En un reciente artículo de opinión para CT Insider, Fred McKinney, un reconocido consultor económico y académico, desarrolla su análisis a partir de, para él, las consecuencias de la actuales normativas y valora la conveniencia de que Estados Unidos reconsidere su política de larga data hacia Cuba. El punto de vista de McKinney se basa no sólo en sus conocimientos profesionales, sino también en su experiencia personal. Recuerda los tensos días de la Crisis de los Misiles en Cuba durante su infancia, un periodo marcado por la incertidumbre y el miedo, reflejo ya de la compleja relación entre Estados Unidos y Cuba.
McKinney señala que, durante más de seis décadas, la relación entre Estados Unidos y Cuba ha estado dominada por un embargo, con sólo un breve período de deshielo durante la administración Obama. Este embargo, restablecido por el expresidente Donald Trump, ha tenido consecuencias significativas tanto en la economía como en la sociedad cubanas. La reversión de la política de Obama detuvo las remesas de dinero de los cubano-americanos y el flujo de turistas e inversores estadounidenses a la isla, que había comenzado a traer cierto alivio económico.
El escritor hace hincapié en el impacto negativo del embargo sobre Cuba, que ha provocado un descenso de la producción agrícola y la proliferación del mercado negro y la corrupción. Las dificultades económicas, argumenta, han sido una fuerza impulsora del aumento de emigrantes cubanos en la frontera sur de Estados Unidos, una tendencia que a menudo se pasa por alto en los debates sobre política de inmigración. McKinney cita datos de la Oficina de Washington para América Latina, que ponen de relieve el espectacular aumento de ciudadanos cubanos encontrados en la frontera, subrayando el vínculo entre la política estadounidense y los retos de la inmigración.
El argumento de McKinney va más allá de las preocupaciones humanitarias, pues afirma que normalizar las relaciones con Cuba serviría a los intereses nacionales de Estados Unidos, especialmente en la gestión de la inmigración. Reconoce las complejidades políticas a las que se enfrenta el presidente Joe Biden al abordar esta problemática, especialmente teniendo en cuenta la postura de la comunidad cubano-americana que vivió el cambio de régimen en la década de 1960.
El llamamiento a la acción es claro: McKinney insta a la Administración Biden y al Congreso a avanzar hacia la normalización de las relaciones con Cuba. Sugiere que, tras las elecciones, independientemente del panorama legislativo, Biden podría utilizar el poder ejecutivo para restablecer los lazos. McKinney sostiene que este cambio beneficiaría a ambas naciones, ofreciendo oportunidades económicas a Cuba y permitiendo a EE. UU. ejercer una influencia más positiva que la actual política de embargo.
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“Por ahora, solamente le puedo confirmar que necesitamos todos los dólares que podamos conseguir”, dijo el coronel Antonio de la Guardia.