La administración Biden se dispone a lanzar una campaña sostenida contra el movimiento de los hutíes en Yemen, un grupo militar respaldado por Irán. Esta decisión se produce después de que una serie de ataques iniciales no consiguieran frenar las ofensivas marítimas de los hutíes, lo que hace temer que se prolongue el conflicto en Oriente Próximo.
Durante una reunión de alto nivel celebrada el miércoles, funcionarios de la Casa Blanca deliberaron sobre el futuro curso de acción contra los hutíes, que han continuado sus asaltos a las rutas marítimas frente a la península arábiga. A pesar de los esfuerzos concertados para desmantelar sus capacidades militares, incluidos radares, misiles y aviones no tripulados, los hutíes mantienen su línea ofensiva. El reciente ataque contra un misil antibuque, anunciado por el Mando Central de EE. UU., subraya el desafío permanente.
Este acontecimiento supone un revés para la estrategia regional más amplia del presidente Biden, destinada a reducir las hostilidades, especialmente en el contexto del conflicto de Israel con Hamás en Gaza. Para agravar la volatilidad regional, Irán ha acusado a Israel de un ataque mortal en Damasco, y un grupo afiliado a Irán ha reivindicado la autoría de un ataque contra la base aérea de Ain al-Asad en Irak.
Los hutíes, una fuerza significativa en la prolongada guerra civil de Yemen, han justificado su postura agresiva como una contramedida contra Israel, ganando tracción en medio del sentimiento anti-israelí predominante en la región. La respuesta de EE. UU., dirigida a socavar la fuerza militar de los hutíes, podría enredar inadvertidamente a Washington en otro complejo conflicto de Oriente Próximo, desviando potencialmente la atención de sus prioridades estratégicas en Rusia y China.
Según funcionarios de la administración, la estrategia en Yemen se centra en disminuir significativamente la capacidad de los hutíes para amenazar la seguridad marítima en el mar Rojo y el golfo de Adén. Aunque EE. UU. no prevé una operación que dure años, sigue habiendo incertidumbre sobre el calendario para debilitar efectivamente la capacidad militar de los hutíes.
Biden ha reconocido el éxito limitado de los ataques para disuadir a los hutíes, que han prometido tomar represalias contra EE. UU. y Gran Bretaña. Las operaciones en curso incluyen esfuerzos para interceptar los envíos de armas iraníes a los hutíes, un grupo que ha demostrado resistencia frente a campañas militares prolongadas, en particular contra las fuerzas dirigidas por Arabia Saudí.
Funcionarios de EE. UU. subrayan que el objetivo no es conquistar a los hutíes, sino restringir su capacidad para lanzar ataques marítimos. Este enfoque implica atacar sus infraestructuras y activos militares avanzados, muchos de los cuales se cree que son suministrados por Irán.
A pesar de los éxitos iniciales de los ataques estadounidenses y británicos en la reducción de objetivos militares específicos, las autoridades reconocen que los hutíes aún conservan importantes capacidades. La estrategia de EE. UU. también se centra en impedir el suministro de armas avanzadas por parte de Irán, como demuestra la reciente interceptación de ojivas de misiles.
Los incoherentes patrones de ataque de los hutíes, potencialmente ayudados por la asistencia iraní en la selección de objetivos, suponen un reto complejo. La decisión de Biden de enfrentarse al grupo se alinea con su política más amplia de defensa de las normas internacionales, como la libertad de navegación, y el mantenimiento de las rutas marítimas mundiales.
Los esfuerzos de la administración de EE. UU. se extienden a conseguir la condena internacional de la violencia hutí, incluyendo una reciente resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y una designación de terrorismo para el grupo. Este enfoque multinacional pretende aislar a los hutíes y defender la seguridad marítima mundial.
Sin embargo, preocupa la posibilidad de que se intensifiquen las tensiones regionales y se socaven los esfuerzos diplomáticos para resolver el conflicto yemení. La participación del ejército de EE. UU. plantea interrogantes sobre las implicaciones a largo plazo y la posibilidad de consecuencias imprevistas, como el agravamiento de la crisis humanitaria de Yemen o la provocación de ataques hutíes más amplios.
Los legisladores de EE. UU. han expresado su apoyo a los ataques, pero buscan claridad sobre la estrategia a largo plazo y el plan de salida de la administración. La sostenibilidad financiera y operativa de la campaña también sigue siendo objeto de debate.
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“Por ahora, solamente le puedo confirmar que necesitamos todos los dólares que podamos conseguir”, dijo el coronel Antonio de la Guardia.