Evelyn Sosa nació en 1989, en La Habana. En 2016, fue ganadora del Premio Herman Puig, otorgado anualmente al mejor artista del Salón de Fotografía Corporal de La Habana. Y en 2021 obtuvo una mención especial en la VII edición del evento Post-it Arte Cubano Contemporáneo.
Ha participado en varias exposiciones personales y colectivas en Cuba, Estados Unidos, Japón y varios países de Europa. Es autora del libro de fotografías Havana Intimate, publicado en Nueva York por Uncommon Beauty Gallery, en 2019.
Actualmente está estudiando el programa de Práctica Documental y Periodismo Visual en el Centro Internacional de Fotografía (ICP) de Nueva York, donde fue galardonada con la Beca del Director y la Beca Arnold Newman.
La característica esencial de la obra fotográfica de Evelyn Sosa es la deconstrucción y la complejización del estatuto de la imagen, a partir de la combinación entre sus aspectos técnicos, simbólicos y estéticos.
Evelyn Sosa crea imágenes íntimas y fascinantes, verdaderos relatos visuales a través de los cuales la fotógrafa nos cuenta historias de amor, amistad, e identidad, las que constituyen una crónica de un tiempo particular en La Habana.
Las personas, mayoritariamente femeninas, que Evelyn Sosa traslada a la imagen en distintos escenarios familiares o íntimos ―en su casa, en bares, en fiestas―, no están mirando hacia afuera, aunque parezcan mirar a la cámara, sino hacia dentro.
La fotografía de Evelyn Sosa es una prueba, una evidencia. Transmite la esencia misma del referente. De ahí que tenga algo de metafísica: no es una copia de una persona, sino una emanación a través de la luz de un cuerpo. Evelyn Sosa es fotógrafa porque sabe que nunca logramos ver completamente a alguien cara a cara.
Evelyn Sosa, al mostrarnos los conflictos, las preocupaciones, los desvaríos de sus retratadas, pero también sus alegrías, sus gozos, sus emociones, rompe la visión simplista, reductora y a menudo falsa que muchas personas (en especial los extranjeros) tienen de las cubanas. La Cuba de Evelyn Sosa no se reduce al proceso socio-político definido como la Revolución Cubana. Y las cubanas no son solamente milicianas, obreras, mulatas voluptuosas, etc.
Sosa contesta la autoridad de la mirada masculina en la industria fotográfica, los mitos y la perpetuación de los estereotipos de la feminidad a través de la visualidad. Su obra es una exploración de la profunda identidad femenina por la fotografía.
El diario visual íntimo de sus amigas constituye una promoción ontológica de seres considerados dignos de ser fotografiados, es decir, dignos de ser fijados, conservados, mostrados y admirados. En particular, por la potencialidad y la fuerza de su feminidad.
Su representación es por tanto un acto de poder que introduce en el campo del conocimiento el cuerpo liberado en su intimidad, en especial en su sexualidad, de mujeres que a veces salen de cuadros reductores normativos.
Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia en Cuba, de tu familia.
Nací en San Miguel del Padrón, en el barrio de San Francisco de Paula. Tuve una infancia linda, a pesar de haber crecido en los años 90, en pleno Período Especial. Yo era una niña feliz. El patio de mi casa era grande y había árboles de frutas a los cuales me trepaba todos los días. Cruzaba de uno a otro. Podía pasarme horas ahí arriba sola. Era mi lugar favorito.
Vivía allí con mi madre, mi padre, mi hermano y mis abuelos paternos. Cuando tenía nueve años, mi abuela se suicidó en la casa. Me dijeron que se había ahorcado y que me había dejado la lavadora. A los nueve años, yo tenía la propiedad de una lavadora rusa y una molestia muy grande que no pude entender hasta muchos años después.
Mis padres eran los mejores padres del mundo y mi hermano me construyó una casa encima de la mata de aguacate.
¿Cuál fue tu primera emoción estética? ¿Qué pasó para que te decidieras a ser fotógrafa?
No tengo claro cuál fue mi primera emoción estética. En mi familia nadie más es artista. No crecí en un ambiente rodeado de arte o intelectuales, aunque sí de mucha lectura.
Lo primero que recuerdo en relación a eso fue el acto de fotografiar. Mi padre había sido fotógrafo de bodas y en mi casa quedaban algunas de sus cámaras, flashes y trípodes. Y desde chiquita me gustó hacer fotos de familia, que era lo que hacíamos, y sí había en ello cierto rigor, los encuadres, las poses, la luz, aunque todo quedara en lo familiar.
¿Cuándo se convirtió el arte en el centro de tu vida?
El amor es lo que siempre ha estado en el centro de mi vida.
¿Qué formación tuviste?
No estudié nada relacionado al arte. Yo no sé dibujar, y para mí estudiar arte no era una opción.
Estudié en un instituto de ciencias exactas y luego Ingeniería Automática en la universidad. Recuerdo que, desde el primer año de la ingeniería, un amigo del aula me decía que me fuera a estudiar para el ISA, que yo no hacía nada en la CUJAE. Y me lo estuvo diciendo hasta que me gradué, entre asignaturas como los cuatro cálculos, Física Cuántica o Inteligencia Artificial.
Mi favorita durante la carrera fue una que se llamaba Apreciación de la Cultura Cubana. Cuando me gradué, nunca ejercí la ingeniería. Comencé a acercarme al mundo de la fotografía en La Habana. Pasé talleres con fotógrafos como Alberto “el Chino” Arcos y Ossain Raggi.
Luego en el International Center of Photography en Nueva York me gradué del programa “Prácticas documentales y periodismo visual”. Allí aprendí muchísimo. Esto es algo que siempre me preguntan, que si valió la pena. Y sí, la valió.
Tuve muy buenos maestros, que admiro mucho, como Karen Marshall, Andrew Lichtenstein, Landon Nordeman y Alice Gabriner.
¿Qué es el arte para ti?
Lo que me justifica para ser como soy y hacer lo que quiera hacer. Y a veces eso que te hace erizarte por medio de otro sentido además del tacto.
¿De qué manera has evolucionado como artista?
Ya no me da vergüenza cuando me llaman artista.
¿Cómo definirías tu práctica artística?
Es una fotografía intimista. Aunque la foto sea a un árbol, una silla o una casa, siempre hay un acercamiento muy intencional. Creo que la empatía es uno de los ingredientes principales. También es una fotografía muy autobiográfica.
¿Cómo contemplas tu estatus de creadora en el siglo XXI?
Yo solo soy una persona que no puede dejar de hacer lo que hace.
¿Eres reacia a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?
Me cuesta trabajo explicar mi trabajo, prefiero no hacerlo. Sin embargo, me interesa la crítica, me parece muy rico conocer la opinión o interpretación de los demás.
¿Qué artistas han influido en ti y a cuáles sigues admirando?
Los directores de cine Wong Kar-wai, Kim Ki-duk, Lars von Trier, Kieslowski, Akira Kurosawa. Definitivamente, creo que el cine es lo que más ha influido en mí.
Entre los fotógrafos: Nan Goldin, Peter Hujar, Nobuyoshi Araki. De los pintores: mi amigo Aliosha Aracil, que en paz descanse. Y si me pongo a pensar en otras esferas, puedo mencionar desde Nietzsche y Schopenhauer hasta Milan Kundera.
Desde la distancia, ¿cómo juzgas a tu generación, la de los años 2010-2020?
Pienso que es una generación que se ha dedicado a crear, mostrar y proponer una Cuba diferente a lo que estaba establecido. Es una generación que ha sufrido palos, creo que muy pocos de nosotros quedan viviendo en la Isla.
¿Qué relación mantienes con los artistas cubanos?
Me llevo bien con casi todo el mundo, pero tengo pocos amigos. Estoy abierta a colaboraciones y propuestas. Me gusta ayudar siempre que puedo.
Háblame de tu proceso de creación.
No tengo un proceso muy definido. Gran parte de mi trabajo ha sido espontáneo. La mayoría de mis retratos los he producido en plena documentación de mi vida.
Cuando tengo un tema sobre el que quiero trabajar, investigo, hago las fotografías, me involucro muchísimo y a veces termino modificando un poco la idea, porque en el proceso aprendo y cambio.
Mis series, por lo general, son largas, me cuesta cerrarlas. El proceso de edición es lento porque soy demasiado perfeccionista y le doy muchas vueltas a todo.
¿Qué particularidad tiene la fotografía en comparación con la pintura o el dibujo?
Una vez alguien venía saliendo de una exposición en casa de Juan Carlos Alom y pude escuchar que dijo: “Esto no es una exposición de arte, es una exposición de fotografía”.
¿Creas sin pensar en un público, sean amigos, coleccionistas, galeristas?
Sí, totalmente, yo fotografío para mí, ante todo.
¿Qué relación mantienes con las otras artes? ¿Cuál es su importancia en tu vida y en tu trabajo?
Me nutro siempre de ellas, aunque ya no tengo tanto tiempo de leer o estar al día con el cine. Siempre son una fuente de inspiración.
¿Qué opinión te merece el mercado del arte y el lugar que ocupa el dinero hoy día en este mundo? ¿Piensas que el mercado orienta la creación?
El mercado y el dinero siempre han estado ahí. El dinero hace falta y no es fácil insertarse. De hecho, creo que la mayoría de los artistas se quedan en la periferia de ese mercado.
Personalmente, he tenido cuidado de no dejarme deformar por la necesidad de vender más o ser más visible, pero es algo que indiscutiblemente sucede.
¿Qué tipo de relación tienes con los galeristas?
Siempre he tenido una buena relación con ellos. En algunos casos los galeristas han terminado siendo buenos amigos.
Hoy estás viviendo en Nueva York. ¿Piensas volver a vivir en Cuba o, a semejanza de tantos artistas cubanos, tienes la intención de quedarte a vivir en el extranjero? ¿Por qué?
Me gradué de ICP y vine a Miami con la idea de quedarme por un tiempo. Tengo varios proyectos y ganas de fotografiar en Miami, así que estaré por aquí.
Igual me estaré moviendo a trabajar principalmente a Nueva York y a La Habana, donde tengo proyectos pendientes.Yo nunca pensé irme definitivo de Cuba. Hace tres años me enamoré y decidí venir a Estados Unidos y, sinceramente, con frecuencia pienso en regresar, pero Cuba es un país imposible.
¿Qué representan Cuba y La Habana en tu vida y en tu arte?
Esa es una pregunta dura para mí en este momento. He empezado a entender lo que significa no estar en tu país. No importa cuánto haya leído, visto, escuchado sobre esto. Vivirlo es otra cosa y no es algo que se entienda de un día para otro. Es un proceso que, al menos en mí, siento que va a ser lento y duro.
En La Habana está mi casa, la casa donde nací y estoy muy apegada a ese lugar y a todo lo que tiene dentro. Allí hice casi todo mi trabajo de Cuba. Apenas he fotografiado fuera de la ciudad. En La Habana están mi madre y mis gatos y el pensamiento siempre está allí.
Evelyn Sosa (galería)
27N en imágenes
La fotógrafa Evelyn Sosa testimonia la sentada masiva frente al Ministerio de Cultura cubano.