Ecuador, un país considerado antaño como un oasis de tranquilidad en una región asolada por la violencia, se enfrenta ahora a una crisis de una magnitud sin precedentes. La reciente declaración del presidente Daniel Noboa de que Ecuador se encuentra “en estado de guerra” es un mensaje, ya de por sí impactante, para una nación acostumbrada a vivir los conflictos en la piel de los otros.
El catalizador
La crisis alcanzó un punto de inflexión tras la fuga de prisión del conocido líder de una banda. Este incidente pareció abrir las compuertas a una ola de violencia, que llevaba meses incubándose, tras las aspiraciones de una veintena de narcobandas, de imponerse al Estado. En un impactante acto de audacia, pandilleros armados asaltaron el noticiero de TC Televisión, tomaron rehenes y transmitieron en vivo el asalto. Esta demostración de poder no fue un incidente aislado, sino parte de un patrón más amplio que ha incluido ataques a hospitales, empresas, universidades y prisiones. El enfrentamiento ya ha provocado atentados con bomba, secuestros, asesinatos de policías y guardias de prisiones, y un número de víctimas que sigue aumentando.
Las raíces de la crisis de Ecuador
El actual estado de violencia en Ecuador no es un acontecimiento reciente, sino la culminación de una década de deterioro de la seguridad y la gobernanza. Según expertos como Felipe Botero, de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, la caída de Ecuador en esta ola de crimen e intimidaciones puede atribuirse a varios factores: el aumento incontrolado de las bandas, la influencia de los sindicatos del crimen transnacional, los cambios en los mercados mundiales de la droga y la corrupción generalizada en las instituciones estatales.
Históricamente, la posición geopolítica de Ecuador, situado entre Perú y Colombia, los principales productores de cocaína del mundo, lo hacía idóneo como ruta de tránsito clave para el narcotráfico. Sin embargo, la situación dio un giro con la desmovilización de las FARC colombianas, en 2016. Este acontecimiento, aunque supuso un hito para la paz en Colombia, creó un vacío en el norte de Ecuador, que rápidamente se convirtió en un foco de narcotráfico y violencia asociada.
Guayaquil: El epicentro de la crisis
La ciudad portuaria de Guayaquil se ha convertido en el centro neurálgico del narcotráfico ecuatoriano. Su situación estratégica y sus infraestructuras la convierten en una lanzadera ideal para la cocaína destinada a los mercados europeos. Este cambio en la dinámica del narcotráfico ha atraído a varios grupos delictivos internacionales, como los cárteles mexicanos y las bandas venezolanas, intensificando la lucha por el poder local.
Rivalidad entre bandas e influencia internacional
La escalada de violencia en Ecuador se ve alimentada en gran medida por la rivalidad entre las dos mayores bandas del país, Los Lobos y Los Choneros. El asesinato de los principales líderes de las bandas, en 2020, desencadenó una sangrienta lucha por el poder, que llevó a la división de estos grupos en facciones más pequeñas. Cada facción ha buscado alianzas con organizaciones criminales internacionales, complejizando la red de intereses y participación en el negocio ecuatoriano.
Complicidad y corrupción del Estado
Un aspecto inquietante de la crisis es la participación de agentes estatales en la delincuencia organizada. Las recientes redadas y detenciones han implicado a numerosos funcionarios, incluidos jueces, fiscales y policías, en actividades delictivas. Esta corrupción profundamente arraigada en el gobierno y los organismos encargados de hacer cumplir la ley ha socavado los esfuerzos para combatir la crisis.
La respuesta del presidente Noboa: Guerra a las bandas
En respuesta a la escalada de violencia, el presidente Daniel Noboa ha declarado un “conflicto armado interno”, adoptando un enfoque militarizado para combatir la actividad de las bandas. Esta estrategia incluye la designación de más de 20 bandas como grupos terroristas y la autorización de operaciones militares contra ellas. El enfoque de Noboa, inspirado en el presidente salvadoreño Nayib Bukele, implica la construcción de grandes prisiones y la intensificación de los esfuerzos para hacer cumplir la ley. Sin embargo, existen dudas sobre las posibles consecuencias para los derechos humanos y la eficacia de esta estrategia a la hora de abordar las causas profundas de la crisis.
La necesidad de un enfoque holístico
Los expertos sostienen que, si bien es necesaria una acción inmediata para restablecer el orden, una solución sostenible a la crisis de Ecuador requiere abordar cuestiones sistémicas, como la corrupción y la dinámica internacional del narcotráfico. El enfoque militarizado, como se ha visto en Colombia y México, ha conducido a menudo a un aumento de la violencia y la inestabilidad. Una reevaluación de las políticas de prohibición de las drogas y un enfoque centrado en el fortalecimiento de las instituciones estatales pueden ser pasos cruciales para romper el ciclo de violencia.
Un reto regional y mundial
La crisis de Ecuador no es una cuestión aislada, sino que forma parte de un problema regional e internacional más amplio vinculado al comercio mundial de cocaína. La normalización de la violencia y la sensación de desesperanza entre los ecuatorianos son signos de un malestar más profundo. Los expertos advierten de que, sin un enfoque global e innovador, la violencia en Ecuador podría extenderse más allá de sus fronteras, desestabilizando aún más la región.
Desplome del sector privado agrava la crisis económica en Cuba
El mayor impedimento para la recuperación económica de Cuba es la continua resistencia del gobierno a permitir el florecimiento real del sector privado.