienestar humano desde el inicio de la civilización. En 1942, solo existían doce democracias en el mundo. Estados Unidos se contaba entre ellas, pero dentro de sus propias fronteras casi una cuarta parte de los estados funcionaban como enclaves autoritarios, con un sistema de partido único de facto, sostenido por leyes que restringían el derecho al voto y permitían la violencia. Otras democracias líderes practicaban los derechos humanos en casa, pero regían sus colonias con valores muy distintos. El conflicto no solo estaba creciendo, como ocurre hoy, sino que ya había engullido al mundo entero, obligando a las democracias a tomar decisiones estratégicas dolorosas—como aliarse con la Unión Soviética para derrotar a Hitler.

Y aun así, de ese “madero torcido” emergió la democracia y se expandió. Requirió un inmenso coraje, innovación y voluntad para estar a la altura del momento histórico. Hoy, quienes siguen comprometidos con el objetivo de fomentar un mundo más democrático mediante acciones transnacionales positivas que se articulen con luchas democráticas internas, están llamados a afrontar un momento igualmente difícil. ¿Responderemos?






Notas:
1 En el año fiscal 2024, Estados Unidos destinó aproximadamente 2560 millones de dólares en ayuda exterior para la democracia, los derechos humanos y la gobernanza, financiados por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, el Departamento de Estado y la National Endowment for Democracy. La Unión Europea fue el segundo mayor proveedor de ayuda a la democracia. Su programa central de apoyo democrático, el Programa Temático sobre Derechos Humanos y Democracia, asignó 1470 millones de euros a lo largo de siete años (2021–2027), con un promedio anual de aproximadamente 210,4 millones de euros. En 2024, las asignaciones por país bajo este programa —que representan la mitad del presupuesto total— ascendieron a 95,5 millones de euros. El Programa Temático para Organizaciones de la Sociedad Civil, también vinculado a la democracia, destinó una cifra similar (1470 millones de euros) entre 2021 y 2027. Por su parte, el programa interno de financiación de la UE, Ciudadanía, Igualdad, Derechos y Valores, recibió una asignación de 210 millones de euros en 2024. Véase “ForeignAssistance.gov,” U.S. Department of State, última actualización 13 de junio de 2025, https://foreignassistance.gov/; y Richard Youngs et al., “European Democracy Support Annual Review 2024,” Carnegie Endowment for International Peace, 23 de enero de 2025, https://carnegieendowment.org/research/2025/01/european-democracy-support-annual-review-2024?lang=en.
2 Véase también la amplia exploración de ideas sobre posibles futuros caminos para el apoyo a la democracia en Soheila Comninos y Scott Warren, “Global Democracy Theory of Change: Exploring Common Causes of Democratic Erosion and Potential Strategies for Democratic Renewal (Phase 1),” Johns Hopkins SNF Agora Institute, marzo de 2025, https://snfagora.jhu.edu/publication/global-democracy-theory-of-change/.
3 En el año fiscal 2024, la financiación de USAID representó 1763 millones de dólares de los 2560 millones destinados por Estados Unidos a ayuda exterior para la democracia, los derechos humanos y la gobernanza, es decir, alrededor del 70%. Además de la supresión total o casi total de esa financiación, también se han eliminado cantidades sustanciales de los fondos del Departamento de Estado destinados a la democracia y parte de los fondos de la National Endowment for Democracy han sido recortados o congelados. Véase U.S. Department of State, “ForeignAssistance.gov.”
4 “Fact-Sheet: NED and the 2026 Discretionary Budget Request,” National Endowment for Democracy, 2 de mayo de 2025, https://www.ned.org/fact-sheet-ned-and-the-2026-discretionary-budget-request/; “Fiscal Year 2026 Discretionary Budget Request,” Office of Management and Budget, 2 de mayo de 2025, https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2025/05/Fiscal-Year-2026-Discretionary-Budget-Request.pdf.
5 Thomas Mackintosh y Merlyn Thomas, “Trump Moves to Close Down Voice of America,” BBC, 16 de marzo de 2025, https://www.bbc.com/news/articles/cvge4l109r3o.
6 Aishvarya Kavi, “Small Agency Focused on Developing Poor Countries to Be Dismantled,” New York Times, 23 de abril de 2025, https://www.nytimes.com/2025/04/23/us/trump-doge-millennium-challenge-corporation.html.
7 Thomas Carothers, “Does U.S. Democracy Aid Have a Future?,” Carnegie Endowment for International Peace, 3 de marzo de 2025, https://carnegieendowment.org/research/2025/03/does-us-democracy-aid-have-a-future?lang=en.
8 Linda Robinson, “National Endowment for Democracy Cuts Are Penny-Wise, Pound-Foolish,” The Hill, 2 de mayo de 2025, https://thehill.com/opinion/white-house/5273674-democracy-promotion-funding-cuts/; y “The Effects of the US Foreign Aid Freeze on Freedom House,” Freedom House, 2025, https://freedomhouse.org/effects-us-foreign-aid-freeze-freedom-house.
9 Rebecca Root, “Dismantling of USAID and Foreign Funding Freeze Jeopardises Rule of Law and Human Rights Globally,” International Bar Association, 3 de marzo de 2025, https://www.ibanet.org/Dismantling-of-USAID-and-foreign-funding-freeze-jeopardises-rule-of-law-and-human-rights-globally.
10 Frank Langfitt, “Trump Funding Freeze Halts Decades of U.S. Democracy Work Around the World,” NPR, 18 de febrero de 2025, https://www.npr.org/2025/02/16/nx-s1-5297844/trump-musk-democracy-usaid-authoritarian-human-rights-funding-freeze; Ginna Anderson, “‘The Funding Freeze Has Damaged the Support Systems That Protect Human Rights Defenders,’” Civicus Lens, 31 de mayo de 2025, https://lens.civicus.org/interview/the-funding-freeze-has-damaged-the-support-systems-that-protect-human-rights-defenders/.
11 Oliver Stuenkel, “How U.S. Pressure Helped Save Brazil’s Democracy,” Foreign Policy, 20 de febrero de 2024, https://foreignpolicy.com/2024/02/20/brazil-bolsonaro-coup-us-biden-democracy-election-chips-lula/.
12 Thomas Carothers y Oliver Stuenkel, “How Will the Second Trump Administration Affect Global Democracy?,” Carnegie Endowment for International Peace, 28 de abril de 2025, https://carnegieendowment.org/research/2025/04/united-states-trump-democracy-aid-cuts?lang=en.
13 Michael M. Grynbaum y Katie Robertson, “White House Ends a Regular Reporting Slot for Independent Newswires,” New York Times, 15 de abril de 2025, https://www.nytimes.com/2025/04/15/business/media/trump-white-house-newswire-press.html.
14 Charlie Savage y Minho Kim, “Vance Says ‘Judges Aren’t Allowed to Control’ Trump’s ‘Legitimate Power,’” New York Times, 9 de febrero de 2025, https://www.nytimes.com/2025/02/09/us/politics/vance-trump-federal-courts-executive-order.html; Chris Megerian, “Trump Says Federal Judge Who Ruled Against Deportation Orders Should Be Impeached,” PBS, 18 de marzo de 2025, https://www.pbs.org/newshour/politics/trump-says-federal-judge-who-ruled-against-deportation-orders-should-be-impeached; y Mattathias Schwartz, “White House Failed to Comply With Court Order, Judge Rules,” New York Times, 10 de febrero de 2025, https://www.nytimes.com/2025/02/10/us/trump-unfreezing-federal-grants-judge-ruling.html.
15 Stevan Levitsky et al., “How Will We Know When We Have Lost Our Democracy?” New York Times, 8 de mayo de 2025, https://www.nytimes.com/2025/05/08/opinion/trump-authoritarianism-democracy.html; y Max Boot, “‘At This Point, We Are a Liberal Democracy in Decline,’” Washington Post, 5 de mayo de 2025, https://www.washingtonpost.com/opinions/2025/05/05/larry-diamond-trump-america-democracy/.
16 Anne Frederick et al., “What Are the U.S. State Department Human Rights Reports?” Center for Strategic and International Studies, 25 de abril de 2025, https://www.csis.org/analysis/what-are-us-department-state-human-rights-reports.
17 David Bauder, “Trump Administration Will Provide Programming from Conservative Network OAN for Voice of America,” The Business Journal, 7 de mayo de 2025, https://thebusinessjournal.com/trump-administration-will-provide-programming-from-conservative-network-oan-for-voice-of-america/.
18 Sophia Besch y Tara Varma, “A New Transatlantic Alliance Threatens the EU,” Carnegie Endowment for International Peace, 20 de febrero de 2025, https://carnegieendowment.org/emissary/2025/02/vance-munich-europe-security-nationalism?lang=en; y Pieter Haeck y Wojciech Kość, “US Republicans Slam EU ‘Double Standard’ over Polish Election Financing,” Politico, 27 de mayo de 2025, https://www.politico.eu/article/us-republicans-poland-election-financing-european-commission-rafal-trzaskowski-brian-mast/.
19 Carothers y Stuenkel, “How Will the Second Trump Administration Affect Global Democracy?”
20 “How the Biden Administration Botched America’s Sanctions Against Iran,” Economist, 17 de octubre de 2024, https://www.economist.com/leaders/2024/10/17/how-the-biden-administration-botched-americas-sanctions-against-iran; Sarah Yager, “How Biden Failed on Human Rights: The Moral and Strategic Costs of Abandoning an Ideal,” Foreign Affairs, 14 de enero de 2025, https://www.foreignaffairs.com/united-states/how-biden-failed-human-rights/.
21 Alex Daniels, “70-Plus Foundations ‘Meet the Moment’ and Pledge to Increase their Grants,” Chronicle of Philanthropy, 10 de abril de 2025, https://www.philanthropy.com/article/70-plus-foundations-meet-the-moment-and-pledge-to-increase-their-grants.
22 Sobre los flujos filantrópicos globales, véase “Global Philanthropy Tracker,” Lilly Family School of Philanthropy, Indiana University, 2023, https://globalindices.indianapolis.iu.edu/tracker/index.html. Sobre la polarización entre financiadores en Estados Unidos, véase Daniel Stid, “Taking Democracy for Granted: Philanthropy, Polarization, and the Need for Responsible Pluralism,” SNF Agora Institute, Johns Hopkins University, 14 de julio de 2024, https://snfagora.jhu.edu/publication/taking-democracy-for-granted-philanthropy-polarization-and-the-need-for-responsible-pluralism/.
23 Sarah Repucci y Zselyke Csaky, “Filling the USAID Gap: How Europe Can Step Up to Support Democracy,” European Democracy Hub, 11 de marzo de 2025, https://europeandemocracyhub.epd.eu/filling-the-usaid-gap/; y Youngs et al., “European Democracy Support Annual Review 2024.”
24 Jesse Chase-Lubitz, “Europe Is Cutting Development Spending, and It’s Not Because of Trump,” Devex, 25 de marzo de 2025, https://www.devex.com/news/europe-is-cutting-development-spending-and-it-s-not-because-of-trump-109668.
25 Domhnall O’Sullivan, “Switzerland Refines Its Global Democracy Aims in a Tough Context,” SWI, 8 de mayo de 2025, https://www.swissinfo.ch/eng/swiss-democracy/switzerland-aims-to-refine-its-democracy-promotion-goals-in-a-tough-context/89285590; y “Guidelines on Promoting Democracy,” Federal Department of Foreign Affairs, 8 de mayo de 2025, https://www.eda.admin.ch/eda/en/fdfa/fdfa/aktuell/newsuebersicht/2025/05/leitlinien-demokratie.html.
26 Anne Applebaum, Autocracy, Inc.: The Dictators Who Want to Run the World (Doubleday, 2024); Oisín Tansey, The International Politics of Authoritarian Rule (Oxford Studies in Democratization, 2016); Christopher Walker, “The Authoritarian Threat: The Hijacking of ‘Soft Power,’” Journal of Democracy 27, n.º 1 (2016), https://www.journalofdemocracy.org/articles/the-authoritarian-threat-the-hijacking-of-soft-power/; y Christina Cottiero y Cassandra Emmons, “Understanding and Interrupting Modern Day Authoritarian Collaboration,” International Foundation for Electoral Systems, abril de 2024, https://www.ifes.org/publications/authoritarian-collaboration.
27 “Mapping a Surge of Disinformation in Africa,” Africa Center for Strategic Studies, 13 de marzo de 2024, https://africacenter.org/spotlight/mapping-a-surge-of-disinformation-in-africa//.
28 Dani Madri-Morales et al., “The Geopolitics of Disinformation: Worldviews, Media Consumption and the Adoption of Global Strategic Disinformation Narratives,” International Journal of Public Opinion Research 36, n.º 3 (otoño de 2024): https://doi.org/10.1093/ijpor/edad042; Daniel Mattingly et al., “Chinese State Media Persuades a Global Audience that the ‘China Model’ Is Superior: Evidence from a 19-Country Experiment,” American Journal of Political Science (20 de julio de 2024): https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/ajps.12887.
29 Diana Roy, “China’s Growing Influence in Latin America,” Council on Foreign Relations, 10 de enero de 2025, https://www.cfr.org/backgrounder/china-influence-latin-america-argentina-brazil-venezuela-security-energy-bri.
30 Missy Ryan, “Russia Spent Millions on Secret Global Political Campaign, U.S. Intelligence Finds,” Washington Post, 13 de septiembre de 2022, https://www.washingtonpost.com/national-security/2022/09/13/united-states-russia-political-campaign/.
31 Neil Datta, “We Know Russia Funds Europe’s Far Right. But What Does It Get in Return?,” Open Democracy, 6 de abril de 2022, https://www.opendemocracy.net/en/5050/russia-ukraine-war-putin-europe-far-right-funding-conservatives/; y Roman Dobrokhotov et al., “Exclusive: Latvian Member of European Parliament Is an Agent of Russian Intelligence, Leaked Emails Confirm,” The Insider, 29 de enero de 2024, https://theins.ru/en/politics/268694.
32 David Ehl y Monir Ghaedi, “Russian Propaganda: How Moscow Uses Disinformation in Africa,” DW, 3 de febrero de 2025, https://www.dw.com/en/how-russias-propaganda-machine-sows-disinformation-in-africa/a-71453082.
33 Amy Searight, “Countering China’s Influence Operations: Lessons from Australia,” Center for Strategic and International Studies, 8 de mayo de 2020, https://www.csis.org/analysis/countering-chinas-influence-operations-lessons-australia.
34 Krystyna Sikora y Bret Schafer, “The State(s) of Foreign Information Operations: A State-by-State Look at Foreign Information Manipulation in the United States,” German Marshall Fund, febrero de 2025, https://www.gmfus.org/sites/default/files/2025-02/The%20State%28s%29%20of%20Foreign%20Information%20Operations%20.pdf.
35 Christina A. Cassidy y Ali Swenson, “Russia and Iran Ramping Up Influence Campaigns Targeting U.S. Voters, Federal Agencies Say,” PBS, 5 de noviembre de 2024, https://www.pbs.org/newshour/politics/russia-and-iran-ramping-up-influence-campaigns-targeting-us-voters-federal-agencies-say.
36 Mitchell A. Orenstein y Peter Kreko, “How Putin’s Favorite Biker Gang Infiltrated NATO,” Foreign Affairs, 15 de octubre de 2018, https://www.foreignaffairs.com/articles/russian-federation/2018-10-15/how-putins-favorite-biker-gang-infiltrated-nato; y Rachel Kleinfeld, “U.S. Secession Is a Great Idea – for Russia,” The Hill, 22 de febrero de 2023, https://thehill.com/opinion/national-security/3869319-us-secession-is-a-great-idea-for-russia/.
37 Husam Mahjoub, “It’s an Open Secret: The UAE is Fuelling Sudan’s War – And There’ll Be No Peace Until We Call It Out,” The Guardian, 24 de mayo de 2024, https://www.theguardian.com/commentisfree/article/2024/may/24/uae-sudan-war-peace-emirates-uk-us-officials.
38 Rory Carroll, “Be Nice to China: Hollywood Risks ‘Artistic Surrender’ in Effort to Please,” The Guardian, 30 de mayo de 2013, https://www.theguardian.com/film/2013/may/30/hollywood-china-film-industry.
39 Sebastian Shehadi, “How German Automative Investment in Hungary Exposes the Dark Reality of Globalisation,” Investment Monitor, 8 de octubre de 2021, https://www.investmentmonitor.ai/features/german-automotive-investment-hungary-orban/ ; y Primrose Riordan, “HSBC and StanChart Publicly Back China’s Hong Kong Security Law,” Financial Times, 3 de junio de 2020, https://www.ft.com/content/213c0e2c-f1c7-4637-a0b9-4c3f72709d52.
40 Christoph Lakner y Branko Milanovic, “Global Income Distribution: From the Fall of the Berlin Wall to the Great Recession,” World Bank, 2013, https://documents1.worldbank.org/curated/en/914431468162277879/pdf/WPS6719.pdf; y Homi Kharas y Brina Seidel, “What’s Happening to the World Income Distribution? The Elephant Chart Revisited,” Brookings, 2 de abril de 2018, https://www.brookings.edu/articles/whats-happening-to-the-world-income-distribution-the-elephant-chart-revisited/.
41 Eva Fernandez Guzman Grassi et al., “Young People’s Attitudes Towards Democracy and Political Participation: Evidence from a Cross-European Study,” Government and Opposition, 59, n.º 2 (26 de junio de 2023): 582–604: https://doi.org/10.1017/gov.2023.16; Deborah Apau et al., “How Does Gen Z Really Feel About Democracy,” Tufts University Center for Information & Research on Civic Learning and Engagement and Protect Democracy, 7 de abril de 2025, https://circle.tufts.edu/report-genz-attitudes-democracy.
42 Max J. Krupnick, “Danielle Allen Debates Far-Right Blogger Curtis Yarvin: Popular Monarchist Debates Allen on Democracy,” Harvard Magazine, 6 de mayo de 2025, https://www.harvardmagazine.com/2025/05/danielle-allen-curtis-yarvin.
43 “Accelerated Transgressions in the Second Trump Presidency,” Bright Line Watch, febrero de 2025, https://brightlinewatch.org/accelerated-transgressions-in-the-second-trump-presidency/; “Edelman Trust Barometer,” Edelman, https://www.edelman.com/trust/trust-barometer; Apau et al., “How Does Gen Z Really Feel.”
44 Devlin Barrett, “Trump Curtails Anti-Corruption Efforts, Suggesting Charging Bribery Is Unfair,” New York Times, 11 de febrero de 2025, https://www.nytimes.com/2025/02/11/us/politics/trump-orders-bribery-corruption.html.
45 Len Ishmael et al., “In Search of a Plan B: Like-Minded Internationalism and the Future of Global Development,” Policy Center for the New South, 12 de mayo de 2025, https://www.policycenter.ma/publications/search-plan-b-minded-internationalism-and-future-global-development.
46 Daniela Huber et al., “Forum: Global Perspectives on Democracy Support in Light of the Wars in Gaza and Ukraine,” International Studies Perspectives (21 de mayo de 2025): ekaf003, https://doi.org/10.1093/isp/ekaf003.
47 Thomas Carothers y McKenzie Carrier, “Democratic Recovery After Significant Backsliding: Emergent Lessons,” Carnegie Endowment for International Peace, 28 de abril de 2025, https://carnegieendowment.org/research/2025/04/democratic-recovery-after-significant-backsliding-emergent-lessons?lang=en; y Marina Nord et al., “When Autocratization Is Reversed: Episodes of U-Turns Since 1900,” Democratization, 26 de enero de 2025, https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/13510347.2024.2448742#d1e234.
48 Thomas Carothers y Benjamin Press, “Understanding and Responding to Global Democratic Backsliding,” Carnegie Endowment for International Peace, 20 de octubre de 2022, https://carnegieendowment.org/research/2022/10/understanding-and-responding-to-global-democratic-backsliding?lang=en; Nic Cheeseman y Marie-Eve Desrosiers, “How Not to Engage With Authoritarian States,” Westminster Foundation for Democracy, febrero de 2023, https://www.wfd.org/sites/default/files/2023-02/how_not_to_engage_with_authoritarian_states_wfd_cheeseman_desrosiers_2023.pdf; y Rachel Beatty Riedl et al., “Democratic Backsliding: How It Happens and How It Can Be Countered,” The Annals of the American Academy of Political and Social Science 712, n.º 1 (marzo de 2024): https://journals.sagepub.com/toc/anna/712/1.
49 Thomas Carothers y Frances Z. Brown, “The Chastened Power,” American Purpose (blog), 10 de marzo de 2021, https://www.persuasion.community/p/the-chastened-power.
50 Richard Youngs, The Puzzle of Non-Western Democracy (Carnegie Endowment for International Peace, 2015).






* Agradecimientos: Los autores agradecen a la Fundación Hewlett por su generoso apoyo, que ayudó a hacer posible la redacción de este informe. Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad exclusiva de los autores.






* Sobre los autores:
Thomas Carothers es director del Programa de Democracia, Conflictos y Gobernanza de Carnegie.
Rachel Kleinfeld es investigadora principal en el mismo programa. Su trabajo sobre democracias problemáticas —afectadas por fenómenos como la polarización social, la violencia, la corrupción y la mala gobernanza— establece puentes entre los casos de Estados Unidos y los internacionales.
Richard Youngs es investigador principal del Programa de Democracia, Conflictos y Gobernanza, con sede en Carnegie Europa. También es profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Warwick y anteriormente ocupó cargos en el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido y como director del think tank FRIDE en Madrid.






* Artículo original: “What Future for International Democracy Support?”. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.






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Martí de memoria

Por José Manuel Prieto

Martí es nuestro equipo de fútbol, una suerte de grandeza manejable, a falta de la real, la de todos los días de un país normal.