Carlos Quintana, quien inició su trayectoria artística en los años noventa, siempre ha combatido la idea de la muerte o decrepitud de la pintura; su obra se ha desarrollado en una lucha incesante por afirmarla, defenderla y proponer una reflexión crucial sobre el estatuto del medio pictórico en una sociedad que ya no parece querer celebrar su autoridad ni su permanencia.
En cada etapa de la carrera de Quintana, estableciendo cada una de sus posturas, animando cada una de sus ficciones, desenrollando el hilo de sus narraciones, ordenando sus objetos de culto, la pintura siempre ha estado ahí, en el centro. A su voz personal, a su suprema extrañeza, se conjuga la voz impersonal, inmemorial, de la pintura. Pintar es su vida, su vida es pintar, el resto es gesticulación.
Carlos Quintana es un pintor importante, total, sin concesión. Forma parte de la categoría de los independientes irreductibles, de los francotiradores inclasificables que no aprendieron la pintura en escuelas de bellas artes o en academias, sino casi por azar, sin idea preconcebida, y que no pueden estar afiliados a ningún movimiento ni obedecer a ningún programa, ningún dogma, ninguna verdad preestablecida.
Quintana experimenta, busca, tantea, ausculta, observa a la par que aprende a mirar la pintura mientras la hace.
Algunos pintores adornan. Otros interrogan. Este es el caso de Quintana, cuya obra no constituye solo un intento de “figurar”, sino una teología en forma de imágenes o de esculturas, un acto de fe.
La obra de Carlos Quintana propone una síntesis magistral de los designios del acto de pintar, que equivale a cernir, revelar y proyectar la interioridad, captar fuerzas en la sensación colorante, explorar las profundidades de nuestra cultura, celebrar el enigma y la irradiación de la visibilidad, sondear el hecho pictórico y perseguir la indagación de la pintura como verdadero real absoluto.
Quintana extrae sus referencias de la historia de la pintura que le sirve de trasfondo, en préstamo explícito o implícito, y la recapitula, retoma su curso, prosigue su legado, colocándose en su continuidad.
Con Quintana, no se trata de modernismo o de primitivismo; no se trata de dibujo, de pintura, de escultura, sino de arte y, en consecuencia, de intensidades sensitivas, de pensamiento.
Toda su obra es una reflexión sobre el arte. El arte como herramienta para aprehender y revelar, para captar fuerzas. El arte como impulso vital, como mística, como sensualismo, como concreción de sentimientos, como conciencia ensanchada del mundo; conciencia inclusivista de universalidad cargada de cierta religiosidad icónica, de un misticismo histórico íntimamente trascendental y todavía puro.
Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia en Cuba, de tu familia…
Nací y me crie en La Víbora, en la ciudad de La Habana. A los tres años, de algún modo leía y escribía en español, por lo que José Lezama Lima, quien era muy amigo de la familia, y gracias al cual soy del signo de sagittarius, insistió y logró que entrara en la escuela un año antes que los otros, a los cuatro.
Luego vino esa infancia plácida, feliz, que teníamos los niños en la Cuba de aquellos años… Y llegó la secundaria, la pubertad, la adolescencia. El peor periodo de la vida, creí después, durante años. Ahora no estoy tan seguro de esto: por lo visto la vejez es peor, eso dicen, habrá que ver…
Los mejores momentos de mi infancia los pasé en la Biblioteca Nacional, un lugar muy importante en mi vida. Sinceramente, en la escuela no supieron enseñarme nada; lo que aprendí lo hice allí, y yo solito. Debo reconocer que mi viejo hizo lo que pudo, al principio. Yo siempre tenía preguntas, preguntas complejas que ponían en aprietos a los adultos y avergonzaban mucho a mi mamá, que siempre quiso ocultar mi discapacidad. Yo siempre le preguntaba todo a mi papá. Normalmente eso ocurría temprano en la mañana, recién salido yo de una noche de sueños terribles, más reales de lo asimilable.
Desayunábamos café con leche y pan con mantequilla, él se iba para la Biblioteca y yo a la escuela primaria, y mi mamá se quedaba en la casa, como debe ser… En aquella época era así, años cuarenta, en plena Segunda Guerra Mundial… En fin. Yo hacía mi pregunta, y el viejo me miraba: “Buena pregunta esa Carlitos… Ahora sí que se te fue la catalina. ¡¡Me cago en la que canta y no pone!! Mira, ya yo me tengo que ir para el trabajo, esta tarde cuando yo vuelva a la casa, te respondo eso. ¿Está bien?”.
Reaccionaba así siempre, más o menos… Luego, en la tarde, llegaba con un montón de notas escritas con su letra de rotulista, en papelitos blancos, con la información que había buscado para responder mi pregunta. Y traía de la Biblioteca un montón de cómics. Me respondía lo preguntado, cuando yo muchas veces ni recordaba qué era, y también me preguntaba por qué yo había preguntado eso, y estábamos hablando horas, y él trataba de enseñarme algo, o de entenderme, supongo.
Creo que se lo puse difícil, por eso con los años dejó de ocuparse de eso. Las preguntas iban desde por qué estamos aquí, qué es aquí, cómo somos por dentro, quién es Joe DiMaggio, cuál es el sentido de la vida…
Nací un día de mucho frío en La Habana, según mi mamá. El 30 de noviembre de 1956, en el Sagrado Corazón de Jesús, el hospital materno del Vedado. Vivíamos en un pequeño apartamento en ese barrio. Tengo mis primeras fotos con unos jóvenes y felices papás, con gafas de sol en los parques del Vedado.
Aprendí a leer y a escribir solo, quizás porque mi padre trabajaba en la Biblioteca Nacional José Martí. Él me traía cómicsdesde que nací, y aprendí a leer mirándolos, y preguntando, y utilizando un sentido que tenía en aquel entonces, ahora ya perdido, que consiste en la capacidad de entender los sonidos y traducirlos a una fórmula, a un esquema que corresponde al otro esquema que es la escritura. Lo siento, ya no recuerdo cómo se hace, pero creo que es parecido al proceso que usan las personas capaces de dominar más de mil lenguas y sistemas de escritura.
Todo se lo debo a Marvel y entidades así. Crecí en medio del pujante socialismo leyendo cómics de Superman, Spider-Man, Batman, y todos los otros men and women. Por eso afirmo que mi formación cultural es sui géneris.
Todo esto explica también un poco mi obra. Literatura y pintura, eso es un cómic. Durante mucho tiempo, en el momento de pintar, casi de modo inconsciente concebía la imagen en el lienzo como cuadros de una historieta, uno a la vez. CINE. A los cuatro años entré a la escuela en Cuba, pero entonces mi papá cambió de trabajo, y nos mudamos todos a la INDIA.
¿Cuál fue tu primera emoción estética?
Mi primera emoción estética viene de lo abstracto. Mi primer recuerdo, antes de leer, es estar horas interminables mirando arañazos en un mueble enorme de caoba, que tenía varias capas de pintura gorda de aceite de diferentes colores y diferentes épocas. Los arañazos formaban diseños increíbles que lo explicaban TODO y traían LA CALMA y una divina sensación de plenitud que nacía del estómago.
Años después oí hablar del plexo solar y la materia gris, y de las células inteligentes del aparato digestivo, capaces de tomar decisiones independientes del cerebro, relacionadas con su funcionamiento y la salud…
Recuerdo ese estado peculiar de contemplación, y el efecto físico que me producía… Me daban ganas de cagar, unas ganas de cagar y una facilidad para hacerlo perfectas, redondas como un acierto en la lotería. Lo debo decir: mis primeras emociones estéticas estuvieron muy relacionadas a la depuración de lo físico, a CAGAR.
Yo espero que esto se entienda de modo adecuado, no freudiano, porque sería irreal. Y yo soy más de Jung, creo que este podría explicar mejor este tipo de reacción a la emoción estética… YO CREO QUE ENTENDER LO ABSTRACTO ESTÁ MUY RELACIONADO CON LA SALUD FÍSICA. Y con lo adivinatorio.
¿Qué pasó para que te decidieras a ser artista plástico? ¿Cuándo se convirtió el arte en el centro de tu vida?
Nací.
¿Qué formación tuviste?
Aún no he terminado de formarme, creo.
¿Qué es el arte para ti?
No entiendo la pregunta.
¿De qué manera has evolucionado como artista?
De manera natural. O sea, con dolor, por la vía dura.
¿Han cambiado tus ideas sobre el arte?
No mucho. Lo que sí puedo asegurarte con total certeza y con la visión calmada de las cosas que me otorga mi cercanía a la novena década de vida, es que tanto el arte como yo vivimos en la incertidumbre. Eso es un hecho indudable. Vivimos sumidos en la incertidumbre total. O no. ¿Quién sabe?
¿Cómo definirías tu práctica artística?
Exquisita y grotesca. Más allá de lo raro. Brillante.
¿Cómo contemplas tu estatus de creador en el siglo XXI?
No tengo ni idea de qué significa eso realmente…
¿Eres reacio a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?
SÍ.
¿Qué artistas te han influenciado y a cuáles sigues admirando?
Picasso, Justo Amable Garrote, Billy Childish…
Desde la distancia, ¿cómo juzgas a tu generación, la de los años noventa?
Desde la distancia.
¿Cómo valoras el arte cubano contemporáneo?
No lo valoro.
¿Conoces la influencia que ha tenido tu obra en otros artistas cubanos?
Algo he oído…
¿Qué relación mantienes con los artistas cubanos? ¿Y con los otros?
Relajada, nos vemos poco.
¿Qué es lo que desencadena tu necesidad de crear?
Estoy vivo.
¿Cómo trabajas?
Vestido y de pie.
La visión de un cuadro, de un dibujo, ¿preexiste al acto de pintar, de dibujar?
SIEMPRE, a veces por muy pocos segundos de diferencia.
¿Cómo nacen las ideas de tus obras?
LAS TRAE UNA CINGÜEÑA DE PARIR, FRANCE.
¿Trabajas a partir de bocetos o de dibujos?
También.
¿Qué lugar ocupa el azar en la elaboración de tus obras?
Ocupa su propio lugar.
¿Creas todos los días? ¿En qué momento?
Todos y en Todo. Es una condición patológica… Por lo que he leído, en medicina convencional lo llaman ASPERGER…
¿Qué importancia le das al dibujo en tu obra?
Justo la que tiene, ni más ni menos.
¿Cuándo sabes que una obra está terminada?
NUNCA. Creo que ese es un proceso estrechamente ligado a lo físico del ejecutor, y a su alma. Por eso, en un artista que se está desarrollando constantemente como individuo, creciendo, es presuntuoso decir: “esto está hecho”. Además de presuntuoso, podría resultar falso. Autoengaño, incluso.
Yo siempre veo algo más que va a llevar a la pieza al lugar mágico, al brillo cegador de la perfección… Si logras esto, debes saber que también es una ilusión, esa sensación solo dura unos instantes. Nunca han sido las cosas del mundo tan relativas como cuando se produce el encuentro del artista frente a una obra que ya tiene una evolución propia, casi una conciencia propia.
Normalmente estos intentos por ir más allá, cuando la obra parece estar bien, terminada, arruinan lo hecho. Es un ejercicio peligroso de inconformismo. El asunto es seguir buscando lo perfecto, en vano… Eso, para mí, le da sentido a pintar, y ayuda a controlar el ego.
Creo que una obra está terminada cuando sufre una transformación en su estado parecida a la muerte, ¿supongo? Esto ocurre cuando es firmada, certificada, y sale del estudio del artista. Entonces entra en el mundo de los hombres y sus instituciones. La cuelgan en paredes, la catalogan, comercian con ella, la estudian, la veneran, la critican, la roban, la ignoran…
El abanico de eventos posibles es amplio, pero ya la obra pertenece al mundo, no será intervenida nunca más por el artista. Entonces, ¿podríamos decir que está terminada?
¿Qué particularidad tienen la pintura o el dibujo para que continuamente se anuncie su muerte y su resurrección?
Nada en particular. Creo que estos anuncios continuos obedecen a los vaivenes e intereses que mueven el mundo del arte y quienes pretenden controlarlo, vivir en él dirigiendo los hilos, tomando las decisiones, creando los mercados, destruyéndolos, esas cosas misteriosas que ocurren…, que me parecen bien, son expresión de la naturaleza humana.
El dibujo y la pintura son una orden natural de DIOS dentro del apartado estético, de su plan. Es para privilegiados su correcta ejecución, y para privilegiados es también su disfrute. A menudo vemos a artistas y curadores que van frontalmente contra estas técnicas de expresión artística y espiritual que son naturales, inherentes al hombre pleno.
En el caso de los artistas, en el 95 % es porque no saben ni pintar ni dibujar. En el caso de todos los otros, curadores, directores de museos, etc., es pajarería o dinero. Intereses diferentes, muy relacionados siempre a lo económico. Poses estéticas que pueden parecer artificiales, pero tienen un trasfondo OTRO, que no logro ver, ni me interesa. Son acuerdos que yo no conozco a ciencia cierta, pero que siempre han sido ENUNCIADOS por ellos, de un modo o de otro.
¿Qué sentido tiene, si no tratar de tapar el sol de la pintura con un dedo?
Toda obra de arte, o arquitectónica (o más allá: la música y su partitura…), ha partido del dibujo. Es la herramienta primera de expresión (todos los niños dibujan). Es tan cierto como una sentencia fundamental de nuestra religión yoruba: IKU OBBI OSHA. O sea: EL MUERTO PARIÓ AL SANTO.
En este caso, el dibujo es el muerto. Todo lo demás es santo.
¿Creas sin pensar en un público, sean amigos, coleccionistas, galeristas…?
Yo creo sin pensar ni en mí mismo. ¿¿Cómo podría hacerlo con esa banda en mi mente??
¿Qué relación mantienes con las otras artes, y qué importancia ocupan en tu vida y en tu trabajo?
Todo lo que yo conozco, lo aprendí leyendo libros y viendo películas. Y la música. Esta me afecta tanto que cuando trabajo no puedo escucharla: trabajo en silencio. Tampoco puedo mantener una conversación escuchando buena música.
Cuando yo pinto, pienso mucho. Dada mi condición mental desfasada, me es imposible hacer las dos cosas a la vez. Los que me conocen saben que yo preferiría poder hacer cine antes que pintar, al menos es lo que digo.
También, cuando jovencito, escribía. Escribí cantidad de cuentos, cinco o seis poemas y una novela loquísima, de la que se publicó algún capítulo, ilustrado por mí… En fin. Fue hace mucho tiempo, y realmente creí, y alguna gente creyó, que yo iba a ser escritor.
Todas las bellas artes están en comunión de espíritu. Y la perspectiva y la anatomía.
¿Qué opinión te merece el mercado del arte y el lugar que ocupa el dinero hoy día en este mundo?
No tengo opinión, no lo entiendo, es para mí un concepto inasible que no me interesa en lo más mínimo. Durante mi carrera he intentado dejarle esta parte del trabajo a los que se supone que saben de esto. Léase galeristas, marchands d’art, etc.
Quizás sea un error.
En cuanto al dinero, creo que ocupa el mismo lugar que ha ocupado a través de la historia, desde su creación: UN LUGAR MUY IMPORTANTE.
¿Piensas que el mercado orienta la creación?
Supongo que para el que tenga la capacidad de integrarse a esa corriente, sí…
¿Qué relación tienes con los galeristas?
Extraña, como todos.
¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual?
Un papel fundamental. La cultura y la educación son importantísimas para los pueblos; el arte es la médula de los huesos de un pueblo.
¿Cuándo y por qué decidiste irte a vivir a España durante muchos años?
Cuba es el punto de partida, y quizás de retorno. La Habana es un estado de ánimo.
¿Qué representa Cuba en tu vida y en tu arte?
Yo soy nacido y criado en el Vedado, La Habana, Cuba. Habanero y cubano de los pies a la cabeza. Desde siempre he intentado, y muchas veces logrado, exponer mi obra en mi país.
Galería
Carlos Quintana – Galería.
Rocío García: “Hay muchas ferias de arte que suenan a reguetón”
“Para mí es un reto crear en Cuba y decir cosas desde aquí. Somos una islita casi perdida en el mundo, con un retraso de años luz… Hace poco nos llegó Internet… Pero se hace lo que se puede: con o sin materiales, inventamos, insistimos, y desde aquí o en la diáspora, es innegable que el arte cubano se ha hecho notar”.