Trece artistas ‘brut’ frente a un contexto

Hablar sobre art brut en Cuba resultaba complejo hace diez años atrás, cuando empecé mis investigaciones y noté la confusión que existía con el término y sus artistas. Se tenía una idea errónea de lo que pudiera ser un creador outsider o brut,[1] al vincularlo sobre todo a padecimientos mentales. Luego, las producciones autodidactas eran mejor asimiladas si respondían a una línea naíf, popular, o seguían un orden académico.

Entonces, ¿dónde situar a aquellos artistas brut que no se identificaban con estas líneas artísticas? Una parte de ellos ni se cuestionaban su clasificación o lugar, no tenían por qué; en cambio, otros —insertados en los circuitos legitimadores— preferían ser asociados con lo popular y naíf por temor a ser marginados como “locos” por la sociedad y las instituciones; primeras en fomentar este desconcierto debido a estrechas visiones y políticas culturales, sustentadas en este caso en la incomprensión y el desconocimiento. De modo que el conflicto del sujeto creador no solo se generaba desde el bien sabido ámbito social y familiar, que usualmente les afecta en sus inicios, sino también desde el institucional. 

En aquella época era difícil encontrar bibliografía al respecto en la Isla[2] y los antecedentes más cercanos se remitían a inicios de los años 60, a la labor promocional de José Seoane Gallo (1936-2008) y Samuel Feijóo (1914-1992); quienes trabajaron con artistas autodidactas, en el afán de explorar los elementos folclóricos y etnológicos que caracterizaban la pintura popular cubana.

El resultado más notable de la labor de Seoane se concretó en la formación del Grupo de Pintores y Dibujantes Populares de Santa Clara (1957-1962); que continuó Feijóo, al incrementar esta nómina con otros artistas de la antigua provincia de Las Villas, para después renombrarlo como GrupoSignos.[3]

Un gran paso para el grupo fue la muestra colectiva Arte Inventivo de Cuba (1983), organizada por Feijóo en el Museo de Art Brut de Lausanne, Suiza; gracias al interés que el artista Jean Dubuffet mostró en estas producciones cubanas. La exposición estuvo conformada por más de 150 obras de 35 artistas, que de ninguna manera fueron consideradas brut, a pesar de haberse expuesto en ese escenario. Eran innegables los puntos de encuentros de algunos de los creadores, pero el propio Feijóo insistió en aclarar las diferencias con el art brutal sostener que el movimiento plástico de Las Villas surgía de la naturaleza y la fantasía cubana, sus mitos y regocijos;[4] y desde esa postura defendía su originalidad.

Por otro lado, en los hospitales siquiátricos de Santiago de Cuba, La Habana, Camagüey y el Centro de Salud Mental de Remedios (Villa Clara),[5] existieron breves experiencias con arteterapia que motivaban a los pacientes hacia las artes plásticas, teatro, danza y la música; pero que no derivaron en aportes en concreto al campo de las artes visuales, puesto que centraban su interés en el efecto terapéutico de dichas manifestaciones artísticas. Estaba claro que debía emprender las investigaciones desde cero. Las que inicié con el proyecto comunitario y de arteterapia Entre Cipreses y Girasoles, en el Hospital Psiquiátrico de Villa Clara (2008-2012). Con él, pretendía empezar un estudio in situ, basado en mis experiencias, en contacto directo con posibles creadores brut, que me permitiera explorar los patrones comunes dentro del proceso creativo.

Durante los años que duró el proyecto, se implicaron altruistamente artistas, escritores e instituciones culturales[6] que colaboraron con talleres, donaciones, exposiciones y otras acciones plásticas. Nos proponíamos, además de contribuir a la rehabilitación de los pacientes, identificar a aquellos creadores —dentro o fuera del ámbito hospitalario— que por sus rasgos y producciones se inscribieran en esta expresión artística; así como apoyar el desarrollo de sus obras mediante la generación de proyectos curatoriales y la investigación a fondo de sus producciones. Parte de los resultados de esta experiencia quedaron publicados en el libro de testimonios y ensayos El Aullido Infinito (Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2015); donde se registraron las distintas problemáticas en torno al art brut en Cuba, en la voz de sus únicos protagonistas: los artistas.

En la actualidad, el escenario algo ha cambiado, al menos en la capital. A partir de 2012, con la presencia de Juan Martín, director de NAEMI (National Art Exhibitions of The Mentally III), y de Daniel Klein, presidente de la Fundación Art Brut Project, se empieza a llamar la atención sobre las obras de determinados creadores brut, fundamentalmente de la región occidental, al realizarse puntuales muestras y eventos[7] que propiciaron una breve revaloración de estas producciones desde la institución arte; además del intercambio con museos, coleccionistas y galerías de diferentes partes del mundo.

NAEMI y la Fundación Art Brut Project fueron un detonante que señalaban la existencia del género en el país e impulsaron en La Habana la puesta en marcha de iniciativas como Psicoartecubano —proyecto social, artístico y terapéutico, sin fines de lucro, que organiza el promotor y sicólogo Pablo Hermes Rodríguez Mesa, con la intención de localizar, apoyar y exhibir las obras de creadores del género— y Riera Estudio—dirigido por el artista Samuel Riera en su estudio taller, que tiene como objetivos la investigación y trabajo con aquellas producciones artísticas de carácter marginal; promover la obra de los creadores que integran el proyecto a través de exposiciones[8] y ofrecerles la oportunidad de insertarse en el mercado del arte.

Por otro lado, las distintas publicaciones por agentes e investigadores en las redes sociales y revistas de arte especializadas, tales como Bric-á-Brac, Osservatorio Outsider Art y Raw Vision;o el reconocimiento de SPACES Archives[9] de espacios de Arquitectura Brut en Cuba, generaron una mayor visibilidad e interés internacional. Mientras, dentro de la Isla se apreciaba una discreta divulgación del género en las páginas del boletín cultural Guamo y la revista Umbral; los periódicos Vanguardia, Trabajadores, El Caimán Barbudo; y diferentes sitios digitales que empezaron a influir en una gradual aceptación social de los creadores en su entorno próximo.

Pero resulta insuficiente el reconocimiento de estos artistas que siempre han estado ahí, siendo notable la ausencia de proyectos investigativos y curatoriales que los incluyan y muevan en las instituciones[10] o que al menos logren introducir la mención del género en talleres y programas de estudios medios y superiores de arte.  

El artista brut cubano empieza a ser más conocido fuera del país que dentro, donde el silencio del nothing happens los absorbe. En el exterior los medios especializados, ferias, colecciones y galerías los acogen y valoran por la autenticidad y fuerza de sus obras. En tanto, se van sumando nombres a una relación de artistas que apenas empieza y que desde una estética diversa también enriquecen el panorama actual de la plástica cubana. Entre ellos podemos mencionar:



Arturo Larrea Cárdenas

Busca en la pintura un sitio de paz a sus tormentos. Desde la adolescencia padece de continuas crisis de esquizofrenia paranoide. Ha sido premiado en certámenes de artes plásticas y ha participado en exposiciones personales y colectivas en diferentes casas de culturas y galerías.

En sus producciones artísticas resulta apreciable, su paso por dos etapas. La primera, que el propio artista denominó “Foco rosa” por la notable insistencia en el color rosa, aunque es el negro el que predominaba para acentuar atmósferas de marcados contrastes. Lo figurativo y lo abstracto se fusiona en series de acento erótico, realizadas con una técnica mixta sobre cartulina. Abordaba las relaciones afectivas en sus diversas variantes y recreaba retratos femeninos de fisonomías similares a la de su madre; detalle este que hacía evidente su paso por el síndrome de Edipo. Con el trazado de bustos desnudos y escenas de grupos en posibles encuentros de placer, pretendía mostrar la belleza del cuerpo femenino y del acto sexual.

En una segunda etapa, Larrea enfatiza en el tema de la religión cristiana; de ahí que clasificara sus pinturas como Apologetic art: teología que defiende la fe cristiana a través del arte. Durante este período se aprecian notables cambios en cuanto al soporte, formato y técnicas. Opta definitivamente por trabajar con óleo y acrílico sobre telas de mediano y gran formato, y empieza a aplicar el color con mayor osadía, a golpe de espátula, sin abandonar el uso del negro. Se hacen frecuentes los autorretratos y el paisaje como contexto empieza a tomar protagonismo, pero siempre sujeto a una reinterpretación personal de su realidad circundante: contradictoria y perturbadora.

Cae por momentos en crisis destructivas que lo han llevado a dañar sus obras y apuntes, a negarse a sí mismo. Vive en el caserío de Jiquiabo, junto a sus padres, donde hace muy poca vida social y continúa sobreponiéndose de cada recaída. Sus pinturas continúan en evolución y actualmente experimenta una etapa más arriesgada y abierta hacia lo sexual. Se conoció de su trabajo mediante al proyecto Entre cipreses y girasoles y fue el primer artista con el que se hizo una muestra en Cuba de art brut, bajo esta denominación.[11]



Arturo Larrea Cárdenas (La Piedra, 1980).



‘Pía’

No sabe por qué pinta, pero si no lo hace siente que “se vuelve loca”. Es una mujer sencilla, que vive de lo que cosecha en el campo junto a su marido. Apenas ha estudiado y no posee conocimiento alguno de arte. Cuando pinta no puede parar y lo hace a cualquier hora, aunque prefiere las sombras y el silencio de la noche. Va cubriendo todo a su paso: las paredes de la casa, papeles, telas viejas y cualquier soporte que tenga al alcance. Cuenta que ve cabecitas humanas que le dicen que quieren salir fuera y hasta que no las pinta, no se callan.

Trabaja de manera intuitiva y recrea imágenes de hombres y mujeres de parecidas fisionomías; algunos fragmentados y en posiciones absurdas, junto a animales, objetos, y extrañas plantas. Sus recargadas composiciones no siguen un único ritmo y utiliza colores opuestos y brillantes. Circunda los bordes de las figuraciones con gruesas líneas, hasta moldear la masa compacta de personajes. Nunca pone títulos ni le gusta llamarse artista. Solo pinta, superponiendo una capa de imágenes sobre otra, siguiendo un impulso inexplicable, imposible de controlar, que le alivia el cúmulo de imágenes en su cabeza.

Trabaja también la escultura en cera, yeso, poliespuma y maderas; utilizando para tallar cualquier objeto con filo que tenga cerca. Continúa viviendo en el poblado de Dolores, cerca de Caibarién, en la zona central del país, donde el amor a su familia, la pintura y la escultura dan sentido a su cotidianeidad.



Esperanza Rodríguez Conde, ‘Pía’ (Villa Clara, 1966).



Jesús Espinosa Carrillo

De prodigiosas alucinaciones y noble alma; pintor imprescindible del medio artístico remediano, donde es respetado y querido. En la galería Carlos Enríquez de Remedios ha realizado numerosas exposiciones y ha obtenido reconocimientos por su intensa labor creativa.

Desde su juventud padece de esquizofrenia y permaneció recluido por largos períodos en el centro de salud mental. Suele cubrir las paredes de su casa con murales que renueva cada cierto tiempo; en ellos, la imagen dibujada suplanta la ausencia real del objeto o persona representada. La mayoría de sus obras son acuarelas o dibujos sobre papel y cartulinas, que acostumbra a firmar con una hormiga, cual símbolo de laboriosidad. Jesús padece de alucinaciones y, de tanto en tanto, asegura tener las inesperadas visitas de hermosas mujeres que le acompañan por horas, o durante toda la noche; mujeres que luego lleva a sus pinturas en posiciones danzantes o semidesnudas.

Llama la atención el tratamiento del color en sus obras y el uso de una pincelada firme y esparcida. Sus composiciones intuitivas, de rasgos torpes y primitivos, han servido de inspiración a jóvenes generaciones que suelen admirarle como un maestro del arte, que guarda cuidadosos secretos.



Jesús Espinosa Carrillo (Remedios, 1951).



‘Bofill’

Extrovertido artista de ilimitada imaginación e ingenio. Es miembro de la UNEAC y ha realizado innumerables exposiciones personales y colectivas en Cuba y el extranjero. Posee premios y reconocimientos en salones de artes plásticas; una de sus obras conforma la muestra permanente del MNBA. Ha convivido con sus delirios hasta hacerlos parte de su vida y obra. Una niñez marginal, la guerra en Angola y el tiempo trascurrido en prisión marcaron sus producciones plásticas con una solidez incuestionable y un enfoque autorreferencial hacia tópicos que van desde lo social, religioso, histórico y paisajístico.

En las imágenes religiosas que trabaja se destacan sus numerosas representaciones de vírgenes y cristos que, en su mayoría, provienen de la estética marginal del tatuaje presidiario. Incorpora con frecuencia refranes, poemas y otras alegorías literarias, haciendo uso de la caligrafía al natural. En los retratos, suelen destacarse aquellos realizados a los líderes revolucionarios: tema por el que manifiesta una curiosa obsesión; mientras que en los autorretratos puede transfigurar su imagen en personalidades de la historia, las artes y la cultura universal.

Bofill expresa una peculiar filosofía de vida de inclinaciones mediúmnicas, donde fusiona la escenificación, lo místico, lo erótico, lo humorístico, lo absurdo y lo poético con la realidad. En ese interés por exteriorizar y compartir su arte, ha convertido su casa en un verdadero santuario artístico, donde el conjunto de las piezas y los objetos de la cotidianidad coexisten, hasta mezclarse y crear un ambiente críptico, y a la vez acogedor. Las paredes internas, externas y parte de los techos han sido decorados con extensas pinturas murales y los fragmentos de obras dispersos por las habitaciones se utilizan con diafanidad y rara elegancia. Su casa ha sido reconocida por SPACES como un sitio de fantástica arquitectura brut. Posee un estilo sumamente original, que se nutre de la confluencia de varios rasgos: primitivo, naíf y siempre contemporáneo; confluencia que también puede encontrarse en los artistas brut y que lo convierten en un significativo exponente del género en Cuba.



Noel Guzmán Boffill Rojas, ‘Bofill’ (Remedios, 1954).



Clara Ortiz García

Creadora que se desdobla a través de sus pinturas en varias caras y facetas. Sufre de personalidad múltiple y presenta rasgos esquizoides. A los 40 años empieza a pintar bajo la tutela de José Seoane Gallo y rápidamente obtiene sus primeros premios.

Ha realizado varias exposiciones personales y ha participado en salones de arte popular y naíf; pero no le gusta encerrarse en esta manifestación, puesto que en diversos eventos tuvo que adaptar sus obras para ser aceptada. Como artista siente otras necesidades expresivas en tópicos y posturas audaces que se alejan de la línea popular.

Por lo general, trabaja una técnica mixta sobre cartulina, aunque predomina el uso de la acuarela. Sus representaciones suelen ser autorreferenciales y su imagen puede verse transfigurada a través de individuos de diferentes sexos, objetos, incluso en flores y animales, desde un enfoque simbólico y a ratos experimental.

En ocasiones ha preferido explorar su mundo interior en obras de complejas narraciones y en composiciones donde la síntesis de elementos convive con la sobriedad del color. Sus piezas llegan a proporcionarle un desesperado estado de amor/odio, que la pueden llevar a destruirlas, de ahí que la gran mayoría se encuentren donadas a las principales instituciones de cultura de la ciudad de Santa Clara. Es consciente de ser una artista brut y se reconoce “maldita” por ello, en un camino que puede llegar a ser tortuoso, por los tantos estigmas sociales y culturales que encuentra a su paso.



Clara Ortiz García (Santa Clara, 1961).



‘Wayacón’

Bohemio de mirada nostálgica y fascinante universo. Su obra se ha inscrito en una vertiente que va de lo contemporáneo a lo naíf, sin esta última ser su única línea creativa o fuente de inspiración. Sus premios, reconocimientos y exposiciones son incontables. Miembro de la UNEAC, es considerado una personalidad de la cultura cienfueguera de extraordinario carisma. Obras suyas integran la colección del MNBA. De intenso andar por la vida, estuvo durante mucho tiempo como un vagabundo; habitando en cementerios, vagones de trenes y fortalezas españolas abandonadas.

Padeció de alcoholismo y crónicos cuadros depresivos, y aún se mantiene medicado debido a repentinos estados que puede experimentar. Fue combatiente revolucionario y posee diversas medallas por su actitud heroica en batallas decisivas de la Revolución, como el combate de Playa Girón. Estuvo también en la Guerra de Vietnam y guardó prisión en Cuba durante las injustas leyes contra “los vagos”.

Realiza sus pinturas sobre cualquier soporte, incluso ha pintado sobre animales vivos con los que ha realizado acciones plásticas; posee series pintadas de ropas y accesorios, algunas dedicadas a la memoria de su madre; ha trabajado performance, collage, escultura e instalaciones. Sus obras pueden llevar implícitos temas que van desde lo social hasta lo erótico; donde prevalecen los personajes de sus “mamitas”, como símbolo de admiración y deseo hacia la sensualidad femenina. Le caracterizan: los colores brillantes, el uso de empastes, el contorno de las figuras por gruesas líneas; y el empleo de números y símbolos propios, que van tejiendo una narración alrededor de cada pieza. Suele ser irreverente, extrovertido y es el centro de atención en cualquier sitio que llega.



Julián Espinosa Rebollido, ‘Wayacón’ (Cienfuegos, 1941).



Nivia de La Paz González

Es una carismática artista que sobrevive encerrada en las memorias de otras épocas. Repentinos cambios marcaron su juventud e historia personal. Estuvo ingresada con un diagnóstico de esquizofrenia, para luego permanecer bajo medicación.

Su vida está signada por la soledad y un impactante encuentro con el Che Guevara en diciembre de 1958, que la ha convertido en objeto de fabulaciones populares. Es una poetisa y creadora representativa de la plástica villaclareña, a pesar de esporádicos distanciamientos que mantiene con las instituciones culturales. La editorial Capirode Villa Clara le publicó el poemario Me saludo mortal y me retiro (2004); y sus poemas aparecen en las revistas Signos, Guamo y en la antología Faz de tierra conocida (Yamil Díaz Gómez, Letras Cubanas, 2010).

Mayormente trabaja la pintura, el collage y el dibujo, desde la añoranza de tiempos pasados. Las paredes de sus habitaciones las decoraba con sus propias pinturas, llegando a desarrollar extensos murales, y conserva cientos de enciclopedias de artes elaboradas por ella misma. Vive en precarias condiciones y utiliza cualquier soporte y material que le permita expresarse. Sus obras guardan un carácter autorreferencial debido a los disimiles autorretratos que solía pintar; resulta notable el uso de las máscaras o transfiguraciones de personas en animales, como si la vida fuese un eterno carnaval de disfraces.



Nivia de La Paz González (Camajuaní, 1940).



Joaquín Morales López

De obsesivo carácter y férrea voluntad por crear, desde niño ha sufrido disímiles disturbios mentales. De adulto pasó desde cuadros depresivos y alcoholismo hasta trastornos de la personalidad con inclinaciones agresivas; además de una enfermedad cancerígena, por la que se ha visto bajo tratamientos e ingresos. En las artes plásticas ha encontrado una vía de escape a sus padecimientos, una realidad paralela.

Joaquín gusta de experimentar en sus piezas, al punto de lograr complejas texturas y efectos visuales, para los que utiliza materiales y soportes poco convencionales. Suele realizar reinterpretaciones de los maestros de la pintura universal y siente especial admiración por la obra de los artistas cubanos Wifredo Lam (1902-1982) y Ever Fonseca (Manzanillo, 1938). Este artista resulta una especie de copista que constantemente reelabora los clásicos y hasta su propia realidad, logrando de este modo escapar de ella. Ha incursionado además en temáticas históricas y políticas, con singulares retratos e instalaciones de Fidel Castro y los cinco héroes.



Joaquín Morales López (Sagua la Grande, 1963).



‘Moya’

Procede de una familia campesina y pobre en una zona intrincada de las montañas de Guantánamo. En 1984 comienza sus primeras obras sobre madera. En ellas esculpía imágenes, que visualizaba antes de hacerlas.

Ha realizado diversas piezas performáticas e instalaciones y es considerado un destacado escultor de los años 80 y 90 en la plástica cubana. Sus obras han sido reconocidas por críticos y personalidades del mundo del arte. Ha participado en diversas exposiciones y ha ganado numerosos premios y reconocimientos. Se inspira principalmente en temas políticos y sociales, que aborda con fuerza, en una especie de aparente fusión o juego irónico con lo religioso. Lleva un modo de vida anticonvencional y suele andar descalzo por las calles como parte de su postura artística.

Siente un especial apego por el monte y la naturaleza que lo llevan a experimentar las sensaciones libres de un cimarrón, de ahí que pase largas temporadas en el monte y que lo sienta como su habitad natural. Por momentos se desdobla en tres personalidades distintas que van cambiando su tono de voz, temas al hablar y hasta su vestimenta. Para la confección de sus obras utiliza materiales naturales o desechados por el uso cotidiano. Conserva parte de sus obras, amontonadas, en un espacio que llama su madriguera. Es un martiano férreo y todo el tiempo parafrasea sus versos y escritos con total lucidez.

En la ciudad de Guantánamo se le conoce por sus actos voluntarios de bondad, consecuencias de sus preocupaciones hacia el entorno y la justicia humana. Moya, en sí, es parte de sus propias piezas, de ahí esa imagen sorprendente que contrasta con su figura menuda y sana humildad. Suele ser objeto de varias leyendas urbanas y de una eterna interrogante: ¿loco, brujo o artista?



Ramón Moya Hernández, ‘Moya’ (Guantánamo, 1950).



‘Gallo’

De joven fue barbero y era colaborador revolucionario. Su participación fue clave para el triunfo de la batalla a Playa Girón y en 1960 se convierte en diplomático para representar a Cuba en distintos países. Después de su retiro, durante los años del Período Especial, no ganaba lo suficiente para mantener a su familia y abandona su confortable apartamento en el centro de La Habana para establecerse en el barrio de Alamar, un sitio conocido como la Siberia, por los edificios de la década de 1970, con diseños importados de la entonces Unión Soviética, en avanzado deterioro y cuyas infraestructuras nunca fueron terminadas.

Allí, la cotidianeidad se le volvió compleja y, entre las carencias materiales y la angustia de no tener qué comer, llegó a valorar el suicidio. Pero un día empezó a reutilizar objetos de desechos con una función estética, a otorgarles un nuevo sentido sin despojarlo de su contenido original. A partir de ahí su vida tomó un nuevo curso que él mismo describe como un renacer desde el arte.

Con materiales recolectados creó un jardín de esculturas e instalaciones que llamó el Jardín de las Afectos. Mientras, en el interior de su apartamento, empieza a conformar lo que sería la Galería de Afectos, cubriendo las paredes con aglomeraciones de objetos que narrarían su historia personal. De barba blanca y espesa, brazaletes, collares y una fuerte carcajada, es un anciano con aires de profeta y contagiosa alegría, que se confiesa portador de una filosofía humanista, cuya esencia radica en el amor y en esa necesidad de compartirlo, de ser querido. Pide ser enterrado al pie de una ceiba del jardín, que él mismo plantó hace más de veinte años, donde tiene preparada su propia tumba.

Tanto el Jardín… como la Galería de Afectos son sitios reconocidos por SPACES como espacios de arquitectura brut en Cuba. En 2014, a modo de homenaje por su 90 cumpleaños, la Fundación Art Brut Project publicó un catálogo sobre su obra y produjo el documental Gallo, ¡la vida otra vez!



Héctor Pascual Gallo Portieles, ‘Gallo’ (Campo Florido, 1924).



Misleidys de la Caridad Castillo

Nace en Güines, un pueblo cerca de La Habana. Durante sus primeros años de vida se le diagnosticó una sordera severa y autismo. Desde entonces, su madre prefirió educarla por su cuenta, puesto que no existía un Centro de Educación Especial adecuado para su discapacidad. Al no hablar ni escuchar, ha desarrollado con su madre un modo de comunicación por signos y gestos, comprensible solo entre ellas. Desde pequeña le gustaba pintar, pero ya de adulta comenzó a dibujar grandes piezas de figuras humanas que recortaba y pegaba en las paredes con cinta adhesiva. Las imágenes eran de hombres y mujeres musculosos, de expresivos rostros y aspectos monumentales, semidesnudos y en poses estáticas. Las representaciones también pueden ser de cabezas en posiciones frontales o de perfil, fragmentos de pies, o animales. Figuraciones que lo mismo agrupa en unidad de tres y cuatro o individualmente; y cuyos tamaños pueden variar, pero siempre usa el mismo patrón para dibujar y aplicar el color.

La razón por la que comenzó a representar esta especie de héroes o gigantes sigue siendo un enigma para su madre, quien es la persona más cercana a ella. De todos los artistas antes mencionados, quizás sea Misleidys la artista brut cubana más conocida internacionalmente al trabajar en estrecha colaboración con NAEMI y la Galería Christian Berst; encargados de representarla en prestigiosas ferias de arte y eventos internacionales.



Misleidys de la Caridad Castillo (Mayabeque, 1985).



Damián Valdés Dilla

Dibujaba desde niño y luego empezó hacer caricaturas, e inventar sus propias historias. Dejó los estudios siendo un adolescente. Habían empezado los cuadros de esquizofrenia y desde entonces tuvo que buscarse la vida en lo que pudiera. Sin dejar de incursionar en las artes plásticas, trabajaba el pirograbado y la talla sobre madera, hacía cerámica y pinturas murales en las calles. Fue miembro de la AHS, en la sección de Artes Plástica, aunque también incursionaba en la música en el género Hip hop y estuvo vinculado al movimiento de grafiteros de aquellos años. Publicaba sus dibujos en revistas como El Caimán Barbudo, hacía collage y pintaba.

Hasta que un día, de trozos de maderas, empezó a construir maquetas a gran escala que, a modo de instalaciones, representaban ciudades imaginarias en escenas bélicas. Por esa época comenzó a hacer sus ensamblajes, entre ellos esculturas de aparatos voladores que construía con cables, bolígrafos, pedazos de equipos electrónicos, juguetes y chatarra. Eran inventos, frutos de la precariedad y del ingenio, que solía visualizar antes de empezar a construir.

Luego vinieron los dibujos a tinta de fantásticas ciudades sobre cartulinas y cuadernos, donde fusionaba distintos estilos arquitectónicos; el ritmo de estas escenas urbanas se veía condicionado por el movimiento de automóviles, motos, autobuses, submarinos, tanques, helicópteros, globos dirigibles y aviones, que a veces forman parte de batallas y bombardeos. Mientras dibuja, suele hacer efectos de sonidos con la boca, que acompañan las escenas; es su manera vivirlas, de sentirse parte del momento mientras dibuja, como un protagonista más de un juego de guerra donde nadie muere. Damián permanece medicado y suele tener episodios de pánico; pero nada de esto frena ese impulso creador que lo ha llevado a exponer en diversas galerías y ferias de arte de Francia, Los Países Bajos, Alemania, Portugal y Estados Unidos. Sus obras forman parte de colecciones tan prestigiosas como la de NAEMI, la Galería Hamer de Ámsterdam o la Colección Treger/Saint Silvestre.



Damián Valdés Dilla (La Habana, 1970).



‘El Buzo’

Empezó recogiendo muebles y objetos de la basura para recuperarlos y venderlos. Su paupérrima economía, agravada con recaídas de salud producto de la esquizofrenia, le llevaron a situaciones límites de precariedad y, en medio de la desesperación, atentó contra su vida.

Entre esos objetos que recogía de los basureros le empezaron a llamar la atención algunos en particular; entre ellos, fotografías antiguas, latas, maletas, cámaras, tirillas vacías de pastillas, cubiertos. Los acumulaba en su casa, sin dejar prácticamente espacio para moverse. Mientras, sentía cierta necesidad por intervenirlos, fusionarlos, crear a partir de todas aquellas emociones encontradas y de las historias de vida que contenían los objetos. Sin saber bien la razón, le interesaba generar contradicciones en aquellas fotos y objetos intervenidos, crear la tensión en problemáticas sociales como la homosexualidad o los conflictos humanos generados por las propias enfermedades mentales, donde solo se puede ir adelante con la fuerza de voluntad.

Recortaba las fotos y luego las cosía entre ellas, escogiendo los elementos precisos, que pegaba y articulaba, hasta crear piezas que quizás solo él apreciaría al colgarlas en las paredes de su casa. Cuando trabaja siente que de algún modo usurpa los planos emocionales de quienes fueran dueños de los objetos recogidos, sabe que toca objetos que han estado cerca de la muerte, que aún guardan huellas de dolor, de sufrimientos, y le ocupan sensaciones fuertes; pero siente también que ha logrado frenar el tiempo, salvarlos, otorgarles una nueva vida. Las cruces, los ojos y cabezas recortadas, las costuras a mano, los detalles a tinta, van conformando potentes imágenes, que, de la revelación a lo pesadillesco, ya conforman su personal poética.

Pasa los días de los basureros en las calles a la casa/almacén; intenta estar tranquilo, pero no deja de asombrarse cada vez que sabe que sus obras empiezan a mostrarse en las salas de importantes espacios.



Jorge A. Hernández Cadi, ‘El Buzo’ (La Habana, 1963).



El camino recién comienza para los estudios e investigaciones en el campo del art brut, quedando mucho por hacer en un terreno de largas historias de exclusión. Son artistas que, en ciertos casos, se han mantenido en las sombras; conviviendo con el rechazo, o con el temor que inspiran sus obras ante lo diferente o desconocido. Sus códigos casi crípticos no permiten acceder a ellas completamente y las imágenes pueden conducirte a terrenos perturbadores, místicos; al ser el resultado de procesos inconscientes que operan desde una realidad otra; que hablan en un lenguaje convulso, grotesco, de aparente caos, de obsesiones y búsquedas constantes.

Estos creadores asumen el arte como una actitud ante la vida y pueden llegar a convertirse en parte de sus propias piezas. Crean bajo un impulso inexplicable, acosador, casi animal que, a la vez, es el más humano. No siguen referentes ni tendencias de mercado. En las producciones brut lo atemporal marca patrones que se repiten de un siglo a otro sin explicación alguna. Solo existe la fragilidad del ahora, en contenidos que evidencian dinámicas de rupturas y que les permiten dialogar con el arte contemporáneo. Ante sus obras se percibe esa sensación incómoda de lo perecedero que se escurre; del absurdo de sistemas de pensamientos, de sociedades ordenadas, de modelos calculados y convencionalismos; se reafirma uno en un instante de liberación, tras el simple acto de la apreciación visual, de vivir el momento, el ahora.


* Resumen de dos conferencias dictadas por la autora, durante el curso Art Brut: mundos paralelos. Brutalidad y sinceridad en el arte. II Edición. Facultad de Bellas Artes. Universidad de Granada, España, abril de 2018.




Notas:
[1] Término francés concebido por Jean Dubuffet (1901-1985) a mediados del siglo xx, con el que quiso denominar a toda aquella producción plástica realizada por personas con desórdenes mentales, convictos, individuos aislados de la sociedad y niños. Dubuffet se inspiró en los estudios que el historiador del arte y siquiatra Hans Prinzhorn (1886-1933), había realizado sobre la producción plástica de pacientes siquiátricos, para publicar su manifiesto “El arte bruto preferido a las artes culturales” y fundar la Compañía de Art Brut (1948) y el Museo de Art Brut de Lausana, Suiza (1967), al cual dona una extensa colección plástica de esta expresión. A partir del término art brut, surgieron otras terminologías: arte visionario, arte lunático, raw art, arte psicopatológico, entre otras; aunque una de las más utilizadas en la actualidad es la de outsider art (arte marginal), término creado por el crítico Roger Cardinal en 1972, que es mucho más inclusivo en su concepción.
[2] Apenas se encontraban artículos en las revistas Islas, Signos y Bohemia; o sendos capítulos en el Summa artis, Historia General del Arte, vol I, de José Pijoán (Madrid, Espasa-Calpe, S.A.,1955, pp. 503-512); y en El arte y el hombre, de René Huyghe (La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972, pp. 80-83); ambos ejemplares con información desactualizada y con terminologías ya obsoletas. La búsqueda de materiales online eran una quimera, debido a las restricciones en Internet; y los libros en pdf de autores como Michel Foucault pasaban fotocopiados de mano en mano.
[3] Con esta misma denominación bautizó en 1969 la emblemática revista que hasta hoy se mantiene; y mucho antes había publicado el libro Dibujantes y Pintores Populares de Las Villas (Editorial Universidad Central de Las Villas, 1962), que recogía parte de estas producciones del grupo.
[4] “Aclaración oportuna”, en Islas, no. 28, Universidad Central de Las Villas, enero-marzo, 1968, p. 258.
[5] En la década de 1970, en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, bajo la dirección del doctor Bernabé Ordaz (1921-2006), se realizaron varias iniciativas que incluían exposiciones colectivas y personales de pacientes y artistas. Paralelamente, en el Hospital Psiquiátrico de Santiago de Cuba, dirigido por Alberto Orlandini, se puso en práctica un proyecto de arteterapia encaminado al tratamiento del alcoholismo en pacientes con desórdenes mentales. Con posterioridad, en el Hospital Psiquiátrico de Camagüey, se trabajó con los pacientes la cerámica, el psicodrama, la ludoterapia y la novella spress. Mientras, durante los años 90, en el Centro de Salud Mental de Remedios (Villa Clara), se creó una brigada artística para animar tanto a pacientes como a doctores en aquellos duros años.
[6] Los artistas participantes fueron: Aliegmis Bravo Cuan, Josué Bernal Escudero, Jorge Luis Sanfiel, Isabel Coello Trimiño, Eridanio Sacramento Ramos, Yolmis Mejías, Rachel Paredes, Anelys Valdés Castillos, Amilcar Chacón Iznaga, Frank Michel Johnson Pedro y Clara Ortiz, entre otros; y los escritores: Yamil Díaz Gómez, Laritza Fuentes, Irina Ojeda Becerra y Jorge Luis Mederos (Veleta). Además de la colaboración de la AHS, Galería Pórticos, UNEAC de Villa Clara, Arche Galería, Fondo de Bienes Culturales, Museo Provincial de Historia, Academia de Arte Leopoldo Romañach, Galería Wifredo Lam de Sagua La Grande, Consejo de las Artes Plásticas y La Piedra Lunar.
[7] Vale destacar dos muestras colectivas en la embajada de España en La Habana: Ecos del inconsciente (noviembre de 2014) y Encuentros (marzo de 2017), organizadas por Juan Martín y Daniel Klein; la exposición colectiva Balada para Quasimodo (febrero de 2015), dedicada a la familia Ortiz García, en la Galería Luz y Oficio, Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño, La Habana, y comisariada por Magdalena Rivas Rodríguez, quien también realizaría la muestra personal El Mundo de Gallo (marzo de 2014), en la Casa de la Poesía, Habana Vieja. Además del proyecto Museo de Arte Maniático (MAM), constituido por una serie de tres muestras realizadas en Espacio Aglutinador, La Habana, de 2012 a 2013. 
[8] Entre las varias muestras que se organizaron desde Riera Estudio, son de mencionar las colectivas: Efecto-Corrección, en Fábrica de Arte Cubano, La Habana, abril de 2017; Cuba Outsider, en Galería Hamer, Ámsterdam, noviembre-diciembre de 2017; y Dibujos de Cuba, Museo Kunsthaus Kannen, Alemania, febrero-mayo de 2018.
[9] Organización no lucrativa y de beneficio público, creada con un enfoque internacional para el estudio, documentación y preservación de ambientes y actividades artísticas autodidactas. Dirigido por Jo Farb Hernández, investigadora, comisaria y profesora de Historia del Arte de la Universidad de California, San José.
[10] Es de mencionar el trabajo de la sala Pedro Osés en la Galería Provincial de Villa Clara, un espacio abierto a la creación autodidacta, cuya línea no se encierra únicamente en lo popular.
[11] Muestra Cuando la luz de la Aurora, Museo Provincial de Historia de Villa Clara, noviembre de 2008. La reseña sobre esta muestra, “Art brut en Santa Clara” fue publicada en Guamo, año 3, no. 3, Santa Clara, enero de 2009, pp. 2-3.


© Imagen de portada: Escultura de Moya. Foto: Yaysis Ojeda Becerra.




Felipe Jesús Consalvos

Felipe Jesús Consalvos y los desvelos patrios

Yaysis Ojeda Becerra

Las producciones de Consalvos reclaman por volver al origen del artista, hacia esa isla que le vio nacer, a su patria compartida hasta el último pedazo de imagen recortada y pegada en sus ‘collages’.