Se tiende a pensar el poder como una estructura única, sólida y monolítica, parapetada en la cumbre más alta, por encima de todo y no sujeta a nada, desde la que rige e impone las condiciones a seguir y obedecer en un despliegue que da cuenta del ejercicio de sí misma, el ejercicio del poder. Sin embargo, Foucault dejó bien claro que el poder es más como una amalgama de hebras lo suficientemente gruesas y fuertes como para proporcionarle condiciones de maleabilidad y extensibilidad tales que le permitan adquirir infinidad de formas sin llegar nunca a deshacerse, cortarse ni mucho menos romperse; una amalgama que es muchas veces tan tupida como tan invisible, y que está constantemente supeditada a dísimiles especificidades y condiciones: circunstanciales, temporales, materiales, individuales, colectivas, familiares, sociales, políticas, religiosas, técnicas, tecnológicas, etc.
Es decir, que cada momento, cada ocasión, se compone, además, continuamente, de diversas capas que tienen su correspondiente en diversas formas del poder, que incluso pueden llegar a ser intercambiables y que interactúan entre sí de diversas maneras. Como se compone un manto de todos los hilos que contiene y, a su vez, estos hilos de todas las hebras que lo constituyen, y así sucesivamente. El hecho de que esta y no otra sea la forma del poder es lo que permite que en algún momento y en algunas partes pueda de vez en cuando abrírsele un hueco; si se insiste con la suficiente fuerza y tenacidad y con los instrumentos adecuados, es lo que permite que tantas luchas a lo largo del tiempo hayan ido agujereando cada vez más el manto del poder, aunque estos agujeros sean en la mayoría de los casos bien diminutos y que la mayoría de nosotros intentemos taparlos y remendarlos cuando aparecen.
Con las nuevas tecnologías y las redes sociales masificadas, las estructuras de poder no solo se han fortalecido, sino se han transmutado y han dado paso a estructuras completamente nuevas, más eficaces y sofisticadas, en un terreno donde las interacciones de dichas fuerzas se hacen más palpables y visibles. Allí donde hay un flujo continuo y un “libre” acceso a la información proliferan sin parar las fake news; allí donde se conectan y comunican de manera instantánea puntos y extremos de la tierra hasta hace nada inconcebibles técnica y conceptualmente, neutralizándose de este modo mutua e inevitablemente ambos en sus condiciones de extremidad, proliferan sin parar los nacionalismos aún más extremos, las políticas de cancelación, los discursos de odio…; allí donde se manifiesta y ratifica la comunión colectiva que supone la globalización, en especial en términos de la red Internet y los mass media, estamos todos nosotros, sin saberlo o no, ejerciendo nuestra capacidad de poder, los unos sobre los otros. Un ejemplo ilustrativo de esta constante interacción de fuerzas lo encontramos en el uso y control de la imagen y la mirada.
Se supone que el control de la vigilancia es poder exclusivo de las grandes compañías y círculos de poder. Quien observa es quien domina. Las cámaras de vigilancia como dispositivos disciplinarios son capaces de rastrear movimientos, hacer reconocimientos faciales y caracterizar, catalogar y colocar a los individuos según su comportamiento y conducta; comportamiento y conducta que, a su vez, predicen, moldean y crean mediante softwares, programas y algoritmos que toman sus datos del ejercicio de observación.
¿Pero solo el que observa es aquel que tiene el poder?
¿Qué sucede con el que produce y crea la imagen?
¿Qué poder tiene un individuo que ahora usa la cámara para grabarse a sí mismo, que tiene acceso a su propia imagen, que la produce, la crea y la distribuye?
¿Qué poder tiene un individuo que accede a la imagen de otro individuo en calidad de espectador?
¿Qué poder tiene un individuo que accede a la imagen de otro individuo en calidad de creador con su consentimiento? ¿Y sin él?
¿Qué poder tiene un individuo que accede a la imagen de otro individuo de manera no autorizada y la distribuye de igual modo?
Entiéndase que la palabra imagen equivale igualmente a la palabra información. ¿Qué sucede si en vez de un individuo es un colectivo de individuos, una corporación, una institución, una empresa, un gobierno, un Estado?
¿Qué cambia, entonces, en la definición y el desarrollo del poder?
Todas estas cuestiones son las que la obra artística de Fidel García (La Habana, 1981) nos lleva a preguntarnos en un ejercicio de debate y reflexión que se hace cada vez más específico a la par que universal porque no se centra ya en el contexto cubano, sino que se abre y extiende a otros contextos más ricos en tanto que más plagados de significantes.
Ese es el caso de cinco de sus obras lanzadas ahora a modo de colección en NFT, utilizando esta nueva tecnología más que como una nueva plataforma o vía de venta como una herramienta al servicio del proceso artístico, mediante la que se otorga mayor autonomía al artista pudiendo liberarse del circuito económico tradicional que hasta el momento ha mantenido y financiado a los artistas y sus obras; asimismo, posicionarse como autor y poseedor de la obra con condiciones contractuales que reserven los derechos sobre la pieza que considere oportunos, desde su distribución y cantidad hasta el contexto, su durabilidad y valor.
La venta de obras en NFT supone a su vez una disrupción en el proceso tradicional de compraventa del circuito artístico y en el concepto tradicional mismo de obra de arte. Se introducen ahora nuevos conceptos y categorías como la reventa, la partición de las piezas, y se plantean nuevas preguntas en torno a la figura del coleccionista privado y a las grandes instituciones arte (museos, fundaciones, colecciones públicas): qué lugar y posición ocuparán y cuál será su papel y su rol. Preguntas también sobre el devenir de la obra a nivel material y conceptual, así como las decisiones que se pueden o no tomar sobre esta.
Cuando se examina con detenimiento la obra del artista se entiende la incorporación de esta tecnología como parte de su quehacer e investigación artísticos. Hay una compatibilidad entre las posibilidades que ofrece la plataforma blockchain en cuanto a autonomía, descentralización y autofinanciamiento, y el planteamiento formal y conceptual de la mayoría de las obras de García, la subversión y reutilización de las telecomunicaciones y la disrupción en el flujo de información, para redirigirlas a otro orden distinto bajo el cual fueron concebidas y revelar así conceptos, estrategias e información que originalmente contienen o que en la nueva reutilización adquieren pero que en ambos casos permanecían ocultas.
En otras palabras, exponer los mecanismos de control, dominio, manipulación y poder que subyacen en el núcleo de las tecnologías y los sistemas, sean estos naturales y biológicos como virus, anomalías orgánicas, fenómenos de la naturaleza, etc.; sociales y estatales como los sistemas legislativos, las lógicas generales, etc.; o de telecomunicación como los sistemas de control y propagación de la información, los medios de comunicación, las redes telefónicas y de Internet, los servidores, etc. Encontrar y generar errores del sistema, puntos de fuga, fallos del algoritmo, filtraciones, debilidades tecnológicas, saturaciones técnicas para, a través de ellos, desestabilizar, deshomogeneizar y agujerear la gran amalgama mediante la que se construye toda nuestra realidad.
Las obras escogidas para la colección NFT son 2.30, Static, Población Inversa, Colectivizacion y Socialización, convertidas ahora en cinco tokens creados en diversas blockchains como Ethereum y Polygon, y que se conforman específicamente por el certificado de propiedad de cada una de las cinco copias de la instalación; es decir, la documentación, de la pieza.
La primera, 2.30, se ha lanzado a su vez en 10 tokens ERC-1155 que conforman en su totalidad la propiedad de la pieza instalada frente a la Valla de Melilla; sin embargo, la pieza física no podrá ser reclamada. La instalación de 2.30 que se realizó en Melilla en 2019 constaba de un micrófono amplificador, un sistema de transmisión en streaming, otro de energía solar, una batería y un teléfono celular. La pieza consistía en abrir permanentemente una brecha en una zona de conflicto, en este caso la Valla de Melilla —que impide el cruce de las fronteras entre África y Europa y que es hoy uno de los lugares donde más se vulneran los derechos humanos—, a través de una estación de radioescucha que retransmitía vía streaming.
Esta brecha no solo vulneraba ahora el espacio físico fronterizo mediante las ondas radio, sino que al mismo tiempo proporcionaba la posibilidad de participación social a los ciudadanos que constantemente intentan cruzarla y son violentados de todas las maneras posibles para impedirles el cruce. Estos números, 2.30, representan el tiempo calculado por los migrantes africanos para cruzar la valla antes de que lleguen las patrullas fronterizas; migrantes que en la mayoría de los casos huyen de grandes conflictos provocados por los mismos países a los que intentan llegar.
Además, la obra intenta exponer claramente el llamado estado agencial que generan estos grandes conflictos sostenidos a lo largo del tiempo, que resultan en sociedades conscientes pero imparciales ante lo que sucede, y, en última instancia, eliminar dicho estado al introducir a los africanos en territorio europeo mediante la radioescucha, subvirtiendo así la prohibición de cruce y la paralización y enajenación de todos los ciudadanos europeos ante el conflicto al obligarlos a escuchar y recibir las ondas/los migrantes.
Socialización es el más reciente proyecto del artista, en el que lleva años trabajando y el cual pretende llevar a cabo autofinanciándolo a través de esta colección NFT. La obra es el último estadio de un tríptico compuesto por dos obras anteriores Prisionización y Resocialización, y consiste en generar una estación en la Antártida que controle de forma autónoma un canal de comunicación o zona protegida en la deep web para movimientos o individuos fuera del sistema a nivel global, mediante la instalación en alguna parte del territorio antártico de una estación modular, un servidor encriptado con comunicación a Internet vía satelital, un sistema autónomo de energía solar y un software de comunicación en la deep web.
Según la propia web del artista, Socialización tiene el propósito de reutilizar la filosofía original de la deep web —basada en el anonimato y la libertad de comunicación a nivel global, siendo red de información no monitoreada que permite al usuario hacer uso de ella sin la injerencia de las grandes corporaciones de telecomunicación como Google, Facebook, etc., que constantemente almacenan todos los datos y movimientos en un monopolio absoluto de la red de redes—, al mismo tiempo que usar el status del Tratado Antártico de diciembre de 1959, en el que se declara la Antártida como un territorio sin nación o fuera de los marcos de gobernabilidad de cualquier país.
El servidor que se instalará en la estación deberá ir encriptado, de modo que posibilite el anonimato e impida la intervención de cualquier modelo de censura, mientras no deja rastro pues la información transmitida o recibida permanecerá en pantalla durante solo 1 min. Por una cuestión de supervivencia de la propia obra, esta deberá ser diseñada usando prototipos antárticos climatizados para soportar temperaturas entre -0° y -50° Celsius.
Este proyecto tan trabajoso de llevar a cabo como tan profundo conceptualmente plantea en su seno cuestiones medulares de las sociedades contemporáneas, el libre acceso a la información, la censura y las regulaciones a las que debe o no debe estar sujeto el flujo de la misma, quienes deberían regularla, a quien beneficia y a quien perjudica, quienes tienen realmente acceso libre a la red, con qué fines se utiliza, etc. Es de sobra conocido que la DeepWeb se utiliza hoy en día para transportar por la red ilegalmente y sin posibilidad de rastreo todo tipo de información relacionada tanto con el tráfico de drogas como de armas, como de órganos y humano, hasta la pornografía y prostitución infantil.
La DeepWeb es una de las principales armas de las grandes mafias y grupos terroristas actuales, pero es al mismo tiempo es también una manera de comunicación y una red de información no monitoreada que permite al usuario hacer uso de ella sin la injerencia de las grandes corporaciones de telecomunicación como Google, Facebook, etc. que constantemente almacenen todos los datos y movimientos en un monopolio absoluto de la WorldWideWeb. Hay un paralelismo entre la localización física de la Antártida con la localización física de la DeepWeb, según la evolución del turismo antártico entre 1990 y 2019, al inicio de los años 90 visitaban la región menos de 5000 turistas, mientras que para el año 2018 las visitan habían crecido exponencialmente hasta alcanzar la cifra de 56 168 turistas, en un planeta de casi 8 billones de habitantes.
El resto de obras de la colección, que pueden explorarse libremente en la propia web del artista, sigue las mismas pautas y estrategias conceptuales que son constantes en su trabajo: dominio territorial físico y en la red, fallos o errores en los mecanismos de control, naturaleza de los distintos flujos de información, estrategias utilizadas para desestabilizar Sistemas, análisis de conceptos absolutos que gobiernan y rigen la realidad, etc., que pudiéramos enmarcar en las nuevas denominadas corrientes de hacktivismo; tal vez en una confirmación más de que los hackers son los nuevos artistas.
Galería
Flores para los perdedores
La gramática del poder necesita un objeto sobre el cual ejercer su acción. Incluso cuando los artistas se las han ingeniado para subvertir el poder, los círculos de poderse las han ingeniado aún más para anular dicha subversión. Tal vez la subversión solo es posible allí donde la sombra de la mano legitimadora no alcanza.