Eduardo Sarmiento nació en Cienfuegos en 1980. A la edad de dieciocho años se trasladó a La Habana, donde realizó estudios de artes gráficas en el Instituto Superior de Diseño (ISDI). Se graduó con honores y trabajó como profesor en este mismo instituto.
Su formación como diseñador gráfico va indisolublemente unida a su proceso creativo. Fue el cofundador del colectivo Camaleón, con el cual pintó varios murales en La Habana. Ilustró numerosos libros que le valieron premios importantes en Cuba. Desde 2006 vive y trabaja en Estados Unidos. Actualmente reside en Jacksonville.
Su obra ha sido expuesta en muchos países y forma parte de la colección permanente de museos de Estados Unidos como el Lowe Art Museum de Miami, el Museum of Latin American Art (MOLAA) de Long Beach, o el Cornell Fine Arts Museum de Florida.
Eduardo Sarmiento es un creador que pinta y dibuja para atestiguar su asombro y su admiración ante el mundo. Su arte es figurativo, humano, sentimental; a la vez anacrónico y contemporáneo. Se posiciona contra el modernismo, el formalismo, el minimalismo, el conceptualismo; es decir, contra una visión del arte movida por una necesidad de progreso y de novedad, ya que el arte no progresa, solo evoluciona como lenguaje para el ojo, el oído y el entendimiento.
Sarmiento defiende la figuración como construcción de nuestra percepción de la realidad, a fin de interrogar mejor la esencia de las imágenes, la necesidad humana de representar el mundo circundante. Más que la fotografía, que registra un momento “congelado”, un fragmento de lo real —“la mirada del mundo desde el punto de vista de un cíclope paralizado por una fracción de segundo” (David Hockney)—, la pintura y el dibujo permiten aprender a mirar, a disciplinar la mirada, a experimentar el mundo; a hacer de él un movimiento constante y a trabajar la relación de interdependencia entre el espacio y el tiempo, entre la percepción sensible, la esencialidad del aspecto visual, y la destilación mental. Esta es la función que cumplen sus obras.
Su pintura es autobiográfica, reflexiva, visceral y cruda; se asemeja a un teatro mental rebosante de criaturas de una mitología personal híbrida. Cuenta historias gráficas, visuales, que implican la elaboración de una retórica figurativa de realidades interiores compuestas de victorias y derrotas, de dulzura y violencia, de caricias y mordeduras, de amor y odio, de amparo y abandono, de sumisión y desobediencia… Son puestas en escenas teatrales del espacio doméstico, con la voluntad de quebrantar la unicidad de la perspectiva clásica en provecho de una serie de microperspectivas que reflejan una visión múltiple del mundo.
Sarmiento sabe que la forma suprema de la expresión artística es el retrato; es en el arte del retrato donde los pintores llegaron más lejos para situar las almas. Narrador de su entorno, el paradigma estético común a sus retratos es la empatía. Sabe atrapar al mismo tiempo la verdad y la vida de un rostro, fijar en dos dimensiones una realidad fugaz, de tal manera que conserve la ilusión de lo vivo. En sus obras la vida crece, se desborda, se multiplica.
Sarmiento indaga, experimenta los datos visuales registrados por la sensación. De ahí que utilice el color en su plena riqueza, para alcanzar el auge de la forma. Es un colorista inconfundible, persigue las luces y espanta las sombras, ya que concibe el color como elemento estructural, como dimensión, liberación y abstracción (al fin y al cabo, todo lo pintado es abstracción).
Así, la obra de Eduardo Sarmiento pertenece al orden de la revelación de una esencia y de su contemplación. Sus imágenes son potencias que ayudan a ver mejor, a ver más grande, y a dilatar los límites de lo posible.
Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia en Cuba, de tu familia…
Viví hasta los seis años en casa de mis abuelos, en Rodas, un pequeño pueblo de Cienfuegos abrazado por un río y algunos animales. Fui el primer nieto. Recibí mucho cariño, mucha atención, y eso es algo que agradezco hasta el día de hoy.
Mi abuela, Rebeca, me enseñó a dibujar y me estimuló a observar, a prestar atención a las proporciones. Ella se sentaba conmigo en la mesa y me explicaba cómo dibujar una casa, dónde colocar las ventanas para que las personas que entraran por la puerta pudieran abrir esas ventanas, cómo dibujar la cola del cerdo, cómo hacer animales de plastilina… Mi bisabuela, Eva, me contó unas pocas historias que me impactaron mucho; ella me expuso a la primera metáfora que recuerdo, y me fascinó para siempre.
Recuerdo con admiración a mi abuelo Eulogio. Era un hombre amable, masculino, trabajador, de valores profundos. Me inculcó el amor por los animales, el respeto por los demás, y me compartió muchas historias terribles de cuando triunfó la Revolución y le arrebataron todo lo que había alcanzado con su trabajo. Le partieron la vida por la mitad, como cuando se le da un machetazo a una caña.
Mis padres se separaron. Mi madre y yo nos fuimos a vivir a Cienfuegos. Allí estudié en escuelas deportivas y practiqué natación por más de diez años. A través del deporte aprendí la importancia del sacrificio y la práctica constante. Trabajar por una meta colectiva me hermanó con gente de muchos colores y me condujo a tomar responsabilidad por mis acciones.
Rolando Consuegra, un entrenador muy especial, me enseñó a competir conmigo mismo, no con los demás, y esa enseñanza ha sido esencial en todas las esferas de mi vida, fundamentalmente en el arte, pues es estéril comparar el trabajo de uno con el de otros. Una comparación válida es aquella que se hace entre el trabajo que uno realiza hoy y el que realizó ayer (o la década pasada).
Durante todos esos años nunca dejé de dibujar, pero mi relación con el arte, la ilustración y el diseño, se consolidó alrededor de los quince años, cuando conocí al artista Frank Iraola. Comencé a visitar su casa, porque su hijo era un buen amigo, y resulta que Frank se convirtió en mi maestro y mentor. Con él aprendí a trabajar al óleo, preparar los bastidores, pintar murales, y descubrí el trabajo de Egon Schiele, Soroya, Durero, Bedia, Flavio Garciandía, Leandro Soto, Aldo Soler, Tomás Sánchez, Umberto Peña…
¿Cuál fue tu primera emoción estética? ¿Cuándo se convirtió el arte en el centro de tu vida?
Mi primer impacto estético consciente fueron los dibujos de mi abuela. En mi casa no había arte, ni libros de arte o poesía, ni visitábamos museos; pero el acercamiento de mi abuela estimuló una inquietud y un placer por el dibujo que no solo han permanecido, sino que han ido evolucionando y creciendo conmigo.
Dibujar y crear imágenes es una forma, intrínseca a mi existencia, de explorar la vida. Una práctica tan fundamental y constante para mí como observar, escuchar, saborear, tocar. Una búsqueda continua que expande mi experiencia.
Siempre llevo conmigo un cuaderno para dibujar. Lo utilizo en aviones, restaurantes, jardines, habitaciones de hotel… Comencé anotando ideas y haciendo bocetos con la intención de evolucionarlos a piezas más grandes y ambiciosas, pero estos apuntes se han ido convirtiendo en dibujos concluidos. Me entrego al momento con la intensidad de la llama, y los nombro short drawings o haikus visuales.
¿Qué formación tuviste? ¿Cómo valoras la enseñanza que recibiste?
Estudié Diseño Gráfico e Ilustración en el ISDI, en La Habana, donde viví desde 1998 hasta que me fui de Cuba en el 2006. Aunque no compartía a plenitud la visión Bauhasiana de la escuela cubana de diseño, los estudios me ofrecieron un lenguaje académico, conceptual y técnico de alto nivel. La universidad y La Habana, ambas, expandieron mi universo cultural y me proporcionaron una educación sólida.
Diseñé campañas culturales, identidades visuales, carteles, videos, abundantes libros y revistas. Ilustré una docena de libros para niños y la mayoría de las revistas culturales de la Isla. Fui cofundador del grupo Camaleón, con el cual trabajé en proyectos con otras ambiciones de comunicación: murales, intervención de espacios, exposiciones.
Fueron años de un crecimiento acelerado y una complicidad difícil de repetir.
¿Cómo definirías tu práctica artística?
Mi práctica creativa es multidisciplinaria. Trabajo mayormente en dibujo, pintura, ilustración, diseño y publicidad. Mi pasión por la vida es amplia y me resisto a limitarla, aunque me cueste la incomprensión de alguna gente que todavía se aferra a los límites; gente que cree que los artistas no deben hacer ilustraciones, o que los publicistas no pintan de verdad.
Existen muchos ejemplos de creativos que a través de la historia han trabajado en diferentes campos con una efectividad y frescura sublimes. La coherencia artística es una jaula (de oro para algunos) que usualmente diluye el espíritu y condena a la repetición, a abandonar la búsqueda y evitar lo desconocido.
La pintura me ha hecho mejor publicista; la publicidad, mejor diseñador; el diseño, mejor ilustrador; la ilustración, mejor dibujante. Cada práctica nutre la otra, fortalece mi vocabulario visual, mi capacidad de contar historias y crear imágenes. La búsqueda es el elemento común entre ellas, y la intención es lo que las diferencia.
La única constante en mi obra artística es la exploración de la vida y la condición humana (sin limitaciones preconcebidas). Mi trabajo puede inspirar y ofender, ser sutil y grotesco… Es un riesgo que se corre cuando uno trata de aproximarse a la verdad. Lo que complace a todos, no mueve a nadie.
¿De qué manera has evolucionado como artista? ¿Han cambiado tus ideas sobre el arte?
Mi trabajo ha ido evolucionando y madurando junto conmigo, y me esforzaré para que así sea hasta el último día.
He comentado en otras ocasiones que cuando me fui de Cuba perdí un país y gané el mundo. Aclimatarme en Estados Unidos, incorporar otro idioma, experimentar diferentes culturas, recorrer el mundo, visitar museos, enamorarme, ver morir a mi abuela y ver nacer a mi hijo…, son acontecimientos que han enriquecido mi trabajo e impactado mi forma de pensar.
El arte está estrechamente relacionado a la vida del artista. No dibujo para crear otra realidad: dibujo para prestarle atención a lo que sucede.
¿Eres reacio a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?
Me encanta discutir mi trabajo, porque me apasiona; pero no explicarlo. No se explica un beso, no se explica un abrazo, no se explica el nacimiento de un hijo. Toda la certeza científica se vuelve insignificante cuando tu saliva se mezcla con otra, cuando otros brazos te reciben, cuando la cabeza de tu hijo se asoma entre las piernas de tu amor.
Intento, con clara determinación, que mi trabajo produzca experiencias similares a las anteriores: que estimule, demande atención, conecte directamente con los sentidos.
¿Qué artistas te han influenciado y a cuáles sigues admirando?
La lista es infinita y no se limita a las artes visuales, pero pudiera mencionar a Van Gogh, Schiele, Goya, George Grosz, Otto Dix, Marlene Dumas, Paula Rego, Lucian Freud, Hockney, Marisol Escobar, Robert Crumb, Bill Traylor, Francisco Toledo, Isidro Ferrer, Umberto Peña, Chago Armada…
Usualmente el trabajo de estos artistas me conmueve, me llama desde adentro, despierta sentimientos que ya estaban ahí, me obliga a prestar atención, conecta conmigo de una forma difícil de describir.
¿Cómo juzgas a tu generación, la de los años 2000?
No siento pertenencia a ninguna generación, con excepción del corto período que trabajé en colaboración con el grupo Camaleón. Creo se debe a que dos años después de estudiar en el ISDI me fui de Cuba y comencé a pintar y dibujar con mayor ambición aquí en Estados Unidos, donde he desarrollado una carrera independiente; con influencias y conexiones, pero independiente.
¿Cuál es tu apreciación respecto al arte cubano contemporáneo?
No me interesa el arte cubano. Me interesa el arte. La nacionalidad y las políticas de identidad colectiva suelen ser un límite que arroja sombra sobre el individuo.
¿Qué relación mantienes con los artistas cubanos? ¿Y con los otros?
Cuento con un puñado de muy buenos amigos y muchísimos conocidos que aprecio y celebro.
Háblame de tu proceso de creación.
Creo para tratar de aproximarme a sentimientos, personas, situaciones, conceptos que no son accesibles a través de la palabra o el pensamiento, al menos para mí. Las imágenes e historias son muy poderosas, pues estimulan nuestra mente e involucran al espectador de tal forma que se convierte en participante activo de la experiencia.
Mi primer acercamiento siempre es con lápiz y papel. El proceso depende de la técnica y el formato. Los dibujos pequeños al pastel los hago directo en el formato. Si los dibujos son a grafito, hago un boceto bien detallado, pues busco en ellos una claridad que rechaza la improvisación. A las piezas grandes o medianas (de cualquier técnica) las anteceden bocetos y apuntes, pero siempre dejo espacio para la sorpresa durante el proceso.
La poesía y la literatura estimulan mi necesidad de crear y explorar ideas a través de imágenes. Con frecuencia he creado piezas que se desprenden de versos que coinciden con mi experiencia e intereses, aunque esto no sea visible para el observador.
¿Cuándo sabes que una obra está terminada?
El trabajo está terminado cuando ya no me necesita, cuando cualquier cosa que añada sea pura estética, cuando su impacto no esté limitado a mi presencia.
¿Qué particularidad tiene la pintura, o el dibujo, para que continuamente se anuncie su muerte y su resurrección?
Es una moda cíclica, como cualquier moda. La raza humana ha creado el bombillo, los carros, los aviones, las vacunas, el teléfono, la Internet, las naves espaciales que viajan a otros planetas; pero sabe muy poco de lo que sucede dentro del pecho. Las emociones impulsan la vida de la mayoría de las personas, y mientras esto suceda habrá pintura y dibujo para siempre.
¿Creas sin pensar en un público, sean amigos, coleccionistas, galeristas…?
Aprecio profundamente cuando la gente conecta con mi trabajo, cuando se interesa por lo que hago; pero no pienso en nadie cuando creo, ni siquiera cuando es una comisión. No veo contradicción en ello. La integridad del trabajo y la exploración son fundamentales y no deben limitarse para intentar complacer a otros. Cuando el artista es honesto en su búsqueda, la gente lo percibe de forma visceral y conecta con su trabajo.
¿Qué relación mantienes con las otras artes? ¿Cuál es su importancia en tu vida y en tu trabajo?
Me alimento de todas las artes, sin excepción. Atesoro libros, predominantemente de artes visuales y literatura: dibujo, pintura, cartel, ilustración, cómics, diseño, caligrafía, publicidad, poesía, filosofía, meditación, entrevistas, y algunos de narrativa.
Tengo una relación muy especial con la poesía. Me fascina cómo los poetas ordenan el lenguaje para acceder a un espacio difícil de nombrar.
¿Qué opinión te merece el mercado del arte y el lugar que ocupa el dinero hoy día en este mundo?
Mantengo una relación necesaria con el mercado del arte, la nutro.
El precio de una obra no está relacionado a su valor artístico, o al impacto que tiene en las personas. El dinero es imprescindible para vivir en las sociedades modernas, y nos permite cubrir desde necesidades básicas y educación hasta placeres personales, pero es muy desafortunado que se oriente la creación en función de lo que se vende. El mercado es caprichoso, y hay muchas fuerzas empujando por detrás del telón.
¿Qué relación tienes con los galeristas?
He cultivado (y continúo cultivando) relaciones fértiles con galeristas, pero hasta hoy no tengo una relación exclusiva con ninguno. Estoy muy interesado en los intercambios que beneficien a ambas partes, pero soy un artista independiente.
¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual?
El arte enriquece el espíritu humano. Ayer, hoy y siempre.
¿Cómo valoras tu experiencia pedagógica? ¿Qué impacto ha tenido o tiene en tu obra?
Educar es una tarea sublime e imprescindible que demanda una gran responsabilidad. Impartí clases de Cartel e Ilustración en el ISDI por dos años, y actualmente dirijo equipos de diseñadores, escritores e ilustradores en la creación de campañas de publicidad y bien público.
Compartir lo que uno sabe es fundamental para el desarrollo humano y el mejoramiento de las nuevas generaciones; lo considero una obligación moral, una deuda con nuestros antepasados que han contribuido a que nuestras vidas sean mejores. Parte de nuestras acciones debería estar relacionada de alguna forma con servir a los demás. Inspirar a otros es un privilegio.
¿Cuándo y por qué decidiste exiliarte?
Me vine a vivir a los Estados Unidos en 2006, porque no tenía intenciones de que el gobierno totalitario cubano decidiera mi vida como lo hizo con mis abuelos y padres. Tenía mucha hambre de mundo. Quería tomar responsabilidad por mi vida.
¿Qué queda de Cuba en tu vida y en tu arte?
Queda la cultura, los recuerdos, la familia y amigos que todavía viven en la Isla.
Galería
Eduardo Sarmiento – Galería.
Dagoberto Rodríguez: “No existe arte sin mercado”
“La pregunta ‘¿Por qué se separaron Los Carpinteros?ʼ está equivocada. Más bien sería: ¿cómo conseguimos trabajar juntos durante veinticinco años? Cualquier cosa puede separar a una persona de otra; el tema está en el tiempo de unión, en mantener ese trabajo durante todos esos años. Ese es el milagro”.