La iniciativa “Belt and Road”: ¿Un camino de prosperidad o de dominación?

Ambiciosa visión global

La iniciativa “Belt and Road” (BRI, por sus siglas en inglés) de China, anunciada por el presidente Xi Jinping en 2013, ha establecido una visión colosal de la conectividad y la integración económica, haciéndose eco de las antiguas rutas comerciales que antaño unían Oriente y Occidente. La BRI pretende crear una Ruta de la Seda moderna, tejiendo un tapiz de vías férreas, carreteras y rutas marítimas a través de Asia, África, Oceanía y América Latina. Este ambicioso plan promete inaugurar una nueva era de comercio y crecimiento económico para los países participantes.

En su alcance y escala, la BRI pretende extenderse mucho más allá de los alcances de la histórica Ruta de la Seda, que sirvió de conducto para el comercio y el intercambio cultural bajo los auspicios de poderosos imperios como los romanos, los bizantinos y las propias dinastías Han y Tang de China. La adaptación contemporánea no sólo pretende revitalizar el comercio, sino también aumentar el peso geopolítico de China y remodelar el panorama económico mundial. Con 147 países interesados, la propuesta de China tiene peso, teniendo en cuenta que estas naciones representan dos tercios de la población mundial y una parte significativa de su PIB.


¿Crecimiento económico o dependencia de la deuda?

A pesar de la grandeza de la iniciativa, no es oro todo lo que reluce. Hay un creciente escepticismo sobre las intenciones de China y las implicaciones a largo plazo de la BRI. Los analistas expresan su preocupación por la posibilidad de que se produzca una “trampa de la deuda”, ya que las naciones prestatarias luchan bajo el peso de los préstamos chinos. Se calcula que China ya ha gastado 1 billón de dólares y se prevé que los gastos se disparen hasta los 8 billones, por lo que hay mucho en juego.

El plan estratégico incluye redes de desarrollo de infraestructuras, pero a medida que se disparan los costes, varios países han empezado a oponerse, recelosos de una excesiva dependencia del capital chino. Esta preocupación se ve agravada por los temores sobre la estrategia geopolítica más profunda de Pekín. La BRI se ve como una doble táctica económica y política: un medio para que China consolide su influencia en regiones críticas al tiempo que proporciona rutas comerciales alternativas que eluden a las potencias tradicionales. El temor subyacente entre los críticos, incluido Estados Unidos, es que la BRI pueda servir de caballo de Troya para la hegemonía regional china, tanto económica como militarmente.


La respuesta estadounidense 

Estados Unidos ha respondido activamente a la creciente influencia de China en Asia y fuera de ella, sobre todo en términos de integración regional liderada por iniciativas chinas como la iniciativa “Belt and Road” (BRI). La administración Obama marcó el inicio de una estrategia estadounidense más centrada en Asia con su “Pivot to Asia”, invirtiendo miles de millones en infraestructuras y mejorando los lazos diplomáticos con las naciones de menores ingresos para fomentar la cooperación y contrarrestar la creciente presencia de China.

Bajo la presidencia de Donald Trump, este enfoque evolucionó con la aprobación de la Ley BUILD, que estableció la Corporación Financiera de Desarrollo con una importante cartera de inversiones de 60 000 millones de dólares. Esta medida tenía como objetivo consolidar y mejorar los esfuerzos de Estados Unidos en la financiación del desarrollo, adoptando un enfoque más estructurado del desarrollo internacional.

El presidente Joe Biden recogió el testigo y, junto con el G7, puso en marcha la iniciativa “Build Back Better World” (B3W), un ambicioso programa de inversión en infraestructuras diseñado como respuesta estadounidense a la BRI de China. Sin embargo, a pesar de sus intenciones, la B3W se ha enfrentado a críticas por su limitada capacidad de financiación, y algunos expertos sugieren que no llega a ser un verdadero competidor de la BRI.


Reevaluación de las estrategias globales de infraestructuras

También se ha animado a Estados Unidos a reevaluar sus tácticas a la hora de competir con China en infraestructuras globales. Los críticos sostienen que Estados Unidos debería apoyarse más en los préstamos basados en la ayuda y recurrir a instituciones multilaterales establecidas como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en lugar de tratar de superar a China en áreas en las que tiene una fortaleza económica establecida.

En un giro, algunos analistas ven posibles beneficios para Estados Unidos en el marco de la BRI. Jonathan E. Hillman, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, sugiere que Estados Unidos podría utilizar estratégicamente los proyectos financiados por la BRI para promover sus propios intereses en regiones como Asia Central.


Reacciones de terceros países

Los países de Asia y Europa han reaccionado de forma diversa a la BRI de China, cada uno de ellos con estrategias para maximizar los beneficios y mitigar al mismo tiempo los riesgos potenciales asociados a las ambiciones geopolíticas de China.

India: Contrapesar la influencia china

India se ha posicionado como un firme crítico de la BRI, advirtiendo de la estrategia china del “collar de perlas” y tratando de ofrecer una alternativa a través de su propia ayuda al desarrollo en la región, especialmente en Afganistán. Estados Unidos considera a India un socio estratégico y un posible contrapeso al dominio de China en Asia, y colaboraciones recientes como el Marco Económico Indo-Pacífico hacen hincapié en esta asociación.

Japón y la conexión Asia-África

Japón, con su importante compromiso de 300 000 millones de dólares en infraestructuras regionales, refleja el planteamiento de India, equilibrando la cooperación económica con una mirada cautelosa sobre las intenciones a largo plazo de China. Junto con India, Japón apoya el Corredor de Crecimiento Asia-África (AAGC), aunque esta iniciativa ha registrado escasos avances desde su anuncio.

Cautela y estrategia europeas

La UE mantiene una relación complicada con la BRI: algunos Estados miembros acogen con satisfacción las inversiones chinas y otros, como Francia, expresan cautela ante una posible dependencia de China. El Portal Global de la UE es una respuesta a la BRI, ya que promete una inversión sustancial de 300.000 millones de dólares, aunque su impacto en comparación con la iniciativa china aún está por ver.

La asociación de Rusia con China

Rusia ha pasado gradualmente del escepticismo a abrazar la BRI, alineándola con su visión de la Unión Económica Euroasiática a medida que se agriaban sus relaciones con Occidente. Sin embargo, la disparidad económica entre Rusia y China plantea dudas sobre el equilibrio de esta asociación. Además, la postura de Pekín ante las acciones de Rusia en Ucrania puede repercutir en las perspectivas de la BRI en Europa del Este.

El tablero geopolítico en el que se desenvuelve la BRI sigue viendo movimientos complejos tanto por parte de Estados Unidos como de terceros países. Equilibrar los intereses económicos con las consideraciones de seguridad estratégica sigue siendo un reto mientras las naciones navegan por la influencia de los ambiciosos esfuerzos de integración de China.


Navegando por un futuro complejo

El futuro de la BRI está plagado de retos y controversias. Aunque la promesa de desarrollo económico y mejora de la conectividad atrae a muchos, la realidad de los tratos opacos, la exigencia de mano de obra y empresas chinas y la inminente sombra de la deuda levantan importantes banderas rojas. Estas cuestiones han llevado a algunos países a reconsiderar su participación, y la iniciativa se ha enfrentado a una serie de cancelaciones de proyectos y de reacciones políticas en contra.

Además, las dimensiones políticas de la BRI no pasan desapercibidas para los observadores mundiales. Las prácticas de préstamo de China, incluida la falta de cooperación con el Club de París y las cláusulas que exigen el reembolso inmediato, podrían otorgarle una influencia considerable sobre los países prestatarios. Esta influencia se extiende a ámbitos políticos delicados, como se ha visto en el giro de Nicaragua hacia China y su alejamiento de Taiwán, un movimiento que se alinea con los intereses estratégicos de China y subraya el capital político en juego en el marco de la BRI.

La iniciativa “Belt and Road” se encuentra en una encrucijada, emblemática del ascenso de China en la escena mundial. Presenta una potente mezcla de oportunidades y riesgos, de promesas económicas y maniobras estratégicas. Mientras la BRI sigue desplegándose por el panorama mundial, su legado definitivo —ya sea como conducto para la prosperidad o como instrumento de dominación— aún está por escribir.









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