#notificaciónsinleer de un evento que involucra a jóvenes artistas: Indago sobre Nice Time to Start Painting, una exposición colectiva de la galería Bode Projects.
Nómina: Stacey Gillian Abe (Uganda, 1991), Maxwell Alexandre (Río de Janeiro, 1990), Cristina Canale (Río de Janeiro, 1961), Flavio Garciandía (Caibarién, 1954), Luis E. López-Chávez (Manzanillo, 1988), Miguel A. Machado (Pinar del Río, 1990), Agnes Waruguru (Kenya, 1994) y José Yaque (Manzanillo, 1985).
Curaduría: Lars Bode, Liatna Rodríguez, Daleysi Moya y Dominique Suberville.
Emplazamiento: Aguiar 111 e/ Cuarteles y Chacón, Habana Vieja, Cuba.
Contacto con Liatna Rodríguez:
La cita a Julian Schnabel como título de esta muestra, la exclusividad del lenguaje pictórico en cada obra y la relación particular de sus autores con el medio en cuestión, dejan en claro la postura curatorial respecto al debate sobre la muerte de la pintura. Ahora bien, con la certeza de que los pintores seguirán pintando, ¿determina la conjugación de estas piezas en específico o la propuesta funcionaría con otras pinturas de los mismos artistas?
Quisiera presentar ambas respuestas en un marco de ideas concernientes exclusivamente a mi experiencia curatorial.
La selección de artistas para una exposición de arte contemporáneo pasa por infinitas relaciones estéticas, teóricas, culturales, sociales, políticas, comerciales y, en definitiva, de poder. Hablar de este proceso curatorial per se sería caer en un romanticismo ingenuo.
La exposición Nice Time to Start Painting está sustentada, en primera instancia, por el interés de mostrar el trabajo de la Galería Bode Projects en Cuba. Aunque situada en Berlín, la galería ha mantenido entusiastas lazos de comunicación y trabajo con el contexto artístico habanero de los últimos años; interesándose por los más recientes acontecimientos artísticos de la Isla, así como colaborando con varios artistas cubanos en exposiciones, ferias y otros eventos artísticos (para más información, visitar la página web www.bode-projects.com). Lo cual constituye una línea de trabajo coherente, ya que en la nómina internacional de Bode Projects predominan los artistas de África y América Latina.
Otro aspecto fundamental de nuestro trabajo es la apuesta por creadores jóvenes; complementada, por supuesto, con proyectos de artistas de mediana y mayor carrera, en pos de programas expositivos abiertos a la colaboración, a nóminas experimentales y a un crecimiento gradual y parejo de la galería y sus artistas. También es justo decir que la pintura es el medio por excelencia en nuestras propuestas expositivas.
Este es el lazo emotivo y condicionamiento profesional que inicia el trabajo de campo en La Habana. Pero, ¿cómo enriquecer este marco, extendiendo o estrechando sus bordes? ¿Cómo hacer coherentes los intereses de una galería alemana a las necesidades estéticas de un público nacional, especializado o no? ¿Cómo hacer una exposición de pintura y sobre pintura en un contexto de extrema politización del arte y los artistas? ¿Cómo aportar algo de valor artístico al empobrecido contexto cultural sin tener que tomar parte de la oficialidad o la disidencia del régimen cubano? Y, por supuesto, ¿cómo hacer rentable toda esta experiencia?
A estas alturas queda claro que la conformación de la nómina de una exposición contemporánea, en un contexto como el cubano, no solo comprende la investigación hedonista de mirar catálogos de artistas y husmear en sus perfiles de Instagram, estableciendo similitudes o diferencias teóricas entre ellos, basadas en las nuevas tendencias curatoriales del momento.
Además, no queda claro del todo, al menos para mí, si estos trending topics como los de posverdad, poscolonialismo, contextos periféricos, etc., puedan trabajarse productiva y críticamente en uncontexto estalinista de censura, represión y crisis económica.
Es decir, ¿querrán los artistas que habitan estos contextos tratar dichos tópicos desde la óptica neoliberal, academicista o ética, con que los grandes museos y galerías los estereotipan, cuando aquellos sufren en carne viva estas problemáticas? ¿Querrá el público que habita estos contextos ver sus problemas cotidianos formulados teóricamente en obras de arte?
Es interesante pensar esta nómina de artistas por debajo del ecuador, en los meridianos sur de dos continentes, aunque paradójicamente todo se haya iniciado desde Berlín. Y también es grato pensar a las primeras Bienales de La Habana como un antecedente o inspiración de esta selección de artistas.
Por supuesto, dejamos a un lado toda la ideología izquierdista que animaba a buena parte de la intelectualidad nacional e internacional por aquellos años, a la hora de definir al arte y su relación con la sociedad. No obstante, en estas latitudes del tercer mundo o en vías de desarrollo, el arte y las problemáticas sociales que lo animan tienen frecuentemente el mismo rostro, porque la imaginación creativa es el único medio de sobrevivencia que queda.
Por lo tanto, cuando artistas de estas latitudes dicen, tienen mucho en común en su decir. Y ante esta unicidad de discursos, de imágenes, de procesos creativos, queda falseada cualquier artimaña curatorial, cualquier intento de crear semejanzas y concierto. Aunque ya estamos al tanto de que la curaduría es un artificio y no un arte: crea contextos culturales y teóricos artificiales a partir de creaciones artísticas.
En este caso, Nice Time to Start Painting, el artificio consistió en proponerle a los artistas reflexionar sobre los límites entre la figuración y la abstracción pictórica. Un terreno pantanoso que, aunque cada pintor conoce muy bien, siempre queda estancado en su paso, mermando la voluntad de ir hacia un lado u otro; un horizonte de neblina inalcanzable que afecta toda paleta, proceso y técnica pictórica.
Los pintores, indiscutiblemente, disfrutan saltar este abismo. Y con ello, la representación de los temas sufre contorciones epistemológicas, emparentándolos inevitablemente con el medio pictórico. La pintura, una vez más, termina siendo su propio tema.
Así lo reafirma Julian Schnabel cuando Max Hollein le pregunta qué piensa sobre las polémicas en torno a la idea de la muerte de la pintura y él contesta: “If painting is dead, then it’s a nice time to start painting” (“Si la pintura ha muerto, entonces es buen momento para empezar a pintar”). Porque, sin duda alguna, la pintura ha reclamado su autonomía respecto a las corrientes artísticas contemporáneas; ha formado parte de dichos movimientos y, a la vez, ha mantenido un curso paralelo de evolución.
En esta separación se ha creído ver su muerte, porque se ha mirado en lugares donde no está; lugares creados artificialmente para estos nuevos movimientos artísticos. Y a la pintura, si no le dan vela para el entierro, no va; si no puede desarrollar sus potencialidades formales, técnicas e históricas, es poco probable que habite esos nuevos espacios creativos. (Esta, como toda generalidad, está sujeta al error, porque hubo y hay artistas que con su poder creativo han logrado encauzar la pintura por los caminos menos familiares a este medio.)
Ahora bien, cómo inocular aquel germen teórico en el proceso pictórico, sin que esta intervención artificial disloque la creación del artista. Solo si la curaduría es un proceso de “duración”, en el sentido bergsoniano del término, respecto al trabajo con el artista y su obra, se puede generar un diálogo auténtico entre todas las partes. Es importante para este fin hablar con los creadores, visitar sus talleres, escuchar sus comentarios, llegar a la selección de la obra en conjunto; todas esas cosas “vanguardistas” que se solían hacer y disfrutar.
Por el contrario, la hegemonía vertical del curador dentro del arte contemporáneo hace de nosotros unos tecnócratas de instituciones altamente lucrativas. Estamos abogando por un acercamiento polifónico, experimental, abierto, por una curaduría enfocada en los detalles de cada proceso creativo, de cada artista, aunque con ello se creen pequeñas disonancias en la narración general de la exposición.
A modo de conclusión, diría que mi trabajo se enfoca en los artistas como entes creativos y en determinados espacios abandonados con potencialidades expositivas, y no, por el contrario, en la selección de obras específicas según un tema curatorial. El proceso está marcado por la “duración” de las charlas, entrevistas e investigaciones sobre los artistas, y las visitas, meditaciones y teorizaciones sobre el espacio. El tema, muchas veces, es un resultado de esta sintaxis.
También es importante la presentación de dichos lugares a los artistas; contemplarlos, caminarlos e imaginarlos con ellos; investigar las potencialidades que estas edificaciones brindan a cada creador en particular. Todo esto cuenta para, al final y en conjunto, llegar a la obra de la exposición.
Si es la obra idónea o no, si otra funcionaría mejor o no, cae en el terreno de las conjeturas. El arte sucede, si va a suceder, de una forma u otra. Pero ya olvidaba que estamos hablando de curaduría. Y aunque esta se plantee como creación, sigue siendo un artificio lleno de posibles disonancias. Quizás ahí radica su encanto.
Las fechas que enmarcan el período en sala de Nice Time to Start Painting (27-11-2022 – 28-01-2023) tienen connotaciones en la cultura cubana. ¿Algún guiño desde las posibles asociaciones?
Responder esta pregunta supondría avivar el fuego de discusiones estériles. Todos sabemos lo que pasó el 27 de noviembre de 2020, como también deberíamos recordar lo que pasó esa misma fecha del año 1871, entre otras más. Pero en realidad lo que deberíamos sacar de todos estos hechos históricos es un cierto patrón, un sino que ha cifrado los pesares de nuestra nación. El caudillismo, el regionalismo, el sectarismo y la profunda rivalidad antidemocrática que nos marca como país.
No hay guiño. No hay reverencia. Ni tampoco disidencia estúpida. Hay una exposición de pintura con grandes artistas como Flavio Garciandía y Cristina Canale, con artistas del momento como Maxwell Alexandre, con artistas africanos de contextos en conflicto como Agnes Waruguru y Stacey G. Abe, y con jóvenes artistas cubanos como José Yaque, Miguel A. Machado y Luis Enrique López-Chávez.
Hay una exposición de pintura en un barrio pobre de la Habana Vieja, costeada independientemente, que abre sus puertas a la comunidad y los visitantes foráneos; donde se hicieron visitas guiadas a coleccionistas y a estudiantes de artes y humanidades, donde se impartieron talleres de pintura para niños. Hay una exposición dispuesta a la crítica.
© Imagen de portada: Liatna Rodríguez (La Habana, 1986).
Galería
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