Ibrahim Miranda: “Me considero un sobreviviente en mi propia isla global”

Ibrahim Miranda va elaborando, con el correr de los decenios, una obra movida únicamente por las leyes de sus necesidades internas. Va inventando un arte singular y diversificado (oscila entre el dibujo, la pintura, el grabado), ajeno a todos los eslóganes, retóricos o plásticos; un arte hecho de introspección y de meditación, una forma de cartesianismo estético que pone a prueba permanentemente cada uno de sus gestos y postulados.

El núcleo de la obra de Miranda es el dibujo, concebido como una forma de ascesis, una práctica cotidiana destinada a obtener este dominio de la mano que los teóricos del Renacimiento ya describían como un preámbulo imprescindible al aprendizaje de la pintura. Su trabajo está contenido por entero en este valor concedido a la selección de las ideas (dibujar es trazar físicamente el pensamiento), a la eliminación, a lo rudimentario, a cierta forma de austeridad muy próxima a la escritura. 

Miranda moviliza los recursos de una destreza admirable, una cultura dibujística y pictórica prodigiosa, y una fuerza de penetración que hacen de su trabajo el depósito verídico de un testigo de lo interior: la exploración de una profunda experiencia sensible. 

Ibrahim Miranda propone una ética a la par que una estética. ¿Su propósito? Devolverle al arte su poder moral, didáctico y hedónico; restaurar el aura perdida de la imagen, esto es: resistir a la profusión de los íconos reproductibles y enseñar el difícil arte de leer una imagen. Ibrahim sabe que el arte solo puede explicarse por el arte, cualesquiera que sean las presiones sociales.

Con Ibrahim Miranda no se trata de modernismo o de primitivismo; no se trata de dibujo, de pintura, de grabado, sino de arte y, en consecuencia, de intensidades sensitivas, de pensamiento. Toda su obra es una reflexión sobre el arte. El arte como cartografía estética, como herramienta para aprehender y revelar, para captar fuerzas. El arte como mística, como sensualismo, como pensamiento figural, como conciencia ensanchada del mundo.

Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia en Cuba, de tu familia…

Tengo una familia grande por ambos lados. Muy humilde, gente de campo, provinciana. Por parte de padre eran once tíos: campesinos, maestros, obreros, médicos, etc.; y del lado materno igual: siete tíos y mis respectivos primos, que eran muchos. Ese es mi entorno familiar: poco intelectual. Yo era un niño solitario, iba a mi aire, por mi camino… Mi brújula fue el arte.

¿Qué pasó para que te decidieras a ser artista plástico?

Tengo una tía, hermana de mi mamá, Rayte es su nombre, que, al darse cuenta de mi inclinación de pequeño por la pintura, me llevó en una oportunidad a conocer el estudio del que después llegó a ser mi maestro en la Escuela Vocacional de Arte de Pinar del Río: Pedro Pablo Oliva. Yo tenía once años. Ese día quedé realmente muy motivado. Poco tiempo después hice las pruebas y entré en la Escuela de Arte.

¿Cómo valoras la enseñanza que recibiste? 

Tuve una formación excelente, con muy buenos maestros en general. A esta altura no le reprocho a nadie si fue mediocre o no: todos me aportaron algo. Tuve mucha suerte con ese tema.

¿Qué es el arte para ti?

He dicho en varias ocasiones que el arte en mí es una vocación terapéutica. Descargo en ella mi espiritualidad, mi universo.

¿De qué manera has evolucionado como artista? ¿Han cambiado tus ideas sobre el arte?

Es natural que evolucionen las ideas sobre el arte. Mis primeras definiciones estéticas tienen que ver con el posmodernismo de los años ochenta, y también con diferentes autores: Mario de Micheli, Lacan, Foucault, Umberto Eco, entre otros. Ellos determinaron la representación “antropofágica” de mis primeros grabados expresionistas, en los que estuve trabajando desde finales de los años ochenta hasta los años noventa. Algo de eso me queda aún. Soy un poco nostálgico, miro con frecuencia el pasado, que no es lo mismo que vivir en el pasado. Por supuesto, mi visión ha cambiado hacia otra cosa, que actualmente no sé muy bien lo que es.

¿Cómo definirías tu práctica artística? 

Me considero un investigador del arte; no de la manera científica, sino como un escritor que colecta información. En buena parte de estos años he trabajado con mapas y escenas gráficas de corte onírico, de la cultura documental, surrealista, antropológica; al final me sale algo narrativo, en imágenes. Pienso en De Chirico y Max Ernst, porque adoro el collage.

¿Cómo contemplas tu estatus de creador en el siglo XXI?

Cada día encuentro artistas interesantes y geniales en el mundo. Internet ha cambiado la cosmovisión de los creadores, y me considero un sobreviviente en mi propia isla global.

¿Eres reacio a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?

Sí, soy algo neurótico con respecto a explicar mi obra. Hay días más “claros” que otros.

¿Qué artistas te han influenciado y a cuáles sigues admirando? 

Si se trata de artistas en general, debo empezar por algunos escritores: BorgesLezama, Hermann Hesse, García Márquez, Octavio Paz, Italo Calvino, etc. Y artistas visuales, muchos: Lam, Louise Bourgeois, Bedia, Francis Alÿs, Bacon… Y fotógrafos, por supuesto: Richard Avedon, Sebastiao Salgado, Graciela Iturbide, y más… Mi lista sería interminable.

Desde la distancia, ¿cómo juzgas a tu generación, la de los años noventa?

Un grupo de artistas talentosos, indudablemente.

¿Cuál es tu apreciación respecto al arte cubano contemporáneo?

No tengo una verdadera apreciación sobre lo que ocurre actualmente en el arte cubano. Tampoco sigo tendencias: voy encontrándolas en mi camino. Sé que existen muchas individualidades con talento y exitosas, que han recibido mucha atención últimamente. Galería Continua, de La Habana, tiene varios ejemplos. Y hay muchos otros.

Me molesta enormemente que siempre se preste demasiada atención el arte político, por llamarlo de alguna forma, pero reconozco que es inevitable. En nuestro contexto, se mira como algo visceral.

¿Conoces la influencia que has tenido en otros artistas cubanos? 

No realmente.

¿Qué relación mantienes con los artistas cubanos? ¿Y con los otros? 

Creo que intento tener las mejores relaciones con todos los que conozco, aunque soy reservado y, a veces, poco social. Por lo general, me muevo en un círculo alrededor de los artistas con los que colaboro o trabajo. Hay tantos sustratos y paranoias dentro de los artistas que al final depende de las experiencias vividas en común, y también del tiempo que pasa.

Háblame de tu proceso de creación.

La literatura en general forma una base inspiradora, aunque no me considero un gran lector. También el cine me fascina, y siento que hay historias conmovedoras que me hacen soñar. Por lo general, la inspiración descansa en lecturas pasadas, ya reposadas y no actuales.

Tengo varias ideas de referencias, más gráficas, menos gráficas, intuitivas y racionales. Me aburro rápido si ando mucho tiempo en lo mismo. Así que siempre estoy trabajando en diferentes puntos de vista a la vez. Recurro al enigma, al magnetismo visual: vivo intentándolo.

¿Creas sin pensar en un público, sean amigos, coleccionistas, galeristas…?

No pienso mucho en el público, pienso en mi razón estética. Sedimentos de pensamientos y búsquedas, a manera de legado; quizás para Marcel, mi hijo.

¿Qué relación mantienes con las otras artes? ¿Cuál es su importancia en tu vida y en tu trabajo?

Desde que estudiaba arte en el ISA, la música se convirtió en algo inseparable y esencial en mi vida. Tengo muy buenos amigos músicos a quienes admiro y sigo. La música me acompaña siempre, me inspira, en especial el jazz. Sin música mi arte se debilita: es imprescindible en mi vida, es una pasión inmensa. Me encanta la gran música.

¿Qué opinión te merece el mercado del arte y el lugar que ocupa el dinero hoy día en este mundo? ¿Piensas que el mercado orienta la creación?

El mercado del arte existe desde siempre. Mi generación creció con cierta ingenuidad respecto a él, y tuvimos que madurar rápido. Desde Cuba, es difícil el “contacto” real y especulativo que el mercado admite, pero sí he comprobado que orienta la creación de muchos.

¿Qué tipo de relación tienes con los galeristas?

Con los pocos que trabajo o he trabajado, nunca es lo que uno quisiera, pero admito que no vivo en absoluto gracias a ellos. He debido agenciármelas y ser independiente. A veces no es nada fácil ser artista y empresario: algo difícil de asumir con bastante frecuencia.

¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual? 

El arte vive en todo desde siempre: a la hora de comer, de vestir o de soñar.

¿Cómo valoras tu experiencia pedagógica?

He tenido pocas experiencias pedagógicas. Me han gustado, pero las circunstancias personales me han impedido desarrollar una carrera como profesor. Admiro a las personas que dedican su tiempo a la pedagogía, a la enseñanza en sentido general.

A diferencia de gran parte de los artistas de tu generación, o de la generación anterior, no decidiste exiliarte, ¿por qué?

Durante parte del Periodo Especial, entre 1992 y 1995, estuve viviendo y trabajando en México. Viajaba constantemente al D.F., hasta que decidí regresar definitivamente. Fue una gran experiencia en mi vida. Entre otras muchas cosas de la cultura mexicana que admiro, encontré artistas muy talentosos, que me aportaron mucho. Viví dentro de una comunidad de artistas internacionales que desarrollaban su trabajo en el D.F. Hace unos años se editó un libro que describe ese periodo, se llama Licenciado verdad Vol.1, por el nombre de la calle donde vivíamos. Fue editado por Ediciones M.P./J.P. Morgan.

A mi regreso comencé a trabajar con galerías en Europa y me pareció ideal trabajar desde Cuba, con el consabido sacrificio que implica en términos de tecnología, actualidad, etc. Me gané lo difícil, pero vivir del arte fuera de Cuba también sería un enorme sacrificio para mí. No lo soportaría. 

¿Qué representa Cuba en tu vida y en tu arte?

Llamémosla la Isla de las metamorfosis.


Galería


Ibrahim Miranda – Galería.




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Larry J. González: “Todo lo que te rodea es urinario”

François Vallée

“Después que te explican por primera vez qué es un ‘ready made’, llegas a un centro. No sé si un urinario pudiera ser el centro de la vida de alguien. Pero después de esta explicación, aun sin pensar en ello, nunca más meas de la misma manera”.