En medio de la creciente crisis alimentaria que padece el país, las autoridades cubanas instan a la población a recurrir a las plantas autóctonas, muchas de las cuales han sido históricamente ignoradas como fuentes de alimentos.
Las dificultades para alcanzar la soberanía alimentaria en Cuba han llegado a un punto crítico. La vida cotidiana de muchos cubanos implica luchar contra la subida de los precios, lidiar con la escasa disponibilidad de alimentos y una dependencia cada vez mayor de las importaciones. En un acto de desesperación, el gobierno está promoviendo el consumo de la flora autóctona como fuente potencial de alimentos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha destacado anteriormente que de las 400 000 especies de plantas que existen en el mundo, aproximadamente 300 000 son comestibles. Sin embargo, en lugares como Cuba, el consumo se ha limitado históricamente a una fracción de éstas, y la mayoría de la población sólo está familiarizada con los cultivos alimenticios tradicionales.
Entre las plantas cuyo consumo se promueve, figuran el tomate de árbol, del que puede obtenerse un puré condimentario, y la caña fístula, capaz de transformarse en una bebida rica en nutrientes. La lista se amplía al almendro, cuyas semillas pueden incluirse en diversos platos, y a la guinda, o “tamarindo chino”, otro recurso infrautilizado.
Otras especies, como la flor de Jamaica, el bledo, la verdolaga, diversos cactus y el guapén (árbol del pan), están siendo examinadas por su posible papel en la lucha contra la escasez de alimentos. Incluso el coco, tradicionalmente consumido en su forma primaria, se está estudiando para extraer su nutritiva manteca.
Este impulso del gobierno se recibe como un claro indicador de la desesperada situación. A medida que se agrava la crisis alimentaria, la población cubana, por necesidad, puede tener que familiarizarse con estas fuentes vegetales desconocidas, convirtiéndolas en parte integrante de su dieta.
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