Lázaro A. Martínez Durán: Los antiversos de la locura

Sin haberme leído Locura y civilización. Historia de la locura en la época clásica (1) de Michel Foulcault, ni ser especialista en la materia, tendré el atrevimiento de resumir esta patología ―es decir, la locura― en dos tipos, Que serían: la que se busca padecerun tipo de locura “autoprocurada” (a través de drogas, estilos de vida intencionados) y la que llega de imprevisto, sin desearla.

Son clasificaciones un poco reduccionistas, de escaso fundamento, las cuales ni tan siquiera son las más coherentes con los enfoques abordados sobre el tema en la actualidad, pero que en efecto, me serán útiles para acercarme a algunas de las cuestiones que, en mi opinión, condicionan la obra más reciente de Lázaro Antonio Martínez Duránartista brut cubano (2)

De modo que, al referirme solo a estos dos tipos de locura, estaré tomándome la licencia de encerrar en ellos el amplio y variado espectro de psicopatologías estudiadas por la ciencia, el arte o la filosofía, intentando no dejar de un lado las consideraciones sociológicas y antropológicas que atañen al tema también.  

Dicho esto, la primera de estas locuras sería la que históricamente ha sido asunto de los artistas: los que han ido por la vida queriendo acercarse o buscando sentir en carne propia tantos padecimientos humanos como puedan sufrir; para luego, desollar a Marsias (3) y que a los espectadores les llegue el dolor como mismo lo siente el sátiro del cuadro.

Es la locura que se ha dado en llamar de los “genios creadores” y sobre la que hablaba Platón en sus escritosLa que instituyeron románticos, surrealistas, expresionistas, y hasta algún que otro abstracto. Quienes no hicieron otra cosa que inventarse un estatus de locura, idealizándola, romantizándola, confiriéndole, en definitivas, altos grados de sublimación. 

La segunda, es la locura que llega sin avisos. La peor. La de los “enfermos”. La que no se busca. Sino que su aparición es súbita y se rechaza. Porque cuando se mete en las entrañas, el cuerpo ya anda asustado y saturado de mil mierdas. Delirare (4) es su condición, de lira ire (5)apartada y desviada “del surco recto”. Se pierde el control del propio cuerpo y del camino. Y no es una locura romántica, ni misteriosa, ni vital, ni observadora, como pudiera ser la primera. Sino por el contrario, temible.




Según como se mire, una de estas dos locuras puede significar el principio y la otra el fin de un estado diferente de la existencia del ser. El principio de la genialidad. El fin de muchas facultades humanas importantes que dan sentido a la vida; y en lo que podría radicar la diferencia entre el genio creador y el enfermo. 

Pero para unir la figura de uno y del otro, o sea, del enfermo mental con la del sujeto creador, hubo que esperar a una visión más moderna que ofreciera el norteamericano Benjamin Rush en su texto Medical Inquires and Observations upon the Deseases of Mind (6), donde el autor menciona la aparición repentina de actividad artística en pacientes que carecían de formación previa.

De modo que lo grandioso en el tema de la locura solo sería perceptible tras la originación de obras artísticas que existan de por medio y hayan sido creadas bajo algún efecto de esta patología, por todo ese asunto que ya conocemos sobre los rituales de liberación del inconsciente, la autonomía creativa, el zafarse de coerciones externas, el aumento de la originalidad durante estados de trances, o experiencias inmersivas o multisensoriales, de los que existen sobrados ejemplos en el arte. 

Pero la locura en sí no es un estado agradableNi siquiera cuando se busca padecerla. Pues llegada estaen cualquiera de los casos, el escenario es un entremedio de realidad distorsionada, pánicos, obsesiones, violencia, traumas, angustia, somnolencia, achaques, depresión. Dolor y fragilidad. Neurosis. Desorden de las neuronas. 

De modo que romantizarla solo es posible cuando no es nuestra, o cuando la intención de acercamiento ―contradictoriamente― se produce manteniendo una distancia prudencial, donde no alcanzamos ver otra cosa que superficies impermeables, destellos de un mal que no padece uno mismo, sino el otro.

Bastaría preguntarnos, por ejemplo, ¿cuál es la génesis de los trastornos mentales, de la locura?  ¿Dónde ubicamos su causa, en el organismo o en el psiquismo? ¿Es acaso pertinente esta división?, interrogantes que también se hizo Lacan (7) en su obra La ciencia y la verdad (8).




A esto podríamos responder con las causas expuestas por la doctora María del Carmen Montenegro, docente de la Facultad de Psicología de la UNAMdurante una conferencia que recientemente allí impartió, y donde aseguraba que: “la pobreza, indigencia, violencia, el desempleo, bajo nivel educacional, los traumas, la discapacidad física, la farmacopendencia, maternidad precoz o vejez, entre otras, eran condiciones de proclividad a los trastornos mentales” (9)

(Esto me lleva a abrir un paréntesis para dejar caer el comentario cizañoso de que seguirán en falta los psicofármacos y ansiolíticos en las farmacias cubanas, dadas las condiciones exacerbadas de su demanda poblacional en creciente desproporción con la disponibilidad de estos medicamentos. Eso, si nos atenemos a las causas antes expuestas que originan la locura.) 

Pero vayamos al caso de Lázaro A. Martínez Durán, quien no proyecta públicamente un comportamiento de lo que podríamos reconocer a simple vista como locura, en el sentido maníaco o agresivo del término, sino que su personalidad es más bien proclive a la euforia (en especial cuando está medicado) y a proyectar emociones “desbordadas” de alegría e ideas optimistas sobre su mundo inmediato. Suele hablar y actuar de una manera muy similar a como lo hace un niño.

¿Dónde yo ubicaría, en su caso, la locura? 

Pues en las representaciones que hace dentro de su obra artística utilizando imágenes extraídas directamente de los medios de comunicación oficialistas cubanos. Una realidad trasladada tal cual aparece en estos medios y que, por ser realidad distorsionada de antemano (dado que difiere totalmente de la cotidianidad del cubano de a pie), ya estaríamos obligados a reconocerla ―de un modo muy sutil  y metáforico― como un estado de locura. Uno en el que caben casi todos los rasgos antes expuestos. 

La obra más reciente de Lázaro es la confección de pequeños televisores en los que usa como materia prima cajas-envoltorios desechadas de cartón, sean de medicamentos, alimentos o cualquier otro envase de similares materiales que llegue a sus manos. A estos añade ―a modo de collage― imágenes de la prensa nacional y de revistas Bohemias que interviene agregándoles color, textos, reforzando las líneas. 




Es común que las imágenes de nuestra prensa tengan baja calidad de imprenta y definición. La pobreza cromática en la prensa escrita nacional se mantuvo hasta el año 2018, en que comenzaron a imprimirse en colores los diarios y revistas, razón que explica que muchas de las imágenes que usa Lázaro sean en blanco y negro.

Probablemente su inclinación por realizar este tipo de objetos haya nacido en los talleres en los que estuvo vinculado laboralmente durante un tiempo y que en Cuba reciben el nombre de “talleres especiales”, pensados para personas con discapacidad física, auditiva o psíquica. 

Son lugares, o no lugares (tendríamos que buscar una definición más exacta dentro de las heterotopías de Foucault) donde se realizan pequeñas producciones textiles y de papel: sábanas, fundas, envoltorios, carátulas, envases de cartón, sobres, destinados a hospitales, oficinas, instalaciones gastronómicas, mercados y otros centros laborales de todo el país. 

Estos talleres no reciben un nombre, sino números. Por ejemplo, el Taller 601 del municipio habanero de Playa, o el 604 del Cerro, y así sucesivamente, distribuidos por varias provincias del país, que son prioridad dentro del sistema cubano de educación especial y alternativa de empleo para personas discapacitadas. Espacios estos no exentos, como es natural, de una fuerte actividad política-ideológica, de influencia en la opinión pública, desde las acostumbradas posiciones gubernamentales de poder.

De modo que no es extraño ver cómo en los objetos-televisores de Lázaro se plasma la realidad oficialista cubana con una precisión asombrosa, buscando la perfección, la fidelidad de lo que ve en TV y de lo que saca de sus viejas revistas. Lázaro recorta, pega, agrega, crea detalles (botones, color), perfecciona tanto el objeto-televisor, repite tanto, ajusta tanto, detalla tanto, que pareciera perseguir el imposible de otorgar credibilidad a todas esas escenas que observamos en sus pequeñas esculturas de cartón. 

En sus propias palabras, podría entenderse mejor lo que hace y su intención. Durante una conversación que sostuve con él hace unos meses, me contaba:

“En el pueblo de Alamar había un hombre que quiso convertir un televisor que había en blanco y negro en otro que fuese a color. Le iba poniendo reflectores. Tú te parabas ahí y te veías en rojo. Ese color de allá se veía en verde. Eran unos reflectores que cambiaban los colores. Yo quise expresar que ese televisor [refiriéndose a uno de sus objetos] fuera como una realidad que se viera a color. Ese señor era electrónico. Lo logró hacer en un Caribe (10), le puso reflectores para que se vieran a color.” 

“Yo tuve un Caribe primero, después un Toshiba, un Sony después y ahora tengo un Taschen. Entonces de todos esos modelos yo me baso, de ver un Taschen como si fuera un televisor antiguo. Pongo el modelo del nuevo con el antiguo” (11).


Lázaro A. Martínez Durán (galería)



Notas al texto:
1. Foucault M. Folie et déraison. Histoire de la folie à l’âge classique. Éditions Gallimard (Paris), 1961.
2. Artista de la colección de Art Brut Project Cuba, Riera Studio.
3. Me refiero a la pintura Desollamiento de Marsias que realizó Tiziano (c. 1485-1576), y a sus diferentes interpretaciones a lo largo de la historia del arte.
4. Del latín (verbo intransitivo) a. Desvariar, tener perturbada la razón por una enfermedad o pasión violenta. b. Decir o hacer despropósitos o disparates.
5. Expresión del latín de la que surgió el concepto delirio y locura, que significaba entonces “desviarse del surco recto” o “desviarse de la norma”.
6. Rush B. Medical inquiries and observations upon the diseases of the mind. Grigg (Philadelphia), 1830. 
7. Jacques Lacan (1901-1981). Psiquiatra y psicoanalista francés conocido por los aportes teóricos que hizo al psicoanálisis.
8. Lacan J. La ciencia y la verdad. Escritos II, Siglo XXI, México, 1975. pp.842-843.
9. Boletín UNAM-DGCS-316. Ciudad Universitaria (Ciudad México). 10 de mayo de 2016. 
https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2016_316.html
10. Marca de televisores de fabricación cubana, con imagen en blanco y negro, muy común en los hogares cubanos hasta los años 1990.  
11. Conversación sostenida con el artista en Riera Studio, diciembre 2019.




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