Dentro del panorama artístico de la diáspora venezolana, Max Provenzano (Caracas, Venezuela, 1986) es uno de los jóvenes performers más relevantes. Me asomé a su perfil de Instagram y quedé embelesado con sus fotoperformances. Su cuerpo desnudo en la ventana, en el sofá, en el suelo. Su cuerpo desnudo con un globo, con una arete, con un vestido chino. Su cuerpo desnudo de espaldas o de frente en una sala que apenas cambia, con una luz blanca, tenue.
Sobre cuerpos desnudos, conversamos.
¿Cuándo comenzaste a usar tu cuerpo como medio artístico? ¿Quiénes fueron tus primeras influencias en la performance?
Recuerdo que desde muy niño siempre fui muy curioso y me llamaban la atención los sonidos y fabricar historias cuando jugaba. Estudiar en un lugar como la Universidad Central de Venezuela (en Caracas) me ayudó a ampliar mis horizontes. Mi aproximación a la performance provino de una mezcla explosiva de acontecimientos en mi vida, fue el resultado de varias situaciones que estaba atravesando.
A pesar de haber estudiado Química siempre tuve interés por el arte, tuve una banda de música experimental y me encantaba cuando nos presentábamos en vivo (fueron dos veces, nada más). Aparte de pintar y dibujar, empecé a hacerle visuales a un amigo que era DJ y realizaba las proyecciones en sus presentaciones. También, entre los años 2006 y 2009, formé parte de un colectivo de artistas y realizábamos performances colectivas en nuestras exposiciones. Con cada presentación e interacción con el público, pensaba que había en ellas algo más que me interesaba, pero no sabía exactamente qué era: Considero que realicé varios performances sin indagar con profundidad en la disciplina y sin tener conciencia de su potencial como medio expresivo. En el año 2012, el colectivo de artistas se disolvió y fue cuando presenté una performance individual, como resultado de un taller que realicé con la artista y docente Consuelo Méndez, que se llamó “Movimiento Periódico-Oscilatorio”.
Mi trabajo fue influenciado por una diversidad de medios, incluyendo la fotografía, en el que me llamaban la atención aquellos fotógrafos que realizaban autorretratos, traduciéndose como acciones para la cámara. Me influenciaron artistas venezolanos como Yeni y Nan, Claudio Perna, Javier Téllez, cuyas obras veía desde niño en los museos de Caracas. Y, también, artistas como Ana Mendieta o Esther Ferrer, cuyas obras están marcadas precisamente por la performance. Mencionando artistas de otros medios que me influenciaron, están Man Ray y sus experimentaciones, Warhol y Lucas Samaras. Me interesan artistas que recrean su propio universo y las situaciones en las que el público puede encontrarse inmerso. Del cine están David Lynch, Lars Von Trier, Gaspar Noe, Francois Ozon y Pedro Almodóvar; aparte de otros que provienen de la música y la danza como Bjork o Pina Bausch.
‘El tercer mundo’ (2015) es tu única exposición en un museo en Venenzuela. La inauguración fue saboteada, destruyeron parte de tus obras solo por ser crítico con el régimen venezolano. ¿Esperas ver tus obras de nuevo expuestas en tu país? ¿Crees que las instituciones y gobiernos que maltratan y censuran a sus artistas merezcan el arte?
El Tercer Mundo es un restaurante chino ubicado en la zona que concentra a los museos en la ciudad de Caracas, de ahí la relevancia de su nombre y el cruce entre significantes que representa. Algunos de los restaurantes chinos operaban como bares en los cuales se daban interacciones interesantes y hasta con cierto enfoque estético para mí.
Robé el menú de varios restaurantes chinos en distintas épocas, mostrando en los valores de los precios el resultado de la inflación del país, por una parte teniendo conciencia de las relaciones de China con Venezuela y del socialismo como hilo conductor. La exposición ‘El Tercer Mundo‘, que ha sido la más corta que he tenido (duró apenas unas horas) fue un proceso denso y doloroso, que a pesar de toda la confrontación fue un aprendizaje e influencia para toda mi obra. No descartaría exponer nuevamente mis trabajos en el país, hay una serie de espacios independientes y privados que se han preocupado por mostrar el arte que se está gestando en Venezuela y que no es complaciente con el régimen. Espacios como La ONG, El Anexo o Abra Caracas con los que tuve el gusto de trabajar, entre otros.
En relación a las instituciones gubernamentales, es un tema bastante complejo. Hay una necesidad por silenciar aquellas manifestaciones artísticas que no dialoguen con los lineamientos del gobierno. El arte siempre estará ahí, para mí siempre ha sido una especie de resistencia que puede rebelarse ante un régimen totalitario desde lo local, hasta las formas establecidas desde el poder que nos indican cómo debemos relacionarnos desde una perspectiva global.
Emigrar y exiliarnos es una de las pocas opciones que quedan para las personas en desacuerdo con las dictaduras. ¿Cómo ha sido ese proceso para ti?
Salí por primera vez de mi país a México con una performance que se llamó ‘(IM)PORTAR‘, la cual tuvo una duración de 6 meses y luego me mudé a Portugal. La migración ha sido para mi vida y obra, algo transversal. Mi estadía en Ciudad de México fue en calidad de importación y al llegar aquí hubo un cambio para transformarme en un inmigrante. Me gusta percibirlo así, porque son condiciones de vida distintas, en una tienes una dependencia directa con el medio y en otra te vales de tus propios medios para vivir y ayudar a otros.
Últimamente con todos los acontecimientos que han ocurrido en Venezuela y el resto del mundo me he sentido en una especie de limbo, en el que tengo un nexo con mi país de origen, pero al mismo tiempo tengo la sensación de no pertenecer a él, y, a su vez, tampoco pertenezco a aquí. Esa tensión de no pertenecer y habitar en un no-lugar es mi espacio de enunciación en la actualidad. Piezas como ‘Ostracismo‘, ‘Atlas‘ y composiciones que mostré en [a]drift muestran esta sensación de aislamiento, deslocalización y replanteamiento de conceptos vinculados con la identidad y la migración dentro y fuera de Venezuela.
Siempre hago hincapié en la diferencia entre emigrar de un país en búsqueda de mejores condiciones de vida y salir de un país bajo un régimen autoritario, que brinda esta sensación de no-retorno y huída, produciendo más tensiones en el devenir. Son realidades que he estado explorando desde que salí de Venezuela.
En tus fotoperformances hay elementos de la cultura asiática, el pop, el mercado y las redes sociales. La sexualidad es, en mi opinión, un tema que las une. Un chile simulando tu lengua, tu cuerpo desnudo en una bolsa de regalo o un cinturón de arnés con una polaroid que repite esa misma escena. ¿Qué valor tienen para tus obras temas como la sexualidad y las relaciones de poder?
En mi trabajo genero una serie de capas de significación que van desde el material más próximo que tengo (mi cuerpo) hasta el objeto con el que se establece un puente con el contexto global. El hilo conductor es mi vida, que, a través de la experiencia, se transita desde los pensamientos hasta el cuerpo, de ahí que la sexualidad y mi sexualidad sea crucial en el desarrollo de la obra.
Estas capas se pueden evidenciar como planos que pueden hacerse muy evidentes en algunas imágenes que produzco. Y es ahí, en el poder de la imagen en lo que me gusta basarme, en la reflexión sobre el uso del cuerpo y su fragmentación, en la reproducción a través de imágenes técnicas y su circulación, que influyen en nuestros procesos identitarios y comunicación.
Utilizamos nuestro cuerpo para expresarnos, pero también lo usamos para ocultar pensamientos, deseos, fantasías….. entonces siento que tener esto consciente para un artista de performance es clave, ya que te permite explorar la infinidad del cuerpo como elemento expresivo.
Volviendo a las capas, me gusta imaginar mi trabajo como una cebolla, a la que vas removiendo sus capas. Puede que en el proceso llores o te comas estas partes caramelizadas y te dé gusto, pero al terminar, aparentemente, no queda nada, salvo la experiencia de haber realizado una acción. A través de proyectos como ‘Falsas Polaroids’ he explorado la migración de medios y la extrapolación de una imagen a través de diferentes formatos, interesado por las pérdidas y ganancias en el proceso y la permanencia de la imagen y su potencial.
Actualmente nuestra comunicación es a través de imágenes técnicas, influenciando la percepción que tenemos de la realidad, creemos en estas imágenes y les rendimos culto hasta con cierto carácter religioso. Existen diferentes contextos y mi trabajo es una especie de tránsito entre ellos. De esta forma, hay una diversidad de temáticas que van desde la sexualidad, la política, violencia, las relaciones de poder y el desgaste, muy presentes en mi cotidianidad, que abarca desde lo más intimista hasta lo público, mientras circula entre estereotipos y arquetipos. Algunos trabajos como ‘Inflación‘, ‘Epístola‘ o ‘Venezuelan Passcort‘ esquematizan estos cruces de realidades y significantes.
Para terminar, una última pregunta que se hace indispensable: ¿Qué es la performance para ti?
Siempre que se hace esta pregunta me cuestiono una y otra vez sobre lo que es la performance, me gusta pensar que más allá de cualquier definición que pueda hacer sobre la indeterminación e incertidumbre que este medio puede brindar, su mutabilidad y naturaleza híbrida permite cuestionar todo lo que se encuentra a tu alrededor. La performance es un reflejo del pensamiento y simplemente ocurre: en un espacio, tiempo, a través de cuerpos y acciones, nace y muere al mismo tiempo, su carácter efímero es para mí totalmente cautivador. La performance puede ser ruido y silencio al mismo tiempo, puede incluir una producción compleja o puede ser un gesto muy simple. Puede durar años o tan solo un instante. Pienso que la performance es como la crisis, sacará lo peor y mejor de ti.
Galería
@maxprovenzano
© Imagen de portada: Max Provenzano, La última cena del 2020, del proyecto ‘Falsas Polaroids’
Kiyo Gutiérrez: la performance es una matrix
Lo que yo hago solo puede hablar desde mi postura y desde esta me pregunto ¿cuál es el papel de las mujeres blancas y /o mestizas dentro de la lucha decolonial?