Desde la revolución de Fidel Castro en 1959, el gobierno cubano mantiene una relación complicada con su exilio. Los primeros emigrantes posrevolucionarios fueron despectivamente etiquetados como ‘gusanos’, por las bolsas cilíndricas que utilizaban para transportar sus pertenencias al marchar del país. Sin embargo, estos ‘gusanos’, que en su día fueron difamados y expulsados, aportan ahora a la economía cubana entre 2000 y 3000 millones de dólares anuales. Esto representa el 2-3% del PIB de la nación, según un artículo publicado por ‘The Economist’.
Éxodo masivo e impacto económico
En las cuatro décadas transcurridas desde la revolución, más de un millón de cubanos han abandonado el país. Su exilio no ha sido del todo lamentable para el gobierno, ya que la salida de estos descontentos significó menos problemas potenciales a nivel interno. Sin embargo, el aumento de la emigración en los últimos años —el año pasado se calcula que 306 000 cubanos cruzaron la frontera sur de Estados Unidos—, unido al empeoramiento de las condiciones de vida y a la continua represión política, ha amplificado el impacto económico de esta diáspora en Cuba.
El exilio como salvador
Históricamente, el gobierno cubano ha puesto obstáculos económicos a la diáspora que deseaba visitar su patria. El mantenimiento de los pasaportes cubanos conllevaba elevadas tasas, y las visitas a la isla estaban limitadas únicamente a los titulares de pasaportes. El 1 de julio de 2023 se produjo un cambio evidente, ya que el Ministerio de Asuntos Exteriores introdujo nuevas normas que facilitan el proceso de retorno de los cubanos en el extranjero. Estos cambios incluyeron una ampliación de la validez del pasaporte de seis a diez años y una reducción del 50% en la tasa de renovación para los cubanos que viven en EE.UU. Este enfoque parece formar parte de una estrategia más amplia para animar a la diáspora a aportar los dólares que tanto necesita la economía cubana en dificultades.
La economía cubana en apuros
¿Por qué este cambio de postura hacia el exilio? Sencillamente, la economía cubana se encuentra en una situación crítica. La pandemia de COVID-19, junto con las restricciones estadounidenses a los viajes y las remesas, ha afectado gravemente los ingresos de divisas. El turismo ha caído a una cuarta parte de los niveles de 2019, la demanda extranjera de profesionales médicos cubanos está disminuyendo y la producción nacional se ha visto afectada por la escasez de energía. Incluso con un crecimiento previsto de sólo el 1,5% este año, la inadecuada liberalización del comercio exterior y la iniciativa empresarial por parte del gobierno no pueden compensar la recesión económica.
Aprovechar la diáspora
¿La solución de Cuba? Aprovechar la diáspora, concretamente los tres millones de cubanos que residen en Estados Unidos, para obtener un flujo de caja adicional. Esta población, a pesar de su menor número, gasta más que el gran número de turistas canadienses que visitan la isla. No sólo inyectan dinero en la economía local a través del alquiler de coches, el patrocinio de restaurantes, las compras y las vacaciones en la playa, sino que también traen artículos de primera necesidad como medicinas y artículos de aseo. El gobierno, en un intento de estimular aún más este mercado informal, está relajando las restricciones a la importación de estos productos.
Aunque la afluencia de efectivo y bienes de la diáspora visitante beneficiará sin duda a los cubanos a corto plazo, esta estrategia no ofrece ninguna solución a largo plazo para la economía en dificultades, ni proporciona las libertades que buscan muchos en el país. A pesar del tan necesario alivio financiero, los «gusanos» no pueden curar los problemas económicos o sociales que aquejan a Cuba. El futuro de esta nación caribeña sigue pendiendo de un hilo.
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