Carlos Rodríguez Cárdenas: ‘Cuba y La Habana se van a recuperar’

Carlos Rodríguez Cárdenas fue uno de los principales componentes de una generación de artistas cubanos en los años 80 que logró socavar y desacralizar la imaginería y la retórica oficiales, los mecanismos y representaciones del poder, explorar y manipular el concepto de política, religión, mito, arte, etc., y la necesidad de interrogar los recursos prodigiosos de la imagen visual, la extensión de su aureola imaginaria.

Las pinturas, dibujos e instalaciones de Carlos Rodríguez Cárdenas estaban centrados en las ideas y el lenguaje. Su reprobación ferozmente irónica del régimen político cubano, su humor y su frescura —que el gobierno no entendía o no aceptaba—, su resistencia a las utopías de masas, constituyeron el fermento de toda su obra.

El cuestionamiento de la práctica pictórica, la crítica de la sociedad y del régimen castrista —particularmente a través de sus monumentales murales callejeros—, fueron los ingredientes fundamentales que hicieron de él uno de los artistas líderes de su generación.

Dotado de una energía que Nietzsche, enemigo del énfasis, llamaría “energía ligera”, Carlos Cárdenas siempre ha sentido la necesidad de pintar o dibujar, incluso en los momentos más oscuros de su existencia, cuando sus obras no tenían ninguna posibilidad de ser expuestas fuera de su minúsculo apartamento-taller. Es un artista que vive su arte como un sacerdocio, trabaja en silencio, medita en su retiro, va condensando su espíritu, haciéndolo concretar, cristalizar, en su obra.

Con su estilo que desafía la categorización —siempre ha procurado trabajar en registros muy variados como la pintura, el dibujo, la fotografía, la escritura, el libro, la instalación, la performance; su obra trata del color, la forma, la línea, el espacio—, su virtuosismo técnico —su estilización gráfica, al extremar la simplificación, le da a cada figura una fuerza simbólica, mágica—, su conocimiento de la historia del arte, del orden arquitectónico, su inclinación por la iconografía popular, la trivialidad, el humor, el sarcasmo, el choteo; resulta ser un analizador agudo y sutil del ser humano, de la condición humana y de la espiritualidad en medio de las utopías políticas e ideológicas; un saboteador metódico del espíritu de seriedad y de los mecanismos de la autoridad, del colectivismo opresor; en suma: un perfecto cínico —en su acepción griega— en busca de una amplificación de la vida sensible que ponga en jaque la construcción sígnica del lenguaje propagandístico comunista y poscomunista.

La estética metafórica de Carlos Cárdenas, su recurrente utilización de una simbología inspirada en la iconografía política, la variedad de los soportes y técnicas que utiliza —son escasos los artistas que abordan temas de historia y de sociedad y que lo hacen multiplicando las soluciones formales, incluso las técnicas creativas—, constituyen una forma de meditar sobre la representación del poder, la naturaleza de las ideologías, el peso de la política que termina aplastando al ser humano, la libertad.

Lejos de las certidumbres políticas de ayer, la obra de Carlos Cárdenas es atravesada por una fe inquebrantable en el hombre, en su libre albedrío y en su capacidad de invento.

Carlos Rodríguez Cárdenas ostenta una evidente predilección por las vibraciones de la pintura soberana, una fe dogmática en las potencialidades de la figuración. Su obra es una verdadera empresa de regeneración de la pintura, pues sabe que ella puede interferir la visión para captar mejor lo invisible.

Tritura lo real de su expresión artística hasta el punto en que verdad y mito, fantasía y realidad se hallan combinados orgánicamente, atribuyendo así a los elementos que surgen en sus cuadros una dimensión otra que la de la apariencia, esto es, otra interpretación. La de la metáfora visual. En sus obras, los horizontes privados y el sentido histórico, político, social o religioso se mezclan y se oponen conscientemente a los enunciados unívocos y a las esquematizaciones; lo figurativo es renovado por una intensidad subversiva.

Su andadura estética es polimorfa e imprevisible, indiferente a la ley de los géneros, a los códigos del arte, de la religión, de la moral social, de la política, del gusto; desdeñosa de la verborrea inane, enfática y sentenciosa a la que suelen propender los críticos; enemiga de las convenciones aceptadas como dogmas, lo que lo hace sospechoso para los conservadores de museos, los comisarios de exposiciones, los galeristas y demás profesionales del arte.

Cárdenas considera el campo artístico como el ámbito privilegiado de la libertad. Una libertad individual y colectiva, violenta y desenfadada, que se afirma como la única respuesta posible frente a la pregnancia de cualquier tipo de doctrina y del fatum histórico. El fatum del fin de las utopías comunistas tras la caída del muro de Berlín. El fatum de una nueva era, transitoria, de diáspora y nomadismo.

Carlos Cárdenas hace con su obra una exploración total de la pintura y del dibujo a través de la indagación sucesiva de todos sus elementos constitutivos. Si es posible aparentar su obra al arte conceptual, la espiritualidad que emana de ella, su profundidad, su sensualidad inmanente, hacen que no podamos limitarla al conceptualismo, sino a una forma de absoluto estético.

Su obra sugiere y designa, constituye una interrogación apremiante sobre el problema esencial de la representación figurada. Afirma que la pintura, cualquiera que sea su ambición metafísica, es, ante todo, “polvo colorado”, una materia impura. Al conceptualismo le responde que el arte ha de afrontar la vida. Sus pinturas son lecciones de realismo, de reflexión, de ironía, de condena, opuestas al angelismo que siempre amenaza el arte prendado de absoluto.

La obra de Carlos Rodríguez Cárdenas abre a la pintura figurativa, al dibujo, siempre amenazados, caminos posibles, extiende su campo semántico y hace de ellos una sugestión, no una designación.


Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia en Cuba, de tu familia, de tus primeras emociones estéticas, de la formación que tuviste…


Mi infancia se desarrolló en Cabaiguán, un pueblo perteneciente a la provincia de Sancti Spíritus, donde nací y viví hasta los 6 años de edad. Después, mis padres, mi hermano Héctor y yo nos mudamos a la ciudad de Sancti Spíritus.

Creo que se nace artista y, cuando esta idea se revela, la integras inconscientemente a tu existencia de por vida. En mi caso se reveló entre los 5 y los 6 años de edad, por los colores, las formas que veía. Antes de aprender a leer y escribir, yo ya practicaba el collage.

Todo lo que había hecho se perdió cuando nos mudamos a Sancti Spíritus y eso me creó un trauma para siempre. Pues recuerdo todavía todo lo que aprendí de niño. Tener y conservar esos dibujos, collages y pinturas me hubiera orientado en algo al verlos años después para saber cómo fue mi evolución.

Yo era un niño muy callado, solitario, y siempre me gustaba dibujar, alejado de los demás niños y sus juegos. Podía estar horas dibujando sentado en una mesa, desconectado de la realidad y escapando de ella. Mi madre llegaba con un vaso de agua, me lo ponía en la boca y me decía que era importante que tomara agua.

Me desconectaba de la realidad muy fácilmente y deambulaba intuitivamente como un fantasma o un espíritu. Los demás niños jugaban entre ellos. En algunas ocasiones compartíamos los juegos, pero yo estaba más metido en querer dibujar o pintar.

En Sancti Spíritus veía los muñequitos animados de Walt Disney y eso despertó mucho mi imaginación. Ya con 7 años de edad busqué una escuela de arte para estudiar pintura. Había una en el centro de la ciudad, era una casa colonial; pasaba y me quedaba tiempo en la ventana mirando a ver qué podía apreciar de alguna clase de dibujo y pintura; cuando pregunté si podía entrar, me dijeron que no, que eso era para los mayores de 12 años. Eso también me molestó mucho.

Fue al regresar a Cabaiguán cuando comencé a recibir mis primeras clases privadas. A los 8 años de edad regresé y pude matricular en una pequeña escuela ubicada a una cuadra de mi casa; todos los alumnos eran mayores y yo era el único niño que asistía a esas clases cada noche. Aprendí algo de las técnicas, como el claro y el oscuro.

A los 9 años entré en un taller de publicidad. Empecé a estudiar solo con una maestra rusa en el mezzanine del taller donde se pintaban las vallas políticas. Había consignas y eslóganes por todos lados, y esto influyó en mí más tarde, cuando estudiaba en La Habana y decidí hacer algo con las consignas políticas.

Lo primero que pinté con la rusa fue un perro, después un león y luego un tigre, que resultó ser el mejor de los tres. Cuando llegué a casa lo enseñé y lo montaron en un cuadro con cristal en la sala. Ahí se quedó para siempre. Ese tigre era como la protección de la casa. Siempre lo miraba al entrar o salir de la casa.

A los 11 años de edad viajé por primera vez a La Habana y un tío mío que estudiaba medicina me llevó al Museo Nacional de Bellas Artes, donde, lo que más me impresionó, fueron los cuadros de Sorolla de los niños bañándose en la playa.

Después fui solo e hice en una libreta un inventario de todas las obras expuestas en el Museo: título, autor, técnica y año de la obra. La verdad es que no sé por qué lo hice. No sabía qué significaba la palabra “anónimo” y veía algunas obras que decían “anónimo” y buscaba en el diccionario para saber.

A los 11 años me matriculé en la Escuela Provincial de Arte de Santa Clara Leopoldo Romañach. Me presenté a los exámenes; eran competitivos y los hacían en Santa Clara, Cienfuegos y Sancti Spíritus para seleccionar a los niños con más vocación.

Llegué dos días tarde al examen, solo, desde Cabaiguán. Viajé a Sancti Spíritus medio clandestino y en la escuela dije que mi mamá me había llevado. En mi casa no dije nada a nadie. Mi papá trabajaba de chofer de guagua entre Cabaiguán y Sancti Spíritus. Fui a la terminal y dije que mis padres sabían y que me dejaban ir solo.

Al llegar a la biblioteca del centro donde hacían los exámenes, me dijeron que ya habían comenzado y que no podían admitir más niños. Me quedé paralizado, sin poder hablar durante un largo rato. Los maestros no entendían por qué no me iba, me lo preguntaron varias veces. Cuando pude hablar, dije que yo sabía dibujar y pintar, y que podía hacer la prueba. Les dije: “Yo sé dar claro y oscuro y sé usar la acuarela”. Me dejaron hacer la prueba y me aceptaron.

A los 11 años comencé a estudiar en Santa Clara. Estaba becado, ya que mi padre se había ido para Angola, mi madre se había mudado para La Habana y mi hermano se había ido a estudiar a Holguín. Me quedé solo en Santa Clara y venía a Cabaiguán una vez al mes o a los dos meses, los fines de semana.

La preparación en Santa Clara fue buena en sentido general; también se estudiaba historia del arte y diseño, aparte de pintura, escultura, dibujo y grabado. En esa época, Flavio Garciandía era maestro de la escuela y estaba en su etapa hiperrealista. Yo pensaba que ese era el camino a seguir, aunque ya conocía a Brueghel el Viejo, Giotto, Lucas Cranach, El Bosco, Leonardo, Miguel Ángel, Rembrandt, Ingres, etcétera.

En la escuela de Santa Clara, cuando yo estaba en el aula de pintura o dibujo, no hablaba con nadie ni miraba a nadie, solo al modelo y lo que yo estaba pintando, y solo escuchaba lo que decía el maestro a modo de introducción al comenzar cada ejercicio. Nunca un maestro vino a rectificarme nada, solo en la clase de diseño uno me quitó el pincel y me explicó cómo hacer una forma impecable con las aristas bien definidas.

Al graduarme de la escuela de Santa Clara, fui el primer expediente de toda la escuela por mis excelentes calificaciones: durante cuatro años consecutivos había cogido cinco puntos, que era el máximo en todas las asignaturas de arte.

Estudiar arte me salvó, me permitió no convertirme en otra cosa o persona. Desde pequeño sabía lo que quería y estudiar arte era lo único que me interesaba y gustaba.

A los 14 años continué mis estudios en la ENA de La Habana. Ahí comencé a estudiar el arte moderno y eso me hizo cambiar de idea para continuar. Descubrí un grupo de pintores muy interesantes como Picasso, Paul Klee, Joan Miró, Max Ernst, Josep Cornell, Magritte, Giorgio de Chirico.

Iba solo a la Biblioteca José Martí todos los sábados y domingos, y descubrí las salas de arte. Me gustaba investigar. Había muchos libros de arte y de historia del arte, y había que pedir una gaveta larga con las fichas técnicas de los libros; me pasaba todo el día dentro de la Biblioteca buscando libros e informaciones sobre el arte.

Eso ayudó a que mi mente evolucionara y comencé a pensar por cuenta propia. Cuestionaba mucho la realidad y lo que yo podía pintar dentro de esa sociedad. Llegué a la conclusión de que lo más representativo del régimen o gobierno era cómo usaban la propaganda y la demagogia para incidir sobre todos los ciudadanos. Casi todos los eslóganes y consignas los sacaban de los discursos de Fidel, y pensé que podía desarrollar una serie cuestionándolo todo y estableciendo una relación con la vida cotidiana.  

En las vacaciones iba al campo por una temporada y me gustaba mucho. Pude conocer qué era el campo y cómo vivían las familias allí. Puedo decir que conocí sus riquezas a través de la familia de una tía. Ellos lo cultivaban todo, criaban los animales; con el tiempo todo se fue acabando y muchos de esos campos quedaron en olvido porque el Gobierno lo empezó a controlar todo y a limitar la libertad de los cubanos.


¿Qué es el arte para ti?


El arte es una manifestación artística ya de tradición histórica. En el arte siempre hay riesgos y retos, y nos enfrentamos a ellos para desafiarlos, reafirmarlos o negarlos; la intención es continuarlo desde las libertades personales, individuales, es lo que hace que sea auténtico. El arte es poder encontrar ese camino personal que nos lleva al castillo de la pureza.


¿De qué manera has evolucionado como artista? ¿Han cambiado tus ideas sobre el arte?


Creo que siempre debe haber una evolución en el proceso creativo y en el proceso mental de un artista. Comencé mis propuestas artísticas serias en los años 80 con las obras sobre las consignas políticas; también hice una serie escatológica parodiando la realidad de manera irónica y cruel, según lo que imaginaba sobre la mentira y la verdad, las demagogias y las manipulaciones en función de los intereses establecidos e impuestos.

Mi realidad era mi inspiración cotidiana: el gobierno hablaba de la Revolución y su continuidad, y la realidad develaba un panorama triste y miserable, sin futuro.

Terminé la serie de las consignas con la obra Luchar Resistir Vencer. En su esencia, estas obras evocaban una realidad y cuestionaban los mecanismos de imposición ideológica. Eran contestatarias desde una disidencia personal y desde el arte me manifestaba en contra de una realidad impuesta por el poder gubernamental militarizado, las instituciones culturales subordinadas a ese poder político establecido.

En 1989 me mudé para México y comencé a reflexionar, meditar y pensar sobre el camino a seguir para vivir otra realidad. En México concluí series y obras que eran procesos mentales; hice, por ejemplo, obras relacionadas con la emigración de cubanos hacia la Florida.

Me mudé a Miami Beach en diciembre de 1992 y, en octubre de 1993, a Nueva York. Todos estos cambios me afectaron para continuar mi obra contestataria y sentía que había concluido con esa etapa de mi vida.

En Nueva York estuve veintisiete años relacionado con todo el mundo del arte, fue como una gran escuela para meditar. Con el tiempo adquirimos conocimientos y experiencias, luego se trata de continuar para ver los resultados. Cuando estudiaba artes visuales en Santa Clara pensaba que el camino era la continuidad del Renacimiento; cuando llegué a La Habana, comencé a estudiar el arte moderno; y, cuando llegué a Nueva York, comencé a estudiar el arte contemporáneo.

El arte es algo sublime que intento hacer desde mi curiosa sensibilidad. Es como un concepto en evolución, reafirmación y negación; el arte es la inquietud creadora manifestándose; la belleza puede ser, la inteligencia puede ser, la magia también. El arte es eso que surge o nace como una idea y después se realiza, es el gran riesgo y reto.


¿Cómo definirías tu práctica artística?


La defino como la puede definir la ciencia y como una experiencia personal, como una actitud ante la vida, donde se funden la vida y el arte. Hace mucho tiempo que reflexiono acerca de mi práctica artística. Hay que planificarse para hacer arte, crear el entorno adecuado y crear una disciplina de trabajo que me permite alcanzar y analizar las cosas que hago.

Ya no tengo tiempo suficiente para hacer todo lo que quiero; mi objetivo es tratar de usar el mayor tiempo posible haciendo arte; por ejemplo, desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde puedo trabajar en mis cosas de arte, después le sigo dedicando tiempo mental, es la parte de meditar, reflexionar y pensar. Imaginar desde la realidad también lo voy ejercitando, siempre surgen ideas o reflexiones, y en ocasiones tengo que esperar a que la mente pueda responder adecuadamente a lo que quiero.

Existe un diálogo secreto todo el tiempo para hacer arte, es algo presente y constante, pero no se debe sofocar el proceso mental de preguntas y respuestas y del surgimiento de las ideas y conceptos; lo demás es más pintar como un hobby o pasatiempo.


¿Cómo contemplas tu estatus de creador en el siglo XXI?


Me considero como un continuador tratando de hacer arte desde mi libertad y experiencia personal. En ocasiones siento que soy un médium que pinta, o como un espíritu en la realidad ordinaria; me refugio en mi estatus de creador, en mi mundo personal para crear; me refugio en el mundo del arte. Los resultados dicen más de lo que hablamos; continuar el arte es mi pasión.


¿Eres reacio a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?


Ahora lo estoy intentando, debemos estar claros en lo que hacemos y poderlo explicar de una manera simple y sencilla, aunque sea algo profundo y difícil de explicar. Es mejor mostrar los resultados que pecar de tanto hablar y no decir mucho, pues mi lenguaje es visual, lo de explicar es más literatura; algunas explicaciones pueden estar bien y otras pueden afectar las posibles lecturas o interpretaciones de la obra.


¿Cuál es tu apreciación respecto al arte cubano contemporáneo?


Creo que hay una manipulación sobre la legitimidad de los artistas en Cuba y su arte. Se ha manipulado la historia del arte cubano desde la sumisión al poder político y esto ha creado una historia manipulada, a pesar de todo lo que ha sucedido en términos políticos y sociales.

El arte en Cuba se ha dado a conocer en los años 80; hubo una coherencia y conciencia desde el arte para hablar de la realidad o cambiar las reglas del juego. Lo pude apreciar con la exhibición de Volumen I en 1981 y a mediados de los 80, cuando nosotros hicimos una obra más relacionada con la realidad, sus conflictos, sus necesidades, etcétera.

Me fui de Cuba a finales de los años 80 y llegué a vivir en Nueva York durante veintisiete años; siempre comparé lo que hacían en Cuba y lo que se hacía en Nueva York o Europa. Podía llegar a mis propias conclusiones y así lo veo, como una valoración personal a un fenómeno cultural manipulado.

El arte minimalista geométrico y el arte conceptual me enseñaron algo diferente y pude valorar y disfrutar la obra de algunos artistas representativos como Agnès Martín; ella, como artista, y su obra son cosas a contemplar y analizar para entender su creencia.

De las influencias del arte contemporáneo ya puedo decir que en Nueva York fue donde pude valorar y apreciar el arte como un fenómeno cultural internacional de una enorme importancia.

Me gusta la vanguardia cubana, ese deseo romántico de crear una pintura cubana también está en Wifredo Lam, Loló Soldevilla, Carmen Herrera, José Bedia y otros muy buenos. Sandú Darié, aunque era rumano, se desarrolló en Cuba. Pude trabajar con él en el taller de serigrafía dirigido por Aldo Menéndez y Bernal.

El taller de serigrafía y el ISA se convirtieron en dos focos decisivos en los años 80, de ellos salió la nueva generación de artistas cubanos contemporáneos. Las Bienales de La Habana también crearon un foco cultural para mostrar lo nuevo.

Los artistas deben luchar por conquistar sus metas, la persistencia y el tiempo son fundamentales. Cuba y La Habana se van a recuperar y el arte estará presente como elemento esencial de la cultura cubana.


¿Qué relación mantienes con los artistas cubanos? ¿Y con los otros?  


Conozco profundamente a muchos artistas cubanos. Mis relaciones son algo distantes y de respeto. El haber vivido en Nueva York durante mucho tiempo me distanció de mi grupo, pero siempre he respetado la amistad y la considero importante. Compartir en ocasiones no está mal, llevo poco tiempo en Miami y con lo del virus todo el mundo se escondió en casa.

Recién estamos saliendo de este extraño suceso. Me imagino algunas reuniones en el patio y cocinar algo, tomar algo de vino o cervezas. Pienso que es saludable, todo depende ahora del tiempo; con los años veo que el tiempo pasa más rápido. Nos preocupa más el tiempo y qué hacer con él.

Junto con mis amigos Tomás Esson y Glexis Novoa inauguré el proyecto del Castillo de la Fuerza en 1989. Con ese proyecto nos ganamos el derecho a comenzar un gran proyecto en nombre de nuestra generación, para demostrar nuestro valor y nuestra claridad mental, para cuestionar la ideología política y su demagogia, el uso del poder para gobernar, etcétera.

Hicimos obras muy importantes en nuestra época y contexto, abrimos una gran puerta de libertades para emprender una nueva era en el arte cubano. Luchamos contra el régimen desde los valores del arte y su posición, pero llegaron los años 90 y todo siguió igual, llegó el 2000 y siguió igual, y llegó 2020 y siguió igual.

Me pregunto hasta cuándo las cosas seguirán iguales en Cuba. Y les pregunto a los artistas cubanos: ¿saben ustedes que son continuidad y que en Cuba no se rinde nadie, y que los imperialistas ya no pueden más?

Pero me dan deseos de llorar por tanta manipulación.


Háblame de tu proceso de creación.


Casi siempre estoy trabajando mental y físicamente; necesito meditar, pensar y reflexionar sobre lo que tengo en mente para procesar. Salgo a caminar o voy a un lugar tranquilo, me ayuda.

Hay un proceso creador para cada idea o concepto y vamos navegando en ocasiones; el arte en cada artista requiere un tiempo para procesarlo y para su nacimiento. El proceso es parte de los resultados finales, y finalizar una obra es un acto de fe que precisa valor y claridad mental.

La necesidad de crear es motivada por el proceso y los resultados; algunas ideas las realizo directamente, dibujándolo todo a partir de ideas preconcebidas y procesadas mentalmente. Voy trabajando algunos temas generales como la arquitectura y el paisaje, sus relaciones, y creo nuevas realidades, estructuras o dibujos precisos; siempre dejo un espacio para que la creatividad intervenga y pueda alterar ciertos órdenes establecidos.

El dibujo es como la estructura de una idea y define la evidencia para llegar a la pintura o el color. Estoy haciendo obras donde el dibujo y la pintura tienen el mismo valor o rango. Esto lo aprendí de Ingres, en sus pinturas destaca el valor del dibujo.

La persistencia y disciplina en el trabajo o proceso creativo del arte nos lleva a una experiencia o manera de hacer lo que pensamos, resultado de un proceso mental, estructurado con sus características y códigos. No existe una receta o modo de hacer arte, es un riesgo y un gran reto; los resultados hablan y develan las intenciones.


¿Qué particularidad tienen la pintura o el dibujo para que continuamente se anuncie su muerte y su resurrección?  


El dibujo y la pintura tienen valores similares; como un complemento les voy dando el rango según la idea y mi intuición, pueden morir y renacer.


¿Creas sin pensar en un público, sean amigos, coleccionistas, galeristas…?


No se debe crear pensando en un público o mercado, se debe crear para lograr hacer arte, es lo primero, y nos comprometemos con nuestro proceso y nuestros resultados. El arte requiere atención, concentración y tiempo para realizarlo.


¿Qué relación mantienes con las otras artes? ¿Cuál es su importancia en tu vida y en tu trabajo?


Trato de no escuchar nada mientras pinto o dibujo, pero en ocasiones puedo escuchar algo. El silencio aparentemente me gusta, y puedo conversar o hablar conmigo mismo desde el silencio, puedo pensar mientras pinto o dibujo, y esto lo veo como una manera de estar concentrado haciendo o realizando el arte.

Cuando el dibujo es muy estricto y preciso, aplicar los colores lleva un proceso visual y mental: es el momento para decidir cosas importantes, si me equivoco, trato de rectificar, en ocasiones son sutilezas que influyen en el resultado final. Ya estoy en plena batalla, recorro un camino o una manera de ir interpretando lo que imagino.

A veces escucho un poco de música, puedo escuchar algo clásico o algo de rock clásico o de pronto estoy escuchando bluegrass de mujeres para conocer algo nuevo. No soy muy musical ni bailador; sufrí un poco el complejo cuando era adolescente y más joven, pero el día que pude definir que no me interesaba bailar y que no me gustaba, me liberé de ese complejo.

El cine me gusta mucho, pero ahora estoy más dedicado a mi pintura, a mi dibujo. Iba mucho al cine Charles Chaplin del Vedado; pude ver muchas películas clásicas y buenas de diferentes épocas y directores. Las ponían por ciclos; vi muchas de Charles Chaplin, Fellini, Tarkovski, etcétera.

Cuando niño, vi muchas películas del cieguito Ichi, películas japonesas. Los muñequitos animados de Walt Disney desarrollaron mi imaginación creo, desde los 6 años. Veía series completas de cine francés de la Nueva Ola. Algunas películas rusas de pronto se pusieron de moda. Todas las veía en la Cinemateca de La Habana o por la televisión donde ponían muchas películas rusas de guerras, y los sábados dos películas americanas para que todos nos quedáramos en casa.

El ballet y la danza los veo muy poco, pero he podido ver espectáculos de danza contemporánea muy buenos en Nueva York. 


¿Qué opinión te merece el mercado del arte y el lugar que ocupa el dinero hoy día en este mundo? ¿Piensas que el mercado orienta la creación?


El mercado del arte no orienta la creación, más bien desalienta al artista honesto y coherente con sus propuestas. El mercado del arte influye en algo a los artistas desesperados por vender. El mercado del arte existe y con la creación de nuevas ferias de arte se ha expandido de manera internacional: las galerías de arte, las ferias y subastas controlan la mayor parte del comercio del arte.

Es cierto que el dinero se necesita, ya que lo usamos en nuestras vidas, de ahí que sea necesario invertir y arriesgar para lograr ganancias. El dinero en el arte es bienvenido, ayuda a la estabilidad del artista y permite costear la elaboración de obras y proyectos. En la historia hay casos lamentables de grandes artistas que no ganaron dinero como Van Gogh y Egon Schiele.

La parte comercial de un supuesto mercado puede desviar el camino de los artistas y quedan los que han podido crear sus propios caminos. Ya existe un mercado de arte internacional donde se comercializan hasta las obras conceptuales, las cuales, por sus características, son más difíciles de comercializar.

Las grandes y poderosas galerías como Gagosian, Pace, Lisson, David Zwirner, Barbara Gladstone, Lelong, etcétera, influyen mucho en el mercado del arte y la comercialización; podemos decir que las diez, o veinte, o treinta galerías del mundo más importantes influyen y deciden junto a las subastas de arte como Sotheby’s y Christie’s en la comercialización y cotizaciones del arte.

Los museos contribuyen también a legitimar al artista, se supone que es la institución especializada en arte.


¿Qué tipo de relación tienes con los galeristas?


Con los galeristas se debe tener una relación profesional y de amistad, coordinar proyectos y organizar exposiciones es parte de un trabajo mutuo. La galería es una de las vías para presentar, promover y comercializar el arte. Según el tipo de galería, puede influir de manera efectiva en los resultados y en el éxito de un artista.      


¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual?


El arte no es demagogia ni un artefacto para influir en continuar una dirección establecida. El arte, dentro del contexto social, es parte fundamental de la cultura y la cultura constituye un conjunto de conocimientos adquiridos. La cultura se convierte, por tanto, en un estado mental ante la vida.

El arte puede influir en la sociedad y se aprecia cuando los mecanismos sociales logran que suceda. El arte nos motiva, nos alienta y desarrolla la creatividad de los seres humanos.

El papel del arte en nuestra sociedad es importante, puede influir positivamente en las personas, en niños y adultos o ancianos, depende de los proyectos y actividades que se hagan. El arte, como una influencia sublime en la sociedad, es excelente, puede orientar y explicar cosas desde otras visiones y perspectivas, puede despertar deseos y curiosidad por entender sus propuestas o, simplemente, disfrutar de sus resultados.

El arte nos puede iluminar el camino en un día triste, nos puede inspirar para crear o nos puede relajar. El arte puede influir en muchas cosas en la sociedad, influye más de lo que imaginamos, pues muchos aspectos y ámbitos de la sociedad están relacionados o influenciados por el arte; influye en la arquitectura, en la moda, el diseño, etcétera.

El arte nos lleva a la cultura y se vive mejor con cultura, con respeto y decencia, y con la cultura se pueden entender mejor los fenómenos sociales y las personas se tienen más consideración y respeto; la cultura y el arte son importantes en la educación y el desarrollo de los niños. El arte no es un panfleto social para estar bien con la sociedad, el arte y la cultura son necesarios para vivir en armonía.

EL arte, como cultura filosófica visual, me motiva y me entusiasma a continuar. El arte siempre ha existido desde que los humanos comenzaron a evolucionar y es uno de los grandes componentes de esta evolución.


¿Cuándo y por qué decidiste exiliarte?


Decidí exiliarme después de que pude viajar a México en 1989 y vivir ahí durante tres años. Llegué a Estados Unidos un 15 de diciembre de 1992 para comenzar y continuar una vida nueva, independientemente de un régimen o gobierno.

Tuve que renunciar a Cuba como país institucionalizado bajo un mando político militarizado y secuestrado por una élite dotada de una mentalidad establecida por el gobierno impuesto.

Salir era como querer vivir otra vida, arriesgarlo todo por una nueva vida. Desde hace treinta y cuatro años no he regresado a Cuba; hoy mis sueños y proyectos están relacionados con este país; perdimos la noción lógica sobre un posible cambio y la vida continúa.

No puedo pretender cambiar mi realidad, solo influir desde el mundo del arte, y este puede influir en la vida como un fenómeno cultural, y la cultura como concepto y realidad es importante en la evolución del hombre, como la ciencia y otras áreas.

Existe un estado cultural mental y la cultura es la suma de conocimientos adquiridos a través de las artes. Es lo que te lleva a pensar diferente y a entender que hay un poder creativo que se manifiesta a través de las artes. Todavía creo en el arte y su poder único; desde la cultura y el arte hemos evolucionado y nos orientamos desde sus orígenes hasta nuestros días tratando de perpetuarlos.

Respecto a la esencia de las razones de mi exilio, a veces me voy de la órbita y su respuesta. Desde Cuba había estudiado todo lo que estaba sucediendo en Nueva York en cuestiones de arte desde la Segunda Guerra Mundial y quería vivir esa experiencia mudándome allí.

Mi gran exilio fue los veintisiete años que viví en Nueva York. Ahora, al haber regresado a Miami Beach, me siento más cerca de las cosas cubanas, también su clima tropical y sus playas. 


¿Qué queda de Cuba en tu vida y en tu arte?


Queda un recuerdo; queda un gran sueño y grandes deseos, desafíos. Quedan grandes conquistas, grandes cambios; queda la Cuba de mis sueños y de mi arte; queda una experiencia, conclusiones; queda una realidad triste; queda la posibilidad de encontrar el camino.


Carlos Rodríguez Cárdenas (galería)





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