Sandra Ceballos: “El arte cubano no existe”

Desde su primera exposición personal en 1985 (Paisajes y paradojas, con un hermoso texto de Manuel Vidal) en la galería de 23 y 12, pasando por su admirable muestra en Galería Habana titulada Absolut Jawlensky, en 1993, Sandra Ceballos ocupa un lugar esencial en el panorama del arte cubano de los últimos treinta años.

Primero, porque fue la cofundadora, junto a Ezequiel Suárez, de Espacio Aglutinador, a raíz de la censura de la exposición de Ezequiel titulada El frente Bauhaus, en 1994. La exposición inaugural de Aglutinador se llamaba Arte degenerado en la era del mercado, y anunciaba el camino que iba a seguir. Creado en su propia casa-estudio, fue el primer espacio artístico independiente y alternativo en Cuba desde la llegada al poder del gobierno revolucionario; un lugar de tolerancia donde exponer la obra de grandes artistas cubanos víctimas de la censura, de la injusticia, de la marginación por parte de las instituciones culturales gubernamentales. 

Luego, porque Sandra es una eminente artista pluridisciplinaria. Su trabajo sobre el cuerpo de la mujer, en particular (sus primeras obras se adentraban en lo escatológico, lo mórbido, lo doliente), es paradigmático de su fuerza, su agudeza y su sutileza. Consciente de los desafíos formales e intelectuales de su tiempo, expresa sus preocupaciones relacionadas con la identidad, lo orgánico, la libertad, el arte. Persevera en sus indagaciones estéticas influenciada por las mujeres vanguardistas de principios del siglo XX, olvidadas por la tradición androcéntica del arte, que ella rescató y enalteció en una serie admirable titulada Absolut Utopía, o en la exposición de 1996 titulada ¿Dónde está Loló?

Sandra Ceballos se desliga de etiquetas y pertenencia a colectivos: es una artista libre. Su obra no se ajusta a ninguna forma, idea, o creencia preconcebidas. Es una observadora fanática de la existencia humana; siente inclinación por los reinos oscuros de la mente y cierto anarquismo, lo cual la hace incapturable, inaprensible por ideologías, utopías, chovinismos o esnobismos de cualquier tipo. Se siente atraída por lo marginal, lo alternativo, la indomable libertad y el cosmos imaginario —situado fuera de los límites académicos y culturales— de visionarios compulsivos como su adorado Adolf Wölfli.

Conozco a Sandra desde hace muchos años y lo que me gusta en su obra es su capacidad de cambio permanente y a la vez su homogeneidad, y esa manera de estar siempre abierta a la vida, de ser una metáfora de la vida y, al mismo tiempo, una estrategia contra sus limitaciones; estar por encima de todo sin convertirse en la esclava de un sistema, de una idea o de un estilo. Lo que me atrae de su creación, además de su irresistible seducción, es su sinceridad. 

Sandra Ceballos es artista por la calidad de su visión, por su aptitud para aprehender todas las oportunidades visuales —y, consecuentemente, también alucinatorias— que el mundo le brinda.

Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia en Cuba, de tu familia…

Nací en Guantánamo, en donde viví hasta los seis años de edad, pues en 1967 mi familia —tras el fallecimiento, a los 35 años, de una tía muy querida por todos— decidió mudarse hacia el Vedado, en La Habana.

Crecí dentro de una familia ecléctica: abuelos españoles; madre y padre, hermana y hermano cubanos; todos con una marcada personalidad posesiva, dominante, pero altruistas y muy altivos, vinculados al trabajo y a los estudios. 

Mi abuelo, un pequeño comerciante asturiano, era propietario de un cine y una tienda-café; mi abuela, una valenciana multioficios, era artesana, trabajaba la madera (diseñaba y fabricaba muebles), hacía flores para las novias, tocaba el laúd y el acordeón, y cantaba. Mi madre era maestra de secundaria básica e impartía la asignatura de Historia Moderna. Mi padre era soldador; fabricaba los herrajes de las armazones de los barcos que integraban pequeñas flotas de pesca. 

Mi hermana, en su primera juventud, integró el equipo nacional de baloncesto femenino; años después decidió abandonar el deporte para estudiar medicina; actualmente es científica y labora en el Centro de Inmunología Molecular (CIM). Mi hermano se graduó de Física y desde muy joven fue maestro de secundaria básica; posteriormente pasó a trabajar en medios audiovisuales en la Escuela de Medicina “Mártires de Girón”; paralelamente, fue director y baterista de una de las bandas legendarias de la música rock en Cuba: Gensla cual actualmente se mantiene ofreciendo conciertos con nuevos formatos y conceptos musicales. 

Yo era una niña tímida, reflexiva y observadora; pero siempre a la defensiva y asumiendo la protección de algunas niñas de mi edad que eran víctimas del bullying

El respeto lo impuse un día, en segundo año de la Primaria, cuando un niño mucho más alto que yo intentó abusar de mí, pensando (dada mi actitud retraída) que yo no reaccionaría; sin embargo (para su sorpresa y también para la mía), me abalancé sobre él y con toda mi fuerza lo lancé contra un pupitre, lo cual lastimó su cabeza hasta tal punto que comenzó a sangrar, manchando mi libreta, nuestros uniformes, y el piso. Me asusté, pero no me castigaron porque fue en defensa propia. Al chico lo llevaron para el hospital, le cosieron la herida y ya no se metió jamás conmigo ni con mis protegidas, pero su abuela (obviando el detalle de la agresión inicial de su nieto) no hacía más que repetir: “¡Esa niña es un demonio!”.

Mi madre se empeñó en ponerme a estudiar ballet y piano en una escuela medio privada, de las pocas que habían sobrevivido a la Revolución; pero esto no duró mucho, pues la intervinieron. Años después un vecino, que en aquel momento trabajaba en la escuela de música Manuel Saumell, al escucharme cantar desde mi habitación, le sugirió a mi madre que me llevara a realizar las pruebas de canto para integrar el coro de dicha escuela. Entré como voz segunda al grupo coral. Para mí fue un fastidio, pues los temas que montaban eran de espanto, y comencé a doblar; la maestra lo sospechaba y me decía: “más alto”, hasta que un día me descubrió y le sugirió a mi madre que me sacara de la escuela, porque yo hacía cualquier cosa menos cantar. 

Finalmente, mi mamá intuyó que la solución para mi desbarajuste emocional radicaba en que fuera artista, así que a los 13 años me llevó a la Academia de Arte de San Alejandro para hacer las pruebas. Las aprobé, y allí estudié siete años (nivel elemental y medio). 

En 1980, cuando los sucesos de la embajada de Perú y el éxodo de cubanos para Estados Unidos por el puerto de Mariel, el gobierno cubano organizó asambleas en centros de estudios de nivel medio y superior para expulsar a todos aquellos alumnos que fueran homosexuales, que vistieran de manera extravagante, que llevaran cabellos largos (a consideración subjetiva de los dirigentes de las organizaciones de masa) y que leyeran literatura “subversiva” prohibida. Estas reuniones se llamaron Asambleas por la Educación Comunista

A todos estos jóvenes expulsados les gritaban: “¡Escoria!”, y algunos fueron prácticamente obligados a irse por el Mariel. San Alejandro no se quedó exenta: una de las alumnas de tercer año de la escuela se introdujo con su familia en la embajada de Perú. Días después, a la directora de la escuela y a algunos profesores se les ocurrió organizar una gran fogata en el patio para quemar todas las pinturas y dibujos realizados por esta alumna durante el período que estuvo estudiando en el centro. Convocaron a todos los estudiantes, nos dijeron que teníamos que gritar improperios contra nuestra compañera y eslóganes como: “¡Que se vaya la escoria!”.

Cuatro alumnos y yo nos negamos a gritar, nos apartamos y nos cruzamos de brazos. Días después fuimos citados en el comedor, junto a todo el alumnado, a la Asamblea por la Educación Comunista. Fuimos expulsados de San Alejandro por “mantener una actitud apática” ante aquel suceso neofascista, y por asumir además “actitudes extravagantes”. Durante esa reunión un profesor me acusó de “existencialista” y de “cabecilla”. 

No obstante, no nos conformamos; mi madre (que siempre fue una guerrera incansable contra las injusticias) nos estimuló a escribir cartas de denuncias y apelaciones, a pedir entrevistas con los funcionarios pertinentes, lo cual tuvo como resultado (tras un año de investigaciones) la expulsión a la directora de la escuela (por corrupta, además) y la anulación de nuestra expulsión, para reintegrarnos y graduarnos. 

Otro miembro de la familia llegó hace 19 años: a los 40, decidí tener un hijo. En estos momentos estudia también en San Alejandro, en la especialidad de Arte Digital. Simultáneamente, y de manera autodidacta, estudia la guitarra flamenca creando sus propias composiciones musicales. Se llama Óscar. 

¿Cuál fue tu primera emoción estética?

Un dibujo que hizo mi hermana del conejo Bugs Bunny. Pero el primer pintor cuya obra pude apreciar, y que me conmovió sobremanera, fue Cézanne. 

¿Qué pasó para que te decidieras a ser artista plástico?

Honestamente, no lo sé. Simplemente se me ocurrió, y se lo propuse a mi familia.

¿Cuándo se convirtió el arte en el centro de tu vida? 

Nunca ha sido el centro de mi vida.

¿Qué formación tuviste? 

Además de la Academia de Arte de San Alejandro he participado en talleres, como el de fotografía experimental de Luis Camnitzer en la Fototeca de Cuba, y el de arte textil de Marta Palau en Casa de las Américas. Y la formación más importante: la propia; es decir, desaprender de manera autodidacta. 

¿Cómo valoras la enseñanza que recibiste? 

Ortodoxa e inútil. Solamente recibí información, pues sé que no se enseña a ser artista, por lo tanto no se aprende a ser artista. Tan solo nos doblegamos a la necesidad de crear, de diversas maneras y por diversas razones; expulsamos arte por cada desaliento o pasión, pero claro, los que nos empecinamos: muchos no siguen, se dan por vencidos, aunque posean el don de la creación. 

¿De qué manera has evolucionado como artista? 

Depende de a qué se le llame “evolución”Si se trata de cambios, es todo el tiempo, pero no sé si llamarlo evoluciónpues cada momento creativo es importante, y así como resulta de una torpeza enorme comparar a los artistas entre ellos, también resulta estéril e inconcebible comparar etapas que responden a momentos diferentes, y que incluso podrían ser conceptualmente antagónicas.

No hay evolución ni involución, sino diferencias y novedades. 

¿Qué es el arte para ti?

Algo incapacitado para salvarnos. Una manera de vivir intentando organizar sensaciones, sentimientos, odio, desprecio. Una fórmula para expulsar demonios, a veces coquetos, y que nos paguen por ello.

¿Han cambiado tus ideas sobre el arte? 

Todo el tiempo cambian mis ideas con relación al medio, a las personas y a la existencia material; eso deriva, en la misma proporción, modificaciones en mi atención conceptual y formal hacia las artes en general. 

¿Cómo definirías tu práctica artística?

Catarsis, desasosiego, oportunismo, autoengaño, sinceridad, orden, desorden, enigma, misterio, decodificación, miedo, irreverencia, ironía, diversión y pataleta.

¿Cómo contemplas tu estatus de creadora en el siglo XXI?

Es el momento de complicarse, resistir, avanzar y aprender a morir. Los estatus y estatutos me los desayuno y los defeco en la noche. 

¿Eres reacia a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?

Sí. Las críticas no son más que adornos, inventos y palabrejas chulas despistadas. Lo esencial se mantiene invisible e indescriptible, e incluso para el propio creador.

¿Qué artistas te han influenciado y a cuáles sigues admirando?

Los impresionistas, expresionistas, suprematistas, futuristas, dadaístas, abstractos, conceptualistas, artivistas, autodidactas, outsiders, y muchos más. El arte brujo de las etnias.

Desde la distancia, ¿cómo juzgas a tu generación, la de los años ochenta-noventa?

No soy de ninguna generación; esos encasillamientos matan a los artistas, discriminan, abofetean el arte. Soy de los ochenta, de los noventa, del dos mil, dos mil diez, dos mil veinte… treinta… cuarenta, y no sé si ya se habrá destruido el planeta para el dos mil cincuenta.

Otra cosa es que no existe persona alguna que tenga el derecho, ni mucho menos una capacidad límpida, para juzgar el arte. ¿Qué sujeto puede emitir una valoración que no esté contaminada por su propio gusto y sus preferencias personales, que dependen de cierta educación e información estética-moral-política-social y hasta religiosa, y que se basan en conceptos ortodoxos aprendidos y recontraprendidos desde siglos atrás? No soy quien para juzgar. Los jueces del arte y de los artistas, serán juzgados por atrevidos.

¿Cómo valoras el arte cubano contemporáneo?

El arte cubano no existe. El arte español no existe. El arte japonés no existe. Sería mejor referirnos al arte hecho por cubanos, por españoles o por japoneses. El arte no tiene nacionalidad, ni sexo, ni raza. Es un idioma que todos entienden porque sale de la esencia, de la tripa cerebral y la condición humana. El arte es el mejor ciudadano del mundo.

Todo lo que sea arte es bueno; lo que no es bueno, simplemente no es arte. Las valoraciones dentro del arte no son más que vulgares eructos subjetivos. 

En Cuba hay artistas (ni buenos ni malos) contemporáneos, no contemporáneos, jóvenes, viejos y muertos. En el mundo también hay artistas jóvenes que serán viejos y serán cadáveres, y nacerán otros que también irán a criar malvas. La contemporaneidad es lo más efímero y vacío que existe. El ahora, mañana ya no estará.

¿Qué relación mantienes con los artistas cubanos? ¿Y con los otros?

Las relaciones entre artistas son complejas. Hay de todo un poco: hipocresía, pasión, arribismo, borrachera, envidia, competencia, plagio, admiración, solidaridad, amor, odio…

¿Qué es lo que desencadena tu necesidad de crear? 

Mi compleja e inadaptada existencia.

¿Cómo trabajas? 

Cuando no vendo obras o ropa de segunda mano, doy masajes para ganarme la vida. Si te refieres al arte, para mí no es un trabajo: es una acción escatológica.

¿Cómo nacen las ideas de tus obras? ¿Trabajas a partir de bocetos o de dibujos? ¿Qué lugar ocupa el azar en la elaboración de tus obras?

Existen las ideas, no hago bocetos, dejo que mis muertos se expresen también; en este caso el azar no existe, todo está en el subconsciente. A veces racionalizamos y nos creemos las historias que les contamos a los que nos hacen esas preguntas. 

¿Creas todos los días? ¿En qué momento?

Creo cuando coinciden una serie de factores: tiempo, tranquilidad, incomodidad anímica, ganas de sonreír.

¿Qué importancia le das al dibujo en tu obra?

La misma que le doy a todo lo demás que hago: pintura, instalaciones, ensamblajes, collages, fotografía, performances y video-performances. Buceo, doy masajes, como espaguetis con ajo y escribo mis textos.

¿Cuándo sabes que una obra está terminada?

Nunca.

¿Qué particularidad tiene la pintura o el dibujo para que continuamente se anuncie su muerte y su resurrección? 

Es cuestión de moda. Es como los cortes de cabello o de pantalón: corte tubo, campana, ancho, pescadores, arrastrados, en fin. Moda. Vuelve, se va, regresa. Las personas nos aburrimos todo el tiempo y buscamos “inventar” lo que ya estaba inventado. 

Ahora dentro del arte se hace activismo (“artivismo”). El activismo es muy antiguo, solo que existía bajo otras nomenclaturas y los protagonistas no eran casi nunca los artistas; pero ahora estos, reunidos y no, actúan políticamente bajo conceptos adaptados a las exigencias y sucesos del momento, que ya no estará dentro de unos años y que también pasará de moda y volverá dentro de otros años, si esta bola de tierra nos sigue soportando. 

¿Creas sin pensar en un público, sean amigos, coleccionistas,  galeristas…?

No creo para el resto de las personas, sino por ellos y por mí.

¿Qué relación mantienes con las otras artes? Supongo que tu biblioteca y tu discoteca pueden decir mucho de tu obra. ¿Qué libros y discos predominan en ellas? ¿Cuál es la importancia de las otras artes en tu vida y en tu trabajo?

Me gusta la literatura clásica rusa. Los escritores norteamericanos del siglo XX. Leo sobre psicología. Algunos filósofos alemanes. Virgilio PiñeraLezama Lima, Juan Rulfo, y muchos más. 

Me gusta mucho la música folklórica japonesa, irlandesa, china; María Teresa Vera, Nirvana, Édith Piaf, Tina Turner; música flamenca, india, en fin…

Disfruto del arte como del helado de choco-menta. Mezclar un tema musical del teatro Kabuki con helado de choco-menta para mí es lo máximo.

¿Qué opinión te merece el mercado del arte y el lugar que ocupa el dinero hoy día en este mundo? ¿Piensas que el mercado orienta la creación?

En el mercado del arte hay de todo: arte y parásitos que parecen arte. 

Me gusta el dinero porque con él puedo mejorar mi vida, hacer que siga creciendo Espacio Aglutinador, y además tomar muchos helados de choco-menta, pero también de malta. Cualitativamente no define nada, solo ayuda a comer a los artistas que logran vender, y enriquece a los especuladores y revendedores. 

En el mercado las obras de arte se convierten en chorizos y se subvalora toda su esencia espiritual, conceptual y emocional. Los nombres de los artistas crecen inflados por infraestructuras y estrategias donde el dinero es lo fundamental, y no el valor real de las obras. 

Tarde o temprano, casi todos los artistas caemos en ese jamo, y si no, tendremos que cortarnos la otra oreja de Van Gogh. 

¿Qué relación tienes con los galeristas?

Poca.

¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad?

Mayoritariamente, a la sociedad cubana no le interesa el arte: son felices con el béisbol y el reguetón.

A diferencia de muchos artistas de tu generación, no decidiste exiliarte. ¿Por qué?

Honestamente, me hubiera gustado vivir en Europa o en Asia, pero no quise separarme de mi familia. No me interesa la “cubanía”; considero que es una palabra horrenda. Nací en Cuba, pero me gusta más la naturaleza y la cultura europea, africana o asiática.

¿Qué representa Cuba en tu vida y en tu arte?

Nada. Preferiría no haber nacido aquí.


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Rubén Torres Llorca: “El artista ha sido siempre el eslabón más débil” - François Vallée

Rubén Torres Llorca: “El artista ha sido siempre el eslabón más débil”

François Vallée

“El arte, tal y como lo conocíamos, es suplantado por la dictadura del mercado del arte. Ya ningún artista de notoriedad actúa sin tener presente las fuerzas del mercado. Estas fuerzas económicas son demarcadas por una nueva y extraña danza de reglas no escritas entre la intolerancia de la derecha y la inconsecuencia del liberalismo”.