Robert Kuttner: “Bob Menéndez y la política de Biden hacia Cuba”

La caída del senador Bob Menéndez (D-New Jersey), el ahora suspendido presidente del poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Senado, producirá muchos beneficios, entre ellos la probable sustitución del corrupto Menéndez por el congresista progresista Andy Kim, que ganó la nominación demócrata para el escaño en el Senado. Pero un beneficio del que no se ha hablado mucho es que la destitución de Menéndez eliminará un obstáculo primordial para la normalización de las relaciones con Cuba.

Dado que los demócratas tienen la más estrecha de las mayorías en el Senado, Menéndez, cuya familia emigró de Cuba en 1953, antes de la revolución de Fidel Castro, ha utilizado repetidamente su poder para advertir a Biden contra cualquier normalización. En una entrevista concedida a Telemundo en noviembre de 2021, se jactó de haber impedido que la administración liberalizara la política hacia Cuba. “Al contrario”, dijo, “el presidente Biden ha endurecido nuestra política contra el régimen”. Y en un reciente documental titulado Hardliner on the Hudson, Menéndez se describió a sí mismo como el ejecutor de una política de liberalización cero. “Si quieres mi apoyo, no quiero que hagas ningún cambio de política sobre Cuba sin consultarme”, dijo de Biden.

¿Cómo sería la normalización? Ya hemos estado aquí antes, con el presidente Barack Obama.

Como candidato a presidente, Obama argumentó valientemente que la política de Estados Unidos de aislar y empobrecer a Cuba con un embargo económico había fracasado. Obama apreció que las sanciones no estaban perjudicando al régimen; sólo aumentaban el sufrimiento de los cubanos de a pie. Además, habían empujado a Cuba aún más a los brazos de los rusos como sus protectores y no habían obligado a ninguna liberalización política o económica.

Como presidente, Obama cumplió. A las pocas semanas de comenzar su nueva administración en 2009, relajó las restricciones sobre las remesas y los viajes. El gobierno cubano, ahora bajo Raúl Castro, correspondió liberalizando la economía de Cuba, controlada por el Estado.

Un nuevo sector privado prosperó y Cuba disfrutó de un auge. El número de trabajadores autónomos se triplicó entre 2009 y 2013.

Luego, en 2014, Obama y Castro anunciaron el restablecimiento de plenas relaciones diplomáticas, incluida la reapertura de embajadas, culminando un proceso de 15 meses de negociaciones secretas con la mediación del Papa Francisco. El acuerdo incluía un intercambio de prisioneros, entre ellos oficiales de inteligencia. Se permitió a los cubanos viajar al extranjero y se restableció el servicio aéreo comercial entre Estados Unidos y Cuba.

El embargo contra el comercio con Cuba, una política que se remontaba a la administración Kennedy, se convirtió en ley mediante la Ley Helms-Burton de 1996. Pero Obama encontró formas de permitir un aumento del comercio con Cuba compatible con la ley. Tuvo un aliado en el lobby agrícola, que se benefició del aumento de las exportaciones agrícolas. Obama también puso fin a la designación de Cuba como Estado patrocinador del terrorismo, que había dificultado enormemente que Cuba mantuviera relaciones bancarias normales para financiar importaciones y exportaciones.

En 2016, Obama viajó a Cuba, siendo el primer presidente de Estados Unidos que visitaba la isla desde Calvin Coolidge en 1928. En un importante discurso, con Raúl Castro sentado entre el público, Obama instó a ambos países a proseguir la liberalización y la normalización.

Todo ello supuso una asombrosa inversión de una política contraproducente. Algunos miembros de la línea dura de la comunidad cubanoamericana se indignaron, pero otros la apoyaron, ya que la política les permitía visitar a sus familiares y enviar remesas, y en general mejoraba la vida de los cubanos.

Pero todo esto lo deshizo el presidente Trump. El embargo se aplica ahora con dureza; se ha puesto fin a los viajes abiertos a Cuba, se han congelado las relaciones diplomáticas y Cuba vuelve a estar en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo.

La economía cubana se ha resentido en consecuencia. Desde 2021, el número de cubanos que buscan refugio en Estados Unidos ha aumentado hasta unos 500.000 emigrantes. No tienen ningún estatus especial y la mayoría tiene que unirse al flujo de otros refugiados, pagando a contrabandistas para que les ayuden a llegar a Centroamérica y luego a la frontera mexicana. La reversión de Trump ha exacerbado el aumento del flujo de migrantes y los problemas derivados de ello.

En 2020, en campaña para presidente, Biden prometió restaurar las políticas de Obama. Pero sólo se han producido retrocesos simbólicos. Cuba sigue siendo considerada un Estado patrocinador del terrorismo, las relaciones diplomáticas normales siguen suspendidas y el bloqueo económico continúa aplicándose en su totalidad.

Sólo en mayo el gobierno de Biden introdujo algunos ajustes simbólicos para permitir a los empresarios privados cubanos sin relación con el régimen abrir cuentas bancarias en Estados Unidos y realizar operaciones bancarias por Internet. El ministro cubano de Asuntos Exteriores, Bruno Rodríguez, calificó las nuevas medidas de “limitadas” y dijo que “no revierten el cruel impacto y el estrangulamiento económico impuesto a las familias cubanas por el bloqueo genocida y la inclusión en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo.”

Al haber perdido Bob Menéndez su influencia, es de suponer que ha desaparecido uno de los principales obstáculos para que Biden cumpla su promesa electoral sobre Cuba. Entonces, ¿a qué espera Biden?

Mis fuentes sugieren dos explicaciones. En las elecciones legislativas de 2022, algunos estrategas de la campaña de Biden pensaron que el escaño en el Senado de Marco Rubio, otro ultraderechista sobre Cuba, podría ser vulnerable, y no querían darle a Rubio ninguna munición. Resultó que Rubio ganó con facilidad. Hay quien piensa que Florida podría estar en juego este año, así que para qué agitar el barco. Eso también parece ilusorio.

Pero la explicación más decepcionante es que Biden pertenece a la generación que veía al régimen castrista como enemigos implacables, y la política de aislamiento diplomático y bloqueo económico como realpolitik necesaria. El mismo Biden que recuerda con cariño el Israel obrero-sionista de su juventud recuerda al Castro de la crisis de los misiles de 1962.

Obama tenía razón, y el disgusto de Menéndez ya no es una excusa. Es hora de reanudar la normalización de las relaciones con Cuba.



Robert Kuttner es cofundador y coeditor de The American Prospect, y profesor de la Escuela Heller de la Universidad Brandeis.

* Artículo original: “Bob Menendez and Biden’s Cuba Policy“. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.





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