La antigua disputa territorial sobre la región del Esequibo ha dado un nuevo giro al reafirmar Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, sus pretensiones sobre una parte significativa del territorio guyanés. Esta maniobra no sólo reaviva un viejo conflicto, sino que introduce un nuevo elemento de tensión geopolítica en Sudamérica, especialmente con la implicación de Rusia, según informa el diario colombiano The City Paper.
La situación es cada vez más compleja con la agresiva postura de Maduro sobre la región del Esequibo, rica en recursos, una postura que no sólo amenaza la seguridad regional, sino que también corre el riesgo de escalar a un conflicto más amplio. El City Paper destaca el papel de Rusia, sugiriendo que su apoyo al régimen de Maduro es algo más que diplomático. Este apoyo se evidencia en una amplia campaña de desinformación, que recuerda a las tácticas empleadas por Rusia en sus relaciones con Ucrania, con el objetivo de influir en la opinión pública venezolana y reforzar la posición de Maduro.
Jorge Serrano, experto en seguridad y asesor de la Comisión de Inteligencia del Congreso peruano, brindó su visión, enfatizando que la guerra psicológica en curso es un esfuerzo de colaboración entre los servicios secretos rusos y cubanos. Esta operación no se trata sólo de difundir desinformación; es una batalla psicológica más profunda dirigida a manipular la percepción pública y desestabilizar a la oposición.
La intensificación de la retórica de Maduro en relación con el Esequibo, rico en petróleo, parece ser un movimiento estratégico para distraer la atención de las crisis internas de Venezuela, incluidas las turbulencias económicas y las inminentes elecciones presidenciales. Serrano sugiere que esta táctica pretende avivar el nacionalismo, presentando a Maduro como un protector que lucha por los derechos de Venezuela sobre el Esequibo y sus vastos recursos.
La alianza entre La Habana, Moscú y Caracas es polifacética y su núcleo es la guerra psicológica. Esta estrategia no solo consiste en apoyar al régimen de Maduro, sino también en intimidar y socavar a cualquier oposición, contribuyendo a un panorama geopolítico cada vez más complejo y desafiante.
A pesar de las posturas agresivas, el régimen venezolano reconoce la inviabilidad de apoderarse por la fuerza del Esequibo. Tal acción probablemente conduciría a un conflicto más amplio, marcando el final del gobierno de Maduro y potencialmente remodelando la dinámica geopolítica en la región, como señala Serrano.
El Esequibo no es sólo una disputa territorial; es una región abundante en recursos naturales, incluidas extensas reservas de oro e importantes yacimientos de petróleo y gas. La BBC destaca la importancia económica de la región, ya que sólo la mina de Omai produce importantes cantidades de oro. Además, los recientes descubrimientos de ExxonMobil en la región subrayan la inmensa riqueza que yace en el territorio en disputa.
Mientras Guyana experimenta un rápido desarrollo económico gracias a estos recursos, Venezuela se enfrenta a una grave crisis económica, agravada por la mala gobernanza y la corrupción. Esta situación proporciona un terreno fértil para las organizaciones criminales transnacionales, que al parecer operan con el apoyo tácito del régimen.
Serrano señala que la influencia rusa se extiende más allá del conflicto del Esequibo. Las organizaciones de comunicación rusas en América Latina pretenden perturbar no sólo el statu quo territorial, sino también los procesos democráticos de la región. El papel de EE.UU. a la hora de contrarrestar estos esfuerzos desestabilizadores es crucial, y colaboraciones recientes, como la mantenida con Ecuador, ponen de relieve la importancia de un enfoque global que abarque estrategias diplomáticas, de seguridad, de inteligencia y de defensa para salvaguardar la estabilidad regional y la integridad democrática.
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