Ronaldy Navarro (Matanzas, Cuba, 1972). Artista. Salió de Cuba en 1996. Nunca ha regresado. Creador de la página de Instagram: @sindicatodeluzyfuerza
“En el pueblo mío era el único, en Sabanilla, donde nevaba negro, porque le metían candela a los cañaverales, quemaban caña para hacer sabotajes después de la Revolución”.
“Un día yo le pregunté a mi papá: Papi, ¿y cómo ustedes le prendían candela a los cañaverales?”
“Me dijo: Nah, fácil. Nosotros cogíamos un gato, le metíamos el rabo en queroseno, en luz brillante, le prendíamos candela y el gato salía corriendo”.
“Es una imagen tétrica, pero es poética. Tú sabes, tú tienes una poetisa en la familia. Es una imagen súper poética un gato con fuego en el rabo, para mí eso es algo maravilloso. Más allá del gato carbonizado…”
«Yo estoy muy orgulloso de donde yo vengo, siempre lo he estado. Yo soy matancero».
La hija de Rony se llama Candela.
Rony vive en Nueva York. Cuando le comenté que quería retratarlo, me invitó al apartamento donde vive, en Williamsburg. Ya yo había ido hasta su edificio una vez, a recoger unos carteles que él le mandaba a Legna. Pero no subí, era de noche, el rollo era enorme y me esperaban dos trenes para llegar a la casa.
El día acordado, él bajó a buscarme, entramos por un pasillo abarrotado de objetos aleatorios y salimos a la cocina. El primer cartel que leí era una única pieza que decía: Chúpame la orquídea, en inglés.
La cocina era amplia y estaba llena de plantas. Las macetas tenían pequeñas notas de papel con indicaciones. Había, entre todas, una planta carnívora. Me resultó muy agradable aquel espacio tropical.
Rony me recibió cariñoso, comencé a preparar mis cámaras y a medir las luces.
Yo iba con una sola pregunta: “¿Qué objetos había decidido llevarse de Cuba cuando salió definitivo?”
Era la pregunta mediante la cual iba a comenzar a tejer el concepto de mi nueva serie. Rony me invitó a su cuarto, también lleno de plantas y humificadores y, mientras él las regaba, empezamos a conversar.
Le hice mi pregunta y él me enseñó una foto de tamaño 4×6 donde aparecían dos hombres abrazados, su padre y su hermano. La foto era un collage. Rony había cortado dos fotos diferentes, había retirado del abrazo a otras personas y había unido a los hombres.
Rony había creado ese abrazo donde hay dos manos que sobran, que pudieran ser la suyas. Un gesto de libertad. Rony es un hombre libre. Une dos piezas al igual que con sus carteles, frases-dípticos.
Hablamos sobre Cuba y la vida. Cuba era el tema que me interesaba indagar. Él me dice que a Cuba no vuelve, al menos hasta que el sistema cambie. Que de Cuba solamente extraña su luz.
“En ningún otro lugar hay una luz como la de Cuba”.
Rony escribe la oración arrodillado sobre el papel. La pinta a mano, a pincel. No sé si haya algo religioso, pero estoy convencida de que son actos de fe.
“El mundo funciona de una manera tan maravillosa. Yo siempre me levanto y siempre digo que voy a ir pa’ allá afuera a dar algo, a dar algo mío bueno. Entonces de esa manera el mundo te responde”.
Rony se había convertido en un buen amigo. Estuvo el día de mi exposición personal en Nueva York y estuvo el día de la exposición de mi graduación, a donde llegó todo sucio directo de trabajar.
A cada rato me preguntaba si ya había mandado los carteles, pero yo no tenía idea de cómo hacer llegar eso tan grande de Nueva York a Miami. El rollo era casi de mi tamaño y pesaba. Lo tenía en una esquina del cuarto y a veces lo usaba como trípode para hacer autorretratos.
Finalmente, mi tío Tony fue a buscarlo a Brooklyn y lo llevó a casa de María Antonia en New Jersey. Allí Gonzalo lo recogió y lo transportó hasta Miami en un viaje por carretera.
Coincidió que María Antonia había viajado a Miami y me llevó a encontrar a Gonzalo, recoger el rollo y llevarlo a casa de Legna. Yo estaba agradecida, aunque nada de lo que hiciera sería suficiente.
Rony había dicho: “Tú lo único que tienes que hacer es enfocarte en hacer las cosas bien. No todo el mundo te retribuye de la misma manera, pero no todo el mundo tiene que hacerlo”.
El cartel decía: A veces nos falta un ojo. A veces nos falta un diente.
Rony salió de Cuba en 1996. Se fue a Argentina, donde estuvo preso por salida ilegal. Me cuenta que en la cárcel conoció a tres de los doce apóstoles del famoso Motín de Sierra Chica, donde hicieron empanadas con carne de glúteos humanos y jugaron fútbol con las cabezas.
Me dice que allí enseñó a leer a los presos, que ahora lo cuenta lindo pero que era supervivencia.
Las conversaciones con Rony están llenas de historias y optimismo. Termino con una frase que él me dijo ese día, y que usé como texto de pared para la serie Cuba, again, con la que me gradué en ICP.
“La patria no es un lugar ni una bandera, la patria es un sentimiento. Y yo trato de no acordarme, pero cada vez que me levanto, me acuerdo”.
Ronaldy Navarro: Un gato que corre hacia la luz (galería)
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